La Habana

La Habana


La “suerte” del cubano o la ilusión existencial

Página 33 de 102

La “suerte” del cubano o la ilusión existencial

Cala su gorrilla, prolonga un silbido, se deja correr los músculos por una energía perezosa, y exclama: “qué suerte tengo”. Divertido es cuando un giro nuestro no ha llegado todavía a ser moda o modismo, y nos provoca buena risa y sana sorpresa cada vez que oímos una de esas boutades verbales con las que el habanero muestra detrás de sus persianas las danzas más secretas de su alma. Sus saltos y el alegre ladeo de su gorrilla nacen de un pinchazo justificado, su hermana le dio la buena noticia de su nueva pertenencia a los armamentos oficiales; tendrá que ir mañana para “alistarse”, pero hoy se despereza, camina sin cansancio y sin finalidad. La hermana hizo las gestiones, habló y rehabló, esperó, tocó puertas, le crecieron rubores, sudó humildades en espera de infladuras, y ¡al fin! más lejos, salta de un café, de un parque, un estirón de veinte años, una piel estirada, saltante. “Qué suerte tengo”, dice cuando no lo oyen, cuando alguien invisible no marcha a su lado, y se ríe saludando a su suerte anchurosa de base

Es ahora la mariposa de ónix del billete, los invisibles ejércitos de la suerte que redoblan para un nuevo capitán de mando ligero. Por las espaldas, piernas y dedondez de la tierra, siguen los billetes, hasta inundarlo todo de regalía y frecuencia maravillosa. Es el mismo billetero quien reencuentra a su cliente aún adormecido, le entrega en salto la noticia de las noticias. Ha caído una cornucopia que se alza al rehilete de una fuente áurea, en todos sus bolsillos caen monedas con la sucesión de una helada. Se despereza, golpea las sábanas, y exclama: “qué suerte tengo”. Su billetero le escogió el número, se lo llevó a su casa, vigiló por las persianas su huida, que le iba a otorgar la disculpa de su ausencia. No importa, la suerte crecedora bate su merengue y lo envuelve como a toda dulce existencia.

En un país de voluptuosidad y de guitarras con lazos azules, la suerte engalla como lo que se adquirió sobre la tierra o en las secas aventuras de la hombría. Tira su doble nueve, como si ante la paginación de la historia, lanzase su espada más allá del ejército que huye. Con suerte y simpatía, dice el habanero cimbreante, encuentro la fórmula perdida del elíxir de larga vida del sabio Althotas, modificada por el Conde de Cagliostro. La suerte conduce sus palabras, sus ademanes, con tal vencimiento de desfallecimientos y hostilidades del propio cuerpo, que la simpatía es la primera lotería que repartió calvicies y cabelleras flotantes, agilidades o jadeos. Todos tenemos suerte y simpatía, es el primer sueño del vivir ilusionado del cubano. Suerte que llega cuando tenía que llegar y simpatía y caricia feliz.

17. de nov. de 1949

Ir a la siguiente página

Report Page