Kris

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Capítulo 12

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Capítulo 12

Lya

Huyo de aquel lugar, estoy llorando y con el corazón roto.

¿Cómo puedo amarlo?

Es malo, manipula a la gente y no le importa el mal que es capaz de causar. Él quiere, él consigue.

Al salir del club, la gente me mira, pero no me importa, sólo quiero irme a casa, encerrarme en mi antigua habitación y esperar el día en que vuelva a Praga, lejos de todo esto, lejos de él.

Ilusa, en Praga siempre tendrás la imagen de los dos juntos.

Niego con la cabeza porque me estoy engañando, volver a aquella ciudad significa luchar cada día contra los recuerdos. En el trabajo, miraré la mesa donde estuvo sentado, caminar por el Puente de Carlos me traerá de vuelta a sus palabras, a su perfume y a su mano que sostenía la mía.

—Estúpida —musito. No necesitó hacer ningún esfuerzo, le serví todo en bandeja de plata.

Suspiro mientras camino hacia el estacionamiento, miro a lo lejos el auto y pienso en cuántas explicaciones tendré que darle a mi familia por haber salido sin avisar.

—Disculpe, ¿tiene para encender? —pregunta una mujer mientras se acerca a mí. La miro con atención, parece que la conozco.

—Lo siento, no fumo —respondo obligándome a sonreír.

Ella mira por encima de mi hombro y aquel gesto me intriga hasta el punto de que me doy la vuelta.

Empiezo a encontrarme rodeada por tres hombres, del doble de mi altura y con expresiones poco amistosas.

—Es ella —dice la mujer mientras mi atención se centra en uno de ellos en concreto. Lo vi en el club, en compañía de Alejandro, estaba en su mesa.

 

—¿Puedo ayudarles —pregunto con cautela. Puedo palpar el peligro en el aire, debería huir, pero no serviría de nada, sólo empeoraría la situación.

El hombre que vi en Praga se me acerca, me mira fijamente y dice: —Interesante, encontré el punto débil de Alejandro De La Rosa. —Toca mi cara con su dedo índice. —La camarera del club nocturno, quién lo hubiera pensado.

Retrocedo, pero choco contra un cuerpo y me doy cuenta de que estoy en líos.

Tania, claro, es la mujer que está a su lado. Trabajaba en el Desiré , pero de repente desapareció y ya no supe nada de ella. Nunca hablamos, nuestros encuentros quedaron en simples saludos y ahora encontrarla junto a estos hombres ...

—No tengo nada que ver con ese individuo, os aseguro que lo odio.

Él se ríe y volviéndose hacia la mujer que está a su lado, ordena: —Cogedla, tenemos que irnos, ahora.

Este es el momento exacto en el que debería gritar, rebelarme, pero de repente mi cuerpo se paraliza y no reacciono. Dejo que un hombre grande me arrastre hasta un auto, la puerta se abre bruscamente y con poca amabilidad me arrojan literalmente al vehículo. En todo esto, lo único en lo que puedo pensar es en cómo me las arreglé para meterme en tal situación.

Aquí se necesita la sangre fría, tengo que mantener la calma. Pero ¿cómo diablos puedes mantener la calma cuando sabes que podrías morir?

Sabía que Alejandro era la representación del peligro, ya lo había entendido desde el primer encuentro con su mirada, pero no pude resistirme, aquel aura de misterio me atraía y aun sabiendo que podía terminar en serios problemas, me atreví. Por una vez dejé de ser la chica buena para sentir la emoción y este es el resultado.

Ahora no sólo soy un rehén y me usarán como moneda de cambio, sino que probablemente terminaré embolsada en el fondo de un río después de ser torturada. Alejandro De La Rosa no es el superhéroe de la historia, es un criminal y cometí el mayor error de mi vida, me enamoré de él.

—No lo tomes a mal Lya, los negocios son los negocios —dice la mujer mientras me venda los ojos.

Suspiro. —Claro, negocios —digo con amargura.

Estoy tan aterrorizada que no tengo fuerzas para rebelarme y por eso prefiero callarme y fingir que no estoy muerta de miedo. En cualquier caso, todo intento sería inútil, pues hablamos de hombres sin corazón, que matan sin dudarlo. ¿Por qué perder energía, si soy tan consciente de que saldrá como ellos han decidido?

De momento, no me han hecho daño. El viaje es auto es corto, pero lo que más me preocupa es que Alejandro no me importa y si creen que pueden usarme como moneda de cambio se equivocan. Me dejará morir, no hará nada para sacarme de este lío, aunque sea su culpa. No soy lo suficientemente importante para él. ¿Por qué debería preocuparse por mí? Ya me advirtió de que era un hombre que usa a la gente para lograr sus objetivos.

Suspiro, frotándome las manos. Soy una tonta ingenua, no debería haber ido con él, hubiera sido mejor olvidarlo. Pero ¿cómo podría permanecer indiferente? Pensé que me estaba usando y una vez más me convertí en un peón de juego.

No sé quiénes son estos hombres, no sé qué tienen en mente, pero supongo que lo averiguaré muy pronto.

Cuando me quitan la venda de los ojos, estamos en una pista de aterrizaje y mi corazón comienza a latir rápido. La mujer a mi lado pone su mano sobre mi hombro y me mira directamente a los ojos: —Haz lo que te pidan —observa a los tres hombres salir del auto—, no te resistas, empeorarás la situación.

Bajamos, el individuo que había visto en Praga se acerca e inclina la cabeza, estudiándome. —Un placer, Iván Volkov. —Extiende la mano, pero no me muevo y no hablo, luego sonríe y por un breve momento me engaño pensando que no es realmente tan malo, porque tiene maneras amables. Esa ilusión termina cuando el hombre detrás de Iván le entrega un arma y todo mi control falla. Retrocedo hasta que mi espalda golpea el auto.

¡Oh, Dios, quiere matarme!

—Verás, Lya, no soy una persona de la que puedas burlarte —dice acariciando el cañón del arma como si lo contemplara—. Y cuando Alejandro De La Rosa decidió pasar sobre mí, supe que era hora de aclarar mi posición. —Se acerca y con un gesto brusco encuentro su brazo alrededor de mi cuello.

—Mírala, Tania, parece un pájaro asustado —comenta divertido—. ¿Tienes miedo, Lya?

Me muero de terror y me gustaría encontrar una forma de escapar, pero con un hombre sujetándome con una pistola en la mano, sería tontería rebelarme; lamentablemente me matará en cualquier caso, al hacerlo pospongo mi fin sólo un poco.

Voy a morir por enamorarme del hombre equivocado. Moriré por ingenua.

Tania parece nerviosa, al parecer no soy la única asustada en este momento. Intento respirar, pero aquel agarre férreo en mi cuello me impide tener suficiente aire en los pulmones.

—La necesitas viva —le recuerda con cautela.

Siento que el pecho de Iván vibra de risa y no entiendo qué es lo gracioso.

¿Qué está pasando?

—Ella, pero tú ya no —responde apuntándola con el arma.

Tania hace una mueca y sus ojos se agrandan. —¿Porque?

—¡Trabajas para Alejandro De La Rosa! ¿Pensaste que no me enteraría? —gruñe él—. Llámalo ahora, dile que su novia está bien por el momento y que si se comporta la recuperará con vida.

Oh, Dios, no quiero mirar, no quiero que dispare. Oh, Dios, Dios, la va a matar y luego será mi turno.

—Por favor, no —susurro asustada, con el corazón en la garganta.

—Yo no trabajo para él, te equivo ... —en ese momento él dispara, a sangre fría, uno ... dos ... tres tiros en el pecho de la mujer. Se tambalea, el miedo y el terror en sus ojos, sabe que se está muriendo y yo soy testigo del asesinato. No sabía lo que se sentiría al ver morir a alguien, parece que algo se rompe dentro de ti. Estoy segura de que a partir de ahora ya no miraré la vida con los mismos ojos.

Tania cae al suelo ahora muerta, la sangre se derrama por el suelo. En silencio lloro por ella, lloro porque sé que terminaré igual, si no peor. No me dejará ir, yo también moriré.

Iván todavía me sostiene entre sus manos y con el cañón humeante me roza el brazo; me quema y reacciono, empujo sus brazos en un intento de liberarme y grito, sacando todo lo que he guardado dentro en las últimas horas.

—Estaba empezando a aburrirme —exclama sin dejar de retenerme, aunque lucho por escapar de él—. Me encanta cuando la gente grita de terror —comenta en mi oído, presionando el cañón firmemente en mi brazo de nuevo.

Arde, duele, pero ahora no puedo parar, el instinto de supervivencia me hace rebelar, le pateo la espinilla y luego Iván me empuja, tirándome al suelo.

—Metedla dentro, nos iremos en media hora —ordena al hombre que está a su lado—. Alejandro recibirá un bonito regalo de cumpleaños.

Me levantan en peso y de nada sirven mis intentos por liberarme, sigo gritando, temblando y rezando para que alguien venga a salvarme.

Soy una estúpida, he puesto mi vida en peligro para perseguir a un hombre y ahora moriré por ello.

Una vez en el jet, mi cuerpo es arrojado contra un sillón y el hombre enérgico me mira a los ojos, advirtiéndome con un movimiento de su mano que me quede donde estoy.

Respiro, trato de que el aire entre en mis pulmones, pero no es suficiente, mi corazón late salvajemente, aterrorizado.

—Llámalo y dame el teléfono cuando conteste —ordena Iván sentándose frente a mí—. ¿Tienes miedo, Lya? —pregunta ofreciéndome una sonrisa—. Si te portas bien, puedo recompensarte.

¡Eres un monstruo! Quisiera gritarle en la cara, en cambio, estoy acurrucada en la butaca, soplando sobre la quemadura que me dejó en el brazo.

Su hombre le pasa el teléfono y apoyándolo contra su oreja, fija sus ojos en los míos.

—Tengo un lindo regalo para ti, Alejandro.

Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar ese nombre, la preocupación se nota en mis ojos, e Iván parece percibirlo, mientras escucha al interlocutor.

Por favor, Alejandro, no dejes que me haga daño.

—Ahora podemos jugar en igualdad de condiciones —comenta presionando la pantalla, antes de darle la vuelta para que peda verla—. ¡Habla!

Aprieto los dientes y sigo sosteniendo sus ojos, pero cuando saca su arma y me apunta, me estremezco.

—¡He dicho: habla!

Temblando de terror, suspiro y en tono estrangulado pronuncio su nombre : —Alejandro.

—Lya. —Su voz no denota nada, parece impasible—. No deberías haber entrado en mi vida, estas son las consecuencias.

Enojada y asustada, muevo mi cuerpo hacia adelante para acercarme al teléfono, no sé qué está pasando, pero tiene que ayudarme, no puede dejarme en manos de este monstruo.

—Toma la decisión correcta, sé que puedes hacerlo —digo tragando la poca saliva que me queda. Mi boca sonríe y no puedo respirar bien, tengo miedo de perder el control y volverme loca.

—Yo que tú, no lo esperaría. —Sus palabras me llegan como una puñalada al corazón. Me muerdo la lengua con fuerza porque tengo miedo de reaccionar mal.

¡Desgraciado sin corazón!

Iván coge el teléfono y se lo pone en la oreja: —Tengo a tu muchachita, haz tu parte y la recuperarás con vida.

Escucho el tono áspero de Alejandro, pero no puedo entender lo que dice y cuando se corta la llamada, pierdo el latido por el miedo.

Iván saca su arma y me mira pensativo: —Dijo que puedo matarte porque no le importas.

Jadeo ante sus palabras. Tonta de mí, que pensé hasta el final que me salvaría… Pero no le creo, no, no es posible, a estas alturas entiendo lo inteligente que puede ser Alejandro cuando miente.

—Veremos cuánto aguantará con esta farsa —reflexiona mi carcelero inmovilizándome con su mirada glacial—. Si Alejandro De La Rosa te ha dedicado algo de tiempo, debe significar algo, ¿no?

Con la piel de gallina y la incomodidad de la quemadura en mi brazo, presiono mi cuerpo contra la silla como esperando que me proteja de él. Moriré y esperar es el peor sufrimiento.

—No vendrá a ayudarme. —Se escapa de mis labios y su reacción es un tanto extraña, porque se ríe de buena gana, abandonando la máscara de frialdad y crueldad.

—No tengas prisa, Lya. La paciencia es una virtud que puede salvarte la vida —comenta poniéndose de pie—. ¿No te gustaría jugar conmigo antes de morir?— Me gustaría enviarle un bonito regalo a Alejandro.

Con los ojos bien abiertos, levanto la barbilla, coloca ambas manos a los lados de mi cuerpo, se acerca peligrosamente: —También podrías mostrarme lo que tienes tan irresistible que hace que un hombre como Alejandro te desee. —Sus labios tocan mi mejilla y dejo de respirar, con mi corazón latiendo rápido.

¡Por favor detente!

—Hueles bien —comenta oliendo mi piel—. ¿Qué tal si me agradeces por mantenerte con vida? —Roza mi brazo con su mano, la misma que usó para matar a Tania y mi estómago se revuelve. Cuando su atención se desplaza hacia mis piernas desnudas, porque el vestido se ha elevado lo suficiente para mostrar más de lo que quisiera, las aprieto con miedo.

¡No me toques!

Pero eso es exactamente lo que hace, su mano se desliza sobre mi piel, me acaricia arrastrándola entre mis piernas y continúa frotando lentamente sus labios en mi mejilla. —Enséñame lo que sabes hacer.

No me muevo, trato de bloquear sus dedos apretando aún más mis muslos, bajo los ojos y cierro los puños, esperando que se detenga, esperando que todo termine.

Con un ágil movimiento saca su pistola y me sobresalto, dejando escapar un grito.

—Shh, sé buena, abre las piernas.

Sacudo la cabeza con lágrimas que caen incontrolablemente sobre mi rostro y con el miedo que se apodera de mi estómago. —Por favor no.

—Dejaste que te follara, ¿por qué no quieres darme este placer? —dice presionando el cañón en mi intimidad; sólo hay una delgada tela para protegerme y puedo sentirlo—. Le cabreará saber que puse mis manos en algo suyo.

A él todo le parece un juego perverso y después de verlo matar a esa mujer creo que no dudará, si decide hacerme daño, lo hará.

Moriré sabiendo que no valgo lo suficiente para la persona de la que me enamoré.

Uno de sus hombres llega en ese momento y le dice algo en su idioma nativo, gruñe en mi oído mientras presiona el cañón del arma con más fuerza.

—Estás a salvo, por el momento —diciendo esto se marcha, dirigiéndose a la cabina del piloto.

Recobro el aliento. No puedo evitar que mi cuerpo tiemble de terror y cierro los ojos llorando en silencio.

Alejandro, sálvame. Por favor se rápido.

Alejandro

—Salió según lo planeado —comento y muevo mi mirada hacia el hombre sentado frente a mí, al otro lado del escritorio.

Él me mira, parece que está juzgando mis movimientos, pero no me importa, el fin siempre justifica los medios.

No hay un precio justo que pagar y nadie podrá conseguir lo que realmente quiere, pero si te encuentras en el infierno, puedes decidir adaptarte y en ese momento estás dispuesto a hacer cualquier cosa para sobrevivir, incluso sacrificar la vida de otra persona si hace falta. Hay un principio y un final, sólo tienes que elegir el camino a seguir.

—Ella es una víctima y sabes que Iván la matará.

—No lo hará, es la única moneda de cambio que tiene a su disposición —respondo.

No la tocará, de lo contrario lo mataré personalmente.

Cuando me llamaron a la sala de control para advertirme de la presencia de Iván en el estacionamiento, pensé en aprovechar la oportunidad. Lya se encontró en el lugar correcto en el momento equivocado y sin saberlo, se convirtió en el cebo perfecto. Algún día me odiará por ello, pero no la habría dejado ir con Iván si no estuviera seguro de que no la lastimaría.

No la tocará, sigo repitiendo, pero una parte muy pequeña de mí me tortura, aflorando el miedo de que le pase algo.

—¿No crees que es hora de parar?

Miro fijamente a Víctor. —No hemos empezado aún. —Tomo los documentos que están sobre el escritorio y le digo—: Aquí tienes todo lo que necesitas sobre Carlos Gardosa. Port los Volkov, tendrás que esperar mi llamada. —Cierro el portátil, Ya hice lo que había que hacer—. Por lo que a mí respecta, después de que detengas a Carlos y desmanteles su organización, no quiero volver a verte en La Habana.

Agarra la pila de papeles suspirando: —No pensé que pudieras traicionar al hombre que te dio una familia —comenta con amargura.

Debería tocarme de alguna manera lo que dice, probablemente un hombre diferente en este punto miraría su conciencia, pero no yo, porque tengo mis razones que ciertamente no le explicaré a Víctor.

—Es un poco curioso dicho por ti, que disfrazado, como hombre de la ley estabas dispuesto a vivir ilegalmente y comportarte como todos nosotros. Mírate, estás haciendo negocios conmigo sabiendo que de todos los males soy el peor; así que ahórrame los sentimientos de culpa, termina aquello por lo que has sacrificado años de tu vida, recorre todo el camino y disfruta la gloria que tanto anhelas.

Su cuerpo se pone tenso, veo en su mirada aquel remordimiento que odio, porque lo vuelve un débil sin agallas. Al contrario de lo que él piensa, yo sé quién soy y he aceptado vivir según mis propias reglas y no más las de otros.

—No seré un problema, pero si crees que nadie vendrá a pedirte cuentas de todo esto, estás equivocado. Tenías que tomar la decisión correcta, sin embargo elegiste ir directamente al infierno y no puedo explicar cómo es posible, prefieres autodestruirte en lugar de admitir tus fallas y rendirte.

La derrota no se contempla en lo que soy.

Me levanto, en pocos pasos llego a la puerta de mi oficina y la abro. —Mejor autodestrucción que victimismo. Vete.

No tiene idea de la grandeza y el poder que se me ha otorgado y probablemente nunca lo entenderá. Sólo puede ver lo que está bien y lo que está mal, como todos los demás. Nuestras decisiones no siempre son buenas para los demás, pero sí lo son para nosotros. Es difícil ver más allá y pensar el porqué de todo esto y no espero que me entiendan. Conozco la mente humana y su fragilidad, a veces también soy víctima de ella, pero he encontrado un escape del sistema ordinario del bien y el mal y eso me hace poderoso y dispuesto a todo.

Víctor me precede fuera de la habitación, durante un corto paseo por el pasillo camino detrás de él y una vez que me he asegurado de que lo acompañarán los hombres de seguridad fuera del local, giro a la izquierda y salgo por la puerta trasera. El aire fresco me golpea en la cara, son las tres de la mañana, pero no me siento cansado; debería descansar, pero hay tantas cosas que hacer antes de que todo termine. Suspiro y saco el teléfono del bolsillo de mi chaqueta. Iván ha hecho su movimiento, ahora es mi turno.

Me desplazo por los contactos en la pantalla y me detengo en el nombre de Carlos. A esta hora estará en la cama, con su esposa a su lado, en su hermosa casa, en su jodidamente perfecta vida.

Me gustaría llamarlo y preguntarle cómo se siente cuando el mundo se derrumba sobre ti y no puedes hacer nada más que mirar.

Pero no es a él a quien llamo y la ira se cuela en mi mente. Encuentro el número que estaba buscando, inicio la llamada y espero ...

— ¿Da?

—Si algo le sucede, te mataré a ti ya toda tu familia.

Le escucho reír. —Sabía que íbamos a llegar a un acuerdo, aunque debo decirte que me sorprendió escucharte.

Pobre iluso.

Está jugando mi juego y no se da cuenta. Notifiqué a Tania de la presencia de Lya en el estacionamiento, quería que la llevara, esto le haría creer que tenía moneda de cambio, pero mi plan es más complejo. No seré yo quien la salve, aunque me gustaría correr hacia ella y quitársela. Espero que mis títeres hagan su parte y estoy seguro de que no me decepcionarán.

—¿Cómo está? —pregunto.

—Asustada y con una leve quemadura en el brazo, quería dejarte un regalo para tu cumpleaños y creo que seguiré divirtiéndome un poco con ella ...

Aprieto el puño con fuerza y reprimo las palabras que podrían arruinarlo todo. —No la toques, no respires junto a ella, de lo contrario todo saltará, tú yo y el resto.

—Relájate, Alejandro, no la lastimaré, sé que es una carga preciosa, pero no puedo asegurarte de que no tendrá cicatrices cuando regrese.

Sé que se siente poderoso en este momento, pero pronto le mostraré lo equivocado que está.

¡Algún día tendrás lo que mereces!

—Si le haces daño, haré lo mismo con tus hermanos. Si vuelve con cicatrices, ellos las tendrán. No abuses de mi paciencia, Iván, cuando te digo que no debes tocarla, lo digo en serio.

Respiro, mantengo la calma y corto la llamada antes de que mi impulsividad consiga arruinarlo todo.

Al final de esta historia, nadie obtendrá lo que quiere, ni siquiera yo. Ella me odiará y verá en mí lo que más odia en el mundo; No puedo evitarlo porque es la única forma que conozco de obtener el poder.

“Me he enamorado de ti”. Sus palabras continúan atormentándome, cavan en mi corazón buscando un lugar propio donde quedarse para siempre.

Estoy destruyendo a la única mujer que me ama. Estoy destruyendo la única oportunidad que me ha sido concedida en esta vida de mierda.

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