Kris

Kris


Capítulo 9

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Capítulo 9

Alejandro

Han pasado tres días desde mi llegada a Cuba y ni sombra de Carlos Gardosa. Había esperado que entrara en mi oficina, o una llamada, pero nada.

¡Todo está en silencio!

Curiosamente, aparentemente prefiere mantener un perfil bajo. Esperaba ver su reacción, estoy empezando a aburrirme.

Juego con la ficha del Café Louvre , la misma que me dio Lya. Sonrío ante el recuerdo de esa muchachita atrevida y debo admitir que la extraño, es una tortura pensar en ella.

Me encojo de hombros, concentrándome en los documentos que invaden mi escritorio; Divido los diversos archivos de las propiedades que he heredado y con disgusto tomo la escritura del testamento en mis manos. Un trozo de papel que me ha dado acceso a un poder infinito, pero que básicamente no necesito un carajo. Todas las personas que trabajaron con mi padre, o que recibieron favores de él, esperan que yo haga lo mismo, pero tengo otros planes para ellos.

Cambio mi atención hacia el teléfono y las palabras que parpadean en la pantalla hacen que los músculos de mi cara se contraigan.

 

Carga entregada. Hasta la próxima.

Me levanto tranquilamente, pongo los dedos en la superficie de madera y miro la puerta que tengo enfrente. Una vez que salga de ahí, no puedo volver. Mis decisiones son cuestionables, condenables si se quiere, pero sé lo que hago y a diferencia de muchas otras personas, tengo un plan muy específico a seguir y llevar a cabo, cueste lo que cueste. Llegados a un punto, tenemos que elegir qué camino tomar, si permitir que el dolor nos destruya o usar ese dolor como un arma hacia quienes lo causaron. Hay muchas formas de hacer sufrir a la gente. La violencia física no siempre es necesaria, a veces la violencia mental funciona más, porque la mente humana es manipulable y está llena de caminos inexplorados que pueden llevar a pensar que un hecho o sufrimiento padecido es peor que otros.

Carlos

No quiero creerlo, sigo releyendo las noticias y sé que es obra suya. Y esto lo cambia todo, pues él lo decidió.

Traté de llamarlo, pero no responde. Todavía me aferraba a algunas dudas con esperanza, pero luego tuve la confirmación final el día en que el club Diablo fue cerrado y confiscado. Con esa acción, Alejandro claramente me declaró la guerra y he decidido esperar a ver qué tenía en mente. Es impredecible, pero no creo que lastime a su familia siempre que no descubra ...

—Carlos, tenemos un problema —exclama Víctor, irrumpiendo en mi despacho—. Encontraron la moto de Adrián, pero no hay rastro de él.

Miro a mi hombre de más confianza: —¿Qué dijiste?

No contesta, se queda frente a mi escritorio con su postura tensa.

—Lo mataré —gruño agarrando el teléfono. Si Adrián ha desaparecido, sólo puede haber una explicación. Juro por Dios que me lo cargo si hace alguna cagada.

Suenan dos tonos antes de que el idiota responda.

—Por fin —exclama al otro lado del teléfono.

—Si tocas un solo pelo de Adrián, iré a buscarte y te mataré con mis propias manos.

—No estás en posición de hacer amenazas, Carlos. Si fuera tú, tendría cuidado.

¿Estás tratando de intimidarme, en serio? ¿Yo, su familia? ¿Pero en quién diablos se ha convertido?

 

—¡Kris, no estamos jugando, carajo! —grito golpeando con fuerza el puño en la superficie de madera, mientras miro a los ojos a Víctor.

—Tienes que calmarte, hermano. A tu edad no es bueno para ti estar inquieto, piensa en tu esposa y en tu amado hijo, no te hagas el duro cuando hay mierda a tu alrededor.

La mierda que estás sacando a relucir porque quieres quitármelo todo.

—Si quieres jugar con los adultos, debes saber que te arrepentirás de ponerte en mi contra.

Víctor saca su teléfono, le digo que no porque no hay necesidad de rastrear la llamada, sé dónde encontrarlo. El desgraciado cree que tiene suficientes huevos para mostrarse a la luz del sol como si fuera invencible.

—Kris. —Intento mantener la calma, pero por dentro estoy hirviendo de ira.

—Alejandro, por favor —responde en ese tono irritante que tanto odio.

¡Cobarde! No tienes el valor de mirarme a la cara, no eres capaz enfrentarme y hablar así.

—¿Porque? ¿Quieres decirme qué diablos está pasando por tu cabeza? —pregunto sin importarme la presencia de Víctor.

Escucho un largo suspiro: —Sabes por qué, no finjas ser la víctima. Quiero lo que me negaste y que es mío por derecho. Harás bien en aceptarlo y no interponerte en mi camino, de lo contrario esto terminará de la peor manera.

No lo reconozco, incluso su voz suena diferente. Me pregunto si este es el verdadero Kris y no el hombre que pensé que era un hermano, el mismo con quien compartí todo, las alegrías y las tristezas. Le di un techo, una vida digna y un futuro del que estar orgulloso. ¿Cómo es posible que quiera destruirme?

Me concentro por un momento en Víctor, que mira la escena impasible; Sé que percibe mis pensamientos, pero no me importa. Me dejo caer en la silla y miro al techo, agarrando el teléfono con enojo.

—Si todavía te queda una pizca de respeto por quienes éramos, demuéstralo, deja que Adrián se vaya y ven aquí. Enfréntate a mí, si tienes el valor.

Te parto la cara y luego te hago volver en ti.

—Si quieres el control de Cuba, tendrás que ganártelo. Convence a los que están en el poder para que estén de tu lado, no tomes atajos, sé un hombre. —Aumento la dosis, sabiendo que lo enfurecerá y eso es justo lo que quiero—. ¿Quieres tomar mi lugar? Tendrás que pasar por encima de mi cadáver.

La llamada se corta, miro el teléfono y lo arrojo con fuerza contra la pared.

—Mataré a ese hijo de puta.

Mi mundo se está desmoronando, no era lo que imaginaba. He trabajado duro durante años, he soportado cualquier crueldad humana, pero me he levantado, he construido mi imperio día tras día. He creado una familia y ahora un miembro de ella ha decidido devolvérmelo destruyendo todo.

—¿Quiere mi sitio? Bueno, ¡que sea la guerra!

¿De qué sirvió demostrarle que hubiera dado mi vida por él, si para tener poder sobre Cuba borra todo lo bueno que hubo?

—Prepara a los hombres, alguien tiene que vigilarlo día y noche. Quiero todos sus movimientos, cualquier información sobre él —gruño hacia Víctor.

Lo conozco bien, es inteligente y no dejará nada al azar, tengo que estar preparado porque me atacará lo antes posible.

—Está bien, pero habrá reforzado la seguridad, no será fácil irrumpir en su organización.

Lo miro sin piedad. —Encuentra una manera. Debemos ser capaces de destruirlo desde dentro. No dejaré que me quite lo que es mío.

Espero que no sea necesario, pero Kris no me da muchas opciones. Si ha decidido ir a la guerra, lucharé hasta el final.

 

Cruzo mis manos y miro al frente, reflexionando.

—Llama a Damián, dile que venga. —Necesito refuerzos, ha llegado el momento de informar a todos de la situación—. Mientras Adrián esté fuera del juego, necesito que sigas las entregas. Eres el único hombre en el que confío ciegamente y por el momento no tengo tiempo para encontrar un nuevo piloto.

Se suponía que Adrián se encontraría con los mexicanos, era el único además de mí que conocía la ubicación del intercambio y de alguna manera Kris se enteró. Sé que hará todo lo posible para obtener esa información, pero no dejaré que ponga sus manos en lo que es mío.

Tendré que avisar a Kasandra, aunque preferiría evitarlo, considerando que está esperando un bebé, pero no puedo hacerlo, se dará cuenta pronto de que algo le ha pasado a Adrián.

¡Qué situación de mierda!

—Organizo un equipo y no te preocupes por las entregas, me ocupo personalmente.

Miro a Víctor y suspiro. —Kris está jugando un juego muy peligroso. Herir a uno de los miembros de la familia lo convierte en un enemigo y será tratado como tal.

—¿Crees que él conseguiría destituirte? —pregunta Víctor con aquella expresión impasible que siempre lo acompaña.

Me levanto, pongo las manos sobre el escritorio de madera y lo miro a los ojos.

—Todavía no ha nacido el hijo de puta que pueda ocupar mi lugar.

Nadie puede tener lo que he construido, porque nadie puede ser yo, ni siquiera Kris.

Adrián

Escupo la sangre en mi boca y miro al hombre que me apunta con una pistola a la sien.

¡Qué día de mierda!

Esta mañana me despedí de mi esposa, besé a nuestro bebé en su vientre y salí de la casa. Estaba feliz y agradecido por lo que la vida me había dado y estaba ansioso por terminar el trabajo para regresar con mi familia después de unas horas.

Al parecer, mi día será diferente.

Antes de regresar fui a una tienda a comprar un recambio, en la última entrega la moto me dio algunos problemas. Recuerdo que cuando llegué al lugar me bajé de mis dos ruedas y sentí un golpe en la nuca. Me tambaleé por un momento con la visión borrosa y finalmente perdí el sentido. Cuando desperté, me encontré en esta habitación, sentado en una silla con las manos atadas en la espalda y en compañía de un hombre armado que no sé quién es ni qué quiere.

Debería tener miedo, pero no puedo sentir nada más que ira. Viviendo en Villa Falco y custodiado por Carlos, aprendí que la cabeza fría es importante si quieres sobrevivir en cualquier situación.

La puerta de la habitación se abre y Kris entra, seguido de otros dos sujetos.

Pedazo de mierda. Debería haber esperado que él estuviera involucrado.

—Es digno de ti —digo con disgusto. Eres un gusano desgraciado y baboso.

Sin hacer caso de mis palabras, hace un gesto hacia el hombre que me sostiene a punta de pistola. Luego añade: —Todos fuera.

—Señor, no es seguro.

—Fuera —gruñe Kris—. Es una orden.

Me mira con expresión indiferente mientras la puerta se cierra detrás de él. Finalmente estamos solos.

—Te hice un favor y así me lo agradeces? —Se acerca, se mete las manos en los bolsillos y sigue mirándome desde arriba—. Te veo bien —comenta sarcásticamente con una sonrisa diabólica.

—Jódete —estallo respondiendo con amargura—. ¿Estás compitiendo con Volkov sobre quién debería matarme primero? —Lo provoco para mostrarle lo tenso que estoy.

Camina lentamente alrededor de mi silla y se detiene detrás de mí. —En realidad te necesito vivo, pero tienes razón, te mataré si no haces lo que quiero.

Me estremezco con sus palabras. Intento ocultarle mi reacción. Sé lo que quiere y no dejaré que se acerque a ella. —Nunca la tendrás —comento entre dientes.

—Estás desubicado, Adrián ... —ríe. —No te voy a quitar a Kasandra. No me creerás, pero no me importa, lo acepté —continúa. Apoya sus manos firmemente sobre mis hombros—. Sólo quiero saber por qué Carlos decidió cambiar el lugar de encuentro con los mexicanos en el último minuto.

—Si esperas que te haga de espía, puedes matarme entonces —respondo con desprecio. Presiona sus dedos sobre mi cuerpo, atenazando mi carne en sus manos; se pone nervioso y me siento satisfecho, porque no le tengo miedo.

—Podría ser una idea, me haría cargo de tu esposa y de tu hijo.

¡Mierda! Mi esposa y mi hijo no se tocan, ¡son asunto mío!

Lleno de rabia, pongo los pies en el suelo y me levanto, llevando la silla a la que tengo las manos atadas conmigo. Me vuelvo hacia él y le grito en la cara: —Intenta acercarte a Kasandra y te prenderé fuego. —Debería mantener la calma, pero no puedo. Intento patearlo, pero él se aleja esquivando el golpe, me tambaleo perdiendo el equilibrio, me golpeo contra la pared, mi hombro suaviza el golpe mientras mi atención está fija en Kris.

—No estás en posición de amenazarme, mírate, eres mi prisionero —bromea, enfadándome aún más. Coge mi silla. La tira haciéndola caer al suelo y yo con ella. Mi cuerpo se golpea violentamente contra el suelo, puedo sentir el choque y los huesos que duelen.

—¡Cobarde! Quieres pelear conmigo? Libérame y veamos cuánto eres hombre. —Intento recuperar el aliento y entrecierro los ojos de dolor.

Si tuviera las manos libres, te estrangularía.

En ese momento se acerca y corta las ataduras con un cuchillo.

—Enséñame lo que sabes hacer. Terminemos lo que empezamos en el club Diablo —desafía, agarrándome de la camisa y poniéndome de nuevo en pie.

No pierdo el tiempo, me lanzo hacia él, que se balancea riendo y me evita. Hay unos segundos de confusión de mi parte, luego comienza una feroz pelea.

Kris me golpea la cara. —Eso es por tomar a la única mujer que amaba —grita, ahora es él el que está enojado—. No la mereces.

—¡Tú tampoco, gilipollas!

Con un movimiento ágil, me agacho y le doy un puñetazo en el abdomen. —Traicionaste a tu familia —respondo y él retrocede. No tengo tiempo de recuperar el aliento, se me acerca rápidamente y con el hombro me golpea en el pecho empujándome contra la pared. Yo reacciono pateándolo, agarrándolo con mis manos y él hace lo mismo. Es una pelea cuerpo a cuerpo, uno frente al otro nos miramos con furia.

—Te mataré —grito en su cara.

—A ver, sólo quiero ver cómo crees que puedes hacerlo.

Tironeando el uno del otro terminamos en el suelo, rodando mientras trato de dar otro golpe. —¡Kasandra nunca te amó! —Con fiereza me aferro a su camisa—. ¿Quién podría amar a un hombre que usa a las personas y traiciona a quienes lo aman?

El cuerpo de Kris choca contra el mío, logra golpear con la rodilla en mis costillas con tal velocidad que me pilla desprevenido.

¡Mierda, qué dolor!

—No sabes nada de mí —grita aplastando mi cabeza contra el suelo—. Si hubiera querido, me hubiera llevado a Kasi en cualquier momento, pero en cambio esperé, respetando su elección.

Seguimos luchando, ninguno de los dos parece dispuesto a parar. Apenas puedo respirar con el cuerpo adolorido, pero él tampoco parece estar en buenas condiciones.

Me suelta empujándome y se aleja. Con el dorso de la mano se limpia la boca ensangrentada y escupe en el suelo. —Pegas como una niña —comenta glacial, manteniendo su mirada fija en la mía.

Observo su figura, está apoyado contra la pared con aquel aire arrogante.

—Cierra la boca, gilipollas.

Respiro brevemente y me siento en el suelo para recuperarme. Nunca me han gustado las peleas y no me gusta lastimar, aunque en este caso se lo merezca.

—¿Qué crees que lograrás manteniéndome aquí como tu prisionero? ¿Tienes idea de cuánto vas a hacer sufrir a Kas? ¿Ya no te importa una mierda?

Él suspira. —Levántate —dice de repente—. Ahora tenemos que hablar. —Intenta arreglarse—. Seguiré masacrándote más tarde. —Mira el reloj en su muñeca con una mueca—. No tengo tiempo que perder.

Es extraño verlo en su verdadera naturaleza. El hombre frente a mí no tiene nada que ver con el Kris a quien la familia siempre ha descrito como un buen hombre. Es esquivo e impredecible.

¿Quién sabe qué carajo tiene en su cabeza, qué está planeando y por qué este cambio? No tengo respuestas, sólo otras preguntas. ¿Qué le pasó para llegar al punto de declararle la guerra a Carlos, a su hermano?

Me arrastro hasta ponerme en pie de nuevo. —Hablar ... claro, como si fuera posible —me quejo en respuesta.

—Mientras estamos aquí peleando, Iván Volkov está poniendo precio a tu cabeza —dice señalándome—. Sobre mí. —señala con el dedo índice en su pecho—. Sobre Carlos, Damián y Kasandra —termina haciéndome temblar.

Abro la boca, pero no sale ningún sonido y la cierro de nuevo. Pensé que la historia con Iván Volkov se había resuelto para siempre. Carlos me aseguró que había llegado a un acuerdo.

—No es que me preocupe por vosotros, al contrario, Volkov me haría un favor, pero al parecer yo también estoy incluido en su plan de exterminio —explica, abriendo los brazos—. Entonces, si juegas como el chico bueno y me dices dónde se llevará a cabo el intercambio, puedo llegar antes que Iván Volkov, vencerlo y evitar que tenga el poder que le falta para tomar Cuba también.

—Si es un juego de poder y llega a la carga antes que tú, ¿por qué debería matarnos —pregunto confundido.

Se acerca amenazadoramente, me agarra de la camisa con fuerza. —¿Sabes lo que significaría para la familia Volkov tener el control de Cuba y el tráfico más rentable organizado por Carlos? Cuando acepté vigilar a Iván mientras jugabas a la familia feliz, descubrí que su plan era mucho más amplio y no tardé en darme cuenta de que quiere deshacerse de nosotros, todos juntos y de una sola vez . —Con un tirón me fuerza contra la pared, pongo mis manos en su garganta, pero con un agarre de hierro en mi muñeca logra apartarla e imita mi gesto, colocando su mano en mi cuello y presionando mi cabeza contra la pared.

—Esto no significa que no quiera lo mismo, pero la diferencia es que es legítimamente mío —dice mirándome—. Y te aseguro que de una forma u otra me lo llevaré todo.

Me río en su cara. —Volkov quiere poder, tú también, ¿por qué debería ayudarte cuando no ves la hora de tener rienda suelta para sentirte como el rey de La Habana? —pregunto empujándolo de mi cuerpo y liberándome de su agarre—. Sólo eres un puto manipulador.

Baja la mirada hacia el reloj en su muñeca. Lo hace de continuo, ¿espera a alguien? Pronto levanta sus ojos hacia mí con una sonrisa malvada en su rostro: —Estamos en guerra, sólo tienes que decidir si los salvarás o enviarás a todos al infierno. —Parece molesto por su camisa ahora sucia y arrugada—. En cualquier caso, el resultado no cambiará ... Yo seré el jefe en La Habana y Carlos y todos ustedes tendrán que aceptarlo.

Alejandro

La puerta se abre detrás de mí, no necesito darme la vuelta para saber quién es.

 

La estaba esperando.

Respiro. Quedo atento y le escucho ...

—Oh, Dios mío —exclama Kasandra mientras corre hacia su marido. Ella le acaricia la cara, lo besa y creo que podría vomitar de cuánto disgusto y dolor me puede causar esta visión.

Mi estómago se retuerce, siento un arañazo por dentro, pero a diferencia de otras veces, ahora soy totalmente consciente de que ella nunca fue mía.

Se aman y no puedo cambiarlo. ¡Joder, si pudiera!

Me quedo quieto como espectador, mirando cómo está desesperada al verlo maltrecho.

¿Te habrías preocupado tanto por mí también?

¿Me habrías mirado como lo miras a él?

Habría tenido yo también tu atención, si tan sólo me hubieras amado tanto como yo te amo.

Se humedece el pulgar y limpia su boca en un intento de eliminar los rastros de sangre. Él la mira con amor y le sonríe, susurrando que todo está bien.

Cuando Kasandra se vuelve hacia mí, distintos sentimientos brillan en sus ojos:

Desprecio.

Rabia.

¡Odio!

—¿Quién eres tú? —pregunta avanzando hacia mí—. ¿Cómo pudiste hacerle esto? —continúa cerrando sus puños.

Mi atención se traslada a su vientre, donde el fruto de su amor es claramente visible y me duele, un daño que no puedo soportar. Su bebé, el que soñé tener con ella. Alguien me quitó mi sueño, le dio forma y lo hizo perfecto para otra persona, como si yo no lo mereciera porque no fuera digno.

—Kas, apártate de él —ordena su marido, alcanzándola. Intenta bloquearla agarrándola por los hombros, pero ella lo esquiva y se libera.

—No me hará daño —dice mirando con sus hermosos ojos a los míos y se acerca aún más, casi tocando mi cuerpo con el suyo—. ¿no es cierto, Kris?

No deberías estar tan segura de que no te lastime, a veces me temo que no puedo controlarme cuando estoy cerca de ti.

Suspiro, exhausto por tener que estar siempre en mi lugar, cuando sólo quiero gritarle todo lo que siento.

Joder, no siempre puedo protegerla. Necesita saber qué diablos es un corazón roto.

—Tenemos que hablar —digo con seriedad—. Solos —continúo cambiando mi atención a hacia Adrián.

Él me devuelve una mirada asesina. —No va a ser, se viene conmigo ahora.

Agarra la mano de su esposa y la acerca hacia él; Observo a Kasandra que me mira como si intentara comprenderme. La dejaré elegir, después de todo la obligué a venir aquí, no se irá si no se aclara la situación de una vez por todas. La conozco bien.

—Carlos me advirtió que retenías a Adrián. ¿Tienes idea de cuánto duele saber que tu hermano quiere herirte y dañar a las personas que amas? —dice entre dientes, liberándose del agarre de Adrián—. No contento, me enviaste una foto de mi esposo atado a una silla con una pistola apuntando a su cabeza. También tuviste el valor de escribir ... “Tengo un regalo para ti, ven a buscarlo”. ¿En qué diablos te has convertido, dónde está mi hermano? — derrama toda su frustración contra mí.

Golpeo la puerta con la mano con tanta fuerza que el ruido sordo la sobresalta. —No soy tu hermano —grito y en ese momento Adrián se mueve frente a ella, como para protegerla de mí.

Niego con la cabeza riendo amargamente. —Tu caballero cree que te haría daño —comento mirándolo fijamente, mientras ella me mira por encima del hombro—. Dime, Kasandra Reyes, ¿me gané cinco minutos a solas contigo para contarte todo lo que tengo que decir? ¿o prefieres que... —miro a mi rival.— “tu marido” decida por ti?

Adrián hincha su pecho y exclama: —Vete al infierno, Kris, no te acerques a ella.

Abro la puerta y me encojo de hombros mirando a Kasandra, sonrío complacido, porque conozco esa mirada determinada.

¡Esta vez me elegirá a mí!

—Esperaré afuera —digo ignorando la presencia de Adrián.

—Kas, no lo hagas —protesta él mientras cierro la puerta detrás de mí—. No te dejaré sola con él.

Suspiro, vuelvo mi atención hacia los dos hombres que vigilan el pasillo.

—Podéis revisar el exterior no quiero a nadie dentro del edificio —ordeno.

Uno de ellos me mira confundido, pero no se atreve a hacer preguntas y sigue a su colega afuera.

—Secuestraste a mi marido —exclama Kasandra detrás de mí mientras cierra la puerta. Me vuelvo y la veo apoyada en ella, como si intentara mantener cierta distancia entre nosotros—. Estoy furiosa y decepcionada. Este no eres tú, no eres el Kris que conozco, sino la ira que llevas dentro. —Acaricia su vientre.

Vuelvo a sentir aquel dolor que me desgarra. Es como ver tu sueño más hermoso y darte cuenta de que no eres el protagonista.

Aquella mirada triste todavía me rompe, pero puedo soportarlo, también puedo sobrevivir a ella.

—No estoy arrepentido, si quieres saberlo.

—Declaras la guerra a Carlos, secuestras a Adrián, haces negocios con los Volkov. ¿Qué te ocurre?

Me he perdido, pero no puedes saberlo, nadie lo ha entendido. Te perseguía con la esperanza de que algún día me notaras.

Me meto las manos en los bolsillos y saco una foto doblada por la mitad. —Esto es tuyo —digo mientras lo coloco en su palma.

Este era el único sueño que tenía. Ella yo y una familia.

Mira esa imagen ahora amarillenta, yo también la miro. —A mí me permitías abrazarte —le recuerdo—. Me permitías escucharte, mientras llorabas y me contabas el dolor que tenías dentro. —Me acerco a ella con cautela, no la toco, pero estoy lo suficientemente cerca como para que un respiro sea suficiente para hacerlo. Toco mi dedo índice en mi pecho con enojo—. Pero nunca he sido suficiente.

La verdad siempre ha sido esta. Por mucho que traté de ser lo mejor para ella, nunca me miró de la manera que yo quería.

Levanta la mirada y con sus lágrimas me rompe, me arranca todo.

No llores, pequeña Kasi, lo que ves es un hombre que sólo quería vivir de tu amor.

—Kris —susurra con voz quebrada—. Lo nuestro es amor, pero diferente de lo que siento por Adrián.

—Yo era tu todo y tú eras mi todo —digo secándole las lágrimas, rozando su piel, arrastrando esas gotas que caen sobre su rostro—. Nunca fuiste mía, ahora lo sé.

Solloza, me mira fijamente, me doblega con aquella mirada triste y finalmente me mata al poner su mano en mi mejilla.

—Por favor, Kris —suspira conteniendo un sollozo—. La ira que llevas dentro te está cambiando, no te pierdas, vuelve con nosotros.

Toma mis manos entre las suyas, miro sus dedos, que sostienen los míos con seguridad y no tiene nada que ver con lo que yo quería.

—Sólo sé el amor que siento por ti y he perdido lo único que me pertenecía: tú. —trago—. Dime, Kasi, ¿Qué se siente cuando alguien corresponde a tu amor y no le importa lo equivocado que pueda estar?

—Kris ... —llora más y más, continúa acariciando el dorso de mi mano con su pulgar y cierro los ojos.

—Kris ... ya no existe —respondo y ella niega con la cabeza.

Vivo de aquel contacto, me alimento de esa voz que desde hace años alivia el sufrimiento que llevo dentro por no haber tenido nunca una identidad. Yo sólo era el niño sin pasado y ella era mi presente, le daba un propósito al hecho de vivir. ¡Yo vivía por ella!

He pagado caro haber deseado la felicidad y estoy cansado, ya no puedo cargar con el peso del poder que tengo en mis manos.

—Nunca podré odiarte, Kris —susurra con aquella voz dulce y tranquila—. Serás mi familia para siempre.

Apoya nuestras manos en su vientre, jadeo y abro los ojos de golpe, los mantengo fijos en los de ella.

Puedo sentir al bebé, se mueve y Kasi sonríe entre lágrimas. Una sensación extraña, como una ruptura repentina y ruidosa, se desencadena dentro de mí y ... colapso frente a ella y el bebé que lleva en su vientre. Me arrodillo en silencio, acaricio su vientre y suspiro.

¡Su bebé!

Descanso mi frente en su vientre, cierro los ojos y permanezco en esa posición con vergüenza en el corazón y confusión en mi mente.

Kasandra acaricia suavemente mi cabello y permanece en silencio, no me rechaza, incluso cuando coloco mi mejilla en su vientre y envuelvo sus caderas con mis brazos.

—Soñaba con tener una familia contigo, con construir lo que nos quitaron y hacerlo juntos. —Respiro con el corazón latiendo rápido—. Te hubiera amado y venerado por siempre, porque eras el regalo que la vida me había enviado.

La escucho como sigue llorando, pero no tengo el valor de mirarla.

—Un día encontrarás a alguien que te amará, como tú me has amado —murmura inclinándose hacia mi cabeza, la besa y sigue acariciándome.

—Nadie podría amar a un hombre como yo, Kasi. —Suspiro, sintiéndome despojado de mis defensas. Con ella puedo hacerlo, pues nunca me juzgará—. Nadie debería, nací equivocado y moriré equivocado.

Necesito su calor, volver a tenerla en mis brazos, pero esta vez es diferente. Este es el último adiós, porque ya no se trata de lo que siento por ella.

—Deja de castigarte, de lastimar a las personas que amas—. Vuelve a intentar convencerme, a encontrar una apertura, ahora que estoy más frágil.

—Estás enojada y no me disculparé por lo que hice. Lo haría de nuevo, si esto todavía te trae a mí como ahora.

La puerta detrás de ella se abre, Adrián me mira enojado mientras me levanto y pongo distancia entre Kasandra y yo.

—Terminamos, eres libre —digo y luego vuelvo mi atención a Kasi—. Cuídate.

Ya no me mira con enfado en sus ojos, sólo parece tener lástima de mí. Extiende la mano y pasa las yemas de los dedos por mi frente, ajena a la presencia de su marido a su lado—. Vuelve a casa, Kris, no dejes que el poder y la ira te cambien.

—¡Esta es mi casa! ¡Este soy yo ahora! —respondo, volviendo a ser frío y distante—. Adiós.

Mi corazón todavía llora, sigue sangrando y puedo sentir el dolor mezclado con la ira que crece.

Me meto las manos en los bolsillos y miro a Adrián por última vez. Entre nosotros hay un intercambio de miradas, estoy seguro de que hará lo que le pedí, se preocupa demasiado por Kasandra como para arriesgarse.

Me doy la vuelta dándoles la espalda a ambos. —Podéis encontrar la salida vosotros mismos. —Me encamino alejándome de ellos.

—La venganza no te llevará a ninguna parte —grita Kasi en voz alta—. Si te importo, detente.

No, esta vez no haré nada por ti, porque elijo hacerlo por mí.

—No hay vuelta atrás, es demasiado tarde.

¡Es tarde para ellos, es tarde para mí!

 

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