John

John


Capítulo 2

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Sarah alzó los hombros y cambió la pierna, pues la otra también quería recibir su parte de atenciones. John siguió masajeándola, pero con la mirada perdida al frente, realmente no sabía cómo se sabía que uno estaba enamorado, sin embargo la pregunta que más le inquietaba, aunque no se atrevía a verbalizar en voz alta, era la de si realmente quería enamorarse. Ya no lo tenía tan claro. Puede que su plan de futuro, ese que tan estudiado tenía, no fuese tan bueno al fin y al cabo. Al contrario, puede que fuera una mierda de plan.

—Puesssss… —siguió Sarah ajena a esa otra pregunta que John se formulaba sin atreverse a ponerle voz.

—¿Cómo supiste que estabas enamorada de Leah? —se interesó de pronto John volviendo la mirada hacia Sarah.

—Creo que porque me lo dijo ella —exclamó Sarah soltando una carcajada a la que John se unió, Leah podía llegar a ser un poco mandona a veces—. No sé, piensas en ella a todas horas, tienes ansiedad por verla, disfrutas de su compañía, añoras cuando no está, te hace sentir bien, con ganas de ser mejor persona…

—Todo positivo.

—¡Claro! El amor es eso ¿no? Felicidad en estado puro, hasta en los momentos malos, siempre hay algo positivo en ellos. Cuando das con ella, lo sabes, tienes esa sensación de «esta es la mía»

—La mía… —repitió John en un hilo de voz, le gustaba la manera en la que sonaba eso en su cabeza, ese «mía» que nada tenía que ver con el tener una posesión material, sino el de corresponder y ser correspondido, simplemente sentir a alguien tan suyo como él sería de ella—. Creo que nunca me he enamorado… y no me digas eso de que soy joven.

—No lo eres… Pero tampoco tengas prisa, todo llegará.

—Supongo —dijo John no muy esperanzado—. Sarah, creo que es una charla demasiado trascendental para hacerla con el estómago vacío.

—Voy a prepararte unas tortitas, te lo has ganado por el masaje. Pero haz el favor de cambiar esa cara de amargado que arrastras y hablar con tu hermana, antes de que me vuelva loca.

—Te lo prometo.

Cuando salió del apartamento de Leah y Sarah lo hizo con el estómago lleno, y con algo más de esperanzas de las que tenía al llegar. No de que fuera a encontrar al amor de su vida, o por la certeza de que lo que había vivido con Lena ni se acercaba a ese sentimiento, sino que le sentó bien hablar de eso con alguien como Leah o Sarah… Echaba de menos poder hablar con alguien. Envidiaba a su hermana, siempre tan fuerte y decidida, a la par que cabezota y fatalista, no obstante esos eran otros temas. Sarah era una buena tía y estaba contento que se tuvieran la una a la otra, él también quería una relación así pensó, o no, la verdad era que, en ese punto de su vida, no tenía ni idea de qué era lo que quería o necesitaba. Justo en el momento en el que entraba en uno de los edificios de la universidad se cruzó con un par de chicas de segundo año, a las que no pudo evitar mirar.

—Y así es como canalizas toda la sangre en un mismo punto —rio Liam, uno de sus compañeros de clase, que se encontraba en el vestíbulo también—. Se le llama ponerse palote.

—Joder, di que sí, que se note que eres estudiante de medicina, muy técnico todo —se mofó John reuniéndose con ellos.

—Están buenas eh… —siguió su amigo sin prestar atención a su comentario—. La pelirroja es una fiera en la cama, aarrrrgggsss —gesticuló un zarpazo en al aire.

—¿Te la has tirado? —inquirió John enarcando una ceja con perplejidad, le parecía demasiada mujer para él.

—Yo no, ya me gustaría, pero conozco a un tío que conoce a un tío, que salió con ella, y dice que es toda una puta, de las que le gustan que las aten y azoten, ya sabes, esas cosas. ¿Cómo se llamabaaaaaaa…?

—¿50 sombras de Grey? —intervino Leo que hasta entonces se había mantenido al margen de la conversación.

—No idiota, ¡la tía! —se puso Liam a hacer memoria— ¡Sophie! Joder, si hasta el nombre suena a guarrilla francesa…

—Estás muy mal —sentenció John, sin poder evitar volver a mirar a la pelirroja en cuestión, la verdad era que sí era muy guapa, y tenía un buen cuerpo, no demasiado delgada, con las medidas justas, como a él le gustaban.

—Ahora piensas en todas esas guarradas que te gustaría hacerle —Liam le empujó—, ¿verdad?

—En realidad pensaba en cómo puedes seguir aún campando tan libremente por el campus sin que te hayan denunciado por acoso.

—¡Cierto! —se burló Liam—. A eso amigo se le llama tener potra.

—Ponerse palote, tener potra… Sí señor, tus padres estarán orgullosos del dineral que les ha costado tu educación —comentó John, que empezó a caminar en dirección a dónde se habían dirigido las dos chicas.

—¿Qué haces? —preguntó Leo—. ¡La clase está para el otro lado!

—Pues como bien ha dicho Liam, me he puesto «palote» así que voy a ver si tengo «potra» con alguna de las dos, a poder ser con la guarrilla pelirroja.

—¡Qué cabrón! —se rio Liam viendo cómo se alejaba por el pasillo—. ¡Le va a tirar la caña!

—¡A ver si pica! —le gritó Leo antes de dirigirse a su clase—. ¡Suerte!

—¿Para qué? —John los miró desde el otro extremo del pasillo—. No la necesito.

 

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