Laura

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QUINTA PARTE » IX · El final dramático de una mujer

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IX

EL FINAL DRAMÁTICO DE UNA MUJER

Irene era sin disputa una mujer de talento, pero tenía mucho de cómica, de actitudes para la galería. Se veía que empleaba recursos malos para hacerse interesante.

«La verdad es que cuando una persona es cómica, histriónica por naturaleza, llega a hacérselo perdonar —pensaba Laura—, pero cuando este histrionismo es de mala ley, deliberado, resulta desagradable y fastidioso.»

Irene buscaba siempre la posición dramática; el perder, el tropezar, el sangrar, el herirse, lo encontraba todo algo magnífico si le servía para tomar una actitud que produjera admiración.

Como decían de un político español, en un entierro hubiera querido ser el muerto, y en una boda, la novia. Cosa nada rara en una mujer.

La frase sobre el político debe de ser antigua y no la inventaron seguramente para él. En esa cuestión de frases todo es viejo como el mundo, que a su vez, como decía Voltaire, es una coqueta también vieja que se quita años.

Cuando Irene veía a Laura con su niño, sonreía con desdén. Según Irene, Laura era una mujer débil, sin energía, sin espíritu heroico; como todas las meridionales. Golowin era un verdadero ario, no quería dominarla y su mujer era de las que habían nacido para ser dominadas y gemir en la esclavitud matrimonial.

La señora Bergmann atendía a Laura y estaba identificada con ella. Natalia escribió desde el colegio pensando siempre en su hermanito, a quien estaba deseando ver.

Irene buscaba todas las ocasiones de hacer efecto. Coqueteaba con Golowin, con el doctor Maas y con Peter Nick. No le dolía dar prendas. Estaba dispuesta a todo. Afirmaba a veces que la mujer prostituida era la verdadera mujer, y que ya que el sexo no tenía inteligencia no debía de ser más que un animal voluptuoso.

La señora Bergmann se incomodaba al oír estas afirmaciones, y cuando hablaba de la poetisa pronunciaba unos ¡Aj! de desprecio.

Antes de terminar el año ocurrió un suceso que no llegó a noticia de Laura más que muy tarde, y que conmovió a todas las personas relacionadas con ella y con su marido.

Golowin dijo a su mujer que iba a pasar dos o tres días en el monte Rosa, a hacer unas observaciones astronómicas. Al volver vino muy preocupado. Laura no se enteró.

La gente conocida supo asombrada que en este viaje al monte Rosa, Irene iba acompañando a Golowin y que en la ascensión había muerto.

—¿Qué es lo que había ocurrido?

Peter Nick contó a la señora Bergmann que Golowin, Irene y él fueron a un hotel del monte Rosa. Golowin pensaba hacer sus observaciones. Irene perdió el pie y desapareció en un ventisquero. Al principio creyeron en un accidente, luego vieron que se trataba de un suicidio. La poetisa había escrito unos versos que aparecieron en un periódico, días después, en los que decía que iba a morir envuelta en la nieve.

A Peter Nick el asunto le dejaba indiferente.

Golowin estaba preocupado. La intervención suya en un asunto así, trágico y romántico, le producía muy mal efecto y no quiso hablar de ello. El doctor Maas encontraba en el final de la poetisa un fondo de comiquería desagradable y antipático. Golowin se mostraba un tanto azorado. Quizá se atribuía alguna culpa en la muerte de la poetisa.

Se contó que Irene y él fueron a buscar un sitio para hacer observaciones en el monte Rosa y que Irene le dijo que debían marcharse juntos a un país de sol. Ella trató de convencerle, él no supo qué contestar, y entonces ella, en la desesperación, se dejó caer por un torrente de agua y de nieve y desapareció en el abismo. Esta era la versión romántica.

Los hechos comprobados eran que fueron a Zermatt, Irene, Golowin y Peter Nick. Por la mañana siguiente salieron Irene y Golowin hacia uno de los montes próximos. Ella avanzó a pesar de los gritos de su compañero, de sus advertencias y de sus llamadas, y desapareció en un torrente; Golowin pensó que ir solo por allí era perderse, sin posibilidad de éxito, y volvió a Zermatt; se organizó una columna de socorro y se encontró a la poetisa muerta en un lago entre la nieve. Se pudieron seguir las huellas de sus pasos. El juez encontró que el hecho tenía un aire de suicidio e interrogó a Golowin por si sabía los motivos de este acto de desesperación, pero él dijo que no los sabía, y era verdad.

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