King

King


Capítulo 8

Página 10 de 14

8

Los libros estaban completamente desordenados. Había biografías metidas entre libros de texto sobre la Segunda Guerra Mundial, y algunas novelas sobre crímenes reales se habían colado en las estanterías de los misterios amables. No importaba. Podía solucionarlo fácilmente y la actividad me mantendría ocupada toda la mañana. Necesitaba la distracción. El sueño me había estado esquivando. Había estado dando vueltas en la cama hasta la madrugada, mi cabeza y mi cuerpo vibrando por los eventos de la noche. Cuando no estaba reviviendo la pelea con Kyle, estaba pensando en Matt y todo lo que nos habíamos dicho.

Pero todo se reducía a lo mismo: él ya no quería el edificio. Al menos eso era lo que él había dicho. Yo sospechaba que él todavía lo quería, pero que había renunciado a la caza... por mí.

Me arrodillé en el suelo y miré fijamente el libro en mis manos. No miré el título. No importaba. Colocarlo en la estantería correcta ya no parecía importante. Además, la polvorienta cubierta estaba rasgada en los bordes y el lomo se había descolorido. Comprobé la página del título y vi que fue publicado hacía treinta años. ¡Treinta! El abuelo lo había mantenido en la estantería mucho tiempo.

Hojeé varios otros libros y, aunque algunos de ellos eran nuevos, la mayoría tenían muchos años. No eran antiguos, solo que estaban en la fase intermedia donde el contenido ya no interesaba al público, y en algunos casos simplemente era erróneo. Los libros más recientes habían sustituido las viejas ideas e informaciones, haciendo que esas fueran inútiles. No podía creer que no me hubiera dado cuenta antes.

Fui a buscar algunas cajas, pero solo encontré dos de cuando me había mudado allí. Empecé a colocar algunos de los libros viejos dentro de las cajas, los libros que claramente habían estado en las estanterías demasiado tiempo. Había demasiados, sin embargo, y necesitaba más cajas. Me dirigí a la tienda del señor Jones y a la otra tienda junto a la suya y cogí otras cinco cajas, y luego me reuní con la señora Mopp en su tetería. Estaba ocupada ese día, con un total de tres clientas, todas señoras ancianas sentadas juntas en una mesa.

Ellas me sonrieron y yo les devolví la sonrisa, agradecida de no tener moretones en la cara. Ninguno de mis moretones era visible, gracias a Dios, aunque me dolían la espalda y los hombros cada vez que los movía.

–¿Estás bien hoy, querida? –preguntó la señora Mopp. Era una mujer dulce, de unos cincuenta y tantos años, con mejillas sonrosadas y pelo rubio que se rizaba por debajo de su nuca. Me recordaba a una ama de casa de los años cincuenta.

–Mejor. Usted, el señor Jones, y los demás estuvieron geniales anoche, y no he tenido oportunidad de darles las gracias de un modo adecuado. Realmente aprecio todo lo que hicieron.

Ella me dio una palmadita en la mano, apoyada en el mostrador. –Eso es lo que hacen los vecinos por los demás. ¿Te apetece una taza de té?

–Quizás más tarde. Ahora mismo necesito cajas. ¿Tiene alguna que me pueda dar?

Se limpió las manos en su floreado delantal. –Claro. ¿Cuántas necesitas?

La seguí hasta la parte de atrás, más allá de su diminuta cocina y atravesando la puerta que llevaba hacia el sótano. Me preguntaba cuánto sabría ella de lo que había pasado allí abajo. –No muchas. Solo estoy clasificando los libros de mi abuelo que nunca se venderán.

–Ya no son los libros de tu abuelo, cariño. Ahora son tuyos.

–Todavía me parece que son suyos, y la tienda también. Por eso me siento mal desechándolos, pero conozco algunas bibliotecas, colegios y universidades que estarían agradecidos de añadir los mejores a sus colecciones.

Ella me sonrió por encima del borde de sus gafas bifocales. –Sé que él lo habría querido así. Lo que sea que decidas hacer, él estaría más que feliz con tu decisión. Estuvo diciendo durante años que tú te quedarías la tienda y que sería tuya para que hicieras lo que quisieras. No creo que él esperara que la mantuvieras exactamente igual.

–Sí –dije calladamente. –Pero apuesto a que nunca le habría gustado verla desaparecer por completo.

–¿Es eso lo que tu señor King quiere hacer? ¿Derribar estos viejos edificios?

–Él no es mi señor King.

–¿Es eso verdad? Anoche parecía que era tuyo–. Se encogió de hombros y desapareció en un pequeño almacén.

–Él es... somos... –suspiré. –Es complicado.

Ella salió y me pasó tres cajas aplanadas. –El amor no tiene por qué serlo. De hecho no debería serlo. Solo es. Acéptalo.

–Solo nos hemos conocido desde hace una semana. Es demasiado pronto para ver si es amor.

–Yo lo supe con el señor Mopp en el momento en que le conocí–. Su sonrisa se volvió melancólica y me preocupó haber abierto viejas heridas. El señor Mopp había muerto hacía diez años, así que el abuelo me lo había contado. La señora Mopp había abierto su tetería poco después con el dinero que él le había dejado.

–Ahora no sé cuales son los planes de Matt acerca de los edificios –le dije mientras volvíamos a la parte delantera de la tetería. –Él quería derribarlos y construir una nueva ferretería en el solar.

Ella volvió a mirarme por encima de las gafas. –Haces que suene como que sus planes han cambiado.

Simplemente me encogí de hombros. Como no podía estar segura de que Matt volviera a cambiar de idea acerca del edificio, yo no quería darle falsas esperanzas a la señora Mopp. Además, él ya era el dueño de su tetería y del apartamento de encima. Incluso si dejara el mío tranquilo, todavía podía hacer lo que le apeteciera con los otros cuatro edificios. Simplemente no podía construir una tienda gigante en todo el solar.

–Espero que los edificios permanezcan –continuó diciendo. –Son interesantes, bonitos. No estoy segura de que una ferretería sea lo que necesita esta calle, pero necesita algo que atraiga de vuelta a los clientes–. Ella suspiró y tamborileó con los dedos sobre el mostrador de madera. –Algo más que una mano de pintura y cortinas nuevas.

Ella tenía razón. Aunque cada tienda definitivamente necesitaba modernizarse, una rehabilitación total era lo que se necesitaba para atraer de nuevo a los clientes. ¿Pero cómo atraías de nuevo a los clientes cuando casi todo lo que podían conseguir en nuestra casa podía comprarse online o en el centro comercial?

Era algo en lo que pensar. Me habría gustado hablarlo con alguien, pero mis vecinos ya no eran los propietarios de sus edificios, así que discutirlo con ellos era inútil, y el tema era demasiado duro como para hablarlo con Matt. Quizás más tarde, después de que hubiera evaluado cómo se sentía acerca de lo de renunciar a comprar la librería. Todavía no estaba segura de si estaba decepcionada o no.

Volví con las cajas a mi casa y empecé a clasificar los libros de la parte delantera de la tienda, cuidadosamente seleccionando cuáles iban a qué lugar. Al final del día estaba cansada y acalorada, pero había clasificado un montón de libros. Algunas estanterías estaban completamente vacías. Necesitaría más cajas.

Me lancé al trabajo en la biblioteca y en la organización benéfica toda la semana y la siguiente. Sentaba bien estar ocupada y ser productiva, y definitivamente ayudaba mantener mi mente alejada de Matt, aunque pensamientos sobre Matt se seguían colando en mi subconsciente por la noche mientras estaba tumbada en la cama.

Le echaba de menos. Echaba de menos nuestras conversaciones y el modo en que se reía de mis chistes malos. Echaba de menos su sonrisa torcida y hermosos ojos. Echaba de menos el modo en que me hacía sentir segura cuando me rodeaba con sus brazos. Y realmente echaba de menos el sexo.

Pensé en llamarle, pero decidí no hacerlo. Todavía no. Para empezar, yo estaba empezando a sentirme emocionalmente más fuerte de nuevo, y esa fuerza emocional era muy importante para mí. Yo necesitaba saber que podía cuidar de mí misma, sin un hombre que me apoyara. Yo quería estar segura de que me gustaba Matt por sí mismo, no porque me hiciera sentir segura.

Me incorporé en la cama y miré alrededor. Qué extraño. La librería solía hacerme sentir así, como si pudiera desaparecer dentro si quisiera y que nunca me encontraran. Ni mis padres que se peleaban todo el tiempo, ni Kyle.

Pero su intrusión había violado eso. Había destruido mi sentido de seguridad, haciéndolo pedazos. Old Town Libros ya no era mi refugio.

Pero eso podría estar bien. Puede que ya no lo necesite.

–¿Ha contactado contigo? –preguntó Emma. Estábamos sentadas en la tetería de la señora Mopp el siguiente sábado por la mañana. El día iba a ser caluroso y los pájaros ya se habían callado, y todo el tráfico iba en la misma dirección: hacia la playa.

–¿Quién?

Ella puso los ojos en blanco. –Matt King. ¿Quién si no?

Yo le había contado lo de nuestras citas y lo bien que nos lo habíamos pasado Matt y yo juntos, pero también le había contado lo de su madre, su padre, y sus razones para comprar mi edificio. Ella había sido compasiva hasta hacía una semana, pero desde entonces había expresado su preocupación por el hecho de que yo no había contactado con él. Ella entendía por qué necesitaba espacio yo, pero ella no pensaba que él lo entendiera.

–No, no lo ha hecho –dijo. –Ni tampoco espero que lo haga.

–Oh–. Ella le dio un sorbo al café y evitó mi mirada.

–Vamos, escúpelo.

–¡Nada! Pensaba que te habría llamado ya, eso es todo.

–Dejé bastante claro que yo sería quien se pondría en contacto con él cuando estuviera preparada.

–Vale.

Solté mi taza. –Em, todo está bien. Le llamaré pronto.

–Claro. Pero que no te rompan el corazón esta vez, ¿vale?

–Kyle no me rompió el corazón. Él casi rompió mis estanterías y un hueso o dos, pero no mi corazón. Lo que sentía por él no era amor, era dependencia, y no quiero volver a sentirme así nunca más. Por nadie. Ahora conozco la diferencia, gracias a Matt.

–Entonces díselo.

–Lo haré.

Ella suspiró. –Ojalá se lo dijeras sin perder más tiempo. Un hombre así no va a estar en el mercado mucho tiempo, Steph. Las chicas ya le van pisando los talones, intentando hincarle el diente.

La miró con las cejas arqueadas. –Eso suena a mujer fatal.

–Él es rico, tiene éxito, es guapo, y es soltero. No puedes culparlas.

Sonreí débilmente. –Supongo que no. ¿Y cómo lo sabes, de todos modos? ¿Está en los periódicos?

–Últimamente no–. A diferencia de mí, Emma leía las páginas de cotilleos de los periódicos. Ella sabía qué tío rico salía con qué modelo, y qué famosa había sido abandonada o se había quedado embarazada. –Lo sé por su amigo, Adam–. Su mirada se deslizó hacia su taza, pero no antes de que la viera sonrojarse.

–¿Adam Lyon? Emma, ¿está pasando algo entre vosotros dos?

–¡No! De ninguna manera–. Ella cogió su tenedor y apuñaló su tarta de queso con él. –No es mi tipo. Es un gilipollas. Totalmente enamorado de él mismo. Sabes que no puedo soportar a los tíos así.

–A mí me pareció bien cuando le conocí.

–Eso es porque no estaba ligando contigo. Sabía que Matt estaba interesado y mantuvo las distancias.

–¿Es eso lo que te dijo?

–Algo así. Lo que sí me dijo fue que te echa la culpa por haberle roto el corazón a Matt.

–¿Yo? Pero si no le he hecho nada a Matt.

–Aparte de tomarte un descanso. Todo el mundo sabe que tomarse un descanso en realidad significa romper la relación.

–No. Eso no es cierto. No es nuestro caso.

–Eso es lo que Adam piensa.

–¿Pero qué piensa Matt? Él dijo que lo entendía. Me dijo que esperaría–. ¿Verdad?

–Vamos a hacer una cosa–. Ella sacó su teléfono móvil del bolso. –Preguntémosle a Adam qué piensa él. Él conoce a Matt mejor que nadie. Le enviaré un mensaje y le pediré quedar con él.

Ella había dado a ENVIAR antes de que yo tuviera la oportunidad de digerir lo que estaba diciendo. Tardé todo un minuto en darme cuenta de que lo de encontrarse con Adam podría no tener nada que ver con Matt y todo que ver con Adam. Escondí mi sonrisa detrás de mi taza. Le seguiría el rollo, aunque solo fuera para verle con ella. No me importaría saber sus pensamientos sobre Matt, de todos modos. Quizás aprendería un par de cosas sobre él. Y después le llamaría.

Ya era hora. Estaba preparada.

Su teléfono sonó unos segundos más tarde. Ella leyó el mensaje, puso los ojos en blanco, y me mostró la pantalla.

Sabía que no permanecerías alejada. Ven. Estoy esperando.

Un emoticono con un guiño terminaba la línea y luego seguía su dirección.

–Él cree que le deseo –dijo Emma. –No puede estar más equivocado.

–¿Por qué no tienes una cita con él? Podría ser divertido.

–No, gracias. Él es demasiado...– Movió una mano en el aire. –Demasiado inmaduro. Quizás cuando madure.

–Es un hombre –dije riéndome. –Nunca maduran.

Adam Lyon vivía en un apartamento Art Deco al volver la esquina del piso de Matt. Me encantaron los estilosos pequeños toques en el amplio vestíbulo, como las motas doradas por todo el suelo de porcelana negra, el elaborado techo de escayola, y los apliques de lámparas en las paredes. No era el tipo de lugar donde esperaba que el listillo de Adam Lyon viviera.

Subimos hasta el ático y él nos recibió delante de las puertas del ascensor cuando estas se deslizaron abiertas. Así que aquí teníamos a otro hombre rico. Estaba empezando a preguntarme si Matt tenía algún amigo con cuentas bancarias pequeñas.

Saludó a Emma con un beso en la mejilla, pero ella se retiró y él terminó dándole un beso al aire.

–Qué dura –dijo él alegremente. Extendió la mano y ella le dio un formal apretón de manos.

Luego fue a estrechar mi mano, pero me incliné y le besé en la mejilla. Él le dedicó a Emma una mirada triunfante. Ella le miró con el ceño fruncido. Cuando él le dio la espalda, ella me miró con rabia.

–Por aquí, señoras–. Mantuvo la puerta abierta para nosotras y luego nos siguió dentro.

El ático tenía más motivos Art Deco, y él lo había amueblado para encajar en el estilo de la época. Podía imaginarme fiestas salvajes teniendo lugar allí en los años veinte, con fuerte música sonando y parejas bailando el foxtrot y el tango. Me pregunté si Adam era del tipo que daba fiestas salvajes hoy en día.

Nos ofreció té helado. Yo acepté, pero Emma lo rechazó. Me sirvió un vaso y luego se sirvió otro para él.

–¿Estás segura de que no quieres nada, Em? –le preguntó.

–No, gracias. Y es Emma.

Él le dio la espalda y puso una cara graciosa para que me riera. Cuando ya no nos estaba mirando a ninguna de las dos, la miré con el ceño fruncido y dije con mímica: “¿Qué estás haciendo?”

Ella me dijo sin voz “nada”.

En vez de sentarnos en el salón, Adam nos llevó hasta la terraza en el tejado. Me sorprendió ver una piscina, un jacuzzi, tumbonas, e incluso una zona con césped rodeada de macetas. Parecía que estuviéramos en un spa, no en mitad de la ciudad.

–Esto es fantástico –dije, sentándome en una silla debajo de la sombrilla. –¿Puede usarlo todo el mundo en el edificio, o solo tú?

–Es mi propia azotea privada –dijo él. –Pero le doy a algunos inquilinos una llave para acceder aquí. No tiene sentido quedármelo solo para mí.

–Eso es muy generoso por tu parte.

Él simplemente se encogió de hombros y estiró sus pies desnudos. Llevaba pantalones cortos y una camiseta de tirantas, y pillé a Emma admirando su musculoso cuerpo más de una vez por debajo de sus pestañas bajadas. Sospechaba que Adam también se había dado cuenta. El tipo estaba prácticamente pavoneándose.

–Así que quieres saber lo de Matt –dijo él.

–Emma sugirió que viniera a hablar contigo sobre él.

Él la miró con una ceja levantada. –¿Es eso cierto? ¿Qué querías que le contara, Em?

–Lo que quieras. No me importa. Era solo una idea.

¿Por qué estaba Emma actuando tan estirada? No era típico de ella. Aunque ella no era tan chispeante como Taylor, normalmente era amable con todo el mundo. Pero ella se había vuelto positivamente brusca desde que entráramos por la puerta. Considerando que ella había tenido tantas ganas de que yo hablara con Adam, era raro.

–Vale, veamos–. Adam volvió a dar un sorbo a su té mientras pensaba, y estaba empezando a lamentar haber venido. No estaba segura de qué quería conseguir. Debería haber llamado a Matt y haber ido directamente a verle a él, no a su amigo. –¿Sabes que su padre se suicidó?

Asentí. –En el sótano de mi edificio hace unos años.

–Eso es lo que no entiendo –dijo Emma. –¿Por qué querría poseer el lugar donde murió su padre?

–Para ayudarle a borrar el recuerdo –dije encogiéndome de hombros. –Te deshaces del edificio, te deshaces del dolor.

–Lo mitigas, quizás –dijo Adam. –Dudo que nada pueda compensar la pérdida. Su familia ha sufrido, aunque para ser justos ya estaban sufriendo desde mucho antes de que muriera.

–¿Estás hablando del asesinato de ese político hace dieciocho años? –pregunté. –¿Y de que Ed fuera sospechoso del caso?

–Conoces a tu hombre–. Le dio un sorbo a su bebida y cruzó los tobillos. –Ed King fue acusado de estar implicado en el asesinato, aunque tenía coartada. La policía encontró conexiones entre el político y el crimen organizado, y como Ed había sido el último hombre que le había visto antes del asesinato, le investigaron a conciencia.

–¿Encontraron algo?

–Nada en concreto, solo algunas pistas aquí y allí que le relacionaban con algunos criminales conocidos de los bajos fondos de Roxburg. Pero nada que le enlazara directamente con el asesinato. Arrestaron a alguien más que también era un conocido de Ed, así que los rumores de su implicación continuaron.

–¿Estaba implicado? –preguntó Emma, inclinándose hacia delante. Ella parecía estar totalmente concentrada en la historia ahora, y esperaba la respuesta de Adam conteniendo el aliento. Y yo también. –¿Le confesó a su familia antes de su propia muerte?

La mirada de Adam pasó de Emma a mí y luego bajó hacia su vaso. Removió el líquido, mojando todo el contorno.

–¿Adam? –le animé. –¿Mató Ed King a ese hombre?

Él se frotó la frente. –Sí –dijo calladamente. –Lo hizo.

Ir a la siguiente página

Report Page