Inferno

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Capítulo 72

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Robert Langdon se había quedado paralizado.

«¡Los caballos de San Marcos!».

Esos cuatro imponentes caballos —de esbeltos cuellos y llamativos collares— habían despertado en Langdon un súbito e inesperado recuerdo que explicaba un elemento clave del misterioso poema escrito en la máscara mortuoria de Dante.

Una vez asistió al banquete de boda de una famosa pareja en el histórico Runnymede Farm de New Hampshire (hogar de Dancer’s Image, caballo ganador del Derbi de Kentucky). Como parte del lujoso espectáculo, los invitados tuvieron la oportunidad de disfrutar de la actuación de la renombrada troupe Behind the Mask. En su impresionante espectáculo equino, los jinetes actuaban ataviados con deslumbrantes disfraces venecianos y el rostro oculto con máscaras de volto intero. Los caballos frisones de color negro azabache que montaban eran los más grandes que Langdon hubiera visto nunca. El espectáculo de esos hermosos animales de estatura colosal, marcados músculos, patas con cernejas y largas crines ondeando tras sus largos y elegantes cuellos causó una honda impresión en él.

Al llegar a casa miró en internet y descubrió que antaño esa raza había sido la preferida de los reyes medievales para ir a la guerra, y que hacía pocos años habían estado a punto de extinguirse. Conocidos originalmente como Equus robustus, el nombre moderno de la raza, frisón, se debía a su lugar de origen, Frisia, región de los Países Bajos en la que nació el artista gráfico M. C. Escher.

Al parecer, los poderosos cuerpos de los primeros caballos frisones habían inspirado la robusta estética de los caballos de San Marcos. Según la página web que estaba leyendo, estos eran tan hermosos que se habían convertido en «la obra de arte más robada de la historia».

Langdon siempre había creído que ese dudoso honor le correspondía al Políptico de Gante, y visitó un momento la página web de ARCA para confirmar su teoría. La Asociación para la Investigación de los Crímenes contra el Arte no ofrecía ningún listado definitivo, pero en su página había un conciso artículo sobre la problemática historia de las esculturas de los caballos como objeto de robo y saqueo.

Los cuatro caballos de cobre habían sido fundidos en el siglo IV por un desconocido escultor griego de la isla de Chios, donde permanecieron hasta que Teodosio II se los llevó a Constantinopla y los colocó en el hipódromo. Cuando las fuerzas venecianas saquearon la ciudad durante la Cuarta Cruzada, el dux pidió que las cuatro preciadas estatuas fueran transportadas en barco hasta Venecia, toda una hazaña debido a su tamaño y su peso. Los caballos llegaron en 1254 y fueron instalados ante la fachada de la basílica de San Marcos.

Más de medio milenio después, en 1797, Napoleón conquistó Venecia y se llevó los caballos consigo. Una vez en París, fueron colocados en lo alto del Arco del Triunfo del Carrusel. Finalmente, en 1815, tras la derrota de Napoleón en Waterloo y su posterior destierro, los caballos fueron enviados de vuelta a Venecia, donde volvieron a instalarlos en el balcón de la fachada de la basílica.

Aunque Langdon conocía la historia de los caballos, la página web de ARCA contenía un pasaje que le había llamado la atención.

Los collares decorativos fueron añadidos por los venecianos en 1204 para ocultar el lugar por el que habían cortado sus cabezas cuando los transportaron de Constantinopla a Venecia.

«¿El dux ordenó que les cortaran las cabezas a los caballos de San Marcos?». A Langdon le parecía impensable.

—¡Robert! —exclamó la voz de Sienna.

Langdon volvió de sus pensamientos y vio a Sienna abriéndose paso entre la muchedumbre y con Ferris a su lado.

—¡Los caballos del poema! —exclamó Langdon con excitación—. ¡Lo he resuelto!

—¿El qué? —preguntó Sienna, confundida.

—¡Estamos buscando un dux traicionero que les cortó las cabezas a los caballos!

—¿Sí?

—El poema no se refiere a caballos vivos. —Langdon señaló la fachada de San Marcos, donde los brillantes rayos del sol iluminaban ahora las cuatro estatuas de cobre—. ¡Se refiere a esos caballos!

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