Kim

Kim


Capítulo 9

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Luego, el lama solía sacudir la cabeza con benevolencia y repasando el rosario, que siempre chasqueaba, señalaba lo libre que era esa cría de elefante del pecado de orgullo. Era tan humilde como su chela quien, viendo a su maestro sentado en el polvo ante las Puertas de la Sabiduría, saltó sobre esas puertas (a pesar de que estaban cerradas) y acogió a su maestro en su corazón en presencia de una ciudad altanera y saciada. ¡Grande será la recompensa de un tal maestro y un tal chela cuando les llegue a ambos el momento de buscar la libertad juntos!

Así hablaba el lama, yendo y viniendo a través de la India, silencioso como un murciélago. Una vieja mujer de lengua afilada en una casa entre árboles frutales más allá de Saharunpore le honraba como la mujer honró al profeta, pero su aposento no estaba en absoluto sobre el muro[116].

El lama se sentaba en un cuarto del patio delantero a la vista de las palomas que zureaban, mientras ella se quitaba su inútil velo y charlaba de espíritus y de enemigos de Kulu, de nietos por nacer y del mocoso deslenguado que había hablado con ella en el sitio de descanso. En una ocasión, el lama se desvió solo de la Gran Ruta, por debajo de Ambala, hacia el mismo pueblo cuyo sacerdote había intentado drogarle; pero el Cielo clemente que protege a los lamas le envió al ocaso a través de las cosechas, absorto y confiado, hasta la puerta del ressaldar. Aquí casi se produjo un serio malentendido, porque el viejo soldado le preguntó que por qué el Amigo de las Estrellas se había ido hacía sólo seis días.

—No puede ser —replicó el lama—. Él ha regresado con su gente.

—Hace cinco noches estaba sentado en esa esquina contando cientos de historias divertidas —insistió el anfitrión—. Es verdad, de repente se esfumó al despuntar el día, después de tontear con mi nieta. Crece muy rápido, pero es el mismo Amigo de las Estrellas que me trajo el aviso verdadero de la guerra. ¿Os habéis separado?

—Sí… y no —replicó el lama—. Nosotros… nosotros no nos hemos separado del todo, pero aún no es el momento adecuado para tomar el camino juntos. Él está adquiriendo sabiduría en otro sitio. Debemos esperar.

—Todo uno. Pero si no era el chico, ¿cómo puede ser que hablara de ti todo el tiempo?

—¿Y qué contaba? —preguntó el lama con avidez.

—Dulces palabras, cien mil, que tú eras su padre y su madre y demás. Lástima que no se ponga al servicio de la reina. Es valiente.

Estas noticias asombraron al lama, que no sabía aún cuán religiosamente Kim se mantenía fiel al trato hecho con Mahbub Ali y ratificado a la fuerza por el coronel Creighton…

—No hay forma de impedir al poni joven que juegue —dijo el tratante de caballos cuando el coronel comentó que vagabundear por la India durante las vacaciones era absurdo—. Si se le niega el permiso para ir y venir a su antojo, se burlará de la prohibición. Entonces ¿quién va a atraparle? Sahib coronel, sólo una vez cada mil años nace un caballo tan bien dotado para el juego como nuestro potro. Y necesitamos hombres.

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