La Habana

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Lo cubano o la síntesis súbita

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Lo cubano o la síntesis súbita

Como un avant goût del Museo Nacional, en Los Pasos Perdidos, ofrecimiento de obras plásticas cubanas. Entre las líneas de expresión, tales como los grabadores, el costumbrismo, el paisajismo, el miniaturismo, ninguna adquiere relieve de sugerencias y rendimientos artísticos, como el retratismo de Escobar y la manera de llegar a lo cubano, de apoderarse de atmósferas, situaciones y añadirle casi inefablemente ese plus de matices que viene a situar una obra de arte, como los cuadros de Guillermo Collazo. La sencillez de los retratos de Escobar y la voluptuosidad de las situaciones plásticas de Collazo, vienen a ser notas distintivas de un arte que necesitaba de esos antecedentes para las potentes perspectivas que después diseñaría.

Los retratos de Escobar se entroncan con aquella línea de retratistas españoles que desde Pantoja de la Cruz a Carreño de Miranda buscaron sólo esas sorpresas que se derivan de acercarnos a un objeto prefijado, asegurándolo y apuntalándolo, para ver cómo el devenir, imprevistas gracias y sorpresas, venían a rendirnos un trabajo artístico muy alejado de sus intenciones. Viendo su “Retrato de niño”, sentimos el gozo del infante que estrena como galones y distintivos que no son suyos, una casaca que tal vez sea de su padre. Se observa que para posar el garzón a indicaciones del pintor, buscó un casaquín que si revelaba un rango no mostraba su oportunidad artística. Sus retratos más que manchados de monotonía, trazan como una colección de fotografías familiares, que se animasen de pronto, deliciosos y endomingados, para asistir a un bautizo en la catedral o ir a ofrecerle sus respetos al nuevo gobernador general que ha llegado. Han escogido sus encajes de pechera, el color de sus guantes en relación con una piel color naranja, su abanico cerrado y sus alhajas de severo ceremonial. Parecen que gustosos quisieran formar parte de una novela que ya nadie escribirá.

Collazo, en los finales de un siglo que para nuestra pintura había comenzado con el modo ingenuo de Escobar, viene a presentarnos con suma discreción elegante, cómo lo cubano es una síntesis súbita y no un allegamiento de acarreos y materiales superpuestos. Que vive muchos años en París, pues eso lo hace más finamente cubano. Que pinta una visita a la manera francesa, pues el cuadro se instala en las gracias exquisitas de una visita cubana de fin de siglo. Si ríe una buena alegría, hay un verde que nadie se atrevería a regalárselo a Francia, asoman gentilezas y requiebros que parece el halago, el susurro de una cortesanía cubana que se ha universalizado por sus profundas y seguras calidades.

16 de marzo de 1950

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