Joy

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1975 » Capítulo 79. Julio 14, lunes

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Julio 14, lunes

A Jerry no le quedaban dudas, Mr. Murdock, de que el entrevistador de la viuda de Hunt, era un agente cubano. ¡¿Cómo?! Ya sabía Jerry que aquel bastard de Murdock se iba a alborotar. Betty oye el timbre de la puerta. Pero no era para alarmarse, Mr. Murdock… ¡Cómo no iba a ser para alarmarse! Betty se molesta de que siempre vengan a timbrar cuando una se está bañando. ¿Y desde cuándo Jerry sabía lo del agente? Bueno, Mr. Murdock recordaría que él le manifestó sus sospechas cuando la visita a la casa… Sí, sí, eso ya Murdock lo sabía de memoria. Lo que él quería saber ahora era cuándo Jerry confirmó la cosa. Unos días después, Mr. Murdock; cuando el hombre se les escabulló en pleno Miami como solo podía hacerlo un profesional. Betty debe abrir porque quizá fuese el operario de la telefónica, no hacía ni veinte minutos que reportara el desperfecto desde la casa de su vecina; pero en verdad, a veces se demoraban horas en llegar. Y Murdock encolerizado: ¿Por qué no se lo había informado antes? En primer lugar, Mr. Murdock, porque Jerry pensó que no tardaría en cogerlo. Betty sale de la ducha, se pone su bata amarilla de felpa y abre la puerta. En efecto, es el empleado de la telefónica. ¿Y qué era lo que aquella mujer podía saber, Jerry? Eso se ignora, Mr. Murdock, pero las escuchas jamás revelaron ni la menor alusión de su parte a las investigaciones de Van Vermeer y su esposo. Betty informa al telefónico sobre la anormalidad. Todo hacía pensar que la viuda no sabía nada, y además Jerry ya había ordenado su desaparición. Betty dice hallarse sin tono desde la mañana. El hombre saca algunas herramientas y se pone a destornillar la tapa de un switch. ¡Qué hembra despampanante! ¡Mamá! Por otra parte, Mr. Murdock, pasara lo que pasara, el operativo Joy era ya un éxito. ¡Dios mío, con esa bata amarilla, así, toda mojadita! ¿Pero Jerry se daba cuenta del alboroto internacional que se formaría si se llegaba a descubrir la covert action de la CIA en Cuba? Mientras el operario continúa en su trabajo, Betty regresa al baño. Ya se había llegado al quinto día de dispersión del virus, Mr. Murdock, ¡y sin ningún tropiezo! Además, desaparecida Betty Hunt, y controlados los Vermeer, como estaban, ¿cuál podía ser el peligro? Mr. Murdock sabía muy bien que de todas maneras los cubanos les iban a echar las culpas a ellos, pero, ¿cómo lo probaban? Y el falso telefónico piensa: Aún tengo diez minutos. Charles llegará a las diez y cuarto. Sí, Mr. Murdock, todo iba a ser como siempre fuera. Sí, pero Murdock no se quedaría tranquilo hasta saber qué pudo decirle la viuda al cubano. Ya Murdock estaba casi en plano amistoso. En eso sale Betty a la sala, bellísima, con su trajecito azul. ¡Y tener que secuestrarla! Pero así es la vida, ¡qué carajo! ¿Café? Sí, Jerry tomaría una taza. Y lo que Jerry decía era cierto: igual les iban a echar la culpa a ellos. Betty enciende un cigarro mientras observa cómo el hombre termina su trabajo. Jerry sigue contando a Mr. Murdock que el vehículo de Rent-a-car desapareció en un dos por tres y a la viuda la abordaron al salir de una tienda de ropas en el centro de la ciudad. Terminado su trabajo el operario le pasa el receptor a Betty para que compruebe que ya está normalizado el tono. Ella escucha un instante y sonríe agradecida. Los hombres de Jerry habían intentado seguirlo pero la maniobra los tomó por sorpresa y el agente logró escabullirse con la viuda. Y el viejo estúpido del Matterson College se tragó la píldora y le sirvió en bandeja toda la información al cubano, para pasar por amigo de Hunt. En el momento en que Betty se dispone a firmar el comprobante del servicio, el hombre cierra el puño. También era indudable que se dieron cuenta del fraude en Devil’s Horn, porque anduvieron en averiguaciones por la zona del motel. Con un movimiento felino le golpea la punta del mentón de arriba hacia abajo. Y exactamente el día 3 de julio, la viuda hizo averiguaciones personales en la Oficina de Tránsito de Perrine y en la compañía de seguros. Al enterarse de aquello, Jerry pensó detenerla de inmediato, pero luego prefirió dejarla como cebo por si aparecía el cubano. Es el clásico golpe de knock-out, que no falla nunca, cuando lo aplica un profesional a una víctima cogida por sorpresa. No, Mr. Murdock, las escuchas no revelaron nada en los días subsiguientes. En todas sus conversaciones y llamados telefónicos, no hizo la menor alusión al tal Jack Murphy, y, desde luego, él tampoco volvió a llamarla ni trató de reanudar el contacto. ¿Y en sus relaciones con el hombre nuestro, Jerry? ¿Con Ralph? Pues bien, desde que la viuda se encontrara la segunda vez con el cubano, se mostró muy esquiva con Ralph. Pretextó una indisposición y hasta rehusó que él la visitara. Desde luego, Jerry lo instruyó de no forzar en ningún momento la situación. Sin duda, el agente cubano la previno contra Ralph y quizá le habría advertido lo de las escuchas. Y luego del piñazo, una jeringuilla con pentotal. ¿Y qué iba a hacer Jerry cuando tuviera a la mujer en sus manos? ¡Que por favor no se demorara! En absoluto Mr. Murdock: ese mismo día le prepararon el truco del teléfono descompuesto para poder secuestrarla, y luego le harían creer que estaba en Cuba, prisionera de los castristas. Habría que ver cómo reaccionaba ante amenaza de muerte y un poco de tortura. Vuelve a sonar el timbre en casa de Betty. El gigante Charles, siete pies, trescientas libras, penetra en la sala con una maleta enorme. Got the bird, Sam? ¿A Murdock le parecía bien aquella parte del plan? Okey, Jerry. El gigante mete a Betty Hunt dentro de la maleta y se la lleva como si nada. ¿Y Jerry relacionaba la aparición del agente con los sucesos de Isla de Pinos? No, Mr. Murdock. A Jerry le resultaba más fácil pensar que alguien observara casualmente algún disparo de la camioneta en los campos de Cuba, y hubiese puesto sobre alerta a la Seguridad. Mientras Charles entra en el ascensor con la maleta, el de la telefónica desconecta el sistema de escuchas instalado en la casa de Betty: ya no es necesario. ¿Y el tal Jack Murphy? ¿El verdadero? Sí. Un agente de El Cairo voló expresamente a Kuwait para entrevistarlo. Le tomaron fotos, impresiones digitales y demás, y se comprobó que no había regresado a los Estados Unidos desde su salida en el mes de mayo. Lo que a Murdock le preocupaba, Jerry, era que aquella mujer hubiese podido mencionar el Young Tree Decline. Sin embargo, Mr. Murdock, Jerry creía que aquella mujer no sabía ni pizca de lo que hacía su marido. Era muy extraño que ni las escuchas, ni la correspondencia, ni Ralph, hubieran podido detectar la menor alusión al asunto. En todo caso, Mr. Murdock, la situación era la siguiente: en dos días más, quedarían distribuidos todos los focos previstos para Jagüey Grande, y en otros tres o cuatro se liquidaría el trabajo en Isla de Pinos. Si llegaba a descubrirse algo o a producirse alguna denuncia concreta, ni Mrs. Hunt ni los Vermeer volverían a circular; y todo el personal de Cuba, excepto las dos caseras, sería evacuado el día 22 de ese mes, en el Argos. ¿Qué problema podía afectar a la Agencia, Mr. Murdock?

«Lo que señalaba aquel cabroncito de Jerry no estaba mal. Eso mismo le diría Murdock al general Gregg…».

Por otra parte, Mr. Murdock, Jerry no perdía las esperanzas de atrapar el agente cubano. Se le tomaron fotos muy claras. Sin duda, el hombre era un experto: en el Atlantic dejó un maletín con efectos personales para hacer creer que regresaría, y no volvió a asomar las narices. Tampoco se había dejado ver por la ciudad. Ochenta hombres anduvieron buscándolo por todo Miami, y se lo tragó la tierra. Sin duda, debió moverse disfrazado todo el tiempo. Anyway, aunque la persecución no hubiera arrojado resultados hasta el momento, White esperaba que el cubano cayese en algún airport, pues su foto, la que se le tomara de frente al salir de la casa de la viuda, se distribuyó en todos los puestos fronterizos, federales y estaduales. Y de esa foto se elaboraron todas las variantes posibles, sobre la base de un excelente trabajo del robot. Ya vería Mr. Murdock, cómo todavía lo cogíamos.

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