Kris

Kris


Capítulo 21

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Capítulo 21

Kris

Cinco meses después de la explosión de Villa Falco

Le mentí a mi familia, a la mujer de la que estoy enamorado y no me siento culpable por ello. Siempre velaré por ellos, porque odio las despedidas, las encuentro tristes y dolorosas, así que tomé una decisión, e hice creer a todos que nadie sabría dónde estaba el otro, pero en realidad fui yo quien decidió sus identidades y los lugares donde vivirían. No es mi intención visitarlos, porque correría el riesgo de exponerlos y es mejor evitar que nuestro sacrificio se esfume. Después de la explosión de Villa Falco y la fuga por el sótano, nos despedimos a la salida del pasaje secreto, sabiendo que nunca nos volveríamos a ver.

Retrocedo rápidamente, pero en silencio. Debo tener cuidado, cualquiera que esté escuchando a la DEA debe pensar que todo esto es real.

Me quito los zapatos, los tomo en la mano y me apresuro a bajar las escaleras hacia el sótano. No emito ningún sonido, sigo corriendo con la respiración acelerada.

No lo puedo negar, tengo miedo de equivocarme ahora, no dejé nada al azar, pero nada es suficiente para hacer que todo se eche a perder.

Diez ... Una respiración profunda.

Sigo corriendo. Puedo conseguirlo.

Carlos había dicho que en esta casa seríamos felices para siempre. Se equivocó, todo tiene una fecha límite, incluso la vida misma.

Recorro el túnel, puedo ver la figura de alguien.

Nueve ... Me meto la mano en el bolsillo y toco la moneda de Lya con el pulgar, corro rápido. Huyo. Me alejo de todo, abandono mi corazón en este lugar junto a la mujer que amo.

Ocho ... He amado a Kasandra.

 

Alcanzo a Damián, me da una palmada en el hombro.

—¿Por qué no estás por delante de los demás? —digo en voz baja.

—Porque eres mi hermano, quería esperarte —dice sin aliento. Veo la luz al final del túnel, ya casi llegamos.

Siete… Amaré a Lya para siempre, viviré de su recuerdo.

Seis ... Un tiempo atrás era simplemente yo, luego descubrí que ser justo era inútil y elegí qué papel desempeñar.

—Has renunciado a ella —dice Damián cuando llega a la salida, sube las escaleras de hierro y sale al exterior mientras le sigo.

Cinco ... Me odio a mí mismo por esto, pero no tenía elección.

Finalmente estamos fuera. Carlos está apoyado en un auto y Jennifer está adentro con su bebé.

Cuatro ... Nunca me he perdonado.

Damián me ayuda a mover la alcantarilla y cerrar el pasaje secreto.

Tres ... He pasado los últimos meses castigando a los demás y a mí mismo.

Suspiro volviéndome hacia Villa Falco, en realidad todos lo hacemos. Adrián pone su mano en mi hombro: —Gracias.

Dos ... Seré recordado como el asesino de la familia. El apellido que llevo será despreciado para siempre, tanto como desprecio al hombre que me trajo al mundo.

Abrazo a Kasandra, llora mientras me aprieta, solloza.

—Vive la vida, sé feliz —susurro entre su pelo.

—Y tú perdónate a ti mismo, ámate y permite que alguien te ame.

Tomé la decisión correcta para todos, pero no para mí.

Damián y Carlos se unen a nosotros, nos apretamos en un gran abrazo; Me prometí a mí mismo que no sería un adiós cobarde, pero no puedo controlar esa sensación de melancolía. No sólo me despido de mi vida, sino de la única familia que he tenido y por la que lo he dado todo.

¡Un último sacrificio!

Una última vez Alejandro.

—Te quiero mucho —dice Damián y nos miramos todos a los ojos y nos giramos para mirar aquel sueño que habíamos construido y que ahora estamos destruyendo.

Uno ... Me pido perdón a mí mismo, por no darme una oportunidad cuando la tuve.

Debía amarme a mí mismo, pero nunca he podido.

Por última vez respiro el aire de la vida real. Cojeé durante mucho tiempo hacia la meta que parecía inalcanzable. Entonces un día he decidido detenerme y mirar atrás, dándome cuenta de que el esfuerzo que estaba haciendo no era nada comparado con lo que ya había superado. Entonces comencé a cojear de nuevo, sabiendo que sufriría, pero que al final podría decidir, quién ser, como a dónde quería ir.

Un sacrificio de amor, por mi familia, por mi mujer.

Zero… Soy Alejandro De La Rosa, el último heredero de la dinastía De La Rosa y sólo tengo una regla: ¡que no hay reglas!

Nunca podré olvidar aquel último abrazo, aquellas palabras de despedida que todavía recuerdo hoy, después de cinco meses, como si fuera ayer. Fui el cerebro de un plan bien pensado, pero que también dejó un mal sabor de boca. No morimos como héroes, los noticieros cubanos nos definieron por lo que éramos “criminales” todos, del primero al último. Nadie sentiría lástima por nosotros y fingir nuestra muerte fue un juego de niños. Fue suficiente para hacer creer a todos que durante meses Carlos y yo estábamos en guerra por el poder del territorio. Para hacer la puesta en escena más creíble, tomé decisiones de las que Carlos no estaba al tanto, para que sus reacciones fueran verdaderas. La alianza con Iván Volkov, por ejemplo, o el secuestro de Lya. Todo concebido con el más mínimo detalle, incluso cuando parecía improvisado, salvo el carácter incontrolable de mi pequeña, que al final cambió la última pieza que habría completado la obra perfecta.

Me habría sacrificado por mi familia al asumir la culpa, pero no esperaba que Lya fuera a ver a Kasandra. En aquel momento me quedaban dos opciones, o llevarme a Lya con nosotros y en consecuencia, hacerla parte del plan, o tenía que presentarme en Villa Falco, sacarla y luego morir con los demás. En la primera solución la habría obligado a renunciar a su vida, privándola de la libertad, de los afectos familiares y no era justo, porque después de todo lo que había pasado, no se lo merecía. Por esa razón finalmente renuncié a mí mismo, lo hice para salvar a Lya. No fue una decisión difícil, en aquel momento lo único que me importaba era que ella siguiera viviendo su vida, posiblemente lejos de toda esa basura. Al morir, Alejandro De La Rosa le haría un favor al mundo y Lya podría hacer las paces con su familia. Eventualmente encontraría a alguien digno de su amor, incluso si yo hubiera podido ser el hombre para ella. La vida no siempre es justa y cuando he decidido reescribir mi destino, supe que perdería algo importante, a ella.

Es lo que me repito desde hace meses y al no haberme decidido por un domicilio fijo, ando por ahí, haciendo lo que siempre he querido, mirar al mundo con otros ojos. Lástima que una parte de mí siga atrapada en los recuerdos de aquel día en Praga con aquella chica ingenua, de una dulzura infinita.

¿Cómo olvidar esa mirada encantada y esas caricias que sólo ella supo hacerme sentir en mis entrañas? No se me puede pedir también eso. Lo di todo por mi familia, pero extraño a Lya como a el aire.

Tomo el billete para el ferry, estoy en el puerto de Lisboa y espero en la cola para embarcar. Es un hermoso día de otoño y el mar en calma presagia un viaje tranquilo. La gente que me rodea ríe y bromea, está contenta, pero yo soy un hombre solitario, que viaja sin rumbo. Sabía que en cualquier caso resultaría así, estaba seguro de que no merecía tener a alguien a mi lado. Nunca he tenido un carácter fácil y soy consciente de ello, nadie puede estar conmigo y la única que podía hacerlo, la perdí. Tengo que resignarme a la idea de una vida de soledad, porque merezco este castigo por todo lo que le he hecho a las personas que amo.

Me empujo con el dedo índice las gafas de sol que se me han resbalado por la nariz y arrastrando la maleta de mano, subo al crucero que me llevará por el Atlántico. Hay muchos turistas de todo el mundo; Alguna vez todo este barullo me habría molestado, pero ahora me gusta estar rodeado de gente, hablar con extraños y encontrarme en una mesa con gente que no conozco, es más la vida normal y esto me gratifica.

Al llegar a mi camarote, acomodo la ropa en el armario y dejo la maleta al lado. No tengo intención de descansar y agarro mi bandolera con documentos y la billetera, dispuesto a salir a dar una vuelta, pero cuando meto la mano en el bolsillo delantero de la bolsa, mis dedos tocan algo frío y sonrío mientras tomo el objeto. Es la moneda que me envió Lya al hotel, la he custodiado, es lo único que he guardado de mi pasado, porque me recuerda el día más tranquilo de mi vida. Alguien que me miró no por lo que representaba, sino por lo que era.

¡Mi hijita! Siempre tendrás un lugar especial en mi corazón.

Con este pensamiento en mi cabeza me meto la moneda en el bolsillo, siempre la llevo conmigo, hace que la extrañe menos, es como si estuviera a mi lado, dentro de mí, en mi corazón.

Al final entendí lo que significa amar, me sacrifiqué para salvar a Lya, pero al hacerlo también renuncié al amor que ella sentía por mí.

Viviré porque tengo que hacerlo, pero no como me gustaría. Porque es realmente cierto que no puedes tenerlo todo.

Lya

Miro mi reflejo en el espejo con los labios apretados. He cambiado mucho en los últimos meses, mi cara está más dañada por los kilos que he perdido, mi cabello es más largo y con reflejos rubios oscuros. Observo que tengo la mirada vacía y atormentada, pero no puedo remediarlo, me siento rota por dentro. A pesar de que han pasado cinco meses desde aquel día, no puedo detener los recuerdos. Incluso hoy escucho el sonido de la explosión, vi con mis propios ojos cómo estalló todo y allí estaba el único hombre al que he amado de verdad y que también fue el arquitecto de esa tragedia. Después de tres meses, todavía sentía su ausencia desgarrándome el corazón y sin que mi familia lo supiera, tomé el auto y me dirigí al cementerio; a pesar de lo que hizo, todavía lo necesitaba y lo único que quedaba era una lápida con su nombre grabado en ella.

Paso a paso voy pisando la hierba, las piernas me pesan, la mirada está fija en ese punto lejano al que quiero llegar. Aprieto con fuerza el tallo de la rosa y sigo caminando con dificultad, mientras trato de contener las lágrimas; Me prometí a mí misma que nunca volvería a llorar por él.

Llego frente a la lápida, se forma una roca en mi estómago mientras me arrodillo y coloco la rosa en el césped, frente a esa pieza de mármol grabada con la cruda verdad.

No es Kris quien me quitó todo, sino Alejandro De La Rosa. Pero quiero recordarlo por lo que vi, mi Kris.

—Devuélveme mi corazón —susurro a través de las lágrimas que finalmente fluyen por mi rostro—. No puedo soportar más este vacío ensordecedor.

Sollozo, dejo que mis brazos caigan a los lados de mi cuerpo y sigo mirando su nombre grabado.

Te extraño tanto ... que por la noche rezo para no despertar a la mañana siguiente. Hubiera preferido que me llevaras contigo en lugar de dejarme en este mundo donde sin Kris me siento fuera de lugar.

Extiendo la mano y con las yemas de mis dedos acaricio las letras de su nombre.

—Te odio porque me privaste de ti.

De noche sueño contigo, logro encontrarte, escuchar tu voz, pero luego me despierto y la verdad me duele tanto.

Te has ido. Y yo morí aquel día contigo.

Hubiera elegido otro final para los dos, pero preferiste quitármelo todo, mi amor, a mí misma y ahora no sé cómo seguir.

¡Al final Alejandro De La Rosa ganó! Lo odio y no puedo aceptar que amo a alguien que me ha lastimado tanto.

¿Cómo se puede apaciguar este sufrimiento tan insoportable?

Mi familia me ha ayudado manteniéndose cerca de mí en los últimos meses, mi exnovio ha estado a mi lado como amigo, entendió que no podía recibir ningún otro tipo de sentimiento por mi parte. Beatrice me llevó de vacaciones a Nueva York durante dos semanas, en un intento de distraerme, pero no ayudó. Seguía pensando en él.

El primer mes dejé de ver la televisión porque no hablaban más que de Villa Falco y seguían ofreciendo fotos de los fallecidos. Un día le grité a la pantalla cuando vi la imagen de Alejandro y me asombré cuando dije las palabras: “Te odio”. Fue cuando me di cuenta de que tenía razón y que todo terminó tal como lo había planeado. Aquel desgraciado siempre obtenía lo que quería, e incluso muerto, seguía siendo el mayor dolor que jamás había sentido.

Reaccioné, o al menos eso es lo que quería creer, me lavé la cara y me encogí de hombros tratando de aferrarme a algo que me diera la fuerza para no detenerme en aquel estado emocional. Tenía que seguir con mi vida y por eso ahora viajo sola, lo hago para reencontrarme.

Había aceptado que era un amor equivocado. Pero mi corazón seguía negándose a aceptarlo y seguía luchando con la mente. Estaba en peligro de volverme loca, no podía soportar más aquel dolor y cuando he decidido que era hora de cambiar y tomé el asunto en mis propias manos, no sabía lo que me encontraría.

Elegí emprender el viaje de mi vida, el que podría cambiar algo, un aire nuevo, una existencia diferente. Trabajé durante cuatro meses como asistente de mi hermana, ahorrando cada centavo con esa idea en mente. No tenía un objetivo específico, sólo me interesaba ver el mundo. Mis padres se ofrecieron a agregar algo de dinero a mi presupuesto y finalmente lo acepté, dejando de lado el orgullo, porque sólo estaban tratando de ser útiles y ayudarme a mejorar.

Suspiro mientras miro mi reflejo en el espejo, pero no puedo ver una imagen bien definida porque estoy demasiado concentrada en perseguir mis recuerdos. Me arreglo el maquillaje, me pongo un vestido negro bastante sencillo y salgo de mi camarote para ir al piano bar. Tengo la intención de relajarme y pasar la noche en compañía de personas que no conozco, para no pensar en él. La belleza de los cruceros es sólo eso, haces amigos rápidamente y el tiempo pasa de prisa.

Estoy un poco cansada, pero no quiero quedarme en el camarote, ni seguir pensando en Kris todo el tiempo y terminar durmiendo en un valle de lágrimas. Lo odio, pero también lo extraño, como si fuera una parte fundamental, una pieza perdida de mí. La sensación de vacío que dejó nunca podré llenarlo, le he concedido un lugar especial en mi corazón y no tengo forma cambiarlo para que ya no sea así. Él nunca fue mío, ahora más que nunca me doy cuenta y sin embargo, durante aquel poco tiempo que pasamos juntos, sentía inexplicablemente que le pertenecía.

Los pensamientos sobre él me persiguen como siempre, incluso mientras llago al piano bar. Pido un cóctel tratando de ahuyentarlos y me siento en el taburete. El barman sonríe y me informa que me atendrá de inmediato. En el pasillo, la melodía del piano calienta el ambiente y trato de relajarme para disfrutar al máximo de la velada, pero sé que aún no estoy preparada para vivir mi vida, aunque lo esté intentando. Una pareja se sienta a mi lado, me saludan y les respondo cordialmente, mientras el barman coloca mi pedido en la barra.

Esto es lo que quería para nosotros, lo que veo en ellos, el intercambio de miradas cómplices, sus sonrisas, las palabras susurradas. Con los dedos acaricio el delgado tallo de la copa y creo que quiero hacer un brindis, pues aunque ha sido aniquilada, estoy en un viaje para demostrarme a mí misma que Alejandro no ha ganado, no del todo. Estoy sobreviviendo al dolor y puedo vivir con el vacío en mi corazón.

—Brandy sin hielo servido despacio, gracias —oigo detrás de mí y un escalofrío recorre mi espalda.

He llegado a un punto sin retorno, ¡estoy loca! pienso. También puedo oír su voz, como si estuviera detrás de mí.

Deseo a ese hombre tan desesperadamente que me imagino que está en todas partes, me desestabiliza esto, tal vez sea apropiado hablar con un especialista. Kris murió en aquella explosión, tengo que lidiar con eso. La Policía ha confirmado que la tragedia ocurrida en Villa Falco mató a sus habitantes, de nada sirve esperar otra cosa, no debe ser difícil aceptarlo, pero aún quiero despertar de esta pesadilla y descubrir que nunca sucedió.

Miro al camarero y veo que está sirviendo el brandy de forma incorrecta. No puedo evitarlo, sonrío recordándome que en Praga, Alejandro estaba molesto porque no era lo que quería. Me quedo mirando el vaso que el chico coloca sobre la madera pulida, haciéndolo deslizar hacia mi lado; Por el rabillo del ojo observo la acción tratando de ver quién está sentado a mi derecha, pero no puedo porque estoy de espaldas.

—Gracias —responde esa voz que me sigue persiguiendo. Sé que no es posible, pero la conozco.

¡Está bien, estoy loca!

La curiosidad me empuja a darme la vuelta y puedo ver una mano girando el vaso. El hombre deja escapar un suspiro y sigo girando lentamente en el taburete. Tiene algo en la otra mano, mi mirada se detiene en aquel objeto que gira entre sus dedos y contengo la respiración.

¡Mi moneda!

Mi corazón comienza a latir y me obligo a respirar, pero la llama de la esperanza que ahora parecía haberse desvanecido, de repente comienza a arder como nunca antes.

Estoy tan agitada que no miro hacia arriba de inmediato, pero miro los brazos de la figura a mi lado, al final tomo coraje y me giro por completo, mirándolo a la cara. En mi corazón, espero que sea el hombre que amo y odio al mismo tiempo.

Si estás aquí, creo que enloqueceré. No puedo manejar todo lo que puedes desatar en mí.

Antes de conocerlo desconocía la intensidad de algunas sensaciones y tengo miedo de no poder soportarlas.

No soy lo suficientemente fuerte, tampoco lo fui suficientemente para él, de lo contrario no me habría destrozado, sabiendo que nunca me recuperaría.

La verdad me golpea justo en el pecho y mi cabeza comienza a dar vueltas mientras la adrenalina corre por mi sangre.

¿Por qué mi mente me juega tan malas pasadas? Me estoy volviendo loca?

¡No es real, Lya! ¡Alejandro está muerto!

Me aferro al taburete por miedo a caerme. Cinco meses para llorar, odiarlo y amarlo, rezar para que volviera a mí y ahora ... está aquí. ¡Alejandro De La Rosa está sentado a mi lado!

¿Seguimos en aquel territorio traicionero y plagado de trampas que construyó?

No puedo evitar preguntármelo. Pensé que ya me había destruido, no quedaba mucho de mí, sin embargo, ahora está aquí, jugando con mi emoción de nuevo, mientras todos piensan que está muerto.

Es él, estoy segura, aunque está más delgado y tiene perilla. Su mirada está fija en la moneda y en lugar de reaccionar, me tomo un momento para observarla, porque no puedo asumir que está justo a mi lado.

Dios, ¡cuánto me ha faltado!

Alejandro mira el vaso y frunce el ceño, pero no le dice nada al camarero. No es propio de él y su comportamiento me sorprende. ¿Dónde está el hombre que quería ser el amo del mundo?

Su mirada glacial parece haberse desvanecido, como si aquel hombre ya no existiera.

Miro de nuevo mi moneda, que él continúa mirando con una expresión extraña.

¡Está pensando en mí!

Su mirada melancólica y atormentada provoca una punzada que recorre mi espalda. Lucho por no hablar.

¿Estás aquí por mí? ¿Viniste a decirme que me amas y no me dejarás de nuevo, o es uno de tus muchos juegos diabólicos?

Lo observo de nuevo y una duda me asalta. No sé si sabe que me tiene cerca, no ha tenido ningún tipo de reacción que me dé una señal. Tal vez no es consciente, tal vez sea tan sólo otro estúpido giro del destino.

¿Qué quieres, Lya?

Huye, grita mi conciencia. No dejes que te vuelva a hacer daño.

Quédate, ha vuelto por ti, sigue repitiendo mi corazón.

Me siento confundida, no sé qué es lo correcto, pero la verdad es que Alejandro es parte de mí, aunque quisiera, no podría alejarme, porque me siento incompleta desde que él se fue. Todavía me lo pienso, pero es inútil, sé lo que quiero.

—Le pidió el brandy servido despacio porque sabe mejor —digo al cantinero, pero sigo con la mirada en Alejandro, esperando el momento en que se gire y me mire a los ojos después de meses de creerlo muerto.

Y cuando lo hace, se queda petrificado al verme.

No, no está aquí por mí, su mirada logra hacerme percibir tanto su asombro como su miedo.

Mírame, Alejandro, soy la mujer que te ama y que tú has destruido.

Ambos hemos cambiado en estos últimos meses, es visible que ninguno de los dos está bien. Ya no parece un hombre invencible y seguro de sí mismo, ahora, a mis ojos, parece un hombre desconocido.

No nos decimos nada, sólo nos miramos y pienso una y otra vez en todo lo que ha sucedido, en lo mucho que le odio.

Me pregunto si lo que sé es real, o más bien, es lo que él me hizo creer.

¿Por qué lo hiciste, Alejandro? ¿Dónde querías llegar?

Acerco mi mano a él, la apoyo en la cara y le acaricio la mejilla con el pulgar, porque necesito tocarlo y asegurarme de que es real.

Cierra los ojos y deja escapar un largo suspiro. Como si lo hubiera esperado desde tanto tiempo como yo.

¡Dime que no estoy soñando! Tengo miedo de despertarme.

Hay una línea muy fina entre el odio y el amor y estoy flotando sobre ella. Lo extrañaba, muchas veces soñaba con encontrarme en sus brazos, esperaba volver a escuchar su voz susurrando la palabra con la que solía llamarme: Hijita.

Quiero llorar, desahogar los meses de sufrimiento que mi corazón ha padecido por su culpa y gritarle, hacerle entender cuánto dolor me ha infligido, pero no puedo y me dejo involucrar todavía en el amor que siento por Kris.

¡Te hará daño aún!

Detente.

—¿Era esto lo que querías? ¿Humillarme y destruirme? —pregunto en un susurro.

Miro sus labios moverse lentamente, espero, quiero escuchar y asimilar sus palabras.

—¿No puedes entender por qué lo hice, hijita? —Abre los ojos y mira fijamente a los míos. —¡Por ti!

En ese momento entiendo la verdad, finalmente encuentro una respuesta sensata a las preguntas que me han atormentado durante meses. ¡Fingía, siempre!

El hombre que conocí en Praga es el mismo que ahora ha cerrado los ojos y se deja acariciar. En cambio, el hombre que mató a su familia nunca existió, porque fue una actuación. Estoy segura, pero ahora más que nunca necesito la confirmación y espero que me responda con sinceridad esta vez.

—¿Están todos bien —pregunto incierta.

Él asiente.

Finalmente siento una sensación de paz y no puedo detener la avalancha de emociones que me abruma.

—Te odio —digo conteniendo las lágrimas, pero estoy segura de que mis ojos me traicionan—. Te he odiado durante cinco meses.

—Aquella mañana te hubiera contado la verdad, pero cuando desperté encontré tu nota y ya te habías ido a Villa Falco. Te habría explicado el tiempo que pasé ideando un plan perfecto para matar a mi familia. Te habría mirado a los ojos, sabiendo que me habrías juzgado y condenado, pero te habría tenido a mi lado y eso era suficiente para mí.

—Se pasa la mano por el pelo y mira al suelo—. Era un plan perfecto y lo fue hasta el final, pero con un cambio de programa… —Me mira intensamente.

—¿Por qué trataste de convencerme de que eras el malo?

—Para salvarte. —Dos palabras que bastan para aliviar mi corazón herido. No quería arrastrarme, porque me privaría de mi libertad de elegir.

Él siempre ha sido mío, como yo siempre he sido suya.

Sin saberlo, siempre nos hemos pertenecido el uno al otro.

No tengo ningún problema en creerle. Ahora todo tiene sentido, incluso lo que siempre he sentido y pensado.

Inclino la cabeza hacia un lado y lo miro: —¿Cómo es posible que todo haya comenzado frente a un brandy y nos volvamos a encontrar como entonces?

Frunce los labios. —He intentado por todos los medios mantenerte alejada, pero al final siempre me encuentras.

Las posibilidades de que me volviera a encontrar con él eran raras, pero aquí estamos, juntos, en un crucero y ninguno de los dos lo había previsto.

—¿A dónde vas? —pregunto cada vez más nerviosa. No estoy segura de en qué situación se encuentra o si todavía se interesa por mí, pero verlo con mi moneda en la mano me da una esperanza a la que me aferro desesperadamente.

Dime que te quedarás conmigo.

—Voy viajando desde hace meses, quiero recorrer el mundo y tal vez algún día encuentre un lugar al que vuelva a llamar hogar.

Quizás no somos tan diferentes, hemos pensado lo mismo.

No le cuento lo que me pasa por la cabeza, pero tomo el vaso y bebo un sorbo de líquido para refrescar mi garganta, ahora seca y creo que si el destino ha logrado hacernos encontrar de nuevo, significa que en cierto sentido estamos destinados el uno al otro.

Tomo valor y acerco mi mano hacia él, que me mira confundido.

—Hola, mi nombre es Lya, tengo veinticuatro años y viajo sola porque un hombre me rompió el corazón, me hizo odiarlo, pero no puedo evitar amarlo.

Sorprendido, la toma. —Hola, una vez fui Kris, luego me convertí en Alejandro y hoy ya no sé quién soy. En el pasado, lastimé a la única mujer que alguna vez me amó, destruí la única oportunidad que tenía y me enamoré tanto de ella que me sacrifiqué para salvarla.

Quiero tenerlo en mis brazos, me acaba de decir que me ama y que ha elegido mi vida antes que la suya y me parece un sueño; pero no me muevo, porque me hizo pasar muchos malos ratos y por primera vez desde que lo conozco, quiero ser cauta con él.

—¿Quién serás mañana? —pregunto.

—Yo mismo.

Eso es lo que quería escuchar y me relajo consiguiendo una respiración regular, sólo quiero saber el verdadero hombre que es.

A este punto tengo que tomar una decisión, marcharme y fingir que nunca lo he conocido o arrojarme al vacío y averiguar qué pasará. Reflexiono, pasan minutos en los que me callo, al final tomo una decisión, pero me falta una pregunta que puede aclarar cualquier duda.

—¿Cuánto tiempo me darás para tenerlo todo?

—¿Estás segura? —pregunta de inmediato—. Esta vez no hay vuelta atrás.

Afirmo con la cabeza, porque no quiero volver.

Kris se inclina hacia mí y me acaricia la cara. —Todo el tiempo que necesites.

Esas palabras me bastan, no necesito nada más, estoy dispuesta a correr el riesgo de estar con él, con el hombre que conocí, con Kris y no con Alejandro.

Toma mi rostro entre sus manos y me besa dulcemente, susurrándome: —Mi hijita.

Ha intentado en vano alejarme de él, pero el destino muestra que estamos hechos el uno para el otro. Nuestro encuentro es prueba de ello. 

 

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