Kasandra

Kasandra


Capítulo 15

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Capítulo 15

Adrián

El miedo a perderla me está destrozando el corazón. Sigo a Damián escaleras abajo en silencio. Las armas listas para disparar. Los hombres de Julián han sido eliminados por el equipo de Víctor, solo queda él y está en la habitación con Kasandra y Blanca. La vieja casa ahora está desprotegida y finalmente podemos entrar a liberarlos.

Dios, por favor, que no le haya hecho daño.

Mi sangre palpita de ira y violencia.

Ella está viva.

Sigo repitiéndolo como un mantra. Porque Kas se merece vivir mucho y feliz. ¡Ha pasado por demasiado, carajo!

Mi cuerpo se pone tenso cuando Damián indica que nos detengamos. Miro la puerta que me separa de Kasandra y respiro hondo.

Ella está viva. Pronto estará en mis brazos.

En el mismo momento en que abro la puerta de una patada, escucho un grito desgarrador proveniente de la habitación.

¡Es el grito desesperado de Kasandra!

El terror es tan fuerte que se desliza por cada vena en lugar de la sangre, mientras me precipito en el interior.

Damián dispara a sangre fría con una puntería infalible. Veo a Julián desplomarse en el suelo y retorcerse. Me gustaría ensañarme con aquel pedazo de mierda, pero mis ojos buscan a Kas independientemente del resto. Está en el medio de la habitación, atada a una silla y cubierta de sangre. Esta imagen espeluznante quedará grabada para siempre en mi memoria, me recordará que nunca más tendré que permitir que alguien la lastime. Puedo sentir su dolor y aunque parece tranquila, sé que está gritando por dentro. Escucho a Blanca hablar, pero todo a mi alrededor desaparece, pierde interés. Sólo veo a mi princesa y ella me ve a mí. Mi mirada está encadenada a la de ella, expreso todo el dolor que siento al verla sufrir. En unos segundos su expresión cambia y sus ojos transmiten todo lo que lleva dentro, se abre porque puede hacerlo conmigo.

Aquí está mi niña indefensa que siempre trata de ser dura.

Me arrodillo frente a ella con el corazón latiendo con fuerza. La libero sin apartar mis ojos de los de ella, tratando de tranquilizarla, de hacerle entender que la pesadilla ha terminado. Mi cuchillo corta la correa que sujeta sus manos. Tiene las muñecas desgarradas y con rabia, dejo escapar un gruñido sin darme cuenta. Sufro por ella, con ella: logro sentir un dolor que desgarra mi corazón y ardo de rabia por haber permitido que Julián tuviera tiempo de lastimarla.

Inhalo.

También le arranco el trapo que le sujeta las piernas. Están llenas de hematomas y manchas de sangre.

Exhalo.

Su vestido está hecho jirones. Cada trozo corresponde a un rasguño cubierto de sangre.

Dios, dame la fuerza para no asustarme. Tengo que sacarla de esta mierda.

Cuidar de ella y hacer que lo olvide todo.

—¿Estás bien, amor? —pregunto estúpidamente. Se ve que no se encuentra bien, sus manos cuelgan a los lados de su cuerpo, ni siquiera tiene fuerzas para reaccionar.

Pero necesito desesperadamente escuchar su voz.

—Estoy bien —musita.

Nuestras miradas se encuentran, mi alma abraza la suya, no necesitamos muchas palabras, sólo mirarnos para entender que nos pertenecemos.

El tiempo parece haberse detenido y se produce esa conexión entre nosotros que nadie puede entender, pero nosotros sí.

En aquel instante veo lo que pocas personas pueden ver más allá de su armadura. Descubro a la mujer que tiene miedo y pide ayuda.

Intenta masajearse las muñecas, pero las heridas están abiertas y la sangre le corre por la piel. Se mir afligida. Muevo algunos mechones detrás de sus orejas, acaricio su rostro con las yemas de mis dedos, toco su piel desfigurada jurando para mí mismo que Julián lo pagará caro. Kas salta hacia atrás y mira hacia abajo, como si tratara de esconderse y poner distancia entre nosotros, pero no le permitiré tener tiempo para torturarse mentalmente, quiero que entienda que mis ojos sólo a ven a ella, que mi corazón late por ella, en cada respiración.

Tomo sus dos antebrazos en mis manos, llevo mis labios a una de sus muñecas y le dejo un beso húmedo. —¿Va mejor? —pregunto mirándola.

—Mi sangre está por todas partes —comenta con pesar.

Le doy otro beso, una pulgada por encima de la herida. —Todo irá bien —afirmo. Después mi lengua sigue mis labios. Mi saliva se mezcla con su sangre mientras lamo aquel símbolo del horror que experimentó. Quiero hacerle entender que haré cualquier cosa por ella, porque la siento en mi alma.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta con voz estrangulada.

Intenta retraer las manos, pero sus ojos transmiten todo lo que quiero saber. Necesita ayuda para sentirse amada e importante para otro. Con este gesto quiero confirmar que ya no tiene que temer a nada porque siempre caminaré junto a ella y nunca la dejaré sola.

—Me encargo de ti.

Ella gime, pero me deja seguir, para permitirme mostrarle cuánto la amo. Su cuerpo tiembla y susurro entre besos que todo irá bien.

Una sonrisa forzada estalla en su rostro.

—¿Duele mucho? —pregunto acariciando suavemente sus muñecas.

—No. —Sé que miente.

Sostengo sus manos entre las mías, como para asegurarme de que es real y de que está realmente bien.

—Voy a borrar el dolor, te lo prometo.

Siénteme, confía en mí, créeme, Kas, no dejes que el miedo te aleje de mí.

Mirándola a los ojos puedo ver el tormento que la sigue devorando y es como si hubiera perdido algo de ella. No quiero rendirme, si es necesario pelearé una y otra vez, le demostraré que nos merecemos una oportunidad, un nosotros.

Sus hermosos ojos retienen la ola de lágrimas mientras niega con la cabeza. —Por favor, Adrián —susurra—. Detente, no es necesario.

Sigo limpiando las heridas con la lengua, sin apartar la vista de ella. —No hay nada de malo en cuidar a la persona que amas— insisto en la herida de la muñeca derecha, succiono levemente y luego beso aquella marca jurándome a mí mismo que Julián se arrepentirá de haber nacido.

La mano de Damián se posa en mi hombro. —Tenemos que irnos. —Sostiene a Blanca en sus brazos, apretándola, acariciando su cabello. Sus ojos están llenos de lágrimas y terror, pero por su mirada entiendo que ya tiene en mente cómo vengarse de todo lo que ella ha sufrido.

Ayudo a Kas a ponerse de pie agarrándola por la cintura y ella gime de dolor mientras se pliega sobre sí misma.

—¡Joder! —exclamo—. Lo siento, no quise hacerte daño.

Ella niega con la cabeza y dejándose ayudar, intenta caminar.

Mi novia siempre quiere parecer fuerte, quiere demostrar que nada ni nadie puede destruirla, pero yo sé que por dentro está gritando de dolor, lo percibo en su mirada, en sus ojos, que son el espejo de su alma.

No consigo aplacar mi ira con Julián, además de la que tengo conmigo mismo, por no haber podido protegerla lo suficiente. El miedo, la tensión... todo está enredado en mis entrañas. Podría explotar en cualquier momento y causar daños irreparables.

Kas inclina la cabeza hacia adelante y encorva los hombros. —No me mires así —dice mientras envuelvo mi brazo alrededor de su cintura, teniendo cuidado de no lastimarla.

—¿Así cómo?

Suspira exhausta: —Como si fuera una persona destruida.

Sus palabras me hacen temblar, porque odio verla mal y no puedo soportar que tenga pensamientos negativos. —No estás destruida. Y si lo estuvieras, encontraría la manera de recomponerte.

Me mira por un momento, pero no responde.

Ella es todo lo que siempre he querido y debo entender que su vida nunca volverá a ser la misma. La quiero a mi lado y no la dejaré ir. Menos aún después de todo lo que acaba de pasar.

Kas se arrastra hacia la salida. Aunque la sostengo cerca de mí para ayudarla, me pone la mano en el hombro y de su boca salen sonidos de sufrimiento, pero sólo yo que estoy a su lado puedo escucharlos. Llegamos a las escaleras y me doy la vuelta para controlar la situación a mis espaldas, veo a Damián y Blanca y detrás de ellos, dos de los hombres de Víctor arrastrando a Julián por las piernas, parece que sigue vivo, pero inconsciente.

—No puedo estar más de pie—murmura Kas con pesar. Se aferra desesperadamente a mí e instintivamente la levanto tomándola en mis brazos.

—Por favor, no me mires —suplica. Está luchando contra sí misma, tratando de mostrarse fuerte, pero su armadura cae pieza a pieza, mostrando su fragilidad.

—Para mí siempre eres hermosa —respondo.

Esconde su rostro en el hueco de mi cuello y lentamente se suelta. Llora en silencio, escondida de todos, pero no de mí. Sus lágrimas mojan mi piel y es como si mi corazón se ahogara en ira y odio. Me sigo regañando por no haberla salvado antes, tenía que buscar la manera de evitar todo esto y ahora, por mucho que intento ayudarla y hacerle entender que está a salvo, tengo la impresión de que no es suficiente.

Ese gran hijo de puta de Julián se las verá conmigo. Cada segundo que Kas haya vivido aterrorizada, cada dolor que haya sentido, lo revivirá diez veces más. No tenía que tocar a la mujer que amo, la única por la que haría cualquier cosa, incluso matar.

 

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