Lara

Lara


IX

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IX

Deseo

 

—Lara… querida, ¿cómo has estado? ¿tu jefe está bien?

—Estamos bien, si me disculpa, tengo que irme —no era mentira, era tarde y no perdería un segundo escuchando al idiota fuera del horario laboral, su rostro se desencajó y la sonrisa irónica fue reemplazada por un semblante duro

—Siéntate, hablemos ahora

Odiaba el tono imperativo de su voz, de hecho, detestaba cada parte de él, pero, armar escenas no era lo mío, y, después de todo aquel hombre no solo era el enemigo de Yan, era uno de los principales accionistas de la compañía.

Me ubiqué alejada de él, lo más que pude.

—¿Qué es lo que quiere?

—Vaya —hizo una leve sonrisa —¿dónde están tus modales?

—Los dejo para gente que merece mi respeto

—¿Acaso yo no?

—No, en absoluto —me levanté de la silla y me crucé de brazos.

—¿Sabes algo? cuando Yan era pequeño siempre nos gustaba molestarlo, insultarlo con mis amigos —recordó con una sonrisa maliciosa en su rostro —le decía… que no era mi hermano, que era adoptado, que mamá lo había recogido de un basurero, y el estúpido se echaba a llorar como niña, era bastante divertido verlo así, siempre fue débil, frágil, nunca se pareció a Talissa o a mí.

—Tiene razón —esbocé al borde de las náuseas, simplemente no lo toleraba —no se parece en nada a ustedes, gracias a Dios, y para ser su hermano, lo conoce poco, es más fuerte de lo que usted cree, de todos modos, no entiendo a qué viene esta conversación

—¿Crees que eres la primera perra que se enamora de ese estúpido? Yan ha tenido a cientos como tú, las usa un tiempo y luego las desecha, hará lo mismo contigo —había una chance que eso sucediera, era absolutamente consciente de ello, sin embargo, carecía de importancia

—Ese no es su problema

—Mira niñita —replicó señalándome con el dedo índice —quiero la parte de Yan, quiero saber tu precio y me ayudarás a conseguirla.

—Se equivoca conmigo, y Yannick no le vendería sus acciones, aunque estuviera a punto de morir y usted lo sabe. Lo lamento, no hay nada que pueda hacer para ayudarlo, si me disculpa debo…

—Supongo que es algo rencoroso con su hermano mayor —agregó interrumpiéndome —le llevarás esta oferta y espero que lo hagas recapacitar para aceptarla —me entregó una carpeta negra, la cual guardé en mi maletín

—Se la daré, ahora, le pido que se vaya de mi oficina.

—¿Sabes? —acarició con el dedo índice su labio inferior —la primera vez que me acosté con Clarissa, Yannick estaba cerrando negocios en Ámsterdam, el muy tonto volvió a los dos días, no entendía porque su mujer casi no podía caminar —una estruendosa carcajada salió de su boca —vaya…recuerdo esa noche en su cama como si fuera ayer...

Y eso fue todo, mi autocontrol quedó acobardado y escondido en algún lugar de mi cerebro. Sin pensarlo dos veces lo golpeé fuertemente con 2 pesados libros de finanzas que tenía en mi escritorio, la sorpresa fue tan grande que el imbécil cayó al piso, con su nariz hecha pedazos, y la sangre brotando a borbotones

—¡Hija de puta! ¡¿qué has hecho?!

Lo puse de pie, mientras estaba aún aturdido por lo que sucedía y volví a golpearlo, esta vez, en sus testículos.

—Vaya, parece que alguien no podrá caminar mañana tampoco, espero que lo hayas disfrutado tanto como esa vez cariño —acoté burlándome —Escúchame bien, la próxima vez que hables mal de Yan o te quieras mofar de él, voy a desollarte vivo, ¿entendiste?

Lo empujé fuera de la oficina con una fuerza avasallante, ni yo me reconocí en ese momento, el tipo se reincorporó y me aprisionó contra la pared, sus manos en mi cuello, ahogándome, pude darle una patada y huir de allí, no podía quedarme, si lo dejaba recuperar sus fuerzas me mataría, lo vi en sus ojos, los cuales destallaban furia.

Bajé las escaleras corriendo, sentía sus pasos tras de mí, en verdad el maldito era rápido, me quité los zapatos para no rodar por las escaleras, —¿por qué no tomé el ascensor? —me pregunté mientras corría hacia la planta baja

Salí a la calle sin aliento y llena de sudor como si hubiera participado en una maratón, corría un viento frío que helaba mi cuerpo, levanté mi mano para hacerle seña a un taxi.

—Buenas noches —esbozó el hombre con gentileza —¿hacia dónde vamos?

Me dirigí al único lugar donde soñaba estar, donde debía estar...

 

*****

—Hola...

—Tanya, no me esperes hoy, ¿de acuerdo?

—Lari, ¿eres tú?

—Claro, ¿quién más?

—¿Dónde se supone que pasarás..., carajo, en serio vas a hacerlo?

—No quiero escuchar tus comentarios ahora, hablamos luego, adiós.

—Bien, recuerda usar...

Interrumpí la llamada y reí bajito de solo intuir las obscenidades que la idiota diría. El frío cubría Londres y cada vez menos personas transitaban en sus calles. Tenía que ver a Yan, necesitaba sentir su calor, quería todo de aquel hombre esa noche. Mi cuerpo temblaba, no sabía si por lo sucedido o por la emoción de encontrarme con él. Su situación me entristecía, todo lo que había pasado, me parecía injusto, esa familia… no lo merecía y, por un momento, percibí que podía cambiar eso…

Llegué al departamento, y adoré la calidez de aquel ambiente, la sala estaba vacía, en silencio, comencé a buscarlo, y, entonces me acerqué al único lugar que era desconocido para mí, me paré en el umbral de la puerta. La habitación era enorme, de un color amarillo pálido, con muebles de madera en marrón oscuro mientras cortinas de seda adornaban los amplios ventanales.  Él estaba recostado en su cama, leyendo, se sorprendió al verme a esa hora, me di cuenta porque de inmediato fijó su vista en el reloj de su mesa de noche.

—Lara ¿todo bien? —preguntó extrañado —¿ha sucedido algo?

—Tu… ¿usas lentes? —indagué mientras miraba su rostro con ese delicado armazón color celeste

—Si… a veces… debería usarlos siempre, pero, no me agradan —me dijo sonriendo —no respondiste mi pregunta… —la vergüenza colmó todo mi ser, como si hubiera estado en un trance y volviera en sí.

—Sí, está todo bien… yo solo… —acomodé mi cabello detrás de mis orejas, moviendo mis manos sin sentido —bueno, tú sabes…

—Querías verme —sí, era tan simple como eso, una sonrisa ganadora se dibujó en su rostro, no podía negarlo, estaba urgida de su cuerpo tibio, de sus manos…

Se levantó de la cama y vino hacia mí, me abrazó fuertemente, su espalda tan ancha, me sentía tan pequeña a su lado, el me daba seguridad, confianza, todo aquello que había perdido al llegar a aquella ciudad.

Podía escuchar sus latidos, su corazón galopaba, igual que lo hacía el mío, no creí merecer los brazos de aquel hombre, pero me era imposible no sentirme libre, y no podía negar mi felicidad.

Me hundí contra su pecho como si se tratara de una confortable almohada, me tomó del mentón y me hizo mirarlo, uniendo sus labios a los míos en un beso eterno. No se sentían como los imaginé, de hecho, no creo que hubiera podido imaginarlos alguna vez. Era suya y él era mío, al menos por un momento, no sentí que perteneciéramos a nadie más.

Besó mi rostro lentamente y luego descendió a mi cuello, me estremecí a su tacto, sus dedos creando surcos en mi piel, haciendo que se incendiara, provocando una llama tan fuerte, tan viva, que ni siquiera los Dioses podrían haberla apagado.

Se tomó su tiempo, después de todo, habíamos esperado demasiado por esto. Cepilló con sus labios mi cuello, mientras que sus manos se movían entre mi camisa, abriéndola de un solo tirón. El miedo y la sorpresa me recorrieron, sin embargo, no esbocé una sola palabra, sus besos derritiendo mi piel, tan intensos, tan dulces, tan picantes. Me acercó aún más a él, acariciando mis clavículas y depositando un fuerte beso en ellas, para luego descender a mi pecho, sus labios húmedos succionaban sin piedad lo que hizo que un corto gemido escapara de mi boca.

Me tomó de la cintura, cargándome y depositándome en su cama, había soñado tanto ese momento, tenía tanto temor de que solo fuera eso, pero ahí estaban sus manos, en cada parte de mi ser, mostrándome lo contrario, toda mi piel erizándose con su toque.  

El cierre de mi falda no fue un obstáculo para sus expertos dedos, deshaciéndose rápidamente de la molesta prenda. Sus ojos me recorrieron con deseo, con hambre, haciendo que mis piernas temblaran.  Era su turno, necesitaba deleitarme con su figura, se quitó su camiseta dejando a la vista su cuerpo perfecto, toqué su torso, lo besé, recorriéndolo con mi lengua, la cual no encontraba saciedad en aquella piel suave y perfumada. Era maravilloso verlo excitado, saber que yo estaba provocando aquello en su estructura, que lo hacía tambalear de placer, que lo hacía morder sus labios para no jadear. 

Sostuvo mi cuello, y detuvo sus pupilas en cada uno de mis rasgos, dio un lametón y se abrió paso en mi boca asaltándola con su lengua, en completa libertad, mientras mis piernas se enrollaban a su cintura y su erección palpitante rozaba mi sexo a través de mi ropa interior, su cuerpo ardía, con un calor irresistible. Yannick quitó la última prenda que me quedaba. Estaba tan avergonzada, quería cubrirme.

—No… —susurró con su respiración entrecortada —no te atrevas… quiero verte

Unió sus caderas a mí y abrió mis piernas, luego de ello, se quitó el pantalón junto con su bóxer de color negro, aflojando su erección y tocando mi ingle con ella.

—Quiero…quiero que me mires mientras entro en ti —agregó con una voz cargada de lujuria , le costaba respirar, podía ver como sus fosas nasales se abrían, tratando de captar mi esencia

Por Dios, ¿en verdad me estaba pidiendo eso? Moriría de la vergüenza, además, ni siquiera le había contado que yo nunca… bueno, había tenido 2 novios antes pero nunca tuve… mierda… iba a doler, me repetía una y otra vez mientras abría mi boca y lo sentía entrando en mí

—Dime si quieres que pare —agregó mirándome fijamente, tan verdes, tan profundos, no necesitaba más vocablos, la estrechez que envolvió a su pene lo hizo percatarse de ello.

—No, no quiero que lo hagas, estoy bien, sabes que sí, he esperado demasiado, continúa, no pares, no te contengas... —fue casi una súplica de la cual sabía que me arrepentiría cuando su cuerpo se destara sobre el mío, porque todo me indicaba que estaba vibrando por mí

Cerró sus ojos y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro, me besó apasionadamente comenzando a mover sus caderas lentamente. Estaba tan nerviosa, lo supe, porque el dolor se hacía casi insoportable

—Te duele demasiado ¿verdad? ¿Quieres que salga? —preguntó preocupado

—No, ya te dije que estoy bien, es que eres ... un poco grande, sigue... por favor —era verdad, no deseaba que se detuviera a pesar de que sentía que iba a partirme en dos, era la tortura más placentera que había tenido en mi vida.

—No, no lo soy, tú estás demasiado estrecha, necesito que te relajes, vamos amor, puedes hacerlo, dime... que eres mía, amor, cuánto te gusta esto —gemí en respuesta, haciendo que se moviera más a fondo, una estocada lenta pero que hacía que todo mi canal se expandiera.

Acaricié su cuerpo y el no dejó de besar el mío, un éxtasis tan profundo que durante ese lapso no pertenecimos al mundo, y solo nos debíamos a nosotros mismos, a nuestra carne, a nuestros placeres, a nuestros instintos. Recorrí con mis manos su espalda y clavé mis uñas en ella, mientras el vaivén de su pelvis tomó velocidad, en verdad, quería, necesitaba, que esa noche fuera eterna. Ese momento, el que soñé aquel día que lo conocí estaba ocurriendo, y, por esta vez, la realidad podía ser más maravillosa que la imaginación. Arrasaba con cada rincón de mi cuerpo dejando marcas rojizas, tatuándose en él, era sublime como el tiempo se había detenido allí con nosotros dos. El orgasmo me hizo gritar, fulminante, majestuoso, tan esperado.

Sólo fue el principio y para Yannick, la noche recién comenzaba. Lo hicimos dos veces más después de aquello, hasta que se desplomó a mi lado. Estaba adolorida, no podía negarlo, sin embargo, jamás había estado más feliz, y hubiera seguido cuantas veces me lo hubiera pedido, hasta que mi cuerpo colapsara. El solo observaba el techo con su respiración agitada.

—¿Estás bien? —preguntó, mientras se giraba para colocar su rostro en frente del mío —en verdad lo lamento, me dejé llevar, hacía mucho que nadie me volvía loco como tú —añadió mientras yo le dedicaba una sonrisa a esa maravillosa confesión

—Sí, estoy bien —claro que no era verdad, apenas iba a poder moverme

—Eres un desastre mintiendo, ¿lo sabías? —añadió mientras mordía su labio inferior

—Me lo han dicho un par de veces

—¿Quieres hablar?

—No, en realidad no

—Genial, porque estoy demasiado agotado

Reí bajito, sus ojos lentamente se cerraron, su respiración volviendo a la calma. Yo me quedé observándolo por un rato más, mientras apartaba sus cabellos de su rostro sudado. Aún no sé en qué momento, caí en un profundo sueño...

 

****

Amaneció y el sol se posaba en los enormes ventanales del departamento, Yannick parecía un ángel entre aquellas sábanas blancas, no se asemejaba en nada al hombre que había conocido la noche anterior.

Me levanté antes de que despertara y detuve mi vista en el espejo. Dios, me veía terrible, tenía chupetones en todo el cuerpo, el maldito sabía que me quedarían marcas y se había asegurado de no hacerlas en lugares visibles, sus dedos aún estaban marcados en mis caderas, su agarre había sido mortal. Sonreí casi sin pensarlo, sin embargo, pronto aquella incipiente felicidad comenzó a desdibujarse, di un enorme suspiro mientras el agua de la ducha tocaba mi cuerpo, tal vez… esto solo había sido un sueño… y aún no sabía si él estaba dispuesto a volverlo realidad.

Preparé el desayuno, Yan solo apeló a decir un tímido “buenos días”, ninguno de los 2 dijo más, no tenía palabras para describir lo sucedido, no sé si a él le ocurría lo mismo, pero no me atreví a preguntar.

Estaba allí, sentada en frente de ese hombre maravilloso el cual solo podía centrase en su omelette y el café que acababa de prepararle. Me había olvidado por completo de lo sucedido antes de llegar con Yannick. David me lo haría recordar de la peor manera. El celular sonó varias veces.

—Tanya.

—Lari... —estaba llorando, cerré los ojos y pensé en mi familia

—¿Qué ha sucedido?

—La policía vino, ellos están buscándote, les dije dónde estabas, perdóname, yo... estaba asustada...

El timbre del departamento retumbó en mis oídos, supe inmediatamente quiénes eran...

 

 

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