Iona
CAPÍTULO II
Página 4 de 13
CAPÍTULO II
Recorrí las calles londinenses con prisas y llegué a la puerta de mi casa roja de calor y de rabia. Nadie osaría quitarme a mi más preciado amigo, ni ahora ni nunca.
-¡Mamá, ya estoy en casa! Voy a darme un baño y a descansar. Avísame para arreglarme con tiempo para la celebración.
-Ya está aquí mi nenita. No deberías haber salido con este insoportable calor. Comprendo que te guste ir todos los días a la biblioteca, a leer poesías y cosas así, pero hay tardes que es mejor permanecer en casa y reposar. Vienes colorada y fatigada. Te acompañaré y te ayudaré a preparar tu baño; hoy Luisy tiene el día libre y ha salido con su novio.
-Sí, ya me lo imagino. La pobre está muy enamorada y creo que pronto nos dejará para casarse. No sabe lo que hace.
-Cariño, es lo normal en las muchachas jóvenes; tú eres un caso especial, pero algún día llegará el hombre de tu vida y te casarás porque tu corazón así lo decidirá.
-Sí, supongo que así será; pero de momento tengo otros proyectos en mente y soy joven todavía para esperar unos añitos más.
No pensaba decirla que me encantaría quedarme solterona, y disfrutar de la vida sin ataduras.
-Por supuesto, querida hija. No hay prisa y cuando menos te lo esperes sucederá.
Subimos las dos por las escaleras agarradas del brazo y sonriéndonos. Tenía mucha suerte con los padres tan maravillosos que me cuidaban y amaban. Yo los quería también muchísimo y no los cambiaría por nadie más.
-Mamá, sabes que te quiero con todo mi corazón y a papá también, y a veces siento no ser todo lo perfecta que debería ser.
-Cariño, eres la mejor hija que unos padres pueden tener. Y aunque creas que puedes ser algo más independiente de lo normal, lo sabemos todo sobre ti y te lo consentimos porque confiamos en tu buen juicio e inteligencia. No tenemos secretos entre tu padre y yo. Y cada uno te da lo que tú realmente necesitas y deseas. E intentas complacernos a los dos, y nosotros a ti. Serás una joven única y muy especial. Y estamos convencidos que con la ayuda de tu buen amigo Edmund, él te completará.
-¡Mamá, conoces hasta mis más íntimos pensamientos!
La abracé en mi dormitorio con lágrimas en los ojos.-Siento tanto ser tan tonta y pensar que soy demasiado sofisticada para vuestros gustos. No os merezco a ninguno. Creí ser tan adulta y no necesitar a nadie. O incluso imaginé que no me comprenderíais mis afinidades de investigadora y escritora.
-Mi adorable hijita. Tampoco nosotros hemos sido justos contigo y te hemos seguido el juego. No pensarás que no sabríamos a donde ibas todas las tardes y con quién estabas y tus aficiones encerrada en tus aposentos.
Hemos leído con mucho orgullo tus magníficos escritos. Únicamente estábamos esperando a que tú te decidieras a confiar en nosotros.
Nos besamos y lloramos de emoción.
-¿Qué les ocurre a mis preciosas mujeres que están llorando?
-¡Papá, por qué no me dijiste antes que sabíais de mis intereses!
-Vaya, mi nenita. Mamá te lo ha comentado. La verdad es que esperábamos que estuvieras lo suficientemente madura para confiar en nosotros. No nos disgusta tus aficiones, siempre y cuando estés bien acompañada de Edmund; él es un joven muy inteligente y de buen juicio.
Y tus relatos son muy interesantes.
Nos abrazamos los tres riendo y llorando a la vez.
Me sentía muy feliz. Pensé ingenuamente que mis padres no me comprenderían. Era todavía una niña jugando a ser madura.
Mi madre me ayudó a desvestirme cuando mi padre se marchó a su despacho.
-Mamá, ¿crees que puedo ser una buena escritora?
-Claro que sí, mi nenita. A mí me encantan las historias que escribes. Son muy entretenidas y al final siempre encuentras al culpable y todo termina muy bien, haciendo justicia.
-No sé si entenderán los lectores, que siempre es una heroína la que descubre al asesino, ayudada por supuesto de su fiel amigo de la infancia.
¿Podré publicarlo?
-Cielo, lo hablaremos con tu padre en otro momento. Ahora báñate y descansa, que esta noche nos pondremos muy bellas para que tu padre se sienta muy orgulloso y nosotras hermosas.
Me dejó sola con mis pensamientos. Y después de relajarme en el agua caliente, me dormí profundamente.