King

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Capítulo 7

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Miré fijamente a Matt con lo que debía haber sido una expresión muy estúpida en mi rostro. Me sentía estúpida, como si me hubiera saltado una página en un libro. Más bien un capítulo entero.

–¿Qué cojones? –dije, levantándome. –Matt...– No sabía por donde empezar. ¿Preguntarle si lo decía en serio? ¿Decir que sí? ¿Que no? ¿Decirle que estaba loco?

Me cogió por los hombros y bajó la cabeza hasta que me miró a los ojos. El brillo en sus ojos me puso de los nervios. Intenté recular, pero me sostenía demasiado fuerte. El aleteo en mi estómago sonaba a advertencia. –Stephanie, lo digo en serio. Esto podría funcionar perfectamente. Piensa en ello. Compraremos una casa juntos para que no tengas que vivir allí más. Te compraré una librería si quieres. Y conseguiré tu edificio para poder derribarlo. Deshacerme de él. Los dos ganamos.

Examiné su rostro, pero estaba mortalmente serio. Mi corazón se detuvo. Mi sangre se heló. Intenté soltar sus dedos de mis hombros, pero me sujetaba demasiado fuerte.

–Vamos, Steph, ¿qué me dices?

–Me conoces de hace una semana –dije entrecortadamente. –No voy a mudarme con nadie después de solo una semana, y mucho menos casarme con él–. Había conocido a Kyle durante tres meses y mira como había terminado.

Kyle, quien había actuado loco y posesivo como esto más de una vez hasta que me pegó. Quizás Matt era diferente. Quizás no se pondría violento.

Quizás no era suficientemente bueno.

–Suéltame –salté.

Sus dedos me soltaron de golpe. –Lo siento –musitó, pasándose las manos por el pelo. –Tienes razón. Esto es... es demasiado pronto. No estaba pensando...

Se sentó en el sofá y enterró la cabeza entre sus manos. Mi corazón se hinchó hasta explotar al verle tan infeliz y vulnerable. Casi me rendí a la profunda urgencia de acunarle entre mis brazos, pero me resistí. Necesitaba alejarme de él durante un tiempo para explorar mis propios sentimientos. La semana pasada había sido intensa, pero ahora ambos necesitábamos algo de espacio para ordenar nuestros pensamientos.

Cogí mi bolso, me pusé los zapatos, y me marché. Él no me llamó para que volviera, y yo no miré por encima de mi hombro para ver su reacción.

Él debe haber llamado al conserje, porque me informó cuando salí del ascensor que ya me había llamado un taxi.

Cuando llegué a casa, Harry me saludó frotándose contra mis piernas, pero su amor incondicional no era suficiente. No disminuía el dolor en mi corazón. Le alimenté y luego me senté con las piernas cruzadas en el gran viejo sillón del abuelo, en medio de todos los libros, y rompí a llorar.

No podía decidir si yo era estúpida por rechazar la propuesta de Matt, o si era estúpida por tomármela en serio. Cuanto más pensaba en ello, más segura estaba de que él solo iba tras de mí por el edificio. La proposición había sido simplemente una forma de conseguir lo que quería. Una forma extrema, sí, pero Matt King no se andaba con medias tintas. Se trataba de alguien que había pagado cinco mil dólares a mi organización benéfica para hacerme tener una cita con él.

–Tengo suerte de haber tenido suficiente sentido para alejarme –le dije a Harry cuando él saltó en mi regazo. –No fue fácil, pero lo hice y fue lo correcto.

¿Entonces por qué me sentía tan desgraciada?

¿Y por qué quería mi edificio con tanta desesperación?

Las rodajas de pepino no ayudan con los ojos hinchados. Eso lo descubrí a la larga. El corrector de ojeras y algunos trucos de maquillaje mejoraron mi aspecto, pero de todas maneras parecía que había estado de fiesta toda la noche o llorando. Le dije a mis compañeros de trabajo que era lo primero. Todos se lo creyeron, aunque yo sospechaba que más de uno adivinó que yo estaba mintiendo.

Sobreviví al día manteniéndome ocupada y hablando de libros con las personas de cuya compañía disfrutaba. Aún así, seguía preguntándome qué estaba haciendo Matt, cómo se sentía, y si me echaría de menos. Había habido algo real en nuestra relación, algo especial. ¿Verdad?

Él no intentó llamarme y yo no intenté llamarle. Quizás mañana, después de que ambos hubiéramos tenido tiempo de calmarnos y pensar. O quizás solo debería dejar que él me llamara.

Suspiré mientras volvía a hundirme en mi silla a las cinco en punto. ¿Cómo se había vuelto mi vida tan rara en un tiempo tan corto? Yo era la chica sensata en el instituto y la universidad. Yo era bibliotecaria, por amor de Dios. No se suponía que debía verme envuelta en relaciones amorosas intensas con billonarios reyes de las herramientas.

A pesar de mi determinación por no pensar en Matt, cuando sonó el teléfono de mi escritorio, salté sobre él. Pero no fue su voz la que me saludó al otro lado de la línea. Fue la de Kyle.

–Nena, hola, ¿qué tal te ha ido? –preguntó, como si fuera un viejo amigo.

Colgué. Volvió a sonar y dejé que se agotara la llamada.

–¿Vas a contestar? –preguntó Taylor cuando sonó por tercera vez. Solo quedábamos nosotras dos en la biblioteca para el cierre. Todos los demás, incluidos los usuarios, se habían ido a casa.

–No. Es mi ex.

Ella alargó la mano por delante de mí y descolgó el teléfono.

–Taylor, no –siseé.

Pero ella no me estaba escuchando. –Buenas tardes, Biblioteca Pública de Roxburg, Taylor al habla–. Su voz era completamente almibarada y totalmente falsa. Me guiñó un ojo mientras escuchaba. –Lo siento, ella no está aquí ahora mismo. ¿Quiere dejar un mensaje?

Ella sostuvo el teléfono lejos de su oreja mientras Kyle gritaba al otro lado de la línea. –¡Dile que coja el puto teléfono de una puta vez!

Apoyé los codos en la mesa y bajé la cabeza. ¿Por qué no podía simplemente dejarme en paz? No necesitaba esto aparte de todo lo que me estaba pasando.

–Lo siento, pero ese lenguaje es inaceptable –dijo Taylor con su falsa voz. Entonces su rostro se volvió duro. –Y si no dejas a Steph en paz voy a llamar a la policía y hacerles mirar mientras te arranco las pelotas por la nariz–. Colgó el teléfono con fuerza.

–Gracias, Taylor, pero no tenías por qué hacer eso.

–No, pero me siento mucho mejor. Quizás deberías intentarlo la próxima vez.

La próxima vez. La idea de volver a enfrentarme a Kyle, de esperar que él me asaltara en el aparcamiento, hizo que me recorriera un escalofrío por el cuerpo.

–Te acompaño fuera –dijo ella, claramente pensando lo mismo que yo.

–No pasa nada. No deberías implicarte en mis mierdas.

–Voy a salir contigo –volvió a decir. –Pero primero quiero enseñarte algo. Ven a mi ordenador. He estado investigando un poco.

–¿Sobre qué? –le pregunté, siguiéndola.

Se sentó en su silla y yo me encaramé en la mesa. –Sobre Matt King.

La miré boquiabierta. –¿Por qué?

–Porque sí.

–Porque sí no es una respuesta.

–Suenas como mi madre–. Pinchó con su ratón varias veces, tecleó algo, y le dio al botón de ENTER con el dedo. –Lee eso.

Era otro artículo de un periódico de hacía dieciocho años acerca del político asesinado. Debía haber sido escrito poco después del incidente y antes del otro artículo, porque decía que todavía no tenían pistas sobre el asesino. Sin embargo, una línea más abajo me hizo soltar una exclamación. Lo volví a leer, pero no era un error.

El asesinato había sucedido en mi edificio.

En el sótano, para ser más precisos. Según el artículo, los cinco edificios compartían un gran espacio de sótano accesible desde todas las tiendas de arriba. Los edificios en la superficie estaban erigidos por gruesas columnas, pero no muros. Los muros habían sido añadidos recientemente porque ahora había cinco sótanos independientes ahí abajo.

Miré fijamente la pantalla. –Yo vivo ahí.

–Sí, lo sé, me lo dijiste. Old Town Libros se menciona, al igual que las demás tiendas en esa manzana.

Solté un suspiro. –Me pregunto si es por eso por lo que Matt quiere mi edificio con desesperación. Porque su padre estaba relacionado con el asesinato y el asesinato sucedió allí–. No, no sonaba correcto. Matt quería mi edificio con firme resolución. Estaba dispuesto a casarse con una mujer a la que conocía desde hacía solo una semana para conseguirlo. ¿Por qué?

–Eso no es todo–. Taylor volvió a los resultados de su búsqueda y cargó el siguiente artículo. Ella le dio un toquecito con el dedo a la pantalla donde el nombre de Ed King me saltó a la vista. –Creo que es por esto por lo que quiere tu edificio.

El artículo era mucho más reciente, de hacía solo cinco años. Mencionaba la muerte de Ed King––su suicidio––en mi edificio.

En el sótano.

Seguí leyendo. Parecía que se había colado en la tienda de mi abuelo una noche, había bajado al sótano, y se había pegado un tiro.

Oh Dios mío. Esto era muy sorprendente. Pobre Matt. Pobre Judy y su familia. Debían haber estado devastados. Suicidarse cuando tenía familia numerosa... Ed King debía haber sido un hombre atormentado. Y ahora era obvio por qué: el asesinato del político le había perseguido todo ese tiempo. Tanto si se sentía culpable por haber estado implicado como si la percepción pública de su culpa le había desgastado, no importaba. Él había sufrido, y su familia también. Continuaban sufriendo sin él. Su muerte no había acabado con eso.

–Me pregunto si esta es la razón por la que Matt quiere tu edificio–. La voz de Taylor carecía de su alegría habitual. –Algo así como el fin de un capítulo para él y su familia.

–Sí –dije suavemente. –Quizás lo sea.

–Probablemente lo derribe.

Eliminarlo de la faz de la tierra. Derribar el edificio para que su familia pudiera empezar a curarse. ¿Es de eso de lo que su madre había estado hablando cuando llegó a su casa la noche anterior? Ella le había preguntado a Matt si lo había “conseguido”, y luego más tarde habían discutido. Mi nombre también le resultaba familiar a ella. Quizás él me había mencionado ante ella alguna vez como la propietaria del edificio.

El abuelo nunca me había dicho nada sobre la muerte de Ed King. Volví a pensar en esa época, hacía cinco años. Fue alrededor de esas fechas cuando dijo que iba a desinfectar el edificio de arriba abajo, y me había pedido que me mantuviera alejada por los productos químicos que los limpiadores iban a usar. Él había cerrado la librería y yo no la había visitado.

Tenía que ser el motivo por el que Matt quería mi edificio. También explicaba por qué se negaba a entrar en la tienda. No podía estar cerca del lugar donde su padre se había quitado la vida.

–Gracias, Taylor –dije tristemente.

Ella apagó el ordenador. –Vamos. Te acompañaré fuera.

–Y mi espray de pimienta–. Saqué el bote de mi bolso y caminamos juntas hacia nuestros coches. No había señales de Kyle, gracias a Dios, y volví a meter el espray de pimienta dentro del bolso después de haber asegurado mi puerta.

Conduje hacia mi casa en una nube de confusión. No podía dejar de pensar en Matt y en sus padres. ¿La mala salud de su madre tenía que ver con que él quisiera comprar el edificio ahora? Ella parecía estar presionándole. Pero seguramente parte de la razón era porque él también lo quería, no solo ella.

Sacudí la cabeza. Todo era muy triste. De repente quería abrazarle y decirle que lo sabía, decirle que estaría ahí para él si me necesitaba. Decidí llamarle tan pronto como entrara en casa.

Aparqué delante de la tienda y saludé con la mano al señor Jones, quien estaba mirando por la ventana, como hacía normalmente cuando alguien aparcaba delante. Él me devolvió el saludo y luego desapareció.

Abrí la puerta principal y entré. Fui a cerrarla de nuevo, solo para encontrar un pie metido en el hueco. El pie pertenecía a un hombre vestido con vaqueros y una sudadera negra.

–¡Kyle! ¡Sal!– Empujé la puerta, pero él empujó también y la forzó a abrirse. –¡He dicho que te vayas!

Su mano tapó mi boca, amordazando mis gritos. Me empujó hacia atrás y cerró la puerta de un portazo con el pie, luego echó el pestillo. –¡Te tengo! –rugió. –Finalmente he descubierto donde te estabas escondiendo–. Miró alrededor. –Bonito lugar, pero hiede a libros viejos.

Luché contra él, pero me giró en redondo y me atrapó contra él. Su brazo lastimaba mis costillas, y la mano que tapaba mi boca estaba caliente y sudorosa. Apestaba a sudor. Me dio una arcada y empecé a ahogarme. Él soltó un poco su agarre, pero no me soltó del todo.

–No pasa nada, nena. No te asustes. Si te suelto, promete que estarás callada, ¿vale? No quiero lastimarte. Quiero amarte–. Empezó a soltarme despacio.

Le di un puñetazo en la mandíbula. Con un rugido de rabia, me dio un empujón en el pecho. Me tambaleé hacia atrás contra una estantería y me estrellé contra ella. Una lámpara se rompió, y los libros y la estantería hicieron un poderoso ruido cuando se estrellaron contra el suelo.

Gruñí cuando el dolor se extendió por mi espalda, hombros, y cabeza.

Alguien golpeaba la puerta principal. –¿Stephanie?– Era el señor Jones. –Stephanie, he oído un ruido. ¿Va todo bien?

Abrí la boca para gritar, pero Kyle estampó su mano contra mi boca. Le di una patada, golpeándole en la rodilla. Él gruñó pero no me soltó.

–Steph, nena, ahora mira lo que has hecho –dijo. –Estás formando un desastre.

Yo quería gritarle, decirle que era un cabrón y que podía pudrirse en el infierno. Pero apenas podía respirar. Con su peso encima de mí, mis esfuerzos eran inútiles. Todo lo que podía hacer era llorar, pero me negaba a darle esa satisfacción.

Contuve mis lágrimas y luché.

–Stephani, soy la señora Mopp –dijo otra voz. –Por favor, abre la puerta. Estamos preocupados por ti.

Intenté indicarle que necesitaba ayuda, que llamara a la policía, pero no podía proferir ningún sonido. Me revolví e intenté gritar, pero nada funcionaba. Kyle era demasiado fuerte.

Oí voces amortiguadas fuera, y entonces alguien golpeó mi puerta de nuevo. –¡Stephanie! Stephanie, ¿estás bien?– ¡Matt! ¿Estaba aquí?

–¿Quién es ese? –me dijo Kyle. –Esa voz sonaba más joven. ¿Te estás viendo con alguien más?

Volví a intentar gritar, pero eso solo hizo que Kyle me sujetara con más fuerza. La estantería se clavaba en mi omoplato y un libro me apuñalaba en la cadera.

–Dios mío –dijo Kyle, sacudiendo la cabeza una y otra vez. –¿Cómo has podido engañarme con otro? Yo te amaba y pensaba que tú también me querías.

Amaba, tiempo pasado. ¿Significaba eso que estaba al fin aceptando mi rechazo? Dentro de la locura, había un hombre sensato ahí dentro en alguna parte. Él había sido normal justo hasta el final, cuando yo había decidido dejarle. Solo entonces había perdido los nervios. Con seguridad ese hombre sensible todavía seguía estando ahí. Seguro que él podía ver lo que estaba haciendo y el tipo de problema en el que se estaba metiendo.

Dejé que mi cuerpo se relajara con la esperanza de inducirle a relajarse también. Pareció funcionar, hasta que algo se estrelló contra la puerta principal al otro lado. Kyle se puso rígido y giró unos ojos salvajes y enormes hacia la puerta.

Algo volvió a golpearla. El pestillo traqueteó y la puerta se sacudió en sus bisagras, pero no se rompió.

Kyle volvió a maldecir cuando algo golpeó la puerta al otro lado. Esta vez la puerta se descolgó de sus bisagras y se abrió. Matt entró con furia. Sus ojos oscuros absorbieron la escena. Con dos zancadas gigantes llegó hasta Kyle, le cogió por la parte de atrás de la sudadera, le puso de pie, y le dio un puñetazo.

Kyle gritó de dolor y luego cayó de rodillas cuando Matt le soltó. Brotaba sangre de su nariz y labios, y chorreaba por su barbilla.

La señora Mopp, el señor Jones, y los otros dos propietarios de tiendas abarrotaban la librería y rodeaban a Kyle. –Quédate ahí hasta que llegue la policía –rugió el señor Jones– o te reduciré con mi pistola eléctrica.

Me senté y luego fui levantada por los poderosos brazos de Matt. Me cogió entre sus brazos y me acunó contra su pecho. Yo cogí puñados de su camisa entre mis dedos y me agarré a él. Enterró su rostro en mi pelo y simplemente me sostuvo ahí mientras yo lloraba en silencio.

No sé cuanto tiempo permanecimos así y no me importaba. Yo solo quería que él me abrazara. No hablamos. Las palabras no eran necesarias. Todo lo que él sentía por mí era dicho por el modo en que me sostenía: había estado preocupado y ahora estaba aliviado. Yo le importaba.

La policía llegó finalmente y arrestó a Kyle. Él gritó todo el camino hasta el coche patrulla. Dos mujeres policía se quedaron para tomar declaración de todos los detalles y recoger declaraciones preliminares.

Cuando Matt les dio su nombre, los otros cuatro dueños de las tiendas se envararon. Se miraron entre sí, me miraron a mí, luego salieron de la librería con severos ceños fruncidos. Probablemente me odiaban ahora por confraternizar con el hombre que les había coaccionado a vender.

Me molestaba, pero no tanto como pensé que lo haría. Él les había pagado mucho más de lo que valían sus propiedades, y ellos no tenían por qué haber vendido si no querían hacerlo. El hecho de que sus negocios estuvieran muriendo no era culpa de Matt.

Me alegré de ver que el señor Jones, al menos, no iba a tenerme en cuenta mi relación con Matt como para usarla en mi contra. Volvió con su cuñado, que era cerrajero, poco tiempo después. Con ayuda de Matt, arreglaron mi puerta para que el lugar volviera a ser seguro cuando cerrara la puerta con llave.

Un paramédico me examinó mientras ellos trabajaban, pero no se podía hacer nada con respecto a los moretones que se estaban formando en mi espalda. Cuando los vio, el rostro de Matt se oscureció. Parecía que quisiera volver a golpear a Kyle una vez más.

Cuando los paramédicos, la policía, el señor Jones y su cuñado se marcharon finalmente, Matt me ordenó que me sentara. Lo hice, sintiéndome de repente demasiado agotada como para estar de pie. –¿Tienes vino? –preguntó.

–Arriba en la cocina. En el armario de arriba.

Él desapareció y le oí moverse por allí arriba. Volvió unos minutos más tarde con una botella de vino tinto y dos copas. Me sirvió y me tendió una copa. Luego dejó la botella en el suelo y se sentó junto a ella. Subió una rodilla y enterró su mano en su pelo.

–Joder, Steph –musitó. –¿Por qué no me dijiste que tu ex era un psicópata?

–¿Para que pudieras evitarme?

Él levantó la vista. –Para poder tenerte a la vista en todo momento–. Posó su mano sobre mi pie y frotó su pulgar sobre el hueso del tobillo. –¿Estás bien?

–Lo estaré. Solo necesitaré unas cuantas veces. Una vez que este lugar esté ordenado...– Miré alrededor y contemplé la tienda. A pesar de los libros caídos y las estanterías derribadas, y la lámpara destrozada, no había muchos daños.

Aún así, empecé a llorar. Las lágrimas brotaban de mis ojos. No podía detenerlas, y no podía dejar que temblara mi cuerpo. Mi hogar, mi refugio... no era lo mismo ahora que había sido violado, y nunca sería lo mismo. Me sentía vulnerable, del mismo modo que me había sentido cuando era pequeña y mis padres siempre estaban discutiendo. ¿Y si no podía volver a sentirme segura nunca más? ¿Y si todo me había sido arrebatado por el cabrón de mi ex?

Matt me atrajo hacia su regazo y metió mi cabeza bajo su barbilla. Sus fuertes brazos me rodearon y su pulgar acariciaba suavemente mi hombro. No habló, no me preguntó por qué estaba llorando otra vez, solo me abrazó. Era exactamente lo que necesitaba, y sentí como me relajaba contra él.

Un poco después me removí. Me preguntaba si él se habría quedado dormido, porque su cuerpo se sacudió. Él miró alrededor y estiró la espalda. ¿Cuánto tiempo habíamos estado en esa posición?

Me puse de pie y alargué la mano hacia él. La cogió y se puso de pie también, y juntos volvimos a examinar los daños. Sin decir palabra, él recogió algunos libros y los apiló cerca. Le ayudé y juntos levantamos las estanterías y recolocamos los libros. No estaban en el orden apropiado, pero lo solucionaría mañana.

–¿Te apetece una pizza? –preguntó cuando volvió de tirar los trozos de la lámpara rota en el cubo de la basura de atrás.

–Suena maravilloso.

Subimos al piso y pedimos pizza, luego pusimos platos sobre la mesa de la cocina. Harry se unió a nosotros y se restregó contra mis piernas, y luego pasó su afecto a Matt.

–Le gustas –dije.

–¿Le hacía esto también a Kyle cuando empezasteis a salir?

Le miré con cuidado, buscando señales de celos, pero no las hubo. –En realidad no. Harry principalmente ignoraba a Kyle. Ojalá yo también lo hubiera hecho.

–No es el tipo de hombre con el que te veo saliendo–. Una esquina de su boca se elevó. –Pero claro, el único hombre con el que te veo saliendo soy yo, así que...

–Debería haberte hablado de Kyle –dije torpemente. –No debería haberme implicado contigo cuando todavía estaba metida en ese follón. Siento haberte arrastrado a esto.

–No te disculpes por algo que no es culpa tuya–. Tomó mi rostro entre sus manos y me besó suavemente. –Kyle no es culpa tuya. Sé que hay gente que puede parecer que son una cosa cuando, mientras tanto, están escondiendo otro lado de su personalidad al resto del mundo. Kyle ya no está y voy a encargarme de que nunca reaparezca en tu vida. ¿Vale?

Dios, como quería creerle. No podía entender como Matt podría hacer algo con respecto a Kyle si no era enviado a prisión, pero era muy dulce por decirlo.

–Gracias, Matt. Estuviste increíble hoy. De verdad, increíble de verdad, y yo...– Me interrumpí antes de decirle que le quería. Así era como las mujeres se veían en líos tan gordos como los de Kyle, al enamorarse demasiado rápido y con demasiada fuerza. –Yo te lo agradezco.

–No necesitas darme las gracias. Solo desearía haber llegado antes.

Llamaron a la puerta principal, y eso hizo que Harry bajara las escaleras y que Matt le siguiera. Ambos regresaron un minuto después, con pizza. Comimos en un cómodo silencio, y después le conté a Matt todo acerca de mi corta pero volátil relación con Kyle.

–Uno pensaría que estar con él me haría dudar antes de lanzarme a otra relación demasiado pronto –dije. –Especialmente en una tan intensa–. Me encogí de hombros. –Parece que no.

Me miró parpadeando. Luego dejó su trozo de pizza en el plato. –Steph... yo no soy como él.

–¡No, no pretendía decir eso! Es solo que... nada... olvídalo. Siento haber insinuado que tú eras como él. No lo eres para nada.

Él continuó comiendo pero se había quedado callado. Podría darme de patadas por decir algo tan estúpido. Él no era para nada como Kyle. Lo sabía ahora después de haber pasado algo de tiempo con él. Solo era la velocidad a la que habíamos acabado juntos lo que me alarmaba, y su proposición de matrimonio también.

Y el modo en que él lo había relacionado con el edificio.

Nos tumbamos en la cama y charlamos después de cenar. Solo charlamos y nos abrazamos. No hicimos nada sexi, aunque Matt se había quitado su camisa, pero de todos modos fue increíblemente íntimo. Hablamos sobre una tonelada de cosas distintas, pero evitamos todos los temas relacionados con nuestras familias o Kyle. Me habló de su negocio, de sus amigos, y hablamos sobre hechos actuales, libros, y películas.

Pero a pesar de hacerlo todo por evitar los temas difíciles, nuestra conversación llegó al final. El peso de la proposición de Matt colgaba pesadamente en el aire. Yo necesitaba aclararlo.

–No puedo decir que sí –le dije.

Sus párpados bajaron y él asintió. Pareció saber de lo que estaba hablando. –Lo sé. Fue una locura preguntarte.

–Entiendes por qué, ¿verdad?

Él levantó un hombro. –¿Demasiado rápido?

Asentí y sonreí. Lo entendía. –Necesito algo de tiempo a solas, para aclarar mi cabeza. Necesito estar fuera de una relación durante un tiempo antes de volver a lanzarme a una. Especialmente en una tan intensa como esta.

Se tensó un músculo en su mandíbula. Bajó la mirada hacia nuestros dedos entrelazados. –¿Hay... hay alguna oportunidad para nosotros?

–¡Por supuesto! Todas las oportunidades. Volveré, Matt, pero después de un respiro.

–¿Lo prometes?

–Lo prometo.

Se llevó mi mano a su boca y besó los nudillos, permitiendo que sus labios se entretuvieran allí. –Bien –dijo él con voz cargada. –Puedo esperar.

Le besé en la mejilla porque besarle en la boca nos llevaría por un camino que había jurado no seguir. –Gracias.

–¿Quieres que me quede esta noche? En el sofá, quiero decir, no en tu cama.

Sonreí. –No hace falta. Kyle ya no está. Estaré bien.

Él no parecía convencido, pero dijo: –Llámame si me necesitas. Estaré aquí tan rápido como pueda. No te preocupes si piensas que no es nada, solo llámame.

–Gracias–. Volví a besarle. –Eres mi héroe.

Se sonrojó. –Y tú eres mi...– Se aclaró la garganta. –No importa–. Se levantó de la cama y cogió su camisa.

Le acompañé abajo hasta la puerta principal y la sostuve abierta para él.

–Steph, no te he dicho por qué vine esta tarde.

–Oh. Claro. Nos distrajimos. ¿Va todo bien con tu madre?

–Mamá es... mamá. Empeorará despacio hasta que su mente se haya ido del todo–. Bajó la mirada hacia la moqueta y arrastró un pie. –Pero no es por eso por lo que vine. Quería decirte que ya no quiero el edificio.

Le miré fijamente. Miles de preguntas me pasaban por la cabeza, pero al final no le hice ninguna de ellas. Él no sabía que yo sabía sus secretos familiares y no quería decírselo. Todavía no, no ahora.

–Oh –dije. –Vale.

Me besó, su boca entreteniéndose sobre la mía durante un largo momento tembloroso, luego me dedicó una sonrisa plana y se marchó hacia su coche.

No fue hasta que se alejó que me di cuenta de que él no había tenido ningún problema para entrar en el edificio esta noche. Parecía que su preocupación por mí había ahuyentado a los demonios que todavía mantenía sobre su padre.

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