Kris

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Kris

Dos meses después

Después de todo este tiempo, todavía recuerdo cuando volví a ver a Lya y lo atormentada que estaba por mi desaparición, lo mucho que le rompí el corazón. Recuerdo su rostro pálido y delgado, pero ahora esos pensamientos ya casi no me entristecen, pues redimiré todos sus sufrimientos con mi amor infinito.

Es mía y esta vez no me puedo atribuir el mérito, aparentemente el destino ha tomado la decisión correcta por mí y le estoy agradecido, finalmente puedo vivirla como quería.

Lo mío es un pensamiento fijo, que lo tengo incluso ahora, mientras cierro Crimen y Castigo, que estoy leyendo y la observo. Ambos estamos desnudos, sentados en el suelo del baño, uno al lado del otro.

Con ella ya no tengo máscaras, no las necesito y esto me hace sentir libre.

El agua de la ducha fluye incesantemente y el vapor ahora ha invadido la pequeña habitación. Me considero un hombre afortunado y sé que no me lo merezco, porque la he lastimado varias veces, pero al final me perdonó, me ama.

—Ahora entiendo por qué es tu libro favorito —dice apoyando la cabeza en mi hombro—. Gracias por compartirlo conmigo, desde el principio hasta hoy.

Quédate así, pequeña mía, apoyada en mí. Déjame sentir el calor de tu cuerpo contra el mío, porque es la mejor sensación del universo.

—Eres la única persona en el mundo a la que le he presentado mis demonios.

Es mi manera de mostrarte lo mucho que te amo.

En las últimas semanas hemos viajado por los Balcanes y llevamos dos días en Estambul. A Lya le gusta viajar tanto como a mí, juntos compartimos la pasión por la aventura y nunca planeamos el próximo destino, simplemente damos la vuelta al mundo y no tenemos intención de parar. No por el momento.

Un día, cuando esté lista, me gustaría hablarle de mi gran deseo de crear una familia con ella, pero por el momento lo que tenemos me es suficiente.

Lya continúa manteniendo contacto con su familia, pero nunca revela dónde está, por temor a que alguien descubra que sigo vivo. Mintió, diciendo que volvió a la vida en Praga y a su antiguo trabajo, sólo para no crear sospechas. Todavía no sé cómo afrontar nuestro futuro. Tengo pesado equipaje sobre mis hombros y a pesar de mi nueva identidad, siempre estoy atento. Ahora no quiero pensar en eso, ahora quiero disfrutar a la mujer de mi lado.

Envuelvo mi brazo alrededor de ella y la sostengo cerca de mí; ella besa mi pecho y cierra los ojos, saboreando la paz que hemos anhelado.

No pensé que algún día alguien me amara por lo que soy y me considero un cabrón con suerte. Aunque traté de evitarlo, porque no quería privarla de su libertad, al final eligió seguirme, renunciando por mí y creando otra forma de libertad.

El futuro también es un interrogante, pero el presente es perfecto. Nos estamos conociendo, despojados de máscaras, las mías. Somos simplemente un hombre y una mujer que se aman y que comparten sus debilidades sin dudarlo.

Nunca lo hubiera creído posible. Yo, en una vida normal.

— Tú y yo —digo tocando su frente húmeda con mis labios—. Una misma cosa, hijita.

La beso delicadamente, quiero darle todo el amor que se merece y pretendo seguir tratándola como el centro de mi universo. Lya pudo verme y no se detuvo en la máscara que usé durante mucho tiempo. No tengo miedo de mostrarme, con ella me siento seguro y puedo permitirme ser amado y feliz. Antes de conocer a Lya, había pensado que a través del castigo podría liberarme del sentimiento de culpa, pero luego me di cuenta de que el perdón y el amor me permitirían ser un hombre libre.

—¿Para siempre? —pregunta levantando los ojos y encontrando los míos.

Le dedico una sonrisa maravillosa, la veo emocionarse, casi siento latir su corazón y repito esas dos palabras: “Para siempre”.

Elegí interpretar el papel del villano, consciente de las consecuencias, pero Lya, antes que nadie, me vio por lo que soy, vio al hombre que sacrificó todo para proteger a su familia y a la mujer que amaba. Nadie sabrá nunca lo que hice y cuánto me costó hacerlo, además de mis hermanos, pero no me importa, lo importante es que Lya sepa la verdad.

Kasandra

Limone, Italia

Apoyo la palma en mi mejilla, sujetando mi cara. No creo que haya una palabra para definir lo que siento, cada vez que veo a mi esposo acunando a nuestra pequeña Chloe. Hace unos meses nos mudamos a un hermoso refugio de montaña cerca de Limone, en Italia. Estamos frente a la chimenea encendida, mientras afuera la nieve cae sin cesar. Es extraño llevar una vida normal lejos de Cuba, en un país nuevo, con un idioma diferente y una cultura lejana a la nuestra. A menudo me encuentro pensando en mi familia, los extraño mucho, pero también sé que ahora podemos tener lo que siempre hemos querido, felicidad. Aunque pagamos un alto precio para conseguirla.

Adrián renunció a su familia, pero no quería lastimar a su madre por la pérdida de un hijo y decidió decirles la verdad. Me aseguró que nadie lo sabría, pero no podía permitir que su madre sufriera y llorara en la lápida de un hijo que todavía está vivo.

Observo a mi esposo con mi hija y creo que es el cuadro más hermoso que he visto en mi vida. Finalmente he alcanzado la serenidad y estoy agradecida de tener a un hombre como Adrián a mi lado, me siento afortunada y diviso un futuro brillante por delante. Lo único que me faltan son mis hermanos, quién sabe cómo habrían recibido a mi bebé, seguro que le habrían consentido y mimado, pero la decisión que tomamos era inevitable si queríamos tener un futuro.

Ya no habrá más reuniones, ni fiestas juntos, cenas todos sentados alrededor de una mesa ... no más nosotros.

Con mi dedo índice, acaricio la manita de Cloe y sonrío.

—Deberías descansar, no te dejó dormir mucho esta noche —susurra Adrián.

—Ella salió a su padre, es vivaz —comento en broma, Adrián extiende la mano y mueve un mechón de cabello detrás de mi oreja. Un gesto que le sale con naturalidad y que me parece adorable, siempre está atento y dispuesto a cuidar a sus mujeres.

—Ah, esa lengua ...

—También me amas por esto —digo divertida y aprieto la manta de lana contra mi pecho.

—Dame un beso, haz algo de una vez. —Se burla, sabiendo que obtendrá mi reacción.

Lo miro con el ceño fruncido y no me muevo. —Si quieres un beso, tienes que venir a buscarlo.

—Si te pones así ... —responde levantándose con cautela. Coloca al bebé en la cuna mecedora junto al sofá, se vuelve hacia mí y mira el reloj en su muñeca.

—¿Cuánto tiempo tenemos antes de que se despierte? —pregunta mientras se acerca.

—Una hora, si todo va bien.

Me quita la manta y con un ágil movimiento me toma en sus brazos. —Trataré de que sea suficiente.

Dejo que mi cabeza retroceda y me río mientras me lleva al dormitorio, donde pretende hacerme el amor y expresar lo que siente por mí de mil maneras.

—Una vez fui yo quien daba las órdenes, hoy me hiciste tu esclava —comento cuando me ordena desnudarme, mientras quiere disfrutar del espectáculo.

—Una vez ... el caballero liberó a su princesa —responde mientras me quito la ropa. —Una vez ... no me permitieron tener lo que decidiste darme —continúa, me quito la camiseta—. Hoy puedo, tengo el privilegio de hacerte mía, tenerte para siempre y hacerte esclava del amor.

Lo beso y le susurro que lo amo más de lo que imagina y eso es suficiente para Adrián, porque es lo único que quiere, mi amor.

Damián

Corfú, Grecia

Con el cuerpo contra el suelo de la habitación vacía, golpeo con el dedo índice la superficie fría y lisa y miro mi peón.

¡No puedo creerlo!

La “pequeña plaga” me atrapó en esta situación y ahora será difícil salir de ella. Cuando llegamos a Grecia, quería un lugar tranquilo junto al mar, pero ella quería hacerlo más interesante eligiendo Corfú.

Vuelvo a lo que estoy haciendo, no tengo que distraerme.

¿Cómo es posible que Blanca haya conseguido ponerme en aprietos? A menudo jugamos al ajedrez, es divertido, sobre todo porque ella casi siempre pierde, pero en los últimos días algo ha cambiado. Quizás estoy demasiado cansado y estresado, no soy feliz viviendo en una isla. Desde que nos mudamos, he estado murmurando y resoplando todo el tiempo. La casa que compramos todavía está medio vacía. Los muebles tardan en llegar, por suerte pudimos encontrar un sofá y un dormitorio que nos gustaba a ambos, para el resto del mobiliario tenemos que esperar otras dos semanas y no puedo más.

—Vamos, decide tu movimiento —bromea Blanca con entusiasmo. Esta es una de esas raras ocasiones en las que gana y apuesto a que no puede esperar a recibir su recompensa. Lleva meses esperando este momento y es absurdo que con una estúpida apuesta consiga lo que quiere.

Ambos realmente lo queremos, ella es todo lo que desea, pero ponérselo difícil y hacer que luche por algo me gusta. No puede imaginar cuántas veces pretendo estar en contra o ser indiferente sólo por el placer de enfurecerla.

—No te dejaré ganar —murmuro y muevo mi peón. Miro a Blanca y me doy cuenta de que me acaba de joder, porque su mirada de victoria será mi dulce perdición.

—Una vez, un gilipollas me dijo que la reina tenía que ser sacrificada para salvar al rey. —Blanca mueve pieza, dejándome sin palabras—. Jaque mate.

Con un movimiento de la mano, aparto todas las piezas de ajedrez y agarro a Blanca por la nuca, besándola apasionadamente antes de decirle: —Mis felicitaciones, pequeña.

Ella responde al beso y salta sobre mí, haciéndome caer de espaldas contra el suelo. Seguimos devorándonos y espero que esto sea suficiente para distraerla y hacerla olvidar la apuesta que hicimos, pero cuando Blanca me agarra de la camisa algo me dice que la terquedad y determinación de la mujer que amo, eventualmente me derrotará.

—Busca una iglesia y cásate conmigo dentro de un mes —dice sobre mi boca y me vuelve a besar.

—¿Por qué quieres ser mi esposa a toda costa? ¿No estamos acaso bien así?

Ella simplemente se aleja y me mira a los ojos, hay una luz extraña en aquel color en particular. —Si no te casas conmigo, me iré —amenaza, pero me hace sonreír. La amo cuando saca sus garras y luego creo que es el momento adecuado para hacer una petición que he guardado en mi corazón durante muchos meses.

—Si me caso contigo, ¿me darás un hijo?

Mi corazón late en mi pecho mientras espero su reacción.

Ella resopla y levanta la vista al cielo. —No eres perspicaz en absoluto —murmura—. ¿Por qué crees que tengo tanta prisa por convertirme en tu esposa?

Tomo su rostro entre mis manos y la miro intensamente, casi asustado por la posibilidad de que todo sea producto de mi imaginación.

—Estás esperando un bebé —digo finalmente después de unos segundos de silencio y ella asiente, reprimiendo una sonrisa—. ¿Puedo casarme contigo mañana? —pregunto frotando mi nariz con la de ella—. No quiero perder más tiempo.

¿Es esto la felicidad? La estoy viviendo, me alimento todos los días de amor.

Beso a mi futura esposa y creo que algún día le enseñaré a mi hijo la importancia de la familia, porque fui un hombre afortunado al haber tenido una.

Abrazo a Blanca, le susurro palabras dulces y ella se sorprende, porque el Damián que conoce nunca ha estado muy inclinado a las declaraciones de amor, pero en este momento soy un hombre completo y ahora por fin puedo construir con ella algo hermoso que perdurará para siempre.

Carlos

Komarna, Croacia

Presiono los dedos de los pies en la arena, es una buena sensación, es como saborear un aire de libertad y despreocupación por primera vez.

—Ve a jugar, cariño —dice mi esposa a nuestro hijo.

Él me mira con sus grandes ojos, como si esperara mi consentimiento; Aprieto ligeramente su manita y lo dejo ir. —Ve, Tobías.

Observo a mi hombrecito correr junto al mar y alcanzar sus juguetes sobre una manta que Jennifer ha extendido un poco más adelante.

Inhalo por la nariz y contemplo la puesta de sol. Este lugar es perfecto para criar a nuestro bebé, aunque la integración no sea fácil de momento. Las dificultades son muchas y principalmente el idioma, sin embargo, gracias al profesor particular que hemos contratado durante dos meses, hemos podido aprender la mayoría de los conceptos básicos.

Jennifer aprieta mi mano, su brazo roza el mío mientras caminamos lentamente. Estoy sereno, pero en un rincón de mi corazón sigue habiendo un espacio de melancolía; A menudo me pregunto cómo están mis hermanos, dónde están y cómo les va. Los extraño, pero de una cosa estoy seguro, que ahora están todos a salvo y finalmente podemos llevar una vida normal, la vida que no nos fue concedida, pero que finalmente obtuvimos.

Jennifer apoya la mano en su cadera y frunce los labios antes de volverse hacia mí: —Estaba pensando ... —comenta con incertidumbre—. ¿Estás seguro de que quieres hacerte cargo del pequeño bar? No eres muy sociable con la gente. —A ella le encanta enfurecerme, pero esta vez sus palabras ocultan algo más profundo, no suele hablar así.

La miro severo; por mucho que ame su carácter fuerte, por una vez desearía que se sintiera intimidada por mí. —Puedo adaptarme y además estarás tú para ayudarme.

Se muerde el labio con nerviosismo, lleva días actuando de forma extraña, parece casi insegura y me encantaría saber qué está pasando por esa cabecita.

—En realidad tendré mucho que hacer, no seré de mucha ayuda por un tiempo.

—¿Qué tendrías que hacer exactamente —pregunto en tono intimidante.

En ese momento, Jennifer se detiene, me sonríe e inclina la cabeza. El sol, ahora débil, ilumina su rostro y la convierte en un ángel tan dulce y diabólico que tengo miedo de perderme en ella y dejar que haga lo que quiera.

—Estoy embarazada.

Dos palabras, un sonido tan dulce, pero que por un momento llegan como un puñetazo en el estómago, porque no estaba programado.

—Tomas la píldora, no es posible.

Suelta mi mano y entonces entiendo que la señorita está escondiéndose, tiene aquel aspecto de alguien que ha hecho una travesura.

—Paré hace tres meses, cuando compramos la casa —responde dando un paso atrás. Parece disgustada, como su embarazo anterior, pero en este caso no sabe si yo podría estar enojado o feliz.

Pongo mis manos en mis caderas y la miro desde lo alto. —Ven aquí.

Ella parece indecisa si acercarse o no, pero conozco demasiado bien su mirada desafiante, esta vez mi esposa ha decidido plantarme cara y me gusta y al mismo tiempo me cabrea.

—Cariño…

—¿Cariño? Has decidido tener otro hijo sin preguntarme —digo con dureza, mirándola intensamente a los ojos.

No consigue saber si estoy feliz con la noticia; en realidad lo estoy, muchísimo, pero no debe olvidar quién manda, aunque hoy ya no me llamo Carlos Gardosa.

Jennifer coloca su mano en mi brazo y lentamente me acaricia con sus dedos. —Decidiste tú la primera vez, yo diría que estamos empatados.

Elimino distancia entre nosotros, jadea sorprendida, tomo su barbilla entre mis dedos.—Increíble, ángel, mis felicitaciones por tu audacia. —Toco su labio inferior con el pulgar y la miro a los ojos—. Pero no quita de que te recuerde esta noche porque te gusta tanto que yo sea el amo de tu universo.

Intenta discutir, pero mis labios están sobre los de ella en un instante; no es el beso cariñoso habitual que le doy a menudo, esta vez es apasionado hasta el punto de dejarla sin aliento. Quiero recordarle, en cada segundo de nuestra existencia, cuánto la amo. Finalmente tenemos a nuestra familia, nunca había esperado tener tanto de la vida, ni siquiera estaba seguro de vivir muchos años, considerando quién era, pero ahora todo es diferente. Tengo una nueva identidad, paso mis días en un pequeño pueblo junto al mar en Croacia y nadie sabrá nunca quién soy hoy.

—Mi diablo —susurra sobre mis labios—. Deduzco que estás feliz.

Sonrío y la aprieto entre mis brazos, antes de volver a besarla y decirle por primera vez: —Soy feliz.

Y así es como finalmente ambos tenemos la vida que queríamos, pero nadie sabrá jamás nuestra historia, nadie sabrá jamás cómo el diablo se enamoró de un ángel. Algunas cosas es mejor enterrarlas para siempre, junto al pasado.

El presente es nuevo, pero nosotros siempre seremos los mismos.

 

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