La Habana

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Sale siempre delante, sin que se borre para el diálogo el Ángel de la Guarda, pues si toda salvación es un diálogo, por allí anda siempre el guardián para evitar el oscuro, el otro que desaparece por frialdad o inexistencia. Digamos en su día, su recuerdo. El que nos hace la guardia sea felicitado. La transparencia que caracteriza a los ángeles, es la que el guardián nos acerca para que la resistencia de la materia signata, como decían los escolásticos, no se haga tan total que nos rechace y nos obligue a la permanencia por acidia.

Intelligere cum angelis, inteligir como los ángeles, reclamaba la patrística, es decir, llevar la inteligencia a la transparencia, a la piscina de la luz, para no obligarnos a la huida hasta la higuera, donde ensaya nuevas arias de flauta el Maligno.

El ángel viene para duplicar la presencia y persona del hombre. viene para achicar la soledad, para trabajar un eco. Para situar el número de cada palabra, su sobreabundante posibilidad de compañía. Más cerca de nosotros los ángeles, se aclaran en una batalla, de la que percibimos los júbilos, la cercanía de una esencia que los ángeles rodean. De esa batalla hay uno, el nuestro, que se acerca para entrar en nuestras batallas desde la paz hasta la muerte.

Precisar un objeto, su plenitud, el ordenamiento, los principios de la ejecución, potestad para alejar los impedimentos, anunciar lo imprescindible, traer los misterios que acompañan a la diversidad de los ángeles, al mismo tiempo que todos contemplan la causa de la suprema esencia.

Conocedores de la causación, son los ángeles los aclaradores que van penetrando los efectos inferiores, los más alejados de la esencia. Hoy es el día del guardián, si no le damos el asueto, pues tiene aparejamiento peligroso, procuremos aclararnos un tanto para favorecerle el descanso, alargarle la siesta.

1 de marzo de 1950

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