Jared

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Capítulo 12

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Capítulo 12

―¡¿Qué J te ha dicho qué?! ―gritó Charli.

Le chisté para que no gritase, era una escandalosa.

Me encontraba en el baño, vistiéndome para irnos a tomar algo, cuando ella entró. No pude evitar contarle lo que J me había dicho y las consecuencias han sido gritos hasta ahora. Aun que, sabía que pronto vendría el interrogatorio.

―¿Vas a dejar de gritar? ―pregunté, poniéndome la camiseta.

Ella asintió, sentándose en el retrete. Puso sus codos en las rodillas y apoyó la cabeza en sus manos. Una tierna sonrisa de niña buena salió de sus labios.

¡Cómo si fuese a creerme esa sonrisa!

―¿Vas a contarme ya qué coño pasa entre vosotros dos? ―preguntó Charli, sonriente.

Suspiré.

―Ese es el problema, ni yo misma sé qué pasa con él. Todo es muy caótico.

―Pero ― pensó ―¿a ti te pone o no?

Rodé los ojos con cansancio. Ella todo lo asimilaba a ese tema. Me di la vuelta y la miré reprobatoriamente.

―Cuando lo vi en calzoncillos me dieron unas ganas de saltarle encima… ―me mordí el labio.

Vale, quizá Charli tuviese algo de razón en referencia al tema sexo.

―¿Lo viste en calzoncillos? ―preguntó, exaltada ―. ¿Y por qué no te lo tiraste? ¿De verdad que no vas para monja de clausura?

Bufé, me miré en el espejo para peinarme. A través del reflejo podía verla perfectamente. Me estaba inquiriendo con la mirada gatuna que poseía.

―Sabes que yo pienso de otra forma ―le dije, pasando el cepillo por el enredado cabello.

―Eso ya lo sé ― afirmó ―, pero deberías darle un meneo a ese cuerpo que tienes.

―¿Y qué hago cuando vean a ello? ―pregunté ―. Cada vez que lo veo…

―Fueron malos momentos, pero eso ya es pasado. ―Charli se levantó del retrete y me abrazó ―. Nena, tienes a un hombre al que le gustas. ¿Por qué no lanzarte a la piscina?

Me quedé pensando.

La posibilidad de tener algo con J, aunque fuese sexual, era tentadora. Pero me daba pánico desnudarme frente a él. Era lo que más temía.

―Me lo pensaré ―dije, sonriendo.

La vi andar hacia la puerta y abrirla. Sin embrago, cuando se disponía a salir, se giró. Mis manos apretaban fuertemente la pila mientras que mis ojos escudriñaban el mármol.

―¿Sabes qué todo lo que dijo Harper es mentira, verdad? ―Me mordí la mejilla interiormente ―. Eres preciosa, empieza a verte tú tal como los demás te vemos y no como ese hijo de puta hizo que te mirases.

Escuché el portazo tras de mí. Me miré en el espejo.

Charli tenía razón.

Tenía que comenzar a verme como realmente era y no como ese malnacido hizo que me mirase.

Sin embargo, las duras palabras de Harper volvieron a mi mente, reproduciéndose como una película en blanco y negro.

« Eres horrible, Meghan, una niña que no llegará ni a puta si va así por la vida. En cuanto den el visto bueno te operarás para que esa cosa horrible no se vea »

Me mordí fuertemente el labio, intentando no llorar. Me negué a derramar lágrimas por aquel imbécil, suspiré y sonreí ante el espejo.

 

 

 

Íbamos de camino a la cafetería que tanto les gustaba a los chicos, a pocos metros del gimnasio dónde entrenaba J.

Charlize y yo estábamos en los asientos traseros del coche mientras que ambos chicos estaban en la parte de delante. Simone se había empeñado en conducir y, al final, J había accedido.

Sin embargo, antes de llegar a la cafetería, que debía estar a unos treinta y cinco minutos de casa, un móvil resonó en el coche. Nos quedamos en silencio.

―“¿Pasa algo, Janira?” ―escuché que decía J a través del móvil. De repente, se alteró ―“¡¿Cómo qué estás sola?! ¡¿Y el estúpido de Jaden?!”

No se quedó por mucho tiempo hablando, colgó notablemente enfadado.

―Ves al parque que está al lado de mi casa ― demandó, con cara de pocos amigos.

Charli y yo nos miramos sin saber que ocurría realmente. Debía ser importante ya que Janira era su hermana y se le notaba muy enfadado.

―¿Ha pasado algo? ― me decidí a preguntar.

―El gilipollas de mi hermano pequeño ha dejado a Janira en el parque, sola ―bramó, apretando la mandíbula.

Decidí callarme y no preguntar más. Simone, aceleró y llegó al parque en un santiamén. Seguramente, les llegaría una multa por exceso de velocidad, pero ¿qué más daba? J estaba cabreadísimo y preocupado. Se le notaba en cada poro de su achocolatada piel. La mandíbula la tenía tensa y los puños cerrados y apretados contra sus palmas.

―Te ayudaré a buscarla por el parque ―dije una vez que Simone paró el coche.

―No hace falta que lo hagas, Meghan ―dijo ―. Es mi responsabilidad.

―Me importa una mierda que sea tú responsabilidad ―bramé ―. ¿Qué edad tiene? ―pregunté, bajándome del coche.

Lo escuché cerrar la puerta de un portazo.

―Tiene cinco años.

Lo miré, preocupada. ¿Una niña de cinco años sola en un parque en South Bronx? Debíamos encontrarla.

―Simone ―me acerqué a su ventanilla ―, da una vuelta por el parque a ver si la ves. J y yo la buscaremos por aquí.

Asintió, arrancando el coche.

J y yo nos pusimos a buscar por todo el parque, preguntando a la gente que veíamos por ahí y gritando su nombre. Era una desesperación.

Sin embargo, cuando estábamos a punto de llamar a la policía, a lo lejos vi una niña sentada sola en un banco bastante alejado.

―¡J! ―grité, señalando el banco ―. ¡Mira ahí!

Cuando vio donde le señalada, suspiró y fue corriendo hacia aquel banco solitario. No quería entrometerme, era un momento de hermanos. Sin embargo, cuando cogió a la pequeña en brazos, me hizo un ademán para que lo siguiese. Me extrañé, pero corrí a su lado y la imagen ante mis ojos hizo que mi corazón se ablandase aún más de lo que acostumbraba.

Una niña de hermosos rizos negros y piel achocolatada reía en brazos de J. y, cuando me miró, creí morir de ternura. Sus ojos eran marrones, vivos y grandes.

―¿Quién es ella? ―preguntó con una voz infantil, sin llegar a ser chillona.

El musculoso boxeador se giró, con una sonrisa ladeada habló.

―Ella es Meghan, una amiga ―dijo, sonriéndome ―. Me ha ayudado a buscarte.

Me acerqué hasta estar a cierta distancia de ambos, la niña se escondió entre los brazos de J, ocultándose de mí. Reí por lo bajo.

¡Era un encanto!

―Hola, yo soy Meghan ―le sonreí con dulzura.

Ella, de una forma vergonzosa, se asomó por los brazos del moreno. Tenuemente, mirando al suelo, me contestó.

―Yo soy Janira ―contestó ―. ¿Eres la novia de Jarry?

Su pregunta me llegó de sorpresa, dejándome completamente estupefacta. Aún así, esa mirada inocente, pero pícara y curiosa a la vez, me derritió. Supuse que Jarry era la forma cariñosa de llamar a su hermano mayor.

Negué con la cabeza mientras reía de una forma ligera.

―No, corazón ―le contesté ―. J y yo sólo somos amigos.

Miré de refilón al susodicho, se encontraba concentrado en las palabras de la niña.

―Entonces, ¿no te da besitos aquí? ―preguntó ella, tocándose los labios.

Abrí los ojos con sorpresa.

¿Lo decía la verdad?

―Eh... pues no, no nos damos besitos ahí ―respondí, rascando mi nuca.

Janira hizo una mueca con sus labios de disgusto.

―¡Joooo! ―exclamó, está vez miró a J―. Pues yo quiero que te des besitos aquí ―volvió a señalar sus labios ―con ella ―ahora me señaló a mí ―. Quien no me gusta es la mema de la vecina, a ella no quiero que le des besitos. Ella me dice mocosa, no corazón...

¿Quién narices era la vecina?

Mi cara, seguramente, cambió por completo. Una de mis cejas se alzó, visualicé al moreno directamente a los ojos.

¿Quién coño era la mema de la vecina y por qué le daba besitos?

Aquella información me hacía replantearme quien era en verdad J. ¿De verdad querías ser sólo mi amigo, quizá algo más?

―¡Janira, eso es algo de adultos! ―exclamó este, la niña lo miró haciendo un puchero.

―¡Pero es verdad Jarry! ―contraatacó ―. La vecina no me gusta, ella ―me señaló ―parece simpática y es muy guapa.

―Vamos a casa ―dijo, bufando ―. No quiero que te metas en mis asuntos de adulto ―replicó.

―Pero no me has respondido ―inquirió la niña ―. ¿A qué Meghan es guapa? ―le preguntó con inocencia ―. Parece una muñequita de esas de la tele.

J parecía bastante ofuscado por el interrogatorio de Janira, no pude evitar reír ante la situación.

« ¡Sufre, pendejo! Eso es por lo de la vecina » pensó ese lado malvado en mi interior.

―Meghan es muy guapa, sí ―admitió.

Entonces, riendo por la cara que tenía él, un amargo sonido metálico hizo que los pelos se me pusieran de punta. El miedo comenzó a recorrer mi cuerpo y pude identificar la preocupación en los negros ojos de J.

Un disparo.

―¡Corre, Meghan!

 

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