Iona

Iona


CAPÍTULO X

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CAPÍTULO X

Me quedé un rato más leyendo el noticiario y sin darme cuenta empezaba ya a atardecer.

Salí deprisa hacia la mansión familiar. El cielo se había encapotado y comenzó a llover. Los transeúntes se dispersaron corriendo. Abrí mi sombrilla y con paso rápido escuchaba mis propios pasos.

Me agarraron del brazo. Pensé que era Edmund y al mirar sonriente a mi acompañante, casi me desmayo.

-Mi querida Iona, tengo un carruaje esperándonos para que no se moje su adorable persona.

-No gracias, es usted muy amable. Enseguida estoy ya en mi casa.

-Insisto por favor, no se arrepentirá, se lo prometo.

No me dejó ninguna opción, me cogió fuertemente de la cintura y me introdujo en el carruaje.

Intenté zafarme de él y me puso un pañuelo en el rostro con alguna sustancia para dormirme. La oscuridad me invadió y me desmayé.

-Iona, abra los ojos.

Parpadeé somnolienta.-¿Dónde me encuentro?

Todo volvió a mi mente. El embajador francés me había raptado. Intenté moverme, pero estaba atada de pies y manos encima de una cama.

-¡Está loco, suélteme ahora mismo! ¿Qué se ha creído que está haciendo? ¡Le ahorcarán por sus fechorías!

Se rió estrepitosamente.

-Mi querida señorita, ya es demasiado tarde para preocuparme por mis actos. Por su culpa he cometido atrocidades. Si no me hubiera rechazado tan abiertamente en el baile y en el paseo a caballo, ahora dos jóvenes inocentes estarían con vida.

-¡Es un demente! ¡Suélteme inmediatamente! ¡Qué culpa tengo yo de sus trastornadas ideas!

-Toda. Me obsesioné con su persona día y noche. Nada más verla supe que tendría que hacerla mía. No esperaba su frialdad y mucho menos que ya estuviera comprometida con aquel bastardo caballero.

Cuando me dejó plantado en el salón de baile, juré vengarme. Nadie se ríe de mí.

-¡Si ni siquiera sabía quién era! ¡Bailé por educación! ¡Mi corazón ya pertenecía a Edmund, un respetable caballero que muy pronto será mi marido!

Me dio una bofetada.-No vuelva a hablar, si no quiere seguir el mismo camino que esas incautas muchachas.

Las maté pensando que eran usted. Ahora tengo a la verdadera y no logrará escapar. Nunca encontrarán esta Villa en medio del bosque. Y estamos solos, los dos. (Sonrió perversamente).

No te muevas, volveré con algo de comida y bebida y luego te haré saber quién manda aquí.

Estaba aterrorizada, era imposible desatarme. Las gruesas cuerdas me hacían sangrar en las muñecas y los tobillos. Me tenía atada a los hierros de la cama.

Tendría que seguirle la corriente al demente del embajador y en algún momento de descuido, atacarle y poder huir como fuera.

Prefería morir a que me sometiera a sus caprichos.

Regresó con una bandeja y la depositó en una mesita, contenía un plato de queso, pan, una manzana y una jarra de vino. Ningún cuchillo para cortar. Sería más complicado golpearle sin un arma.

-Te incorporaré un momento para que te alimentes.

Desató mis manos y mis pies.

-Vaya, te has hecho unos cortes al forcejear con las cuerdas. Hum, eres tonta, jamás podrás escapar. Te harás daño en el intento y a mí me provocarás para sacar al demonio que habita en mí.

-Sí, excelencia, tiene razón. No he pensado con claridad. Y ahora que le veo más de cerca, es un hombre muy apuesto. Podemos llegar a ser…Ya sabe, buenos amigos.

Sonrió lascivamente.-Buena chica, ya vas comprendiendo el juego. Serás una excelente alumna y aprenderás muy rápido los gustos tan particulares que tengo con las mujeres.

No deseo estropear tu belleza, dependerá de ti, el trato que te dispense.

-Eres un hombre amable y justo. No te defraudaré.

Mis pensamientos giraban alocadamente para persuadirle y que confiara en mí, para luego escaparme.

Le acaricié su rostro con mis gélidos dedos.

-Así me gusta que seas complaciente conmigo.

Ven, siéntate en la silla y cena. No quiero que te debilites con lo que te espera.

Sonriéndole acepté su mano y me acompañó hasta el rincón de la habitación donde había dejado la bandeja.

Me sentó encima de sus piernas.

Comencé a comer saboreando la manzana y bebiendo de manera poco educada. Dejé que el vino me resbalará por los labios. Él estaba hipnotizado mirándome como me relamía con la lengua la bebida.

Fue el momento para asestarle con todas mis fuerzas con la jarra en su cabeza. Gritó de dolor y comenzó a chorrearle sangre por el daño que le había causado.

Salté de su abrazo y corrí hacia la puerta; no quise mirar atrás.

Los escalones los bajaba de dos en dos, llegué hasta el vestíbulo de la inmensa casona y abrí la gran puerta de la entrada.

Tenía razón y estaba en mitad del bosque. No veía casi nada y me adentré en su espesura.

En mi vida había corrido tanto para salvar la vida. Mi corazón estaba a punto de estallar por el ritmo de la escapada y el terror.

Escuchaba unos sonidos jadeantes en mi persecución.

Paré un instante a punto de derrumbarme. Observé a mi alrededor y entre unos matojos, me escondí casi sin resuello ni respiración. No movía ni un solo músculo de mi cuerpo. Me retumbaba los latidos de mi corazón.

Más aterrorizada no podía estar. Los pasos se aproximaban. Me tapé la cara con las manos esperando el golpe final.

-¡Ya te tengo, no volverás a escapar! ¡Morirás como las otras, flotando en el río y estrangulada!

Pero antes te voy a …

Le di un puñetazo en el estómago y se quedó sin aire. Me zafé de él y corrí hasta casi el desmayo.

Le oía gritar detrás de mí: -¡Zorra, te mataré!

Regresaba hacia la casona para entrar antes que él. Justo cuando iba a alcanzar la puerta de la entrada, se lanzó con todo su peso y me tiró al suelo poniéndose encima de mí.

Forcejeaba e intentaba arañarle, pero no podía respirar por la presión de su cuerpo. Empezaba a ver punto negros y con sus manos intentaba estrangularme. Ya no me quedaban fuerzas para seguir luchando, iba a morir sin que nadie pudiera evitarlo. Mi último pensamiento fue para mi amado.

Como en trance, escuché unos cascos de caballo y un alboroto de gritos y disparos. Me desvanecí y todo se volvió negro.

-¡Noooo!

¡Mi amada, vuelve a la vida! ¡Te amo! ¡No puedes abandonarme! ¡Te lo prohíbo!

Unos sollozos muy dolorosos me hicieron reaccionar. Abrí los ojos y sonreí. Mi amado lloraba desconsoladamente, acunándome en su regazo. Estiré mi mano y le acaricié con amor. No podía hablar, la garganta me dolía mucho, pero no quería que sufriera más.

Me miró asombrado y me abrazó fuertemente.-Amada, creí morir de pena; iba a matarme si no volvías de entre los muertos.

Me besó por toda la cara desesperado, llorando y al mismo tiempo riendo.-Mi amor, nadie volverá a hacerte daño, he matado a ese monstruo criminal y lo volvería a hacer sin arrepentirme. He estado a punto de perderte, no podría haberlo soportado. Mi vida está unida a la tuya.

Nos sonreímos y me cogió en brazos. Montamos en su caballo y regresamos a mi hogar.

Todos me recibieron muy emocionados. Llamaron al médico y me mimaron en exceso. Mi madre y mi futura suegra, lloraban desconsoladas por la tragedia que casi había sucedido.

Mi padre y el padre de Edmund estaban furiosos y con ganas también de volver a rematar al criminal del embajador francés.

Gracias al comentario que había hecho a mi madre sobre mi encuentro con el asesino, supieron donde buscarme.

Nuestros padres y mi prometido se separaron entre todas las propiedades del embajador y Edmund llegó justo a tiempo a su Villa para salvarme la vida.

 

 

 

 

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