Joy

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1975 » Capítulo 47. Junio 26, jueves

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Junio 26, jueves

La Habana le había enfilado los cañones a Vermeer unas diez horas antes de que Sylvia y los Eddies recibieran el telegrama de Volpe. ¿Qué había pasado?

Alba recibió la noticia de la llegada del cable con la lista de Mrs. Blake a las dos de la mañana del mismo día jueves. Él siempre se levantaba a las tres para cumplir con su rutina y poder sentirse en óptimas condiciones de lucidez el día siguiente, cuando le tocaba la visita al Centro de Documentación del MININT. Pero esa noche se acostó dos horas más tarde que de costumbre. Había trabajado casi hasta las once y media con Orlando, en lo de la preparación de los instructores. Y para colmo, lo llamaban a las dos, en vez de a las tres. No podía terminar de despertarse y se levantó con grandes esfuerzos. En la ducha daba unos bostezos que amenazaban descoyuntarle la mandíbula. Luego preparó un café bien fuerte y se bebió como cuatro dedos. No obstante, no paraba de bostezar y se sentía estúpido. Los ojos se le cerraban incluso cuando estaba de pie. Alba era a veces un poco extremista consigo mismo y decidió cortar por lo sano. Fue al refrigerador, sacó un botellón de plástico que contenía cerca de un galón de agua helada; se volvió a desnudar, se metió en la bañadera y dejó que el agua helada le corriera por la nuca, brrr, las espaldas, ¡ay, mamita!, el pecho, las ¡ahhh!, piernas, hasta que toda la piel se le puso morada. Cuando sintió que respiraba con vigor, se secó, fue a la cocina, hirvió un poco del café que había preparado para que supiera bien feo, le echó una cucharada de sal, lo revolvió y se lo disparó en dos tragos, que le provocaron sendas arcadas. Entonces sí sintió que estaba despierto y podía pensar.

¡Ah sí, elcabledevolpe!

Volperadenis.

¿Qué?

Sí, Volpe era Denis.

Anjá, anjá: Volpe era Denis.

¿Qué quería Volpe?

Ya, ya: Alba había dejado órdenes a la guardia para que lo llamaran a cualquier hora, en cuanto llegase un cable para él. Por eso Manolo Argüelles lo despertó a las dos.

Se vistió rápido, le dio un beso al niño y otro a su mujer, que alcanzó a abrir un ojo y a medio armar una sonrisa de despedida. Antes de salir se tomó otra taza de café, con azúcar, para quitarse el gusto a rayos del café con sal. Apagó las luces y salió.

A las tres menos cuarto comenzó a descifrar el mensaje y a las cuatro y cinco lo pudo leer completo.

Cuando Alba no tenía nada urgente que hacer, él mismo descifraba sus claves, en vez de enviarlas al Centro de Codificación y Claves de Contrainteligencia. Además, estaba convencido de que él descifraba las claves de su sección con la misma rapidez que cualquiera de los expertos del CCCC, y entendía que si los crucigramas, los acertijos, los problemitas de lógica, constituían un entretenimiento para millones de personas, ¿por qué iba a privarse él del disfrute de aquel inocente ejercicio hermenéutico, que tanto colorido le prestaba a su profesión?

Al cotejar los nombres que aparecían en aquella lista con los que le diera Alejandro de Sanctis, encontró con jubilosa sorpresa, un nombre que aparecía en ambas listas. Era el del virólogo Anthony Vermeer, que, de seguro, era la misma persona que Denis incluyera en su lista como Anton Van Vermeer.

Alejandro de Sanctis lo conocía en persona. Más de una vez coincidieron en eventos internacionales de Virología y sabía que era sudafricano, aunque en la lista de Denis figuraba como holandés. Quizá tuviera ambas nacionalidades. Al fin de cuentas, los boers, colonizadores de Sudáfrica, procedían de Holanda. Sí, seguramente era el mismo gallo.

Alba comenzó inmediatamente un mensaje para Denis:

PIDE A SYLVIA REUNIR MAYOR INFORMACIÓN POSIBLE NÚMERO CATORCE TU LISTA STOP COORDINA CON ELLA Y EL GRUPO PLAN PARA CONOCER DETALLES ACTIVIDADES CATORCE EN HOMESTEAD STOP SALUDOS

WARREN

Cuando Alba terminó de redactarlo se echó hacia atrás, lo releyó y sintió que había vencido por completo la modorra del madrugón. Se sintió otra vez en plena vigilia y con el ánimo bien dispuesto para trabajar. Encendió su primer cigarro del día y pensó, no sin legítima vanidad, que su idea de rastrear la procedencia de las palomas, comenzaba a dar sus primeros frutos. Pero todo aquello, ¿no sería una ilusión?

Su olfato profesional, ya bastante desarrollado en más de diez años, le decía que no era víctima de ningún espejismo. Estaban sobre una pista en firme. Pero para no entusiasmarse demasiado, puso una cara muy seria y comenzó a analizar el plan de trabajo del día detallado en su agenda.

A las siete y treinta llegó la segunda buena noticia del día. Paco, al poner en marcha el «fondeo» del personal de los planes Dos de Diciembre de Guane y Pepito Tey de Ciego de Ávila, cumplió las instrucciones de Alba y se guio por un estricto orden alfabético. Él y sus cuatro ayudantes del DTI lograron fondear hasta la C; pero él, por su parte, como trabajo voluntario, y que el mayor lo disculpara, tuvo la idea de revisar todos los expedientes del plan de Guane, donde él estaba trabajando; y de ellos separó treinta y cuatro nombres de gente que tenía o había tenido cartera dactilar. Luego había hecho que uno de los compañeros de Seguridad de reciente ingreso al plan, cogiera las impresiones digitales de esos treinta y cuatro compañeros. Después pidió un técnico en dactiloscopia para procesar todo aquel material reunido en botellas, vasos, machetes, etcétera, y poder confrontarlos con los archivos dactilares de La Habana. Pues bien, mayor, entre los treinta y cuatro casos del plan figuraba una falsificación. En los archivos de La Habana, a la cartera dactilar número 1236348, expedida en 1960, y que no fue renovada en el 65, correspondían unas impresiones digitales distintas a las del titular. ¿Y el hombre no era chofer? En el plan nunca manejó. Por eso nunca renovó la cartera; pero a su ingreso, ese fue el documento de identificación que presentara. ¿Y a que el mayor no adivinaba cómo se llamaba aquel hombre? Zamora, mayor. Se llamaba Elpidio Zamora, con zeta, mayor.

Alba comprendió que Paco tenía razón al no acoger con entusiasmo la idea del orden alfabético. Si Paco se hubiese limitado a seguir sus instrucciones, habría pasado un mes antes de dar con el tipo. ¡Bien, Paco: muy bien! Aquella partida se la había ganado de calle. ¡Buena esa, Paco! Sí señor. Aunque no hubo apuesta, cuando acabaran aquel caso el mayor lo invitaría a comer.

A Paco, lo que más le gustó fue el gesto de sincera alegría con que el mayor recibió la noticia. Se veía que estaba radiante y lo palmoteaba con afecto. Además, algo bueno debió haberle ocurrido desde temprano porque no era usual encontrarlo de tan excelente humor a esa hora.

Bien. ¿Y cuál era el próximo paso, Paco? Vigilar con cautela a Zamora, en particular cuando comenzaran los cortes de yemas para los injertos.

Por Alejandro de Sanctis Alba supo que las plántulas del vivero de Guane estarían listas para recibir injertos desde los primeros días de julio. ¿Paco volvería a Guane ese mismo día? Claro, mayor. Paco no tenía permiso sino por un día. ¿Permiso para qué, Paco? ¿Cómo? ¿El mayor no sabía que desde hacía tres días, Paco ocupaba una plaza de almacenista en Guane? ¡Lo único que faltaba! ¿Al mayor no le parecía bien? Sí, al mayor le parecía excelente, pero él ya había visto a muchos almacenistas presos. Que Paco tuviera cuidado. Era un puesto difícil, el de almacenista, je, je.

¿Entonces Seguridad había copado el plan? ¿Y qué hicieron con el antiguo director?

Lo designaron para una beca en Francia y desde hacía diez días estaba pasando un curso intensivo de francés en una escuelita de idiomas del INRA.

¿Y quién era el nuevo director?

Un capitán de Seguridad, agrónomo de profesión. Entonces quizá conviniera recomendarle que adelantara lo más que pudiese el trabajo del corte de yemas para los injertos. Tal vez el tal Zamora comenzara a hacer de las suyas.

Eso mismo iba a sugerirle Paco al mayor.

Bien, que Paco lo mantuviera informado de todo, y otra vez felicitaciones por el trabajo con las carteras dactilares. Brillante y Paco más contento que el cará.

Y a propósito, Paco, de Sepúlveda, ¿qué?

Nada, mayor. Precisamente ahí traía él los resultados de las pesquisas y la verdad era que se hallaban en un círculo vicioso.

Lo mejor era entonces destinar toda esa gente a la vigilancia de los viveros, que era lo más apremiante. ¿Paco no lo creía así?

Sí, Paco estaba de acuerdo. Antes de partir para Guane, dejaría instrucciones al respecto en el DTI.

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