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junnie

¿Qué es lo que ocurre cuando los sonidos y los halagos son opacados por un grito de desaliento? ¿qué es lo que viene tras ese silencio desarmado? Cuando estás arriba en el escenario y el telón cae por primera vez, ¿cómo es vivir sin esos reflectores apuntando a tu rostro? ¿a qué sabe la libertad de ya no ser juzgado a pesar de vivir en soledad? ¿esto es lo correcto?

Algunas preguntas nacieron para quedarse ahí y solo sembrar duda, ¿pero cómo debía de saberlo yo si tenía cero años de experiencia en lo que era vacilar? Mi camino siempre fue tan recto, trazado por alguien más, ahora que ya no hay una vía que seguir, no tengo mayor elección que cuidar por donde camino para no pisar mal y no desviarme, ¿pero eso cómo se hace?

Cálmate, Jeon. Esto no es la gran cosa, solo es la universidad.

Avanzo a pasos cortos hasta dentro del edificio que supone ser la facultad de artes, no he pasado desapercibido frente a las miradas que se ciernen por encima de mí y la simplicidad que mi atuendo denota, aunque sé que no es precisamente mi ropa lo que trae las miradas enfiladas hacía mí. No es ser egocéntrico, es saber que le atraes superficialmente a las personas y vivir con ello. Estaba tan acostumbrado que se me fue manía mirar mi móvil para eludir el grupo de chicas que venían dispuestas a hablarme.

Paso de largo de esas mujeres cargadas de perfumes extravagantes y ropa demasiado sofisticada para acudir a la universidad, me dirijo al auditorio en donde asisto a mi primera clase, al cruzar la puerta sé que no puedo ignorar esas miradas afiladas, porque todos se amontonan para ir a confrontarme. Ni siquiera han pasado veinte minutos y ya tengo un club de admiradores. Me encojo de hombros, un tanto incómodo por esta escena.

Realmente soy pésimo para centrarme en los detalles de las personas, tales aspectos cono sus rostros, sus expresiones, sus maneras de arreglarse, mis ojos tienden a hacerse ciegos siempre enfrascados en buscar el lado estético de todo y sino lo hay... Lo omito o lo invento, pero no estoy ni mínimamente interesado en innovarme con esta clase de personas; personas de cascaron, suele decir mi hermano menor, esas que las rompes y solo hay una cría que no ha aprendido ni a andar. Yo fui una persona de cascaron.

Hola... ¿Oppa? ¿eres mi oppa? —una muchacha de tono excesivamente empalagoso, se adelanta a hablarme, intentando ser respetuosa pero no es más que irritable. Le sonrío de labios sellados.

— Jungkook está bien —atino a decir, a sabiendas de que no se retiraran sin mi nombre en mente—, si me permiten, iré a tomar asiento. Y soy adelantado, noonas —me mofo de ellas al alargar inconscientemente una sonrisa que les arrebata suspiros, a pesar de que no es mi intención.

Me encamino a los asientos de la primera columna, manía de los preguntones en clase. Dejo mi mochila ser aventada al pupitre con todo el descuido del mundo y pretendo sumergirme en mi asiento hasta que el profesor decida presentarse al salón, pero mis planes son frustrados cuando admiro a una chica tomar la silla a mi lado y permanezco a la expectativa de la peor de las circunstancias. Quedo como un idiota enteramente cuando noto que a penas me ha ojeado por mera curiosidad y no está siendo invasiva para ponerme a subir las barreras de esa manera. Mi ego de chico atractivo se siente molido; mi lado sereno no puede sentirse más que a gusto con el desinterés de esa chica. Aunque eso significa que ha captado toda mi atención repentinamente.

Tiene un rostro delgado, de pómulos altos y unas adorables pecas regadas por ahí, no en masa como las estrellas pero si podrían llegar a ser una constelación, sus labios son como un par de nubes esponjosas, rellenos y rosados naturalmente; sus facciones no puedo considerarlas delicadas como las flores frágiles que he tenido que conocer, su ceño fruncido eterno y sus cejas más pobladas que otras me dicen "hey, hombre, esta mujer tiene pinta de ser todo, menos fácil". Sencillamente puede ser descartada de ser atractiva, pero creo que es el hecho de que muestra fuerza en todo sentido que se me hace bonita, o tal vez es la manera en la que su cabello corto le escuda tímidamente la sonrisa que tiene al leer un mensaje de texto.

¿Tendrá novio? No es que pretenda salir con ella, pero...

— Oye —la azabache me empuja fuera de mis pensamientos, la miro con la idea de que me ha leído la mente y vendrá lo peor—, ¿no te han enseñado que es de mala educación leer mensajes ajenos? —su tono suena burlón, más que irritado. Dejo que la saliva acumulada pase de largo por mi garganta, sintiéndome atacado por su vocecilla que es increíblemente grácil aunque sus palabras calan rígidamente mi bochorno.

— Lo siento —me disculpo, en el momento que trato de bajar la frente para dar una breve disculpa, me frena en seco al estampar su palma contra mi barbilla de manera que mordí mi lengua fuertemente—. ¡Eh! ¡mi lengua! —muestro la mitad de mi lengua, hago viscos intentando ver la punta rojiza de ésta. Escucho su cauta risa mofarse de mí— Te burlas en vez de ayudarme, ¿qué tan cruel puede llegar a ser una persona? —le reprendo y con ello su risa se afina a un tono más alto. Deja de dolerme la lengua un momento y río, contagiado por su pegadiza manera de reír— Eres cruel, mujer.

— Y tú muy tonto, crío —es lo que dice entre su suave risa que ha mermado solo un poco; es ruidosa y creo que eso ventila más diversión al asunto—. No tienes que reverenciarte, detesto las formalidades —sus ojos oscuros vuelven a la pantalla de su móvil para textear algo presurosamente y regresa sus orbes oscuros hacia mí con una expresión amigable, que comienza a malograrse cuando su mirada se pierde por encima de mi hombro y enfoca a alguien más.

— Hae, cariño —otra voz femenina nos arriba a las espaldas. Giro para tropezarme con los ojos prejuiciosos de la que parece ser una chica con mucho ego—, ¿no tienes que asistir a alguna otra clase? —le pregunta con latente disconformidad, su tenor suena exageradamente agudo al hablarle de esa manera, como si le fuera antinatural. "Hae" arruga su nariz.

— Pero me acabas de decir...

— Olvida lo que dije —le refuta. La azabache sigue mirándola desubicada, entonces la mirada de su "amiga" recae en mí durante unos segundos que pretenden que los tome desapercibidos y que mi compañera de asiento le haga dar en el clavo—, vamos, Haerim, tienes que asistir a tu clase de... ¿mecánica?

— Sí, mecánica —habla, llevando a rastras el sarcasmo. Se le tiende una sonrisa irónica y se cuelga de un hombro su mochila a la par que deja el pupitre, más, no se va sin antes decir:—, un gusto conocerte, mocoso.

— Igualmente, Haerim —digo entusiasta, como si saber su nombre fuera un descubrimiento único y sin precedentes, por mi tono chillón, ella vuelca sus ojos y se marcha. Dejando al arrepentimiento hacer un agujero en mis ilusiones de conseguir una compañera de asiento que no sea una obsesiva chica que intentara corromperme. Como mamá dice.

Dejo extraviar mi mirada en la dirección a la que veo andar a aquella pelinegra, quién desvanece tras cruzar la puerta, retengo un suspiro de resignación cuando he de deducir que la otra chica viene a por mí, sus gentiles ojos aterrizan en mí, no puedo negar que es atractiva, pero tampoco niego que no me trae buena espina. Cardo mi cabello hacia atrás y me permito recaer encima del pupitre, aparentando cansancio, lo que basta para callar las palabras que la chica pueda decir y dar paso al silencio.

¿Y qué hay después de eso?

La clase empieza, continúa, mis oídos procesan la información y de mi voz salen disparadas preguntas, todo es una rutina, como si hubiera nacido por y para esto, ¿pero sinceramente era esto por lo que quería vivir? ¿quería vivir para destacar entre multitudes y ser el punto de mira de todos? La atención en la secundaria era arrolladora. No quiero ni imaginar que me depara la vida.

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