Kanada

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Capítulo 38

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La Niña recita las capitales de Europa. Su letanía está agujereada de titubeos, de vacilaciones, de huecos a través de los cuales se filtra de pronto la voz de la Esposa. No vayas, dice, y la Niña contesta que República Federal de Yugoslavia, su capital, Belgrado. No vayas, repite la Esposa, y desde su habitación la Niña dice Francia, su capital, París. ¿Me estás escuchando?, pregunta la Esposa, y el Vecino tiene tiempo de decir que sí, que la escucha, antes que Italia, su capital, Roma. La escucha pero de todas formas va a ir, está decidido, alguien tiene que hacer algo -Noruega, su capital, Oslo- y ese alguien va a ser él junto a otros miles, millones de patriotas. Tengo un mal presentimiento, dice la Esposa, y él contesta que no, que lo que tiene es miedo, y no hay por qué tenerlo, porque el gobierno ha legalizado la manifestación, acaban de decirlo por la radio, Países Bajos, su capital, Ámsterdam, por la mañana decían otra cosa y ahora han tenido que ceder, ellos sí que tienen miedo, ellos sí que deberían; saben que la voluntad del pueblo es incontenible y que su tiempo de tiranía se acaba. Luego hay un largo silencio. Un tiempo en el que Dinamarca, su capital, Copenhague, y República Popular de Polonia, su capital, Varsovia, y España, su capital, Madrid, con su gobierno legítimo en el exilio, y República Popular de Rumanía, su capital, Bucarest. Ten mucho cuidado, dice por fin la Esposa, y Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, su capital, Moscú, contesta la Niña.

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