Lara

Lara


XXII

Página 25 de 25

 

XXII

Juntos

Regreso al hotel, me siento en la cama, quitándome la flor del cabello, cubro con las manos mi rostro y lloro amargamente, como si aquello me liberara del peso de la tristeza.

Es imposible cerrar los ojos, una noche más sin dormir, me estaba acostumbrando a aquello, a pasar mis noches en vela. La sangre de mi cuerpo fluye con fuerza, disparando la adrenalina en todo mi sistema, estoy inquieta, necesito moverme. Decido ir a la playa y caminar por ella, a la lejanía escucho personas reír y algo de música. La luna está más espléndida que nunca, ilumina el mar, cuyas olas rompen con fuerza. Percibo la arena suave y cálida en mis pies descalzos, me siento sobre ella a observar las olas. Una brisa suave y húmeda refresca mi rostro y revuelve mi cabello, toco la arena con la punta de mis dedos, me encanta esta sensación.

Mil recuerdos llegan a mi mente. Si tan sólo ese hombre pudiera ver con mis ojos, sentir con mi corazón, entendería que no hay poder en el mundo que destruya la devoción que siento hacia él. Puedo recordar cada dolor, cada alegría, cada beso, cada caricia y, es en este momento, que me pregunto si vale la pena vivir sin un amor tan grande. Lo tengo a mi merced, tengo mi destino y el de él en mis manos, puedo cambiar mi vida y aliviar mi tortura con una llamada. Es mío, nadie puede negarme esto.

Llegué a Londres una fría mañana de diciembre sumida en la pobreza, con apenas algo de dinero para comer mientras conseguía un empleo. A su lado conquisté el amor, riqueza y fortaleza, nada hubiera sido igual sin él, y creo, me gusta pensar, que yo también cambié su vida y le hice bien en muchos aspectos.

La brisa juega sin pudores con mi vestido el cual flamea frente a su fuerza que, poco a poco, aumenta en intensidad

El construyó con sus manos mi principio, mi fin, todo lo que soy, todo lo que tengo, no puedo negarlo: lo deseo más profundamente que aquella vez que nos despedimos, Dios, apenas había podido contenerme de asaltar su cuerpo en la tarde, lo necesitaba tanto. Extrañamente, el clima, por un momento, se parece al de nuestra despedida, pero ahora…, quiero que marque nuestro comienzo.

Sí… estoy dispuesta a correr el riesgo… sólo por él, porque lo amo, como no voy a amar a otro hombre, porque ansío su toque en todo mi cuerpo, que me haga estremecer, y descubrir lo divino.

Tomo mi teléfono y decido enviarle un mensaje, haciéndome una promesa a mí misma, si el responde y acude a mí, será el momento de empezar de nuevo, si esto no pasa, nunca volveré con él.

Soy consciente de que el reloj marca las 3 de la mañana pero, si su interior alberga el amor que dice tener, vendrá… como yo lo haría, sin importar nada, contra viento y marea, a pesar de los contratiempos, si me quiere, vendrá, porque yo atravesaría el mundo para estar a su lado ,sin pensarlo dos veces y, por el contrario, si no es capaz de hacer esto por mí, significa que no debemos estar juntos y me despediré para siempre.

Me quedo sentada en esa playa, mirando el horizonte y pronto los minutos se convierten en horas. Yannick no aparece...

Está amaneciendo, con todo el dolor del alma me pongo de pie, sacudiendo la arena de mi ropa y de mi cuerpo. Él no llegó, y, en ese instante, nada más importa. Lentamente regreso al hotel. Dejo caer las lágrimas que atiborraban mis ojos, son tantas, han estado guardadas allí, esperando para salir.

De pronto, toman mi mano fuertemente y escucho mi nombre. El llanto me desborda, es incontrolable, me toma de la cintura y une su torso a mi espalda, me oprime con una fuerza que me reconforta, acercando su boca a mi oído.

—Muñequita… siento llegar tarde, me había quedado dormido, soné contigo ¿sabes?, con la primera vez que hicimos el amor, con tu piel bronceada, con tus ojos negros que me vuelven loco, con tus besos, te juro, no quería despertar, pero lo hice. Cuando vi tu mensaje en el celular, creí que seguía soñando, hasta que me percaté que esa fantasía, podía volverse realidad nuevamente, pero esta vez, para siempre. Vine tan rápido como pude, perdóname por hacerte esperar.

Cruza su brazo por encima de mi pecho, no digo una palabra, las lágrimas no me dejan, solo tomo su brazo y oprimo su cuerpo aún más al mío. Me siento plena, soy como un desierto que ha esperado meses que llegue la lluvia, agreste, sin vida hasta que la fortuna movió sus cartas para nuestro encuentro. Nada ha sido en vano y de todo, hemos construido lo que ambos somos.

Miro su rostro y beso sus labios, una y otra vez, tan profundamente, porque jamás podría saciarme de ellos, de su dulzura y sé que él tampoco.

Sus dientes torturando la base de mi garganta y luego deslizándose hacia abajo, tomando todo de mí, mientras sus manos se mueven presurosas explorando sobre la fina tela del vestido. Ahogo un gemido, siendo dolorosamente consciente de lo que está sucediendo, esto es tan equivocado, pero, simplemente, me niego a alejarme.

—Yannick

—Ni siquiera lo intentes, no voy a detenerme

—Está amaneciendo, la gente comienza a llegar, ¡estamos en una playa! —exclamo tratando de ocultar mi sonrojo y normalizar mi respiración

—¿Y? ¿qué?, si nos les gusta que no miren...

—Dime que no estás hablando en serio —mis piernas trémulas que apenas me pueden mantener en pie, ante los ataques de su experimentada boca sobre mi cuerpo.

—De acuerdo, entonces, guíame a tu habitación —su voz me hace estremecer, haciendo que la sinapsis en mi cerebro se detenga. Soy su esclava, siempre lo he sido.

Ni siquiera puedo controlar mis dedos, intentando abrir la puerta de mi cuarto mientras su erección hormiguea sobre mi pierna y sus manos se desplazan codiciosas por mi cintura. Lo quiero, lo deseo, eso es todo lo que sé, y voy a tomar todo de él.

Ingresamos y rápidamente vamos a la cama, en donde se trepa sobre mí, desgarrando el vestido, como si se tratara de una fiera que han mantenido meses cautiva, sin alimento, y, en parte lo era, ambos los somos.

Desprendo los botones de su camisa y la hago rodar sobre sus brazos, dejando besos húmedos en su torso, hasta que vuelve a retenerme, inmovilizándome. Esbozo un pequeño quejido por ello, no es justo, he esperado demasiado por esto. Sus falanges castigan los bordes de encaje de mi ropa interior, envolviéndose en ella hasta que de un rápido movimiento la rompe.

—¡Yan!

—No ahora cariño, déjame compensar todos estos años sin tocarte

—¿Acaso crees que eres el único necesitado?— sonríe, y vuelve a inundar mi boca con su lengua.

Mi cabeza da vueltas, la neblina del deseo embarcándonos en un viaje sin retorno, repaso con mis manos desde sus brazos hasta su espalda y simplemente lo dejo hacer, como siempre lo he hecho, por que amo eso de él, la forma que tiene para moldear mi cuerpo en sus manos y su capacidad para hacer que sus fantasías sean también las mías. Su boca infernal ha desatado el delirio en cada fibra de mi ser. Lo detengo por un segundo y me centro en ese bosque espeso de sus ojos, mi pulgar gozando la textura carnosa de sus labios, ¿cómo pude vivir tanto tiempo sin él?

Se desplaza por toda mi piel, encendiéndola con su toque, como si se tratara de una isla que está ansiosa de ser colonizada. Empuja sus dedos en mi sexo y simplemente cierro mis ojos, elevando mis caderas mientras sus labios torturan mi pecho, succionando, dejando sendos cardenales rojizos, llevándome al delgado umbral entre el dolor y el éxtasis. Soy suya, cada parte de mi ser vibra de emoción al sentirlo. Y entonces, sucede, se posiciona entre mis piernas, dirigiendo su erección, la cual, acaricia mi clítoris, la urgencia está matándome, lo sabe, desea que suplique por él dentro de mí. Sin embargo, la ansiedad lo consume, esta vez no es capaz de esperar respuesta, y se hunde en mi sin reparos, con un lento pero profundo vaivén, llenándome, cubriendo mi cuerpo con el suyo, empapándome de sudor, de su perfume. Mis ojos enfocados en el techo y el ventilador que lentamente se mueve en círculos, dándole algo de alivio a nuestra piel afiebrada, ojos vidriosos, mi boca semiabierta deshaciéndose en jadeos. Yannick empuja sin darme posibilidad de reacción, tan bueno, tan fantástico, me sujeto a sus hombros y clavo mis dientes en uno de ellos haciendo que su cuerpo se contraiga y que su movimiento se vuelva frenético, mis piernas tiemblan, con la única opción de aferrarse a su cintura, mientras su empuje se profundiza

Es demasiado... es insuficiente al mismo tiempo, sus manos apretando mis caderas, marcándolas con su agarre, se que mañana dolerá, al día siguiente también, pero no voy a pensar en ello ahora, no cuando todo mi cuerpo me pide que me concentre en el magnífico hombre que tengo sobre mí.

—¿Estás bien? —desconozco el semblante que puedo tener en este momento, pero imagino que debe ser desconcertante

—Sí, lo estoy, por favor, más...

Lo atraigo hacia mí, haciendo que nuestros labios choquen nuevamente, lo amo, tan profundamente, que cualquiera palabra que pudiera esbozar no podría expresar mis emociones.  Cepilla con su boca mi rostro y desciende a mi cuello nuevamente, sorbiendo con fuerza una y otra vez, sé que debería detenerlo, pero me es imposible, no cuando mis manos sólo están enfocadas en recorrer su piel y mi boca en devorar cada centímetro de su musculoso cuerpo.

Se está gestando en mi interior, puedo percibirlo, el orgasmo construyéndose, ha encontrado mi punto G, como siempre lo hace, y todas sus embestidas van hacia allí, tantas veces que me hace perder el mínimo de conciencia que tenía.

Aquella explosión es desatada, haciéndome gritar. He tomado la decisión correcta, tengo plena convicción de ello, mientras extiendo mis piernas un poco más dejándolo que lleve su masculinidad al fondo de mi ser en estocadas duras y rápidas derramando su esencia en mis entrañas, encontrando su propio placer.

—Lara...

Susurra mi nombre, y descansa sobre mi cuerpo sin salir de él, salpicando besos en todos los lugares posibles, alimentándose de mi sudor y embriagándome con el suyo.

—¿Cómo pude haberme equivocado así? —su voz temblorosa, no voy a permitirlo, no ahora que la felicidad ha vuelto

—No, ni siquiera lo pienses, estamos juntos, no importa el pasado

—Perdóname

—Te perdoné hace mucho tiempo, de lo contrario no estarías en mi cama, ahora concéntrate en mí, en ti, en lo que somos, no en los que éramos, enfócate en.… lo que podemos llegar a ser...

Una pequeña lágrima rueda por su rostro, la cual beso, haciéndola desaparecer.

—La última vez que te dejé marcharte dijiste que no me darías una segunda oportunidad

—Sí, es verdad, y, de hecho, no lo haría, pero, no solo te la estoy dando a ti, si no también a mí, te necesito, como la primera vez que te vi.

—Janet tenía razón...

—¿Sobre qué?

—Sobre esto... sobre el amor, si es verdadero es perdurable, sin importar cuántos años pasen

—Me alegro de que hayas decidido buscarme, yo jamás lo hubiera hecho... —el me observa y separa los cabellos colmados de sudor de mi frente.

—Lo sé, tuve tanto miedo de haberte perdido, de que estuvieras con otro, yo simplemente...

—Te arriesgaste, aun si tener todas las piezas del juego

—Sí, lo hice y estoy feliz de haberlo hecho —sonríe y la habitación resplandece mientras los primeros rayos de sol inundan el lugar, vuelve a unir su boca con la mía, hundiéndose en ella. Es extraño, le he entregado todo lo que tengo y aun así no le basta.

Volvemos a hacerlo, enredándonos en las sábanas, retorciéndonos entre gemidos de placer, deseando que esto no sea un sueño y que, sí lo es, podamos permanecer aquí eternamente.

Las agujas del reloj se mueven tan velozmente, el tiempo, el maldito tiempo tratando de robarme su toque, sus besos. Apenas puedo abrir mis ojos, el sol cayendo nuevamente en el horizonte mientras el viento sopla y el sonido de las olas nos envuelve, tan nítido, tan maravilloso. Tomo una de las sábanas y me cubro con ella, sólo para ponerme de pie y acercarme al balcón en donde me siento en el pequeño sillón color piel, llevo mis piernas arriba, flexionándolas y cubriendo así todo mi cuerpo con la sedosa tela de color blanco. Me encanta el aroma de mi cuerpo, huelo a él, a lo que hemos estado haciendo por horas, apoyo mi rostro sobre el cómodo terciopelo cuando una mano cálida toca mi mejilla.

—¿Puedo acompañarte? —mi respuesta prácticamente se pierde en esa sonrisa glacial

—Siempre

Se acurruca junto a mí, llevándome a su regazo, quedamos unos segundos en silencio.

—¿Entonces?

—¿Entonces? —arqueo una ceja observando su rostro ansioso de una respuesta

—¿ Lo intentarías conmigo nuevamente?

—Todas las veces que sean necesarias —tomo su mano y enredo nuestros dedos. Estoy en paz, por primera vez en años, me siento completa, nada falta en mi vida, realmente es así.

—Esta vez haremos las cosas bien

—¿A qué te refieres?

—Yo...voy a casarme contigo —el escalofrío recorre mi cuerpo, en mis oídos resuenan esos últimos fonemas

—¿Hablas en serio?

Mi garganta se oprime, ahogando un gritito necesitado y dichoso. Esto no puede estar sucediendo...

Se mueve hacia un lado y se dirige a buscar en uno de los bolsillos de su pantalón, una pequeña caja, sí, una caja diminuta de terciopelo púrpura. Viene hacia mí nuevamente colocándose de rodillas a mi lado

—Yo...compré esto hace 6 meses, confiando en tu respuesta, seguro de que volvería a estar a tu lado —el estuche se abre, una esmeralda magnífica aparece brillando —sólo...dime que sí, ¿bien?

—Me gusta el color, es igual al de tus ojos...

Sonrío tontamente, tan idiota, Dios, tan enamorada, aun así, la respuesta queda vibrando en el aire, mientras Yannick me mira fijamente, esperándola...

 

Fin

 

 

 

 

 

 

Para toda la gente hermosa que me acompañó en este, mi primer viaje, gracias,

 

 

 

Has llegado a la página final

Report Page