Lara

Lara


XVII

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V

I

I

Ella

 

Recuerdo ese 21 de junio en Sidney como si fuera hoy, el día que nuestras vidas volverían a dar un vuelco, ese recuerdo es tan vívido, lo siento aún mis huesos, después de varios años, lo percibo, mientras estoy aquí frente a este maravilloso paisaje lleno de vida y frescura. Cierro mis ojos, vuelvo a ese día, estoy ahí nuevamente, y mi imaginación, simplemente, no puede deternerse...

Como consecuencia de nuestro acuerdo con los inversores estadounidenses conocimos a un grupo bastante heterogéneo de personas, entre ellas a Mariane Thomas, una estadounidense de 25 años que era una de las principales interesadas en desarrollar inversiones junto a nosotros.

En el momento en que la vi, creo que mi corazón frenó sus latidos, era la mujer más hermosa que había visto. Por el rostro de Yannick, estaba segura de que pensó lo mismo. No lo culpaba, en verdad, yo también hubiera caído rendida por ella si fuera hombre o si las mujeres fueran mi tipo.  Él estaba en contacto con muchas chicas hermosas, todo el tiempo, pero ninguna lo impactó como ella y ninguna, me causó a mí, la incomodidad que ella me había generado. No era solo hermosa, ni tampoco la típica “niña rica” que tenía todo servido, era amable, inteligente, acertada en cada opinión que daba, ¡por Dios creo que hasta yo me estaba enamorando de ella! En el instante que la conocí, supe que entraría en nuestra vida, había llegado para quedarse...

El idilio en el que habíamos permanecido en esos últimos 3 años estaba a punto de finalizar. Yannick comenzó a cambiar desde el momento en que conoció a esa mujer, lo fui notando al transcurrir los días, era un cambio casi imperceptible al principio, que se fue acrecentando a medida que el tiempo trasncurría

Eric, se daba cuenta de esto y decidió acercarse a hablar conmigo.

—Lari… —creo que estaba avergonzado por preguntar

—Lo se Eric, no quiero hablar de ello —respondí mirándolo fijamente

—¿Qué está sucediendo?

—Honestamente… podría decirte que nada, cualquiera que mira a Yan diría que sigue de la misma forma, pero nosotros que lo conocemos tan profundamente, sabemos que no es así.

—Es por la diosa yankee, ¿verdad? ¿te lo quiere robar? —preguntó seriamente cruzando los brazos

—Eric por Dios, Yan no es una cosa, nadie roba nada, si el decide dejarme será por su propia decisión…

—¡Y lo vas a dejar así! ¿le vas a dejar el camino libre? —me regañaba como si hablara con una niña de 5 años

—Hey, si ha tomado una decisión, no hay nada que pueda hacer, ¿no lo entiendes? Has visto como habla con ella, cada vez que roza su piel, se tensa, lo he visto hasta sonrojarse, no he preguntado nada, tampoco creo que me esté engañando, pero, estoy segura de que no siente lo mismo por mí. Es solo cuestión de tiempo Eric…

—¿Tiempo? ¿Para qué?

—Tú sabes para qué

—Voy a hablar con él, es demasiado estúpido ...

—Eric, basta, por favor

—Tu no quieres pelear por el

—No se trata de pelear por algo, genio, dime, ¿alguna vez leíste algo de Cicerón?

—¿Cicerón? El filo…

—Sí, el filósofo romano ¿alguna vez lo leíste?

—Mmmmm, nop, nunca, la filosofía no es lo mío —agregó curioso —¿qué dice el tal Cicerón y qué tiene que ver el idiota de Yannick?

—Bueno… él decía que... nada es difícil para aquellos que aman, yo creo… más bien estoy segura, de que no estaba en lo correcto, lo difícil para aquellos que aman es decir adiós, darte cuenta de que amar significa soltar a veces, y volver a mirarte a ti mismo y percatarte, que el camino de ahí en adelante será como al principio, solo. La vida puede llenarnos de tanto amor y dolor en un instante, después de todo, esa es su magia. No hay nada que no hubiera hecho por este hombre, y no hay nada que no haría incluso ahora.

Eric se limpió sus ojos, algunas lágrimas se le habían escapado, lo abracé fuertemente y le agradecí todo lo que había hecho por mí y por Tanya.

—Lara yo...

—Vamos, no te portes como una princesa ¿dónde está tu impronta de macho alfa?, estaremos bien, te lo prometo...

 

****

A medida que las semanas fueron transcurriendo la distancia se hizo más evidente, nuestra vida no estaba llena de peleas o de rencores, simplemente de gestos, que ya no eran de amor y pasión sino más bien, de dolor y culpa.

Al cabo de 6 meses en Australia, regresamos a Londres a visitar a la madre de Yan y a Janet, quien iba a casarse con su amor de la Universidad, era increíble, se habían reencontrado en EE. UU. y habían retomado la relación, fue simple, nunca dejaron de amarse a pesar de la distancia, diez años y ese amor intacto a través del tiempo. La familia del chico nunca quiso a Janet, pero ahora, no les habían dado parte en el asunto. Después de todo, el amor de pareja es sólo cosa de dos. Estábamos emocionados por Janet, si alguien se merecía la felicidad era esa mujer.

Fue maravilloso regresar ahí, a aquel departamento inundado de recuerdos y momentos de alegría, aquel lugar donde le entregué mi vida, mi cuerpo y mi alma a un hombre que estaba casi muerto, que logró ver la luz y salir adelante.

Todos estaban convulsionados por los preparativos de la boda. Nadie se fijaba en nosotros, nadie preguntaba cómo estábamos, creo que eso estuvo bien, ya que no tenía ganas de dibujar una sonrisa falsa diciendo que estaba de maravilla, la mentira no era algo que se me daba fácilmente.

La boda fue en una residencia campestre, el lugar era hermoso, tan romántico, tan bellamente decorado, con flores blancas que contrastaban con el verde del césped, en cada espacio se veía el toque de Janet, delicado y elegante, en ese momento, envidié a Janet y su felicidad…

El día de la boda llegó y me puse un vestido color púrpura entallado, solté mi cabello y maquillé mis ojos de tal forma que nada distinguiera mis ojeras, las cuales, siempre luchaban por tomar presencia en mi cara. Me miré en el espejo, me sentía hermosa, sé que lo estaba. Me di cuenta por la mirada de Yan. No esbozó palabras, pero lo conocía demasiado, no necesitaba un vocablo para saber lo que estaba pensando, llegamos al lugar, lo tomé de la mano e ingresamos al lugar, como si nada pasara.

Los novios habían decidido escribir ellos mismos sus votos, así se asemejaba aún más al cuento de hadas que ellos habían vivido, amarse eternamente, sin un mensaje, sin una imagen, sin una llamada, solo con un recuerdo, pensé en aquella pasión que había habitado en sus cuerpos durante los años que habían estado separados, me di cuenta de que nada se asemejaba a la fuerza del amor, y nadie, podía vencerlo, cuando este era verdadero.

—Juro siempre estar a tu lado, cuidarte y, sobre todo, no tener miedo de amarte, como la primera vez que te ví, con ese vestidito verde y tus gafas combinando, llena de libros y agachando la mirada por timidez —le dijo Mark a Janet quien estaba visiblemente emocionada, tratando de contener su llanto.

—Te prometo mostrarte siempre mi opinión, ser transparente y honesta contigo, para bien y para mal, porque sé que todo podremos sobrellevarlo si estamos juntos, juro amarte sin medidas, como una loca, como lo he hecho toda mi vida, a pesar de la distancia, a pesar de los años, soy tuya, siempre fui tuya

Ambos lloraron emocionados, al igual que cada uno de nosotros, Yan apretó fuerte mi mano, sabía que era el final, podía sentirlo…, ambos sabíamos que alguna vez soñamos con ese momento que protagonizaban Janet y Mark, pero, una vez más, la vida nos demostraba que nada estaba escrito y que lo único seguro era el cambio…

La fiesta se extendió hasta el amanecer, me encantaba observar a los novios, la forma que bailaban y se miraban, como si nadie más existiera.

Eric y Tanya se acercaron a mí preocupados, no había mucho qué decir

—Oigan, ¿qué les pasa? Es una fiesta, ¡vamos a divertirnos! —los arrastré a ambos a la pista a bailar

Miré a Yannick que estaba sentado con una copa de champagne en la mano y no había dejado su teléfono, estaba hablando con alguien, y estaba casi segura de quién era…los celos me carcomían, aun así, hice mi mejor esfuerzo por disimularlo con una actuación digna de Julia Roberts. Estaba sonando “Work” de Rihanna, Eric gritó como una fanática loca, lo que nos causó carcajadas hasta las lágrimas.

Luego de la fiesta regresamos a nuestro departamento, Yan estaba en silencio, no había esbozado palabra desde que llegamos de la fiesta, me acosté a su lado, quería tocarlo, besarlo, hacerle el amor por última vez, pero no me atrevía, me maldije a mí misma por ser tan cobarde a veces, tal vez, Eric había tenido razón, sólo era un pobre ratón esperando que el gato le regalara un poco de queso. Pensando en ello, mirando su espalda, cerré mis ojos y dormí profundamente, compartiendo su aroma, llenando mis sentidos con él, por última vez…

 

 

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