King

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Capítulo 3

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Todavía estaba considerando mi huida cuando Matt habló. –¿Otra copa? –preguntó cuando cogió una copa de champán de la bandeja de un camarero que pasaba. La intercambió por mi copa vacía antes de que pudiera detenerle.

–Parece que no tengo opción–. Le di un sorbo, agradecida por tener algo que hacer y a lo que sujetarme, ya que parecía que mi voluntad me había abandonado de repente. Con Adam Lyon me había sentido cómoda, pero Matt King me ponía ansiosa. Tenía que darle las gracias por ello al artículo del periódico.

–Mis disculpas–. Bajó la mirada hasta su propia copa de vino tinto. –Me han dicho que algunas veces puedo ser un poco dominante.

–Un poco –musité en mi copa.

–Estoy acostumbrado a tomar decisiones en nombre de otros–. Se aclaró la garganta. –Estoy intentando rectificar eso.

–Eso suena como si hubiera pedido la cena por su novia demasiadas veces y ella se hubiera hartado finalmente.

–No mi novia. Actualmente estoy soltero.

–Vaya, me pregunto por qué–. Volví a darle un sorbo al champán y le observé por encima del borde de mi copa. Por primera vez desde que llegara no me estaba mirando. Me dio la oportunidad de ver el débil rubor que corría desde su cuello hasta sus mejillas, y de maravillarme por como desterraba algo de su crueldad. También me permitió tiempo para admirar lo guapo que era. ¿Cómo podía ser que este hombre no tuviera novia? No importaba que fuera dominante. Con seguridad las chicas debían estar lanzándose a su cuello. Yo ya había pillado a varias mujeres haciéndole ojitos, pero él no parecía verlas.

–Si no quiere el champán... –dijo.

–No, lo quiero, pero más me vale no tomar demasiado. Estoy en el comité –añadí, obligándome a callarme y dejar de parlotear.

–Lo sé.

Mi corazón se paralizó. La sangre se me paró en las venas. –¿Lo... sabe?

Él hizo una mueca y parecía genuinamente dolorido. –Lo siento. He vuelto a hacerlo, ¿verdad?– Ante mi encogimiento de hombros, él añadió: –He resultado ser demasiado intenso. Debe pensar que la estoy acosando.

–Nunca se me cruzó por la mente –dije con más frivolidad de la que sentía. Por alguna razón, su admisión y disculpa hicieron que me relajara un poco. –Unos hombres desconocidos aparecen en mi casa y montan numeritos todo el tiempo. También conocen mi aspecto antes de conocerme porque han hecho que alguien me tome fotos, y conocen las organizaciones benéficas que apoyo. Así que no, la palabra acosador nunca entró en mi cabeza.

El asombro en su rostro no tenía precio. –No me extraña que me odie.

–No le odio. Apenas le conozco.

Él hizo una pausa y luego dijo: –Eso no siempre detiene a los que me odian.

No tenía ni idea de a qué se estaba refiriendo, y aunque me sentía curiosa, no le pedí que se explicara. Matt King no era alguien a quien quisiera conocer mejor. Yo quería mantener nuestra relación estrictamente comercial. No, ni siquiera eso, ya que yo no estaba planeando hacer cualquier tipo de negocio con él. –Estoy segura de que un gran tipo malo como usted puede manejar a unos cuantos detractores.

Él sorbió su vino y volvió a observarme con esos hermosos ojos suyos. –Stephanie, lo siento. Siento haberme impuesto con demasiada fuerza el otro día en su casa. Me han dicho que mi comportamiento bordeaba lo siniestro y quería disculparme por ello.

Mis cejas casi se escaparon de mi frente. ¡Se estaba disculpando! Quizás no fuera tan malo después de todo. –¿Peter Fiorenti le llamó siniestro? Tiene gracia viniendo del agente inmobiliario más sórdido que he conocido nunca, lo cual ya es decir algo considerando que hay un montón de agentes inmobiliarios ruines en esta ciudad.

Su rostro se ensombreció. –¿Qué hizo Fiorenti?

–Nada específico, simplemente... –me estremecí. –Fue raro–. No podía explicar que mi radar de pervertidos estaba trabajando de más desde que abandonara a Kyle, así que quizás Fiorenti no había sido tan malo como había imaginado. No quería pasar por lo mismo con Matt.

–Me libraré de él.

Me atraganté con el champán y empecé a toser. Matt se acercó más y me dio golpecitos en la espalda suavemente. Cuando se calmó mi tos, las palmaditas se convirtieron en una caricia. Tenía manos cálidas. Manos grandes. Su tacto sobre mi piel desnuda me hizo estremecer, pero de un buen modo. Un modo muy bueno.

Pero él retiró su mano y salió de mi espacio personal. –¿Mejor?

–Gracias.

–Cuando dije que me libraría de Fiorenti me refería a que rompería mi contrato con él, no... cualquier cosa horrenda que esté pensando.

–Oh, vale –volví a toser. –Por supuesto. Sabía a qué se refería.

Me observó por encima del borde de su copa mientras sorbía. No había forma de que creyera mi excusa. En ese momento me di cuenta de que él sabía que yo sabía lo de la conexión de su padre con el crimen organizado. Y ojalá no lo supiera. La decepción en sus ojos era palpable. Tragué saliva con fuerza y desvié la mirada.

Era estúpido por mi parte sentir lástima por él. Este hombre era mega rico, enormemente exitoso y poderoso. Él no necesitaba mi lástima.

Aún así le compadecía y no podía explicar por qué.

–En cualquier caso –dijo él, –quería hacerle saber que siento mi comportamiento fuera de su edificio. Es por eso que vine esta noche.

–¿Para disculparse conmigo?

Él asintió y examinó la escena sobre mi cabeza, luego su mirada volvió a mí. Él pareció sobresaltarse al verme observándole. –¿Es eso tan difícil de creer?

–Podría haber enviado una tarjeta.

–Se me dijo que esto sería más valioso para usted.

¿Lo decía en serio? ¿Necesitaba que alguien le señalara esas cosas? Supongo que algunos hombres no son buenos sabiendo esas cosas. Definitivamente Matt no era uno de los naturalmente sensibles. –¿Quién le ha estado diciendo que se disculpe en persona?

–La esposa de un amigo. Ella también me dijo que yo estaba actuando como un acosador siniestro y necesitaba retirarme. No estoy seguro de que le gustara verme hablar con usted ahora, de hecho.

–¿Por qué no?

–Ella cree que yo podría asustarla completamente y hacerla llamar a la policía para denunciarme.

–Todavía es una posibilidad.

Sus ojos se abrieron mucho.

–No se preocupe, esta noche no. No a menos que me siga a casa.

–No lo haré.

Me reí ante su honestidad. –Bien. ¿Y quién es esta mujer? ¿Está aquí esta noche? Debería darle las gracias.

–Becky Kavanagh, la esposa de Damon. Es un buen amigo mío.

–Ah, el hermano rebelde. He leído sobre él en los periódicos.

–No crea todo lo que lee. Los periódicos informan de muchas cosas de forma errónea. Él es un buen tipo. Uno de los mejores.

Asentí, no muy segura de qué decir al enfrentarme a tal lealtad. Me sentía como una zorra por haber llamado a Damon Kavanagh rebelde, aunque los periodistas le hayan llamado cosas mucho peores durante su juicio.

Me vi salvada de musitar una disculpa por Taylor. Ella pareció salir de la nada y cargó contra mí, casi derribándome de mis tacones. Yo la sujeté justo cuando Matt me sujetó a mí. Su brazo alrededor de mi cintura me situó a nivel de su pecho, pero no fue eso lo que hizo que me quedara sin aliento. Fue el modo en que sus músculos se movían por debajo de su traje. Parecían bandas de acero y tenía más que unos cuantos.

–¡Steph! –gritó Taylor, alejándome de Matt. –Te vi hablando con este gilipollas desde allí. Vamos, ven conmigo.

Gruñí y miré a Matt. Los músculos de su rostro se endurecieron y sus labios formaron una línea. –Eh, no, gracias, Taylor –dije. –Estoy bien aquí.

–No lo estás. Tú eres tu peor enemigo–. Sus palabras se juntaron al chapurrear y parecía inestable sobre sus tacones. –He venido a rescatarte.

–No necesito que me rescaten–. Señalé con la cabeza el vaso en su mano. El contenido parecía agua con gas, pero debía estar mezclada con algo más fuerte. –¿Qué estás bebiendo?

Ella alejó el vaso de mí e ignoró mi pregunta. –¡Necesitas que te rescaten! Ese es Matt King. Ya sabes, el Rey de la Mafia.

Oh, mierda. Volví a mirarle. Sus párpados se cerraron y un músculo de su mandíbula se tensó. Estudió su vino. Intenté pensar en algo que decir, pero las palabras se me escapaban.

–Vamos, Steph, mezclémonos por ahí–. Taylor enganchó su brazo con el mío y me alejó.

Me resistí y me giré en redondo, solo para descubrir que Matt había desaparecido completamente entre la multitud. Suspiré y fui con Taylor.

Tan pronto como Taylor se dio cuenta de que Matt se había ido, ella también desapareció. Me relacioné con la gente durante un rato e incluso conocí al cuarto hermano Kavanagh y a su encantadora esposa. Eran una pareja tan simpática y encantadora que el tiempo pasó rápidamente. Antes de darme cuenta, Emma acudió a mí presa del pánico y dijo que era la hora.

–Te necesito para que me prestes apoyo moral durante mi discurso –dijo ella mientras me guiaba hacia el escenario delante de la sala. –Estoy muy nerviosa.

Apreté su mano. –Estarás fantástica. Solo dilo como lo has ensayado y finge que solo me estás hablando a mí.

–Te colocarás junto a mí, ¿verdad?

–Me quedaré un poco a un lado. Este es tu momento, Em–. La abracé cerca de los escalones hacia el escenario. –Ahora sube ahí y exige su atención. Y su dinero.

Ella se rio y subió los escalones. Unos minutos más tarde les tenía comiendo de su mano, como yo sabía que haría.

Me coloqué en los escalones cerca de la cortina y me descubrí examinando la multitud en busca de rostros que conociera.

¿A quién estaba engañando? Estaba buscando un rostro en particular: el de Matt King. Finalmente le encontré en el centro, de pie con un hombre que se parecía mucho a los Kavanagh, quien tenía su brazo alrededor de una hermosa mujer vestida de rosa. Adam Lyon estaba al otro lado de Matt. Cuando me vio mirando en su dirección, sonrió y saludó con la mano. Matt le miró con el ceño fruncido y se cruzó de brazos. Sostenía una paleta con un número. Así que planeaba pujar esta noche.

Emma agradeció al público en medio de un fuerte aplauso, y luego les pidió que abrieran sus carteras y pujaran generosamente. Dejó espacio para el subastador y la subasta comenzó.

–¿Vas a pujar por algo esta noche? –me preguntó Emma cuando ella cogió su propia paleta y el programa. Pasó la vista por la lista de artículos y señaló a uno cerca del final: un fin de semana para dos personas en una casita recluida en primera línea de playa. –Quiero esto.

–Se ve divino. ¿Con quién irías?

Ella se encogió de hombros. –El apostante que tenga éxito dispone de un año para usarlo, así que con suerte estaré con el hombre de mis sueños para entonces.

Sonreí, pero no lo hice con ganas. Emma era un poco como yo, siempre enamorándose del hombre equivocado y resultando lastimada. Solo que ella era más soñadora. Ella creía que su príncipe azul estaba esperándola justo al volver la esquina, mientras que yo era más realista estos días. El príncipe azul no existía. Kyle me había sacado de golpe ese sueño de la cabeza... literalmente.

–¿Y si no le has conocido para entonces? –pregunté, esperando que no pensara que estaba siendo una zorra por explotar su burbuja.

–Pues te llevaré a ti–. Me dio un codazo y sonrió.

Me vi aliviada de ver que no había herido sus sentimientos, pero debería haber sabido que Emma no era tan delicada. Tenía voluntad de acero cuando lo necesitaba.

–Tú deberías pujar por la cena para dos–. Señaló en el listado una cena en el restaurante Georgio’s.

–¿Para poder llevarte a ti?

Ella se rio. –Estaba pensando más en el tipo con el que te vi hablando antes.

Mi sonrisa se desvaneció. –No, gracias. No es mi tipo. Demasiado intenso.

Ella hizo una mueca. –Maldita sea. Una lástima, porque es sexi y no podía quitarte los ojos de encima.

–Esa sería la parte intensa.

–Eso no le convierte en intenso; solo le hace estar interesado en ti.

–No hay diferencia.

Ella suspiró. –Steph, no todos los hombres resultan ser como Kyle.

Simplemente me encogí de hombros. Yo no quería arruinar la noche pensando en él, y mucho menos gastar saliva hablando de él. Era una pérdida de tiempo en todos los sentidos.

–Uno de estos días le voy a cortar los huevos como venganza por el modo en que te ha tratado –dijo Emma casualmente mientras continuaba leyendo la lista. Ella era la única que sabía la verdad sobre mi ojo morado. Ni siquiera se lo había contado a mi madre.

La rodeé con el brazo y la abracé. –Solo llámame para poder ir a mirar. No quiero perderme eso.

Ella sonrió y me devolvió el abrazo. –Que se joda. Vayámonos juntas el fin de semana siguiente. Olvídate de esperar a Don Perfecto. Probablemente me divertiré más contigo de todos modos.

–Primero tienes que ganarlo.

El siguiente artículo era la cena para dos en Georgio’s, el restaurante más exclusivo de Roxburg. Al parecer la comida era increíble, y la vista sobre la ciudad arrebatadora. Pero de ninguna manera podía permitirme siquiera la puja de entrada. No con mi salario. Emma y yo nos reímos y ella me dio un codazo cuando subió rápidamente a mil dólares.

–Se dan cuenta de que solo es comida, ¿verdad? –dije, intentando ver quien estaba pujando.

–Es comida preparada por el mismo Georgio –me dijo Emma, sacudiendo el programa delante de mi cara. –Eso no tiene precio. Normalmente sus chefs hacen todo el trabajo, y él simplemente se pavonea entre sus famosos clientes.

El precio saltó a mil quinientos cuando Matt King levantó su paleta. Incluso desde esta distancia podía ver que sus amigos a cada lado se miraban levantando las cejas. Podía jurar que Damon Kavanagh le había preguntado a quien planeaba llevar, entonces la mirada de Adam cayó en mí. La de Damon fue la siguiente. Ambos sonrieron arteramente.

La puja se atascó en mil setecientos, en la puja de Matt. El subastador estaba a punto de adjudicársela cuando Damon levantó su paleta. Su esposa le miró con el ceño fruncido hasta que él susurró algo en su oído y señaló con la cabeza... ¿a mí?

Su mirada se deslizó desde Matt hacia la mí y luego a él otra vez. Ella alargó la mano por delante de su marido y levantó la paleta por él. Esta vez Adam pujó también, pero Matt lo hizo a continuación, sin ayuda de Becky Kavanagh. Los tres empezaron una guerra de pujas, que solo uno de ellos parecía tomarse en serio. Tanto Adam como Damon no podían dejar de sonreír, hasta que finalmente se encogieron de hombros y dejaron que su amigo hiciera la puja ganadora de cinco mil dólares.

Casi dejé de respirar cuando oí el precio. –Más vale que Georgio ponga pepitas de oro en la salsa por ese precio.

Emma apenas me oyó. La escapada de fin de semana era el siguiente artículo y ella estaba prácticamente saltando de excitación. Pujó hasta su límite, solo para ver su puja superada por la mujer que había sido la única otra pujante. –Maldita sea –musitó. –Parece que tendremos que tomarnos los cócteles en la biblioteca.

–Alguien está pujando contra ella –dije cuando el subastador continuó. Ambas miramos para ver a Adam Lyon con su paleta levantada. Unas cuantas pujas más tarde y las vacaciones de fin de semana fueron suyas. Se veía jodidamente complacido por ello también.

Fruncí el ceño mientras le observaba hablar con Matt, quien también le estaba mirando con el ceño fruncido. Con un encogimiento de hombros y una sonrisa perezosa que podía jurar estaba dirigida directamente a Emma, Adam se marchó. Matt le siguió.

La banda subió al escenario y la zona delantera fue despejada para bailar. Emma y yo fuimos las primeras en empezar a bailar, pero ella pronto fue llamada aparte y luego a mí también me llamaron... Matt. Me sonrió desde el borde de la pista de baile y de repente me sentí avergonzada. Yo no era la mejor bailarina del mundo.

–¿Puedo ayudarle? –pregunté, acercándome a él a zancadas.

–Yo quería preguntarle cómo puedo devolver la cena a la fundación.

Le miré fijamente. –¡No puede hacerlo!

–No quiero recuperar mi dinero. Pensé que podría darle la cena a un par de miembros del comité que han trabajado duro esta noche. A usted, por ejemplo.

–¿Por qué no quiere usarlo?

Levantó un hombro.

–No devuelva la donación. Disfrute de una noche fuera con... alguien.

–Esa es la cosa. No tengo a nadie a quien llevar y odio cenar solo.

Oh cielos. Tenía la sensación de que sabía lo que venía a continuación y no iba a caer en la trampa. De ninguna manera. No con él. –Lleve a Adam Lyon.

Él se rio. –Cielos, no.

–Entonces pídaselo a alguna mujer aquí–. Barrí la sala con mi mano, abarcando a todas las personas que bailaban, principalmente mujeres, en la pista de baile. –Estoy segura de que muchas de las mujeres que están aquí esta noche se alegrarán de tener una cita con usted. He oído que es el soltero más cotizado de la ciudad desde que los Kavanagh se casaron.

Sus párpados cayeron. –Se burla de mí.

–¡No! No me atrevería. Es la persona menos chistosa que he conocido nunca.

–Esa palabra no es muy correcta.

–Denúncieme a la policía de las letras.

Un lado de su boca subió en una sonrisa. –Así que cualquier mujer de esta sala estaría contenta de salir conmigo, ¿verdad? En ese caso, ¿qué noche está usted libre?

–De ninguna manera. Yo no. No vamos a salir a cenar juntos.

–¿Por qué no?

–Porque no quiero pasarme toda la noche diciéndole que no voy a vender la tienda.

Él levantó las manos, rindiéndose. –¿Y si no se lo pido? Prometo no mencionar el edificio en toda la noche.

Entrecerré la mirada. –No confío en usted. Está siendo demasiado amable.

–¿No cree que soy amable?

–Tengo serias dudas.

–Duele –se llevó una mano al corazón. –Ni siquiera me conoce y...– Su rostro cayó y me decepcionó verle tan serio de repente. –Vale, lo entiendo ahora. Si cree que así es como soy, entonces veo que tengo una batalla perdida por delante.

–¿De qué está hablando?

–Su amiga me llamó rey de la mafia. Reconocí esa línea de un antiguo artículo del periódico sobre mi padre–. Su boca se convirtió en una mueca de odio. –Por eso no quiere salir conmigo. Cree que estoy implicado en el crimen organizado.

–¡No quiero salir con usted porque está intentando comprar mi librería y yo no quiero venderla! Y apenas le conozco. ¿Qué tipo de mujer en su sano juicio sale a una cita con un tipo al que apenas conoce?

–Para eso son las primeras citas. ¿Cómo se supone que va a llegar a conocer a nadie sin salir primero? ¿O se le ha olvidado para qué son las primeras citas, ya que ha pasado tanto tiempo desde su primera cita con su último ex?

Solté una exclamación. –¿Sabe cuánto tiempo hace que empecé a ver a Kyle?

Se cruzó de brazos y desvió la mirada, dándome la respuesta. –Mi detective fue más concienzudo de lo que había esperado.

–Oh Dios mío. ¡No puedo creerlo! ¿Hay algo que usted no sepa sobre mí?

Él soltó un suspiro y se pasó la mano por el pelo, despeinando los mechones cuidadosamente peinados y creando un atrayente y sexi desastre.

“Concéntrate, Steph, no le mires el pelo. O los ojos. Tiene preciosos ojos marrones.”

–Vale, admito que sé más sobre usted de lo que debería –dijo él. –También admitiré que en parte quería llegar a conocerla mejor para poder averiguar lo que la emociona.

–Con la esperanza de descubrir algo que me obligaría a vender –terminé por él. –Cabrón–. Fui a marcharme con rabia, pero él me cogió del brazo.

Me acercó a su cuerpo y se inclinó. Su aliento calentó mi frente y pude oler el sutil aroma picante de su loción de afeitar. –Sí... y no. Usted me intriga, Stephanie. Quiero conocer lo que la emociona, y no solo porque quiera negociar lo del edificio. Quiero llegar a conocerla mejor porque... porque quiero. Usted es sexi y enérgica, inteligente y divertida, y no he sido capaz de quitarle los ojos de encima en toda la noche. No he sido capaz de sacarla de mi cabeza desde que la conocí –ronroneó. –Así que, por favor, permítame invitarla a cenar. Pasemos una noche agradable en compañía del otro, sin ataduras.

¿Cómo podía una mujer pensar con él mirándola como si quisiera que ella fuera el primer plato? ¿Cómo podía una mujer siquiera respirar? ¿Y cómo podía una mujer decir que no?

Asentí rápidamente antes de cambiar de idea. Yo no quería cambiar de idea, y eso daba mucho puto miedo.

–Pero es justo que la advierta –dijo con una voz profunda y aterciopelada que se deslizó por mi piel. –No voy a renunciar a la librería. Quiero ese edificio y siempre consigo lo que quiero.

Me soltó y se alejó. Se había ido antes de que yo recuperara el equilibrio. Mi corazón todavía seguía golpeando con fuerza cuando algunos amigos se acercaron a despedirse de mí.

Durante el resto de la noche me descubrí buscando a Matt en cada oportunidad que tenía, pero cuando la multitud se fue aclarando, quedó claro que se había marchado.

Me quedé hasta el final y luego me marché con Emma. Estábamos en la acera, esperando un taxi, cuando una figura vestida con una sudadera negra con capucha salió de la nada y me cogió del brazo, fuerte.

–¡Ya era hora de que salieras! –gritó Kyle. –He estado esperando durante horas.

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