La Habana

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La sanción o la casa del olvido

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La sanción o la casa del olvido

La ciencia de sancionar se mueve para su desventura dentro de sus cuadros fríos y fijos. Con pequeñas variantes la vieja postura de tanto daño, tanta sanción, sigue señoreando. La esfera de segregación es la de la libertad, de tal manera que según el sujeto se sensibiliza al concepto de libertad, la sanción será más o menos severa. La sanción se hace tan infinitamente sutil si se pensara cuál es la esfera de acción que el sujeto siente más si se le secuestra, que los encargados de la ciencia de la sanción deciden de manera rápida que sea la de la libertad. Las viejas culturas sutilizaban más la sanción, por ejemplo en la antigua Persia existía “la casa del olvido”, los que allí se enviaban la única sanción que recibían era que no se hablara más de ellos, bajo sanciones los nombres y los relatos de los que allí moraban eran excluidos de ser dichos por la ciudad.

Los chinos cortaban orejas o eran incesantes en producir esguinces y tatuajes morados. El castigo tenía que ser visto. La plaza pública daba fe, testimoniaba como alguacil que entrega un pliego. Leemos en los noticieros la máxima maldad, alguien maltrata a una criatura de tres meses, la hace sangrar, deja sobre ella golpes y crueldades. Hay un rincón que soporta, una casa paseada por ese hecho, unas paredes que exhiben esas sombras. Después la sanción recaerá sobre la esfera de la libertad de ese sujeto, se tendrá la ingenua seguridad que durante el tiempo de la sanción no golpeará. Se le sancionará en su libertad, es decir en la libertad para escoger personas y paisajes. Él ya escogió, golpeó y maltrató. Demostró su hundida libertad para escoger la maldad. La ciencia de la sanción se moverá en sus cuadros fríos y fijos. Dañará en su libertad a un sujeto gozoso de su esclavitud. Saboreará el castigo como una golosina. Su golosina no es precisamente la libertad. La prisión será para él delicia sobre delicia. Al recuperar su libertad tendrá de nuevo que golpear para rendir la joya que al nacer se le regaló.

5 de enero de 1950

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