Lara

Lara


XVIII

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XVIII

Adiós

 

Dos días después de la boda, antes de regresar a Australia le pedí a Yannick que fuéramos a Gales, había estado ahí con Tanya en una oportunidad, cuando apenas llegué a Inglaterra, pero esta vez quería compartir esto con él, sí, este sería nuestro último recuerdo juntos.

El verde infinito de sus campos que se unía al celeste del cielo en el horizonte, mirar hacia el sol y querer simplemente tocar el infinito, esa tarde había una brisa fresca y agradable que tocaba mi rostro y traía hacia mí olores de hierba fresca y húmeda, la lluvia era constante, pero, en esos momentos había cesado, permitiéndome atesorar ese instante, esa imagen...

Yan había detenido la camioneta a un costado del camino, descendimos y me apoyé en una de las puertas del vehículo, él se paró junto a mí en silencio.

—Hacía años que no venía aquí —murmuró, intentando hilvanar una conversación

—Sí lo sé… amo este lugar, vine aquí con Tanya una vez, antes de conocerte, sé que volveré algún día, la verdad, no sé cuándo, lo que sí estoy segura es que... la próxima vez... será sin ti… —añadí con un hilo de voz.

—Lara… yo...

—Te amé desde el principio ¿sabes? —espeté interrumpiéndolo —tus ojos, tu boca, tu cuerpo, tu personalidad fría y distante, le agradezco a Dios cada segundo que me dio contigo, el permitirme compartir tus dolores, tu vida, tu visión del mundo, en verdad despertaste cosas en mí que ya no pueden volver atrás. Se lo que está pasando… nunca fui egoísta Yan, sé lo que sientes por mí ahora y lo que sientes por Marianne, lo noté desde el momento en que la conocimos.

—En verdad, no quería que esto pasara, pero no lo sé, simplemente sucedió, yo… creo que la amo Lara, me siento bien con ella, me ayuda a creer en mí mismo, como tú lo hiciste alguna vez, te juro que aún no estoy con ella, no te he engañado, siempre te respeté…

—No me engañaste físicamente Yannick, pero lo hiciste con tu mente, con tu espíritu, es lo mismo, aun así, no tengo ningún reproche que hacerte, recuerdo que tu terapeuta una vez me preguntó qué haría cuándo salieras al mundo, cuándo las mujeres revolotearan cerca de ti, le respondí que, cuando a aquel día llegara te dejaría ir, porque te mereces el amor Yan, te mereces ser feliz, no me importa si no es conmigo. Sin embargo, pienso que yo también tengo derecho a la felicidad y nunca podrá ser si sólo estás conmigo por obligación, ligado sólo por un absurdo agradecimiento...

Mi corazón se rompió en mil pedazos, contuve mis lágrimas al máximo, la brisa adquirió fuerza, transformándose en un viento húmedo. Lo miré a los ojos, esos orbes verdes de los que me enamoré perdidamente, que me hechizaban cada noche. Tomé su rostro, sus mejillas estaban frías.

—El destino nos unió de manera inesperada y ahora nos separa de la misma forma, en el fondo no es culpa de nadie solo es…la vida…

—Lara, quiero pedirte que no dejes de trabajar a mi lado, te necesito como mi amiga y mi compañera. Se que no tengo derecho…

—Esto no tiene que ver con derechos —respondí tapando su boca con mi dedo índice —es más bien sentido común, no puedo seguir a tu lado de ninguna forma, no es bueno para ninguno de nosotros, y es, además, una cuestión de dignidad, no acepto tener una relación distinta contigo que no sea a la de marido y mujer. Sin mencionar que le estaríamos faltando el respeto a Marianne también. No te odio, jamás podría hacerlo, lo que no significa que no duela, que no me desmorone, que sienta que la vida pierde su sentido, te amo Yannick Tolman, nunca dejaré de hacerlo y parte de mí siempre permanecerá contigo.

Ambos nos quedamos en silencio por unos instantes, no quedaba nada por decir…

—En verdad me encanta este lugar —afirmé mientras miraba el horizonte —es un buen lugar para decir adiós.

—Lara yo… —agregó con un hilo de voz, no lo dejé hablar, lo tomé entre mis brazos y lo besé por última vez, recorrí su espalda y su torso con mis manos, quería impregnarme de él, no deseaba que ese beso terminara, quería que fuera eterno, no quería dejarlo ir, me sentía pequeña, débil, insignificante.

Acaricié su cabello y lo olí, al igual que su cuello, esa piel maravillosa, ese aroma a azahares con el que me gustaba comenzar mis mañanas, inconfundible, sublime, tan único, tan suyo.

—Mañana regresaré a Australia, sacaré mis pertenencias de la casa, quédate el tiempo que desees aquí en Londres, yo ya no tengo nada más que hacer en este lugar.

El limpió sus lágrimas y solo asintió con la cabeza. La vuelta a Londres fue en silencio, había comenzado a llover y la niebla poco a poco empezaba a cubrir todo, era algo curioso, había extrañado tanto la lluvia, y ese tono grisáceo casi permanente en el cielo.

Mientras guardaba mis cosas en la maleta observaba el departamento, tantos recuerdos imborrables, irrepetibles, que me hacían estremecer y querer morir en aquel momento. Se que en parte la culpa había sido mía, por creer que nuestro lazo sería eterno, que él me pertenecía, que hacía girar su vida como Yan lo hacía conmigo incluso en ese instante.

Pensé en Clarissa, en lo que me había dicho la última vez que nos vimos, al parecer, había tenido razón, éramos demasiado diferentes...

Fue Marianne, pero podría haber sido cualquiera, aun así, solo le deseaba felicidad y buena fortuna, aquella que miles de veces le faltó a lo largo de su vida...

 

****

Mi regreso a Australia es fugaz y sólo estoy una semana allí, no solo me dolía perderlo a él sino también, dejar mi lugar de trabajo al cual me había acostumbrado y abandonar a mucha gente con la que había trazado lazos de amistad, y con la que había compartido momentos llenos de alegría, de trabajo y de sacrificio.

Renuncié a la empresa el mismo día que llegué. Di un discurso de despedida para mi equipo, sus miradas tristes mostraron lo bien que había hecho mi tarea, y en parte, reconfortó mi alma. Marianne estaba ahí, observándome. Me acerqué a ella y puse una mano en su hombro.

—Cuídalo ¿sí? —ella abrió los ojos con sorpresa, creo que jamás esperó que le dijera eso.

—¡Espera! —me detuve en seco —quiero que sepas que jamás…

—Lo se Marianne, no te culpo, pero, honestamente, no creo que seas de las mujeres que se queda a llorar en un rincón con cargo de conciencia, vive la vida, y hazlo vivirla intensamente junto a ti, y cuando esto no funcione, espero que tengas la grandeza y el afecto como para dejarlo ir tú también

Salí de ahí con un nudo en la garganta. Apenas podía caminar, mis piernas temblaban. Quería correr, gritar… había comenzado a caminar, no sabía a dónde ir, no tenía nada…

Me encontré en un limbo, no sabía qué hacer con mi vida, no sabía si me sentía capaz de volver a mi país, agarré mi cabeza, un torbellino de emociones me invadió, aun así, decidí volver a mi origen, a Ecuador.

—Lara, ven con nosotros quédate en Londres, no te vayas, prima

—Tanya no te preocupes, en verdad tengo que alejarme y pensar en mí.

—Te juro Lari voy a matar a Yannick. No, primero voy a torturarlo y luego lo mataré…

—No seas tonta, se enamoró. No es su culpa. ¿Qué puedo hacer además de liberarlo?

—No te merece Lari… el… está… está equivocado… él está…

—Escucha… no he dejado de llorar desde la última vez que nos vimos, en vez de agradecer todo lo que tengo y en parte lo que él me dio. Me dio felicidad, amor, deseo, estabilidad económica, recuerda quien era antes y mira quien soy ahora, voy a cobijarlo en mi memoria… como si fuera el recuerdo más bello de toda mi puta vida, soy fuerte, sé que puedo salir adelante, y, si esa mujer lo quiere tan sólo el 1 por ciento de lo que yo lo amo, el también estará bien. Y eso simplemente… me da tranquilidad

Nos quedamos en silencio unos minutos, mi prima se había quedado sin palabras

—Te amo Tanya. Dale mis saludos a Eric. Nos veremos pronto. Lo prometo.

—Yo también te amo Lari, al igual que Eric, sabes que cuentas con nosotros. Lo que necesites ahí estaremos para ti… siempre…

—Sólo debo pedirles una cosa, es más quiero que me prometan que lo harán…

—Lo que sea Lari, solo dímelo

—Nunca vuelvan a hablarle de mí a Yannick, yo tampoco volveré a preguntarles por él, jamás le digan que fue de mí, mi número de teléfono, ni siquiera mi casilla de correo la cual voy a cambiar hoy. Es una nueva etapa y en verdad, necesito borrarlo de mi mente porque se, que jamás podré borrar la marca que dejó en mi corazón

—Entiendo cariño, no te preocupes, haré que Eric y Janet también lo prometan.  ¿A dónde irás ahora?

—Aún no estoy muy convencida, pero creo que volveré a casa.

—Estarás bien, no dudo de tu fuerza.

Era hora de preparar todo para mi regreso, de encontrarme conmigo misma, todo este tiempo solo había estado pendiente de una persona, no sería tarea fácil.

El regreso fue con alegría, mis padres fueron a buscarme al aeropuerto, me fundí en un abrazo eterno con ellos y con mi hermanita Selene, sin embargo, la realidad de mi pueblo una vez más me espantaba, la desocupación y el hambre eran las cualidades dominantes. Sabía que debía hacer algo… ahora tenía el dinero para hacerlo y una firme voluntad. Decidí implementar el proyecto de energías renovables el cual estuve trabajando en la empresa que compartía con Yan. Había trabajado con el mejor, y había aprendido todo de él...

****

Seis meses después, me reuní con la firma contable que llevaba las actividades de las diferentes empresas, con las que ahora contaba. Señalaron que era de carácter urgente. Honestamente estaba algo nerviosa, ya que, sentía algo de preocupación en la voz de Marcos Aguirre, dueño de la firma de contadores

Llegué media hora antes como era mi costumbre, para prepararme mentalmente.

Marcos era un hombre de unos 30 años, esbelto, muy guapo debo decir, de cabello castaño y ojos color miel, con facciones delicadas, muy agradable y cordial.

—Lara, un gusto en saludarte como siempre —me recibió estrechando su mano

—El gusto es mío Marcos, sé que querías verme

—Sí, debemos analizar algunos números

—Bien, dime ¿cómo ves las cosas? —sabía que las cosas no estaban bien, había analizado las proyecciones con los empleados

—Bueno, prácticamente no tenemos margen de ganancias, Lara, vienen meses difíciles, has invertido todo lo que tienes, las empresas no van mal, el problema es que, para costear toda la inversión necesitaremos más dinero, sin mencionar que no verás un solo centavo en varios meses…

Apoyé mis codos en el escritorio y junté mis manos

—Bien, entonces, ¿hay que pedir un préstamo al banco?

—Ese es el problema, cuando el banco vea el flujo de fondos para los próximos meses verá que no habrá réditos en mucho tiempo, debemos alterar los balances si no queremos que esto suceda, pero para ello necesito tu autorización.

—Marcos, haz lo que tengas que hacer, siempre y cuando no tengamos problemas legales, la verdad no tengo muchas ganas de caer en la cárcel. Fácilmente abusarían de mí. —Marcos contuvo una risita.

—¿Qué? ¿Te parece gracioso? —pregunté haciéndome la ofendida

—No te preocupes, no haremos nada de eso, y no, no caerás a la cárcel, al menos no por esto. —agregó riendo y negando con la cabeza

—Bien , dejo todo en tus manos entonces

—¿No has contemplado cerrar alguno de los emprendimientos?

—No, eso no, empecé todo esto para brindarle una mejor calidad de vida a mi gente, no podría mirarlos a la cara si hiciera algo así.

—Bien, no se hable más entonces, ¿te quedarás mucho en Quito?

—Solo hasta mañana, ¿por qué?

—Quería saber si te gustaría cenar conmigo esta noche, se que no es muy profesional de mi parte, pero, sentí que debía arriesgarme

La pregunta me había descolocado, no sabía que cara tendría en ese momento, pero hizo que rápidamente Marcos aclarara:

—Mira, si no puedes no hay problema yo…

—Está bien Marcos, acepto, ¿a las 8 te parece en el bar que está en la esquina?

—Bueno, me parece perfecto, no es el lugar que te llevaría en la primera cita, pero, si a ti te gusta, está bien para mí.

—¿Y a dónde me llevarías? —pregunté con un dejo de curiosidad

—A un restaurant más…

—¿Glamoroso? ¿refinado?, no Marcos, yo soy simple, sin importar cuánto dinero tenga, mi esencia siempre será la misma, no olvido de dónde vengo…

El hombre me miró con ternura, tenía unos ojos hermosos, pestañas largas, pobladas, casi se parecían a las de…, un escalofrío recorrió mi cuerpo, no había vuelto a ver nada que me lo recordara… hasta ese instante. Tragué saliva, un silencio incómodo se produjo entre nosotros.

—Nos … nos vemos más tarde Marcos —añadí con la voz entrecortada y sin mirarlo

—Hasta luego Lara

Salí del estudio contable, y de repente me sentí mareada, las náuseas apoderándose de mí, era una sensación horrible, no sabía que me pasaba, el malestar era tan grande que debí afirmarme en la pared un momento y respirar profundo antes de volver al auto.

Llegué al vehículo y busqué mi botella de agua, la cual siempre llevaba conmigo, sabía que no era algo que había comido, entendí qué me sucedía. Cerré mis ojos, mi mente y sentidos viajaron hasta el…

¿Estaría bien? ¿Que habría sido de su vida? ¿Pensaría en mí alguna vez? ¿Por qué estando tan lejos aún me atormentaba? Las lágrimas salían de mis ojos, no las podía contener, rápidamente me recuperé, limpié mis mejillas y manejé hasta el hotel.

Apenas llegué me recosté, decidí dormir un momento, después de todo tenía una cita esa noche…

 

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