La Habana

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Carnaval de hielo o nutrirse de nieve

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Carnaval de hielo o nutrirse de nieve

Nieve en la nieve prolongada y su secreto combate con la estela de los patines en el círculo de hielo fabricado. Trazando los esquiadores letras, flora y fauna, el bailarín para penetrar más en la nieve parece ostentar un velamen que se constituye o desaparece de acuerdo con el cantío del gallo de la veleta. Qué extraño que no exista el músico de ballet para pista de hielo, donde el telón de fondo esté reemplazado por la horizontalidad en reflejos de la entrecruzada lámina. Deseamos un Stravinsky que entreabra un ballet para la nieve de los alrededores de Moscú, o la posibilidad de unos “Pasos en la Nieve”, bailado por un Lifar con patines. Una ciudad nueva que se construye sobre una estación, regida por el incesante de los patines y que desaparece en cuanto el hielo empieza a caminar, hasta adquirir el movimiento del río. Ejército que avanza, con violentas flexiones de piernas como si le arrancase lascas al viento, ruido que quiere llegar tironeado como un abeto al que le sacudiesen las hojas, como quien se arranca las hilachas blancas de su cabellera.

El ruido sutil de la estela; del cuchillo que se nutre de nieve hasta indistinguirse en lo homogéneo, es como un estribillo enredado por las hojas. Los colores se pierden en la humedad que los enreda y enmascara, dividiéndose tan rápidamente que al alcanzar la firmeza de un color muestra el nacimiento de la diversidad rodeante. Salto o deslizamiento, un pulso invisible parece regir el desenvolvimiento del bailarín en la nieve. Los movimientos de las piernas, sobre las andas de su oculta maravilla, no corresponden a la longitud de sus progresiones, estableciéndose un juego de leyes que el bailarín parece conocer y señalar con un sentido descubierto por instantes. La necesidad de alegría que parece agrietar la nieve, reclama junto con su música de exquisita pertenencia, el pintarrajeo y la sentencia bailada de los carnavales. El carnaval de hielo es como otra máscara del carnaval tropical, es el antifaz albino esgrimido por una doncella o un árbol de exacerbada primavera.

8 de marzo de 1950

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