Lara

Lara


XI

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XI

Confesiones

Al día siguiente, la llamada a David no fue necesaria, apareció en el departamento a las 7 de la mañana. Ninguno de los 2 aún nos levantábamos, el timbre sonó una y otra vez…

—Es David —le dije a Yannick mirando por la mirilla de la puerta —Iré a cambiarme

—No, no te preocupes, estás bien así

—Yan, tengo puesto tu pijama —respondí con una mueca de vergüenza

—Si, y se te ve gracioso —agregó tratando de contener la risa

—Solo abre la puerta, no hagas esperar al imbécil ¿quieres?

David entró con una carpeta llena de papeles

—David...

—Yannick...

—Buenos días —agregó mirándome con una sonrisa burlona, Yan me tomó de la mano

—Lara, quiero que me dejes hablar a solas con mi hermano ¿está bien?

—No, no lo haré

—Cariño por favor…

—No insistas, no me iré —David sonrió divertido

—Yan por favor, la pequeña Lara tiene razón, después de todo estamos aquí reunidos gracias a ella, deberías felicitarla.

—En eso creo que tienes razón, tu cara se ve mejor que nunca —lanzó Yan conteniendo una risa burlesca, David enfureció

—Par de imbéciles, lo que traigo aquí es una propuesta para la adquisición de tu parte de la empresa, la audiencia de conciliación es en un mes, para ese día espero que está todo firmado, de lo contrario voy a hundir a tu perrita

—Escúchame bien maldito, vuelve a llamarme perra y te saco los ojos, ¿quedó claro?

—Cuidado niña, no juegues con mi paciencia

—¿Y qué vas a hacer? ¿enviarme a la cárcel? ¿chantajear a tu hermano? Dime, ¿que puedes hacer que no hayas hecho? —el tipo me ignoró desviando su atención a su hermano

—Yannick, quiero que observes el cheque, es una oferta considerable, si aceptas firmaremos un acuerdo y yo retiraré los cargos contra la pequeña. —el tipo hablaba como si yo no estuviera presente, quería asesinarlo…

—Si eso es todo lo que tienes para decir, te pido amablemente que te retires de mi departamento

—Sabes que voy a hundirla si no firmas ¿verdad?

—Hermanito, deja de amenazarnos, si no quieres que mi novia te envíe a lo de Clarissa con la cara más hinchada de lo que la tienes.

—Cobarde, vas a dejar que ella haga tu trabajo.

—De hecho —aclaró Yan, sentándose en la silla de la sala y poniendo sus piernas sobre el escritorio —ella lo hace mucho mejor que yo, así que no veo porque debería interferir

El tipo bufaba, era palpable en cada gesto, nos odiaba… profundamente. El hombre salió del departamento dando un portazo.

—Por Dios ese hombre, ¿cómo puede comportarse así?, ¿estás seguro de que es tu hermano?

—Nunca soportó que yo fuera exitoso, que tuviera mejores notas que él, que tuviera más chicas que él, desde pequeños siempre… nos odiamos. Siempre fue el preferido de mis padres ¿sabes?

—Ay Yannick, que estupidez, eso me suena a resentimiento infantil de hermano

—Es la verdad, le compraban todo lo que quería, estudió lo que quiso, viajó donde quiso, tenía todo lo que quería excepto mi felicidad… hasta hace 5 años atrás claro… —Inclinó su cabeza hacia el suelo, el hecho de hablar de su mujer y su hija… aún era demasiado

—Yan cuéntame, quiero que confíes en mí… por favor —le supliqué abrazándolo por detrás de la silla —no te cierres a mí…

Tomó mi brazo derecho que estaba rodeando su cuello suavemente.

—¿Qué quieres que te cuente que no te hayan dicho ya?

—No me importa lo que hayan dicho, quiero escucharte a ti, ¿qué fue lo que pasó? Cómo... ¿cómo llegaste a esto?

Un nudo oprimía su garganta, podía percibirlo en el momento en que mis dedos se desplazaron hacia su cuello.

—Yan, está bien, si no quieres… —añadí con resignación

—No Lara, no es eso, sí quiero… —su voz entrecortada hizo que mi corazón se estrujara —Conocí a Clarissa en la Universidad, ambos estudiábamos economía, ella venía de otra institución, se había mudado para estudiar aquí, era… excepcional, la primera de la clase, bella, audaz, Dios… admiraba todo de esa mujer, cuando la vi, desde el instante en que la vi, la quería para mí, supe que sería mi esposa y no iba a parar hasta conseguirlo. No pude ver quién era en ese momento y, de hecho, nunca lo supe, cuando el corazón late más fuerte… la razón no tiene lugar, y eso es lo que me sucedió con ella. Tuve cientos de mujeres Lara, jamás me entregué a nadie, solo a ella… sólo —se detuvo un momento y suspiró, tocando su frente con su mano derecha —ella ha sido la única mujer a la que he amado Lara… hasta que te conocí a ti.

Una gran emoción me invadió, pero no quería interrumpirlo, el sólo se mojó sus labios y continuó,

—Me casé con ella a los 6 meses de conocerla, tenía tu edad ¿sabes? Janet me rogó que no lo hiciese, que sólo era una puta más, deseosa de meterme la mano al bolsillo como todas, me enfurecí con ella, como podía llamar así a mi “dulce novia”, estuve meses sin hablarle, honestamente no sé por qué me perdonó y siguió siendo mi amiga. Yo no lo hubiera hecho… siempre sentí que no merecía su perdón.

—Janet es una gran persona —agregué, apoyándome en su espalda

—Sí, lo es.

—Entonces, te casaste con Clarissa y luego…

Volvió a hacer una pausa, su voz se quebraba, no podía superar ese dolor y lo que era peor, creí que aún estaba enamorado de ella…

—Siempre supe que me engañaba, desde el momento en que conoció a David, pero no quería aceptarlo, en verdad, no podía, no era capaz. Era mi primer amor, le había entregado todo lo que tenía, le pertenecía en cuerpo y alma. Supongo que el dolor y miedo a perderla era mayor a cualquier humillación que pudiera hacerme. La atracción fue mutua desde que se conocieron, pude verlo en sus miradas, pero decidí pasarlo por alto. Luego, tuvimos a Hanna y la alegría fue plena, al menos para mí, no me alejaría de esa niña, incluso si su madre me ponía los cuernos con toda la ciudad. Si… si tan solo la hubieras conocido Lara, era la niña más hermosa y dulce, nos amábamos tanto…

Yan comenzó a llorar incontrolablemente, no emití sonido, sólo me aferré a su cuerpo, quería que supiera que estaba ahí para él, que ya no estaría solo

—Cada vez que…

—No Yan, no te detengas, cuéntame, no temas, yo estoy aquí, siempre estaré aquí...

Yan limpió sus lágrimas, cada músculo de su cuerpo tensándose, al igual que yo, necesitaba escucharlo y mostrarle que podía abrirme su corazón.

—Cada vez que pienso en todo lo que perdí, no puedo perdonarme Lara, no puedo…

—El día del accidente, cuéntame Yannick

—Ese día llegué a casa después de un viaje a New York y encontré a Clarissa besándose con David afuera de casa, de mi propia casa, se estaban despidiendo, o recién llegaba… la verdad no lo sé muy bien, lo primero que hice fue bajarme del auto y enfrentarlos, ambos se quedaron mudos, no supe que hacer, solo atiné a buscar a mi hija que estaba jugando adentro de la casa y decidí llevármela. Clarissa trataba por todos los medios de que no lo hiciera, la niña se sostenía fuerte de mí, confiando, segura de que la protegería. Los gritos y el llanto de Clarissa eran insoportables, como pude, subí al auto con la niña y me marché del lugar. Ni siquiera medía la velocidad a la que iba, cuando un borracho imbécil cruzó el semáforo en rojo y embistió el auto del lado en que iba Hanna. Ella, odiaba el cinturón de seguridad así que se lo había desabrochado, su cuerpito quedó molido después del impacto, solo sangre y huesitos rotos, no quedó… no quedó nada de ella

Yan cubría su rostro con ambas manos, llorando sin consuelo, jamás había visto a un hombre sufrir de esa manera.

—A veces miro atrás y no entiendo cómo pasó, como algo tan bueno pudo volverse una pesadilla, como extraño su carita, su olor, su voz, su risa… te aferras a algo tanto tiempo, te vuelves tan egoísta y, simplemente no entiendes como la vida puede cambiarte, no así, no de esa forma, ni en el peor de tus sueños te imaginas algo así. Luego del accidente, estuve en cuidados intensivos durante 4 meses, los médicos no me daban posibilidades de vida, mi cuerpo se quebró en todas partes, podría haber muerto, pero por alguna razón, el destino me quiso vivo. Nunca volví a hablar con Clarissa, tiempo después, cuando salí del hospital, nos divorciamos, comencé con ataques de pánico al año de salir de allí, las crisis eran cada vez más severas y finalmente terminé aquí, solo, adentro de este departamento. Intenté todo durante los 2 primeros años, luego, simplemente dejé que las cosas quedaran así, el día de accidente morí con mi hija, eso es lo que siempre suelo pensar.

—No, no moriste con ella, estás aquí conmigo, ¿crees que ella querría que vivieras así? La vida a veces es una mierda Yan y aun así debemos seguir adelante, estás aquí, respirando, decídete a vivir, hazlo por ella, perdónate, aprende del pasado, pero no te quedes allí...

—Prométeme que me ayudarás

—Te prometo que haré todo lo que está a mi alcance, pero necesito que tú me ayudes, no puedo hacer esto sola... —Yan se dio vuelta y me llevó hasta su regazo, yo lo contenía y limpiaba las lágrimas de su rostro.

—Estoy cansado —apoyó su cabeza en mi hombro, como si se tratara de un niño

—Recuéstate, iré a buscar ropa a mi departamento, tengo que cambiarme

—Volverás ¿verdad?

—Claro que sí, ¿acaso crees que soy una mentirosa?

—No, Jamás lo pensaría, eres la persona más transparente que he conocido después de mi hija.

—Vuelvo pronto, descansa —besé suavemente sus labios

Salí del departamento y decidí caminar hasta el mío, la noche estaba fría pero el aroma húmedo de esa frescura me encantaba, siempre amé los inviernos, sobre todo, cuando son intensos. Mientras recorría las calles pensaba, veía lo mágico que nos podía parecer el mundo, como lo bueno podía volverse tan malo, y cómo nos acostumbrábamos a las tormentas a pesar de que hacíamos lo posible para sortearlas durante toda nuestra vida.

Desde que nacemos estamos destinados a luchar, aún en contra de nuestra voluntad, a pesar de nuestros deseos. La fortuna no siempre nos muestra su rostro amable, sino que a veces nos da golpes fulminantes de los cuales creemos que no nos recuperaremos. Heridas tan profundas, tan mortales que pensamos que jamás sanarán, pero, después de algún tiempo, te levantas, te curas, vuelves a ser tú, aunque sea una parte de ti, nunca serás el mismo, pero intentarás por todos los medios volver a serlo. Lucharás por volver a aquel lugar en donde te sentiste y fuiste feliz alguna vez.

Creo que Yan estaba desangrándose, sus heridas eran muy profundas, la persona que quería que lo perdonara ya no estaba y aún si la pequeña viviera, jamás podría enfrentarla porque ni siquiera podía mirarse a sí mismo.

 

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