Kanada

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Capítulo 19

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El Sobrino es un hombre prematuramente envejecido, que trabaja en una tienda de bicicletas y lleva siempre las manos manchadas de grasa. El Sobrino canta en el baño y fuma en el salón y entra y sale de su cuarto dando un portazo que siempre parece el mismo. La Esposa ha comenzado a guisar para vosotros, una vez al día, y tú nunca respondes a su llamada. Hueles los vapores densos del guiso y no te levantas de la cama. El Sobrino pasa el resto del día yendo y viniendo de la cocina, hurgando en el fondo de la marmita para rescatar los últimos trozos de carne. Esperas hasta la medianoche para deslizarte al pasillo, sigiloso, y apurar los restos del caldo directamente de la olla, sujetándola por encima de tu cabeza con ambas manos. Después volverás casi corriendo a tu cuarto, como si los azulejos de la cocina quemaran. Queman también las losetas del baño, y arde tu propio cuerpo cuando intentas retener la orina el mayor tiempo posible. Siempre fracasas; no importa lo poco que bebas. Tarde o temprano debes salir de tu despacho, aunque sea una vez al día. El Sobrino llama Señora a la Esposa y Señor al Vecino. El Sobrino tose al levantarse, deja correr el agua del caño unos segundos antes de lavarse las manos, acciona la cisterna cinco veces al día y hace crujir el linóleo con sus botas. El Sobrino quiere hablar contigo todo el tiempo. Toca a veces a la puerta de tu despacho, en mitad del día o de la noche, y tú finges estar en otra parte -pero ¿dónde?-. Te intercepta en el camino al baño, te ofrece un cigarrillo con aire consternado y te confiesa que todavía debe cinco florines de renta. Te habla de los comunistas y de los anticomunistas, de la reconstrucción del Puente de las Cadenas o de las sesiones dobles del cine Corvin. El Sobrino te pregunta si quieres acompañarlo a la cocina y compartir con él un vaso de vino -no, respondes mientras alcanzas el pomo de la puerta; de un tiempo a esta parte prefieres entrar allí lo menos posible-. El Sobrino te pone una mano grasienta sobre el hombro, y te llama Camarada, y antes de que puedas cerrar la puerta te pregunta si acaso no tienes derecho a cocina.

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