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INFERNO II - LEYENDAS » VII. Estudios swedenborgianos

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VII

ESTUDIOS SWEDENBORGIANOS

Mientras sucedían todos estos acontecimientos en mi vida diaria, yo proseguía mis estudios swedenborgianos como me era posible, en el sentido de que estas obras, difíciles de encontrar, fueron cayendo en mis manos una tras otra a intervalos bastante largos.

En Arcana coelestia trata del infierno perpetuo, desprovisto de la menor palabra de consuelo. En Apocalypsis revelata se prosigue el mismo régimen penitencial: así viví yo bajo el imperio de la maldición hasta la primavera. Me consuelo a veces pensando que el profeta se equivocó en los detalles, y que el Señor de la vida y de la muerte será más misericordioso. ¡Pero es imposible ocultar la coincidencia sorprendente entre las visiones de Swedenborg y todos los incidentes, grandes o pequeños, que nos han sucedido, tanto a mí como a mis amigos, durante este año terrible!

Ahora bien, no es hasta el mes de marzo que encuentro en un librero de viejo Las maravillas del Cielo y del Infierno, y poco después Del amor conyugal. Sólo entonces me siento liberado de la pesadilla que me acosaba desde la primera manifestación de los invisibles.

Dios es amor: no gobierna a esclavos, y ésta es la razón de que haya concedido el libre albedrío a los mortales. No existe el poder del mal; es el servidor que desempeña la función de espíritu corrector. Las penas no son eternas, cada uno es libre de expiar con paciencia el mal que ha cometido.

Los sufrimientos que nos son infligidos tienen como única finalidad el perfeccionamiento del yo. La preparación para una vida espiritual comienza con la devastación (vastatio) y se manifiesta por medio de un encogimiento del pecho, sofocaciones, ahogos, alteraciones cardíacas, terribles angustias, insomnios, pesadillas. Este proceso, al que Swedenborg se vio sometido en el curso de los años 1744-1745, es descrito en Sueños.

Y el diagnóstico de este estado enfermizo se corresponde absolutamente con el de enfermedades corrientes hoy en día, hasta el punto de que estoy dispuesto a concluir que nos encontramos en el alba de una nueva era en la que «los espíritus se despiertan, en la que será algo hermoso vivir». Esta angina pectoris, estos insomnios, todos los horrores nocturnos que espantan a los espíritus, que los médicos tratan como si fuera una epidemia, no son en realidad sino obra de los invisibles. Porque ¿cómo explicar como una epidemia el hecho de que hombres sanos se vean perseguidos por incidentes imprevistos, preocupaciones y constantes sinsabores? ¿Una epidemia de coincidencias? ¡Es algo absurdo!

Swedenborg se ha convertido en mi Virgilio; me guía por el Infierno y yo le sigo ciegamente. Castigador temible, sabe asimismo ofrecer consuelo, y no es tan rígido como los devotos protestantes.

«Un hombre puede acumular riquezas, con tal de que lo haga legítimamente y las emplee como es debido: puede vestir y alojarse de acuerdo con su condición; frecuentar a gentes de su posición, disfrutar de los placeres inocentes de la vida, tener un aire alegre y contento, no el de un hombre triste, de pálido rostro; en una palabra, vivir y aparecer ante el mundo como un hombre rico, e ir derecho al cielo después de su muerte, con tal de que en su interior tenga fe y amor a Dios, y se comporte como es debido con respecto al prójimo.»

«He conversado con varias personas que, antes de morir, habían renunciado al mundo y se habían retirado en completa soledad para llevar una vida contemplativa encaminada a las cosas celestiales, con el fin de abrirse un camino seguro hasta el cielo; casi todos tenían un aire triste y melancólico; parecían estar molestos de que los demás no se les parecieran y de no haber sido recompensados con una gloria mayor y una suerte más feliz; habitando en lugares apartados y viviendo solitarios, más o menos como habían vivido en nuestro mundo. El hombre está hecho para vivir en sociedad; es en la sociedad y no en la soledad donde encuentra frecuentes ocasiones de ejercer la caridad con el prójimo…»

«En la vida solitaria uno no se ve más que a sí mismo, se olvida de los demás; de ahí que no se piense más que en uno mismo, o si es en el mundo, tan sólo para escapar de él o para añorarlo, cosa que es lo contrario de la caridad…»

Por lo que atañe a las penas llamadas eternas, el profeta interviene en el último momento como redentor, dejando entrever una luz de esperanza.

«Aquellos para los que es posible esperar la salvación son depositados en unos lugares devastados, donde todo es desolación; donde son dejados hasta que la tristeza de verse allí les haya reducido a la desesperación extrema, único modo de superar el mal y la falsedad que les dominan.

»Llegados a este punto, gritan que son unas bestias, que están hechos de odios y abominaciones, y que están condenados; son los gritos de una desesperación que les es perdonada y que Dios morigera, para que no se entreguen a acusaciones e invectivas que excedan los límites debidos. Cuando han sufrido todo lo sufrible, y sus cuerpos están como muertos, dejan de sentirse preocupados y se les prepara para la salvación. He visto a algunos ascender hasta el cielo después de que hubieran experimentado los sufrimientos a los que me he referido. Y cuando fueron admitidos en él, mostraron una alegría tal que me sentí emocionado hasta las lágrimas.»

Lo que los católicos llaman conscientia scrupulosa, una conciencia escrupulosa, tiene su origen en los espíritus malignos que despiertan remordimientos sin motivo y por simples futilidades. Su alegría consiste en este abatimiento de la conciencia y no tiene nada que ver con la enmienda del pecador.

Del mismo modo existen tentaciones malsanas. Unos espíritus malignos despiertan en el fondo del alma todo el mal cometido desde la infancia y lo desnaturalizan en un sentido negativo. Pero los ángeles revelan lo bueno y lo verdadero en el torturado. Es esta lucha la que se manifiesta bajo el nombre de remordimientos.

Me detengo aquí, puesto que supondría dañar la imagen del propio maestro si desarticulara aquello que él ha armado tan bien y presentara unos fragmentos a título de información.

La obra de Swedenborg es inmensa, y ha respondido a todas mis preguntas por más exigentes que éstas fuesen.

¡Alma inquieta, corazón sufriente, tolle y lege![33]

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