La Habana

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Acción de gracias o la alegría creadora

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Acción de gracias o la alegría creadora

El templo de Jano ha mostrado esta semana su cara buena. Siempre, entre nosotros, con el temor de que muestre su terrible reverso. La paz ha tocado sus sumergidas campanas, a la manera de ciertas leyendas normandas donde los pescadores creen oír de noche sones de campanas por debajo del mar. Una completa semana de paz bien se gana la acción de gracias. Como en los versos del poeta florentino: lo vado gridando pace, pace, pace. La ciudad se amurallaba en su paz, mientras las campanas doblan en el lenguaje conocido por sus moradores: ningún enemigo se esconde en la colina para lanzarse al asal to, ningún grito blandiendo su lanza. O si por desventura gustáis mejor: ningún pico de ametralladora inicialando un cuerpo juvenil, ninguna madre, como en la Piedad, del imaginero José de Mora, la más grande expresión artística del dolor resignado, según Vossler, abrazando el cuerpo desangrado de su fruto.

La acción de gracias podrá ahora musitar sílaba por sílaba, Ad Deum qui laetificat juventutem meam. A Dios que alegra mi juventud. Ahora la gracia se invoca y cae sobre una juventud que necesita ser alegrada. ¿No coloca Dante en el infierno “aquellos que fueron tristes en medio de las dulzuras del aire”? Juventud sin eficaz alegría, sin creación, entregada al modernismo de la acción por la acción, del instante picado por la cinta de la ametralladora.

Cuando la imaginación del estado es plena y saludable, está en la obligación de crear alegría creadora, de convertir la alegría en un alimento natural, terrestre. Si el estado se vuelve avaro y sombrío, sus moradores se vuelven despilfarradores de su acción; la acción nacida de una visión sombría que no ancla nunca en la paz, anda errante y enloquecida, como un puma fuera del mundo interpretado.

Dígase hoy la acción de gracias. La necesidad de una alegría situada cerca de los ríos del árbol de vida. No la acción dislocada, nutriéndose de su maldición, seca como la higuera donde se recuesta el diablo para comer su merienda.

2 de oct. de 1949

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