Jennie

Jennie


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Sandy se pasó bastantes fines de semana con la pala, quitando nieve para ganarse el dinero de la multa. Después el juez le retiró el carnet, y no le dejaron conducir hasta los dieciséis años y medio.

Lo más grave de todo fue el juicio a Jennie. Resulta que era verdad que el ayuntamiento tenía derecho a sacrificarla. Kibbencook tenía unas leyes muy estrictas sobre animales, y existía la obligación de sacrificar a cualquier perro que mordiese a alguien con efusión de sangre. A la primera, sin segundas oportunidades.

Imagínese cómo estaría Hugo de preocupado, que contrató a un abogado. Claro, no habría renunciado a Jennie por nada del mundo… Llegados a ese extremo nos habríamos ido a vivir a otra parte.

Era un abogado fabuloso, que se llamaba Alterman, Arthur Alterman. Cobraba cien dólares por hora, pero los valía.

Fue un juicio muy gracioso, sin precedentes en la historia de la jurisprudencia. Bueno, más que un juicio de verdad fue una audiencia; en vez de «fiscal» solo había un juez de derecho administrativo al frente, un italiano bajito que se llamaba Fiorello. De todos modos, el resultado podría haber sido horrible. Era un caso capital.

Russo testificó. Su compañero también. Después compareció el de la perrera a hacer su numerito, rojo de cara y sudoroso. Al final Alterman se puso en pie y llamó a Jennie al estrado.

Me fijé en que al fondo de la sala había un periodista joven que se había quedado dormido. Se despertó en cuanto intervino Jennie, y empezó a buscar un lápiz como un desesperado. Luego, mientras tomaba notas, llamó varias veces por teléfono, intentando que viniera un dibujante.

Alterman había contratado a una intérprete profesional de ASL de la escuela para sordos de Somervüle, una mujer con un currículo impresionante, que estuvo genial. Nosotros habíamos preparado muy cuidadosamente a Jennie, haciéndole ensayar su testimonio. Ensayamos sin descanso lo que tenía que decir, día tras día. Seguro que a un ser humano habría sido ilegal prepararle de aquella manera para testificar.

Alterman no hizo que Jennie subiera al estrado solo para declarar. Nos lo explicó: nada más ver a Jennie con su vestidito azul, y su gran lazo rojo, y verla intercambiar signos con la intérprete, al juez le parecería inconcebible que pudiera ser un peligro para la sociedad, y lo último que se le ocurriría sería ordenar que la sacrificasen. ¿Cómo, si era como una personita?

La intérprete llevó a Jennie y a Hugo al estrado. Hugo y Jennie se sentaron juntos, porque alguien tenía que controlar a Jennie si pasaba algo. ¡Solo faltaba que mordiera al juez, o a un abogado!

Alterman estuvo magnífico. Era un actor. Explicó que la testigo no podía jurar sobre la Biblia porque no era cristiana, lo cual hizo reír mucho al público. ¡De haber estado en la sala el reverendo Palliser, seguro que se habría ofendido! El juez, supongo que para que constase en acta, explicó que el testimonio de Jennie no tendría ningún peso a la hora de establecer los hechos, pero que aun así lo autorizaba. Quería ver en acción al chimpancé que hablaba por señas.

Así que pusieron a Jennie en el estrado. ¡No estaba graciosa ni nada, sentada en una silla enorme de roble con los piececitos asomando, mientras lo miraba todo con el máximo interés! Sus ojitos negros brillaban. ¡Qué pena que no estuviera usted! ¡Se la veía tan pequeña e indefensa en aquella sala majestuosa, con las banderas, el roble en las paredes y el juez con su toga! A ver si me acuerdo de cómo fue. ¿Quiere que le enseñe otra vez los signos? La verdad es que me sorprende lo bien que me acuerdo. Supongo que es como ir en bicicleta.

[Nota del editor: En este momento de la entrevista, la señora Archibald se levantó y acompañó la descripción de las preguntas con una demostración de los signos.]

El señor Alterman solo hablaba con la intérprete. Le pidió que preguntara a Jennie (o «la testigo», como decía él) qué había pasado el día tal de febrero de 1973 a mediodía. La intérprete le dijo a Jennie: ¿Qué pasar? Traducía las respuestas inmediatamente.

Claro, lo que hizo Jennie fue pedir enseguida una manzana, o alguna otra cosa. ¡Manzana! ¡Dar manzana! Se saltó el guión desde el principio. A mí se me cayó el alma a los pies, pero la intérprete tenía la obligación de traducirlo todo.

El juez dio un golpe con el mazo, se puso muy serio y dijo.

—No se puede comer durante el juicio.

Todo el mundo se rio. Me llevé un alivio… Desde aquel momento estuve segura de que ganaríamos. El juez ya se lo estaba pasando en grande. Lo malo es que después dijo.

—Pídale a la testigo que conteste a la pregunta.

La intérprete dijo por señas.

Jennie, manzana no. Después. ¿Qué pasar? Y Jennie contestó: Daño.

¿Quién?, quiso saber la intérprete. ¿Daño quién?

Hombre, fue el signo que hizo Jennie.

¿Hombre dónde?, preguntó la intérprete.

Jennie repetía: ¡Hombre, hombre!

La intérprete le pidió varias veces que señalara al hombre en cuestión, hasta que Jennie señaló directamente a Russo, el policía.

En ese momento el señor Alterman tronó.

—¡Que conste en acta que la testigo ha identificado al agente William H. Russo!

Fue tan emocionante… Aunque, por mucho que me duela, debo reconocer que llevábamos varios días ensayándolo con Jennie, con una foto ampliada de Russo que había encontrado no sé dónde el señor Alterman. Cada pregunta estaba ensayada diez o doce veces.

Bueno, pues cuando Jennie señaló a Russo, se oyó un gran «¡Aaaaah!» en la sala, y vi que el periodista escribía como si le fuera la vida en ello. Supongo que fue la exclusiva de su carrera. Probablemente se hubiera pasado meses haciendo la «guardia» del juzgado de Kibbencook sin ver nada más interesante que algún conductor borracho. Es curioso, pero ahora me pregunto si el señor Alterman no tendría algo que ver con que estuviera el periodista en la sala. No se me había ocurrido. El caso es que el juicio hizo famoso al señor Alterman. Salió hasta en la revista Time.

Vamos a ver… El señor Alterman pidió a la intérprete que preguntase a Jennie a quién había hecho daño el hombre, y por qué. La intérprete preguntó: ¿Hombre daño a quién?, y Jennie contestó: Sandy.

Se oyó otro murmullo en la sala. El juez dio varios golpes con el mazo. Fue muy emocionante, igual que en aquella serie de la tele, Ironside; sabe, ¿no?, la de Perry Mason. Jennie se levantó y empezó a saltar y dar gritos de emoción. Hugo tuvo que sentarla rápidamente. Supongo que desde el punto de vista jurídico era todo muy irregular, pero tenía mucha gracia. Quien más se divertía era el juez. Es que en el fondo no era un juicio de verdad, y no tenía que preocuparse de todas las sutilezas jurídicas.

La intéprete volvió a preguntar: ¿Hombre hacer daño a Sandy?

Jennie, la testigo perfecta, repitió: Hombre hacer daño a Sandy. Entonces Russo se levantó de golpe y se enfadó con el juez. Estaba indignado. Dijo que era ridículo. ¿A quién creería el juez, a un mono o a él? ¿A quién estaban juzgando? ¿Qué mamarrachada de juicio era ese, con todo el mundo haciendo el oso? Le puedo asegurar que quedó como lo que era, un tonto.

Para entonces el juez ya estaba totalmente de nuestro lado. Se apoyó sonriendo en el respaldo y dijo.

—Perdone que le corrija, pero aquí lo que se hace no es el oso, sino el chimpancé.

Se rio todo el mundo. Después la intérprete preguntó: ¿Cómo hombre hacer daño a Sandy? ¿Qué hacer hombre?

Entonces Jennie volvió a saltarse el guión e hizo el signo de morder. Hombre morder. Claro que Jennie siempre se saltaba todos los guiones… Si había una manera de alborotar, seguro que ella la encontraba.

Russo se levantó otra vez. Pobre, no sabía estarse callado…

—¡Señoría! —bramó—. ¡Yo no he mordido a nadie! ¡Es mentira!

Fue el no va más. ¡Madre mía! Todo el público se retorcía de risa. El juez intentaba aguantarse, pero no podía. Al final dio un golpe con el mazo, se puso muy serio y preguntó al señor Alterman cuál era la relevancia del testimonio.

—¿No pensará alegar que el agente Russo mordió al mono? —dijo.

¡Se le escapó la risa antes de haber acabado la pregunta! Le juro que no me he reído tanto en toda mi vida. Los únicos con cara de mal humor eran Russo y aquel hombre horroroso de la perrera. Fiorello se reía a la vez que daba golpes con el mazo, aunque al final se enfadó y amenazó con expulsar a todo el mundo de la sala.

El señor Alterman explicó que solo pretendía establecer el «estado de ánimo» de Jennie en el momento de morder al policía. El juez le dejó seguir.

Jennie hizo signos de ¡Manzana, dar manzana! Como la recompensa que le habíamos dado durante los ensayos eran manzanas, esperaba más manzanas como premio. ¡Desde su punto de vista, estaba contestando bien a las preguntas, pero nadie le daba manzanas! La intérprete le dijo por señas: No, manzana después. Jennie mala. Ahora no comer. ¿Hombre qué hacer a Sandy?

Jennie hizo el signo de Daño.

Entonces intervino el juez para decir que el señor Alterman solo tenía un minuto más para obtener información de la testigo. El señor Alterman le dijo a la intérprete.

—Por favor, ¿puede preguntar a la testigo por qué mordió al agente?

¿Por qué Jennie morder hombre?, dijo la intérprete por señas.

Jennie contestó: Hombre hacer daño a Sandy.

Entonces el señor Alterman, todo sonrisas, dijo:

—Gracias, señoría, no hay más preguntas. ¡Y gracias, Jennie!

Todo el mundo aplaudió, mientras el juez le daba al mazo.

En sus conclusiones, el señor Alterman dijo algo así como que… a ver si me acuerdo… Dijo que era evidente que Jennie creía que el policía estaba haciendo daño a Sandy, aunque no fuera verdad. Jennie interpretó equivocadamente que un desconocido estaba haciendo daño o atacando a su mejor amigo y hermano (es decir, Sandy), y reaccionó protegiendo a su amigo y hermano. Fue un error, pero un error noble. Protegía a un ser querido. ¿Y el juez estaba dispuesto a sacrificar a un chimpancé tan bueno, fiel y valiente por haberse equivocado? Pues claro que no. Siguió un buen rato en esa línea. En realidad la audiencia era para establecer si Jennie era peligrosa y había que sacrificarla. Era culpable de morder al agente Russo, pero no de ser peligrosa.

A partir de ahí… ¡Madre mía! El artículo del periodista despertó el interés general. El Globe, el Herald Traveler, el Kibbencook Townsman… Todos publicaron la noticia en primera plana. Después la difundieron las cadenas de televisión, y llegó a aparecer en la prensa de todo el país: Los Angeles Times, el Chicago Tribune, la revista People, el New York Times… En todas partes. De hecho el New York Times sacó un artículo muy bueno sobre Jennie. Fue lo único inteligente que escribieron sobre ella en todos esos años. ¿Cómo se llamaba el periodista? Un hombre muy amable… Sullivan, Walter Sullivan. En fin, que empezaron a llamar otra vez de todos los magacines de la tele. Hubo periódicos de esos llenos de fotos que nos ofrecieron cantidades increíbles, pero siempre dijimos que no. Nos había afectado bastante el incidente, y no queríamos arriesgarnos a nuevas apariciones públicas de Jennie. Le faltaba poco para la pubertad, y se estaba poniendo rebelde y difícil. Además de fuerte. Podía arrancar un pomo metálico macizo de una puerta. De hecho se estaba convirtiendo en un problema grave. No era cosa de risa.

[Transcripción de los archivos de datos de la doctora

Pamela Prentiss, conservada en el archivo del Centro de

Investigación sobre Primates de la Universidad de Tufts.]

Lugar: al pie del manzano silvestre, 20 de julio de 1973,13.00 horas. Jennie acaba de comer y está colgada de una de las ramas más bajas. Baja al suelo y se sienta delante de Pam. [Nota del editor: Fue la última sesión de la doctora Prentiss con Jennie.]

Jennie: Perseguir cosquillas. Perseguir cosquillas Jennie.

Pam: No, Pam cansada.

Jennie: Perseguir cosquillas.

Pam: Jennie sentarse. Ahora Jennie hablar con Pam.

Jennie: No. [Se levanta y da una patada en el suelo.]

Pam: Por favor, Jennie, ser buena. Pam hablar con Jennie. Importante. Esto es importante.

Jennie: [Sigue de pie.]

Pam: Pam irse. Pam irse mucho tiempo.

Jennie: [Se sienta.]

Pam: Pam irse mucho tiempo. ¿Jennie entender?

Jennie: [No reacciona.]

Pam: ¿Jennie entender? Pam irse mucho tiempo. Jennie no ver Pam mucho tiempo.

Jennie: Malo.

Pam: Pam irse mucho tiempo. ¿Jennie entender?

Jennie: Pam mala.

Pam: Pam querer a Jennie.

Jennie: Mala, mala.

Pam: Pam querer a Jennie. ¿Jennie querer a Pam?

Jennie: Mala.

Pam: ¿Jennie entender? ¿Sí o no? Pam irse mucho tiempo.

Jennie: Jennie mala.

Pam: Jennie buena. Jennie muy buena. Pam querer a Jennie.

Jennie: Mala.

Pam: Jennie buena.

Jennie: Mala.

Pam: Pam querer a Jennie. ¿Jennie abrazar a Pam?

Jennie: [No se mueve.] Mala.

Pam: ¿Jennie abrazar a Pam, por favor?

Jennie: [No se mueve. Se le eriza gradualmente el pelo.]

Pam: Por favor, Jennie abrazar a Pam.

Jennie: Jennie mala. Perdón perdón.

Pam: No, Jennie buena. Jennie buena.

Jennie: Mala, enfadada.

Pam: Por favor, Jennie abrazar a Pam. Pam daño.

Jennie: Mala mala mala mala.

Pam: [Se levanta y coge de la mano a Jennie, que se suelta y le da la espalda. Pam se sienta y empieza a cepillarle la espalda. El pelo de Jennie se alisa lentamente. Al final Jennie se pone panza arriba para que le rasquen la barriga.]

[Nota del editor: La transcripción termina con la siguiente conversación, que se produjo junto al jeep de la doctora Prentiss:]

Pam: ¿Jennie abrazar a Pam?

Jennie: [Abre los brazos. Pam la estrecha entre los suyos. Jennie tarda mucho en soltarla.]

Pam: Pam querer a Jennie.

Jennie: ¿Ir?

Pam: Pam irse.

Jennie: Malo malo Pam muerta.

Pam: Pam no muerta. Pam irse. Pam saber. Malo malo. Pam irse muy malo. Pam querer a Jennie.

Jennie: Pam Pam Pam perdón perdón Pam. Jennie mala. Mala mala mala mala mala muerta muerta muerta.

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