Joy

Joy


1975 » Capítulo 58. Julio 1ro., martes

Página 62 de 100

58

Julio 1ro., martes

—Espéreme un momentico aquí —dijo Alejandro de Sanctis—: voy hasta mi despacho a consultar el diccionario de Roig.

El mayor Alba lo vio alejarse entre los árboles y comenzó a deambular por la plantación. Observó las hojas acaracoladas y pálidas de aquel experimento montado por Alejandro, para el estudio de la Xiloporosis, en árboles de limón rugoso. Una hora antes había recibido un mensaje de Denis, donde le informaba sobre contenido de un tambuche de basura, sacado del invernadero de Homestead. Era una relación de materiales comunes en todos los laboratorios: botellas con restos de alcohol, probetas, ehrlenmeyers, placas de Petrie, instrumental de química roto o en desuso, restos de papel filtro, restos de comida, pomos de leche, basura de todo tipo. Pero dos cosas llamaron la atención de Sylvia Purcell que inició algunas averiguaciones. Se trataba de un extractor, con un resto de savia y una buena cantidad de hojas algo marchitas, de un árbol cuyo nombre científico era Colophylum antillarum. En cuanto Denis le mostró las hojas, Sylvia se desplazó hasta la Universidad de Georgia y en la Cátedra de Botánica le identificaron las hojas y le mostraron el árbol, que formaba parte de la colección forestal en la Escuela de Agronomía. Con todo su charm en acción, consiguió también que le proporcionaran una muestra de savia. Luego, en Columbia, South Caroline, promovió el análisis de la savia y la comparó con el remanente del extractor. Se trataba de dos muestras de una misma especie de árboles.

A las diez de la noche del 30 de junio, Denis y Sylvia redactaron el mensaje para Warren, que salió por Western Union rumbo a Londres. A mediodía del 1ro. de julio, el mayor Alba recibía el mensaje en su despacho y a las doce y treinta hacía su entrada en la Estación Nacional de Virología de los Cítricos, para consultar la novedad con el ingeniero Alejandro de Sanctis.

En su despacho, Alejandro abrió por la O el Diccionario botánico de nombres vulgares cubanos del doctor Juan Tomás Roig y Mesa, y allí estaba, ¡sí señor! Era el ocuje. Alejandro leyó: «… Tronco recto y la corteza vieja con profundas y anchas hendeduras. Hojas opuestas, elípticas, de siete a quince centímetros de largo, lampiñas, coriáceas, redondeadas o ligeramente marginadas en el ápice, brillantes; las venas laterales muy numerosas y aproximadas; flores polígamas en racimos mucho más cortos que las hojas, de pocas flores; sépalos de dos a cuatro; pétalos cuatro (-dos), imbricados, blancos, olorosos; estambres (-definidos); anteras oblongas, introrsas; ovario uno (-dos) locular, estriado longitudinalmente, más largo que el estilo; óvulos solitarios, erectos; estilo distinto; estigma peltado, lobado; pericarpio drupáceo; embrión ovoide; cotiledones coherentes».

—¡Claro, era el ocuje, mayor! Fui a consultarlo porque no me sentía seguro.

En sus manos Alejandro traía otro libro que el mayor reconoció enseguida, y no pudo reprimir un pequeño gesto de rabia. ¡Era nada menos que Los áfidos de Cuba!

—Fíjese —añadió Alejandro excitado—. He traído el libro de Jaroslav Holman, para que vea una cosa…

Sí, sí: el mayor conocía muy bien aquel libro. ¡Demasiado bien, o quizá demasiado mal, por desgracia!

Alejandro abrió el libro en la página 97, donde se ofrece la descripción de la Toxoptera aurantii y le dio a leer al mayor un párrafo: «… (se presenta) generalmente en árboles y arbustos, rara vez en plantas herbáceas. Muy abundante en algunos tipos de bosques, como los de la región de Cabo Cruz». Luego, el profesor Holman daba la lista de los principales cultivos frecuentados por la Toxoptera aurantii: «… cítricos, anón, café, cacao y especialmente ocuje».

Así como para el pulgón del melocotón la savia preferida era la del melocotón, la savia preferida de la Toxoptera aurantii era la del ocuje. Ya Alejandro había tenido oportunidad de visitar Cabo Cruz, y en efecto, las concentraciones eran altísimas. Incluso cuando se encontraban en grandes colonias, y sufrían alguna perturbación, producían un ruido como de raspa.

¿Qué podía significar aquello, Alejandro?

Aquello podía significar algo calamitoso, mayor. Al parecer, el enemigo estaba criando una raza vigorosa de Toxopterae, nutridas con su savia predilecta, para así lograr mejores posibilidades reproductivas. Pero eso no era lo peor, mayor; porque luego utilizarían esa misma savia para atraer a los pulgones, que la preferirían a la de los cítricos por haberse criado con ella. Y quizá, mayor, proyectaban lanzar en algún momento savia de ocuje contaminada con los virus. Aquello sí sería terrible, mayor, desastroso. Los insectos, aunque fueran ápteros, le caerían encima como buitres a una carroña. Aquí no iban a trabajar con yemas, mayor, como se pensara: ¡iban a trabajar con savia contaminada!

¡Mira pa’ eso! ¿Y cuándo puede ocurrir, Alejandro, cuándo?

En estos días, mayor, muy pronto: al comenzar la brotación fuerte de julio.

Ir a la siguiente página

Report Page