Joy

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1975 » Capítulo 18. Junio 1ro., domingo

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Junio 1ro., domingo

Molina, Enrique Molina Orozco, compañero. No, nacido aquí mismo, detrás de aquellas ceibas que se ven allá. Esas las plantó mi abuelo. No, nunca me he movido de la zona. ¿A Huidobro? ¡Hace años como loco! ¿No ve que esta finca era de un tío de él? Él ya venía por aquí de muchacho, pero a vivir del todo… No, eso fue antes. Él vino a quedarse ya cuando se jubiló del ferrocarril, por ahí por el sesenta y pico. ¿Con él? Casi todos los días, igual que las mujeres, siempre tenían algo que hacer juntas. Mi mujer la quería mucho, y con esto de que no se sepa de ellos está apenadísima, como si fuera un familiar. ¡Imagínese! A mí se me hizo muy raro porque él es un tipo cariñoso con los animales y nunca se iba de la finca sin avisar. Claro, siempre dejaba a alguien en la casa para que les pusiera comida y eso. No, él salía poco. A veces iba a visitar la familia, la de él o la de Juanita, en La Habana, y ya le digo, en esos casos siempre dejaba a alguien en la casa. ¿No le digo que al ver que no aparecían yo ya estaba por llamar a la policía?

Casi siempre que Huidobro se iba, venía a quedarse aquí un hijo mío, o un viejito viudo que vive solo al lado de la casa de tabaco aquella. Claro, usted ya sabe cómo es entre vecinos, por cualquier caso de enfermedad, o cualquier apuro y eso, es como si fuéramos familia y además quiero que sepa que en más de diez años, entre nosotros no ha habido un sí ni un no… Bueno, así no podría contestarle. Yo sí sé que en una época le gustó mucho eso de las palomas; pero también criaba guacamayos, canarios, cotorras, pavos reales y cuanto pájaro pueda haber. Era locura que tenía por los pájaros y cuando trabajaba en el ferrocarril… No, no, no, él heredó la finca del finado Tomás Huidobro, que en paz descanse, hace ya como veinticinco años, pero estable, estable, no vino a vivir aquí como hasta el 65, cuando se jubiló… Sí, a veces venían los parientes de él, pero eran cuatro o cinco personas, siempre los mismos. No, cuando ellos salían los dos, nunca era por más de un par de días, y como les digo, siempre se quedaba alguien cuidándoles la casa y los animales, aunque por aquí es gente muy sana y nunca ha habido problemas de robo ni nada de eso. Entonces, cuando yo los vi irse el jueves, que pasaron en el carro y me saludaron, yo pensé que irían a dar alguna vuelta cerca. Y eso pensé porque no dejaron a nadie en la casa. Y ahora imagínese: jueves, viernes, sábado y hoy domingo y nada. ¡Tiene que haberles pasado algo! ¿Cómo? Bueno… no… no siendo de la familia no sabría decirle. Que diga… sí, ahora que me acuerdo, hace un par de años estuvo aquí un compañero de él, y pasó como una semana en la finca… Déjeme ver si me acuerdo… Era algo así como Guardado, creo, o Regalado, una cosa así. Puede ser que mi mujer se acuerde, porque para eso de los nombres tiene mejor cabeza que yo. No, ella ya no vuelve hasta mañana. ¿Cómo dice? Cómo no, con mucho gusto, si ella se acuerda yo se lo paso por teléfono. Anóteme ahí el número. Para servirlo… ¿Mensajeras? No me parece. Mejor dicho, yo de eso no entiendo mucho, pero creo que si hubieran sido mensajeras me lo hubiera dicho. Sí, sí, a él lo privaba eso de las mensajeras. De joven ganó premios y todo, y usted habrá visto por ahí las copas y las medallas que tiene; pero ya hace años que no anda en eso. Decía, digo, dice que no tiene cómo entrenarlas; quiero decir, prepararlas para que vuelen lejos y eso. La verdad es que él ya no está para esos trajines. Cuando estaba en el ferrocarril le resultaba muy fácil. Se hacía soltar palomas en Oriente, en Camagüey y él mismo se las llevaba a amigos que tenía por todas partes. Sí, primero las sueltan cerca del palomar, como a un kilómetro, después a cinco, y a diez, y así van aumentando, según me contó él, hasta que las sueltan en Oriente y llegan a La Habana. Sí, hace ya como año y medio él empezó otra cría en ese palomar, pero no creo que fueran mensajeras. Me lo habría dicho. Además, él era un hombre muy recto y no se iba a andar metiendo en nada que no fuera legal… Además, muy revolucionario también. A mí me dijo un día que criaba palomas para un instituto de La Habana donde se las pagaban muy bien, porque después hacían no sé qué experimentos con ellas. Parece que eran de una raza muy fina… A ver, déjeme que me ponga los espejuelos. Sí, ese es él y esa es Juanita; pero es una foto viejísima. No, nosotros nunca nos hemos sacado fotos con él. No, ¡qué va! Ellos han cambiado muchísimo: ni se parecen a esa foto. ¿Quién? ¿La gente de las palomas? Que yo sepa, solo un par de veces, que llegaron unos señores de La Habana; pero por aquí nadie los debe haber visto, porque estuvieron solo una tarde un rato, y después otra vez que vinieron de noche un momentico. No creo que nadie pueda recordarlos, porque enseguida cogieron la carretera. Bueno, yo creo que él entregaba las palomas en Pinar o en San Juan y Martínez, no sé bien… Él sí las soltaba y las hacía volar, pero como cualquier paloma. No, no, tenga la seguridad que si hubieran sido mensajeras me lo hubiera dicho, me lo decía seguro. ¿Cómo es eso? ¿Un retrato de memoria? ¡Qué va, yo no puedo! Ah, bueno, así sí; pero es mejor que venga el dibujante a mi casa, porque seguro, seguro que mi mujer y mi nuera van a tener más maña que yo. ¿A las ocho? Sí, a esa hora ellas ya están en la casa. Bueno, de nada, que le vaya bien. Hasta mañana. Sí, despreocúpese, si me acuerdo de algo de eso lo llamo esta misma noche. Para servirlo, compañero. ¡Ojalá todo sea para bien y aparezcan de una vez!

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