Ira

Ira


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La tarde, por las negras nubes que ocultaban el firmamento, avanzada de un temporal, parecía oscurecer más las figuras de los tres hombres, que una vez terminada su labor de reclutamiento en Carolina del Sur, donde dejaron instaladas numerosas oficinas de enganche de voluntarios para la guerra de Secesión, cabalgaban hacia el Este, rumbo a Charleston, a unirse a las fuerzas que combatirían contra los soldados del Norte, contra Abraham Lincoln, el hombre que juró unir la patria dividida.

Las estribaciones de los montes Apataches ofrecían un bello aspecto en el sombrío crepúsculo. Atrás, en las afueras del pueblo, Ray Spiffer, Rebeca y David agitaban sus pañuelos en señal de despedida a Richard O’Mara, Wallace Guilfoyle y Dimas Burke, quienes experimentaban en sus corazones el gozo del deber cumplido, la alegría de consagrar sus vidas a la defensa de las causas justas, en lucha contra el deshonor y el crimen.

¿Qué nuevas aventuras iba a deparar el destino a los tres militares, cuyo apodo de tres centellas estaba adquiriendo dimensiones epopéyicas...?

 

F I N

 

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