Kris

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Capítulo 2

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Capítulo 2

Lya

Cuando dicen que en la vida nunca sabes qué esperarte, es verdad. Quién hubiera pensado que algún día trabajaría en un club frecuentado constantemente por misteriosos hombres guapos. Algunos también dan miedo, me ofrecen miradas que me dan escalofríos, pero juro que no las devuelvo, digamos que en raras ocasiones me pierdo mirándolas. ¿Acaso los ojos no son para mirar?

El día que dejé Cuba para mudarme a Praga, mis amigas dijeron que estaba loca, pero las quisiera tener aquí ahora. Estoy detrás del mostrador, llevo pasando la bayeta en la barra desde hace no sé cuántos minutos y continúo mirando a dos hombres sentados en la mesa al fondo de la sala.

Dios mío, testosterona flotando en el aire.

Uno de ellos tiene el cabello castaño, que le llega justo por encima de los hombros y la postura actuada, típica de quien se sabe genial. Atuendo demasiado formal, traje caro, reloj de oro a la vista.

Mmh, definitivamente fuera de mi visión erótica.

El otro es el que más me atrae. Parece un chico cualquiera, pelo negro, corto y bien peinado. Ropa casual, postura relajada y apariencia sobria.

—Lya.

Me vuelvo hacia mi colega, Petar, quien me hace señas para que mire a su derecha y hace la mímica para señalarme: “Cliente”.

Mis ojos se abren, maldiciéndome mentalmente porque una vez más estoy perdida en mis fantasías.

—Soy un desastre —murmuro mientras me acerco rápidamente a la persona que está al otro lado del mostrador.

 

Miro encontrándome de bruces con una habitual sonrisa educada y con Él, sí, porque un “Él” de los que tienen la E mayúscula; inclina la cabeza hacia un lado, mirándome un poco perplejo y comenta: —Una española en Praga.

Tiene un encanto que te cautiva, ojos enigmáticos y penetrantes de los que consiguen asombrarte.

Debería estar acostumbrada, no debería tener este efecto sobre mí y sin embargo ...

Aguanto la respiración por un momento, luego dejo salir el aire con un encogimiento de hombros y respondo con indiferencia: —Cubana, para ser exactos. ¿Qué puedo ofrecerle?

—Pequeño el mundo —responde—. Brandy sin hielo y servido despacio.

Respira, no te sonrojes, no seas torpe.

Tiene una hermosa voz profunda y firme, como si pudiera transmitir toda su solidez con su tono.

Sigo el movimiento de sus labios mientras dice esas palabras.

¿Con “Pequeño mundo” entiende decir que él también es cubano?

Sin embargo, no parece a alguien que viva por estos lados. Observo atentamente los rasgos de su rostro, su frente tiene dos líneas de expresión, debe ser de los que la arrugan a menudo. Quién sabe si sonríe , tal vez sí, porque tiene una línea fina y casi invisible en el rabillo del ojo. Bajo con mi análisis cuidadoso hacia los labios, mmh , regordetes, pero no lo suficiente como para sentirlos pesados durante un beso.

¿Quién sabe qué sabor tendrán?

—Lya —pronuncia mi nombre con tono de voz autoritario que consigue hacer que me tiemblen las piernas.

¡Wooow! ¿Cómo es posible que escuchar mi nombre tenga este efecto en mí?

Mi mirada choca con la suya, tiene ojos castaños oscuros y me gustaría sumergirme en ellos para cavar hondo, como haces con la arena cuando eres un niño, en busca de algún tesoro escondido.

 

Chasquea los dedos frente a mi cara y se acerca, apoyando los codos en la mesa: —Despierta, muchachita, no sueñes —comenta divertido y toca la punta de mi nariz con el dedo índice—. Mi brandy.

¡Tómame, hazme lo que quieras!

Se me pone la piel de gallina mientras mi mente viaja rápido, imaginando sus labios sobre los míos.

¿Qué estás haciendo, Lya? ¿Desde cuándo tienes estos pensamientos con tan sólo una mirada?

Aguanto la respiración y trato de mantener el control de la situación, pero no puedo entender por qué estoy quieta e inmóvil.

¿Quién es este hombre?

Consiguió hechizarme con sólo su presencia y eso me desestabiliza.

Sus labios están demasiado cerca, un pequeño movimiento mío es suficiente y podría tocarlos, averiguar a qué saben y tal vez ...

—No estamos del todo —comenta con un toque de diversión y con confianza presiona su boca contra la mía, como si supiera que yo lo quería, como si todo fuera posible para él.

No importa dónde estemos, quién nos esté mirando ... Incluso he olvidado lo que estaba haciendo.

¡Me está besando!

No puede ser real, estoy segura de que estoy soñando y nadie tiene que despertarme, pero noto qué gusto tiene, la calidez que desprende.

Dios, ¡qué delicioso sabor!

Desconcertada muevo mis labios mientras él, seguro de sus gestos, prueba los míos como si fuera un dulce para saborearlo lentamente. Siento su hábil lengua buscando la mía y la abruma.

Poderoso.

Seguro en sus movimientos.

¡Dios mío, esto es un beso!

Inmovilizada por su mirada que logra estimular cada célula de mi cuerpo, me aplasto contra la encimera, presionando más mi boca contra sus labios y ahí es cuando agarra mi barbilla con sus dedos, obligándome a detener tan ardiente beso.

Aturdida y hambrienta de él, mirándolo a los ojos comprendo de haberme comportado de forma insólita para mí.

Las fantasías son otra cosa, esta vez fui más lejos, demasiado lejos.

—Mi. Brandy —sisea, sosteniendo mi mirada—. De lo contrario, seguiré besándote y te encontrarás acostada en el mostrador a la vista de todos. ¿Es eso lo que quieres?

Me suelta. Hubiese querido no lo hiciera, que continuara, pero de repente su última frase me despierta y me devuelve a la realidad. Asiento con la cabeza varias veces, incapaz de hablar, aparto la mirada con los pensamientos viajando rápido y todo me lleva al beso y lo que he sentido. Fue una sensación explosiva, me besó un extraño y me gustó tanto que quisiera volver a hacerlo.

Vierto el brandy en el vaso con dos cubitos de hielo, en el instante en que hago mi pedido en el mostrador, se crea un torbellino de sensaciones en mi estómago, me tiembla la mano. Me mira como si fuera un dulce para disfrutarlo despacio y al mismo tiempo como si quisiera hacerme daño.

—Eso no es lo que pedí —gruñe enojado, empujando el vaso en mi dirección de mala gana.

Dios mío, ¿sólo gruñó?

—Brandy eso es lo que pidió —digo con confianza y empujo el vaso frente a él.

Sus ojos se cierran y veo cómo los músculos de su cara se contraen: —Pedí brandy sin hielo y servido despacio.

¡Mierda! Su beso me distrajo.

—Lo siento, lo arreglaré de inmediato. —Tomo un vaso limpio y en la otra mano levanto la botella de brandy—. ¿Lo quiere así? —Provoco su paciencia sonriéndole justo cuando dejo que el líquido fluya, con la esperanza de aliviar la tensión que se ha creado.

No puedo negar que me hizo temblar de deseo, pero también de miedo. Ese aire misterioso y seguro de sí mismo lo hace irresistible y estoy segura de que sabe el efecto que tiene en las mujeres.

 

Frunce el ceño mientras deslizo con cuidado el vaso sobre el mostrador. Por alguna extraña razón, me gusta provocarlo, incluso si no parece amigable en este momento.

—No deberías trabajar aquí, no tienes experiencia —sentencia con dureza.

El hombre que al principio pareció divertido y que me besó, ahora parece haberse desvanecido en el aire, dando paso a alguien frío e indiferente, pero eso no me detiene, no puedo controlar mi lengua y respondo: —Puede ser, pero nadie nace con experiencia. —Intento plantarle cara, aunque sabiendo que tiene razón.

Este trabajo fue un golpe de suerte. En el pasado trabajé como asistente de barman, pero no tenía mucha experiencia como barman y mentí en la entrevista para conseguir el trabajo. Estamos a tiro de piedra de la Plaza de Wenceslao, la más conocida de Praga y no muy lejos del pequeño apartamento que alquilé. Por supuesto, el lugar donde trabajo no es cualquier lugar, es un club nocturno, pero mientras me permita una vida cómoda, trabajaré allí.

El hombre frente a mí traga el líquido y continúa observándome. —Gracias por la conversación, hijita —dice colocando el vaso en el mostrador—. La próxima vez tal vez evita ser besada .—Con estas palabras se va en dirección a los dos hombres sentados al fondo de la sala.

Gracias a ti por el beso.

Observo su paso seguro y firme mientras se acerca a la mesa. Me pregunto si es su costumbre besar a cualquier chica que se encuentra.

Quién sabe si volverá. ¿Acaso lo estoy esperando?

La próxima conversación podría ser diferente… podría evitar besarlo o, al menos, podría mantener cierta distancia y actuar como adulta. No suelo fiarme de nadie y soy muy profesional, pero cuando lo vi, perdí la noción de la realidad. Me gustaba lo que sentía durante el beso.

Tres chicas que trabajan en el club Desiré se acercan a la mesa para entretener a los invitados y mi estómago se aprieta en una tenaza dolorosa.

No puede molestarte, no es tuyo.

Sé cómo van estas cosas, pero espero no ser testigo de lo que estoy acostumbrada, porque hay alguien que me interesa esta noche. Una de las chicas sonríe al besador, le pone la mano en el hombro y él, no sé por qué extraño motivo, recorre su mirada y busca la mía.

No me mires así porque aumentas mi deseo por ti, aunque no te conozca.

Mueve a la mujer sobre sus rodillas y yo trago saliva con dificultad, porque desearía estar en su lugar y sentir su agarre sobre mí. No puedo moverme, me siento suspendida en el vacío y no pretendo buscar la forma de liberarme.

¿Qué estás haciendo, Lya? No puedes permitirte jugar con fuego, no sabes manejar el tipo de hombre que alterna los clubes nocturnos.

Acaricia el trasero de la mujer, pero sus ojos todavía están en mí y no entiendo por qué está jugando un juego tan cruel y agradable al mismo tiempo. Le encanta provocar y es consciente del efecto que consigue tener.

¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu nombre? ¿De dónde saliste?

Aprieto la bayeta con fuerza entre mis dedos cuando veo su mano acariciar su rostro mientras ella lo mira con avidez.

Por favor tócame así, déjame averiguar lo que se siente.

Suspiro.

Deja de mirar .

Le dejo jugar conmigo aunque sé que está mal.

Sigue tocando su cara, pero no la toca como lo hizo conmigo, ese gesto ahora es frío y controlado. Tiene una forma diferente de ser y eso me hace esperar que haya algo especial entre nosotros.

¡Soy ridícula!

No sé nada de él, pero me parece conocerlo de siempre, como si todo esto fuera normal; también el juego diabólico entre nosotros que no pretendo detener.

 

Él le susurra algo al oído y ella sonríe, se pone de pie y después de alisar su vestido con las manos, se da la vuelta y viene hacia el mostrador.

Primero lo miro a él, luego me fijo en ella. Es una chica hermosa y llamativa, todo lo contrario a mí y esto me provoca una extraña sensación de vacío, porque nunca podría competir, nunca podría atraer la atención de ese hombre como ella puede hacerlo.

—Lleva un brandy a la mesa. Dijo que ya sabes cómo lo quiere —dice la chica cuyo nombre no recuerdo, las cambian todo el tiempo y no tengo tiempo de memorizarlas.

¡Quiere que vaya a su mesa!

Estoy casi segura de que es una provocación bonita y buena, pero no permitiré que me desestabilice, aunque mi interés por él es imparable. Suspiro con manos temblorosas mientras preparo la bandeja, tengo que calmarme y ser profesional, no puedo permitirme ciertas distracciones mientras trabajo.

Una vez lista, dirijo mi atención hacia donde me dirijo y percibo que él me está observando.

¡Deja de mirarme!

Él sonríe burlonamente y cuando la mujer se le acerca rozándose con su cuerpo, la besa, le agarra la cara manchada de maquillaje y lo vuelve a hacer, como si quisiera devorarla. Trago la poca salivación que me queda y trato de ignorarlo, actuando como si nada hubiera pasado entre nosotros.

¡Eres un desgraciado que está jugando con mis sentimientos!

Ardo por dentro de celos, pero sé que no es normal. No voy a dejar que tenga este poder sobre mí, es patético que lo haga considerando que nos conocemos desde hace como diez minutos.

Me acerco a ellos, con la espalda recta, caminando con seguridad.

Querido besador, te demostraré que me eres indiferente.

Sonrío a todos los presentes, dejo el vaso en la mesa frente a él: —Aquí tiene, señor. Sin hielo y servido despacio.

 

No existes, simplemente estás de paso.

Trato de convencerme de ello, pero su imponente presencia es difícil de ignorar.

Envuelve su mano alrededor del cuello de la mujer con sus ojos fijos en mí. —Gracias, muchachita.

Mi orgullo rebelde muestra las garras. ¿Por qué debería dejar que él sea el único que juegue?

—Lya —le recuerdo.

Me doy la vuelta, orgullosa de haberme enfrentado a él, pero cuando creo que me salí con la mía, su voz me llama y me detiene en seco.

¡Ignóralo!

Me gustaría hacerlo, pero no puedo, estoy trabajando y él es un cliente, lamentablemente.

—¿Sí?

—Lya. ¿Sabes por qué te pido el brandy servido despacio?

¡Oh, por el amor de Dios, basta!

A nadie le importa, es sólo una excusa para burlarse de mí, puedo ver que se lo está pasando genial. Quién sabe lo patética que me encuentra. Perdí el sentido común sólo con su mirada y ese maldito beso ... Lo sabe y eso le ha dado la certeza de que me atrae.

A este paso, no creo que pueda mantener mi lengua bajo control por mucho más tiempo, puedo seriamente a enviarlo al carajo. El juego fue divertido mientras era entre nosotros, pero ahora lo encuentro sólo una provocación cruel, como un mensaje claro, que no puedo querer a alguien como él porque está fuera de mi alcance.

—No veo la hora de escuchar su explicación, señor, encuentro el tema muy interesante —digo con sarcasmo.

Brava, Lya, muéstrate fuerte y decidida.

Divertido por mi comportamiento, insinúa una sonrisa furtiva y toma el vaso mientras mantiene su intensa mirada en la mía: —Servido despacio se puede catar mejor el sabor, sobre todo si ... —Se lleva el vaso a los labios, pero luego con un movimiento lento lo inclina y vierte unas gotas en el escote de la mujer sentada en sus piernas y ella, completamente fascinada por él, espera ansiosa por saber qué pasará.

Mi mundo se detiene exactamente en ese instante, aprieto la bandeja con fuerza mientras su lengua se desliza sobre la piel de la mujer, lamiendo el brandy derramado, pero sus ojos están fijos en los míos.

Sí, te permitiría pasar tu lengua por mi piel.

Aguanto la respiración mientras me mira como el depredador que sabe que me tiene atrapada y que podría hacer lo que quisiera conmigo, porque no pondría resistencia.

Sostengo la bandeja cerca de mi pecho e intento respirar.

Contente, no dejes que te subyugue.

—Gracias por la explicación —consigo hablar, pero con dificultad—. Lo tendré en cuenta ... —Rápidamente muevo mi cabello hacia un lado y decida a que ser descarada de vez en cuando no hace daño, afecta mi orgullo como mujer—. Probaré su método cuando tenga la oportunidad.

Debería mantener la boca cerrada y no alimentar sus ganas de burlarse, pero no puedo detenerme.

Su reacción no se hizo esperar. Retrocedo cuando lo veo mover a la mujer y elevarse en su poderosa estatura. Con unos pocos pasos decididos está frente a mí.

¿Qué está haciendo?

Alejandro

Hacía mucho tiempo que no me divertía en una reunión de negocios. Pensé que iba a ser una velada aburrida en compañía de Iván Volkov y su amigo de confianza, Ludvik. No estaba de humor, pero también sabía que ver a Iván me permitiría fortalecer nuestro acuerdo. Cuando entré al club nocturno, lo primero que percibí fue a la barman. Una chica sencilla que chocaba con el ambiente que la rodeaba, e intrigado decidí acercarme al mostrador. Fue una actitud inusual para mí, porque nunca pierdo el tiempo en esas payasadas, pero he de decir que mi decisión cambió la noche y la situación dio un giro inesperado. Aquella mirada ingenua, la verdadera amabilidad y la sonrisa de quien sólo ve belleza en la vida, me empujó a provocarla e intentar entender qué diablos hacía alguien como ella en un club nocturno. Parecía desorientada cuando la besé y no ha hecho más que avivar mi curiosidad y ahora no tengo ninguna intención de detenerme.

—¿Todo bien, Lya?

Está frustrada, le gustaría tener mi atención y cree que no puede conseguirla. Su mirada transmite la excitación y la confusión que siente, pero su transparencia la convierte en una presa suculenta. Observo cuidadosamente sus ojos color avellana con matices verdes y mis dedos recorren su brazo, poniéndole la piel de gallina.

Debería dejar de provocarla, pero soy tan egoísta que no tengo intención de hacerlo.

—¿Necesita algo más? —pregunta ocultando lo que puedo despertar en ella.

Quiero tu boca otra vez, tienes un sabor delicioso.

Interesante. Quiero jugar con ella. Es como un carrusel nuevo que no puedes esperar a probar porque es la novedad del parque de atracciones.

No debería, no tengo tiempo para esto. ¿Por qué entonces no logro detenerme?

—Te quiero a ti.

Evalúo su reacción y tengo ganas de sonreír.

¡Me quiere!

—¿Cómo, perdón?

La expresión divertida de su rostro es adorable, casi tierna. —Entendiste. Cuando termines tu turno, te quiero en la habitación de mi hotel.

Saco del bolsillo la tarjeta de del lugar donde me estoy quedando y la giro entre mis manos.

 

Ven a mí y acabemos con esto, librémonos de esta irresistible curiosidad.

—No estará pensando seriamente que ...

Pongo mi dedo índice en sus labios, silenciándola: —No lo creo, lo sé con certeza. —Tomo su mano y presiono la nota contra su palma. Habitación treinta y nueve. Alejandro.

No finjas que no quieres, puedo ver la excitación en tu mirada.

Arruga la frente, frunciendo el ceño: —Demasiada convicción duele. ¿Quién le dice que iré?

A la chica le encanta provocar y esto sólo aumenta mi interés, porque me hace entender que ambos somos jugadores habilidosos.

Tomo su barbilla entre mis dedos forzándola a acercarse hasta que su cuerpo choca con el mío: —Si no te presentas —paso mis labios con el pulgar, deseándola cada vez más—, vendré a buscarte y obtendré lo que quiero de todos modos —digo fríamente—. No te esfuerces en demostrar que tienes algo que decir, tu cuerpo sigue traicionándote.

Ella retrocede, se da cuenta de que no sabe cómo manejar la situación, pero la expresión de su rostro me dice que no me dejará ganar sin rebelarse. Pronto aprenderá que cuando quiero algo no pierdo el tiempo y cuanto más hace esto, más aumenta mi interés.

—¿Es una amenaza? —pregunta parpadeando sus espesas pestañas; no parece en absoluto perturbada por mis palabras, de hecho, juraría que esto la excita. Intenta mover la cabeza hacia atrás, pero mis dedos sostienen su barbilla y la sujetan.

—No lo hagas.

—¿El qué? —pregunta achinando sus hermosos ojos.

—Fingir. —La agarro del brazo y la atraigo de nuevo hacia mí y ella jadea sorprendida—. Si esto te excita ... imagina lo que podría pasar si estuvieras desnuda en mi cama —susurro en voz baja con mis labios rozando los de ella.

—No me beses después de haber besado a otra —murmura sobre mi boca—. Arruinarías el recuerdo de tu sabor.

 

Aquellas palabras me tocan. Ella no quiere ser una cualquiera, quiere ser especial, la mujer que un hombre quiere a su lado para siempre.

Puedo escuchar su respiración irregular, la confirmación de que ella me desea tanto como yo a ella. Tiene razón, no debería haber ido tan lejos, pero fue tentador ver su reacción.

—A parecer la barman es mejor compañía que vosotras, chicas —comenta el amigo de Iván detrás de mí.

Lya sigue sosteniendo mi mirada, pero la expresión de su rostro me parece indescifrable.

—Yo sirvo cócteles, no soy una escort —responde furiosa—. Ahora déjame volver a mi trabajo, ni siquiera sé quién eres.

Miro de cerca los rasgos de su rostro y es una pena siquiera tocarla, pues parece una chica buena e ingenua.

—No necesitas saber quién soy —muevo el mechón de cabello castaño que cae sobre su mejilla—, pero soy el tipo de hombre que siempre consigue lo que quiere.

Sólo he fallado una vez, pero Kasandra es otra historia.

—Y yo soy el tipo de mujer que puede decir no, pero si alguna vez quieres salir conmigo, quizás me lo piense. Ahora déjame volver a mi trabajo.

Ah, esa boca.

Acerco aún más su cuerpo esbelto y diminuto contra mí, sus pechos presionando contra mi pecho y en ese instante se le escapa un suspiro que pone fin a nuestra discusión.

La beso, mis labios prueban los suyos y es genial cómo puede hacerme sentir. Esos suaves y suculentos labios regordetes me dan un placer instantáneo que siento palpitar incluso en la entrepierna de mis pantalones.

Con el brazo la envuelvo por la cintura, apretándola contra mi cuerpo para evitar que se aleje, aunque no lo hará, deseamos lo mismo. Responde al beso con entusiasmo, cierra los párpados y acaricia la nuca de mi cuello con su mano libre, sus delicados dedos deslizándose por mi cabello. Al hacerlo, Lya sella una promesa.

 

Esta noche será mía.

—¡Mírame, hijita!

Abre los ojos y se da cuenta de dónde estamos y qué está pasando. Se ve desorientada y esto la hace aún más adorable.

—Esta noche.

Ella asiente mientras la dejo ir a regañadientes, la atracción entre nosotros es tan intensa que me gustaría llevármela ahora.

Mira a su alrededor y finalmente, evitando mis ojos, se aleja, pero no lo suficiente como para no escucharme decir su nombre.

—Lya. —Se da la vuelta—. Esta noche —preciso.

Ella me mira con altivez: —Cuenta con ello.

No ha decidido, necesita tiempo y no se lo voy a dar. Ambos somos jugadores habilidosos, ella no lo sabe, pero yo soy uno de los que a menudo gana.

—Si no vienes, te buscaré —digo antes de darme la vuelta y caminar de regreso a mi mesa. No tengo tiempo de buscarla, me quedaré en Praga un par de días y al final no la volveré a ver, pero sé que estas palabras lograrán sacudirla.

Tengo la impresión de que la muchachita hará que la caza sea interesante y estoy preparado para atrapar a mi presa cuando menos se lo espere.

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