Illuminati

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TERCERA PARTE

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Su capacidad personal de trabajo, su voracidad empresarial con Microsoft y sus enormes ganancias acumuladas en un sector en el que actúa a menudo con ínfulas de monopolio (bajo acusación constante de prácticas irregulares y sometido a numerosos juicios en su contra), hacen que Bill Gates sea en la informática lo que los Rothschild en la banca y los Rockefeller en el petróleo. Por otra parte, pese a que la mayoría de los ordenadores del mundo no podrían funcionar hoy día sin su trabajo innovador y visionario, Gates es un personaje tan envidiado y admirado como odiado. No hay más que pasear por Internet y encontrarse con páginas literalmente tituladas «Destruir Microsoft», «Odio a Gates» y otras aún más agresivas. Un candidato perfecto para la infiltración Illuminati.

Nacido en Seattle en 1955, estudió en la prestigiosa Universidad de Harvard y en 1976 comenzó su brillante carrera uniéndose a un grupo de jóvenes informáticos que se buscaban la vida como podían en la recién nacida industria de los ordenadores personales. Fundó una pequeña empresa de software llamada Microsoft y diseñó MS DOS, un sistema operativo que hoy nos parece lento y pesado, pero que entonces constituyó una revolución al permitir que todos los ordenadores compatibles con el PC de IBM pudieran ejecutarlo. El éxito fue arrollador. Después vino el sistema Windows, basado en una forma bastante intuitiva y fácil de trabajar con el ordenador. Su éxito fue tal que en la actualidad viene incluido de serie en 9 de cada 10 ordenadores del mundo. El siguiente paso fue Internet, donde en un tiempo récord consiguió imponer su navegador personal, el Explorer, y ahora busca apoderarse del sector de las operaciones con tarjeta de crédito.

Hace mucho tiempo que Bill Gates figura en todos los manuales del buen conspirador como uno de los principales aspirantes al cargo de Anticristo oficial, a partir del famoso fragmento del Apocalipsis de san Juan en el que se describe al enviado de Lucifer como el portador del 666. Este número ya es de por sí bastante inquietante y juguetón. En números romanos, los que se usaban en la época de la redacción del texto, 666 se escribía DCLXVI; es decir, todos los numerales ordenados de izquierda a derecha de mayor a menor, excepto el mil o M, que se inventó más tarde. A lo largo de los siglos, muchas personas han sido identificadas con este número, partiendo del principio numerológico o cabalístico que atribuye un valor numérico a cada letra: el emperador Nerón, Napoleón Bonaparte, Adolf Hitler, Josef Stalin y hasta la multinacional Procter & Gamble han sido acusados de ser el Anticristo.

El número aparece representado, por lo demás, en relación con diversos aspectos del mundo comercial, político y financiero. Desde su presencia física en el rascacielos Tishman de la Quinta avenida de Nueva York (en cuya azotea fueron instalados en 1957 tres grandes seises, cada uno de tres metros y medio de alto, que permanecieron allí hasta 1992) hasta los 666 rombos de la pirámide del Louvre (que mandó construir François Mitterrand de acuerdo con sus propias instrucciones), pasando por la orden de la presidencia norteamericana de Jimmy Carter de que todos los vehículos de las fuerzas de seguridad de la Casa Blanca utilizaran como prefijo de sus matrículas el 666; el hecho de que el número de operador telefónico para llamar desde Israel al extranjero sea el 666; que las nuevas tarjetas de crédito de Estados Unidos tengan el 666, o que ése sea precisamente el número de código del Banco Mundial, entre otras curiosidades.

Pero ¿qué ocurre si utilizamos las propias normas dictadas por la informática? Es decir, si sustituimos las letras por los números que las identifican en el llamado Código ASCII que utilizan los ordenadores. Si hacemos eso con el nombre real de Gates, William Henry Gates III, aparece una serie de números que, sumados, hacen 666. Y si aplicamos el mismo sistema a dos de sus sistemas operativos, MS DOS y Windows 95, también aparece dicho número.

Por cierto, el logotipo de Windows incluye precisamente tres filas de seis cuadrados negros… Pero hay un hecho aún más curioso: la última versión de Windows, en la que está trabajando Microsoft y que en principio no se comercializará hasta el 2006, se llama Longhorn, o cuerno largo.

El logotipo inicial que se ha diseñado para las versiones de prueba que ya están funcionando recuerda a la clásica marca de ganado utilizada por los vaqueros. Es como una cabeza de res esquematizada, una gran V roja con cuernos, sobre un fondo dorado, de cuyo interior parecen irradiar unos rayos luminosos. Ahora demos la vuelta al logotipo y, ¿qué obtenemos?

En efecto, ahí está, radiante, nuestra pirámide Illuminati.

La de Microsoft no es la única compañía informática relacionada gráficamente con el Ojo que Todo lo Ve. Este icono se ve con mayor facilidad en el logotipo de uno de los mayores colosos de la industria del ocio y el entretenimiento, la empresa AOL Time Warner, aunque su última versión haya sido estilizada.

Pero volviendo a Windows, las mejoras de seguridad serán una de las principales «ventajas» de Longhorn, según la publicidad que ya se está introduciendo en la red acerca del nuevo sistema operativo. Así, el software de seguridad desarrollado para este sistema y bautizado como Palladium, «cumplirá los siguientes ideales dictados por Microsoft: informará de con quién estás tratando on line y qué está haciendo. Identificará tu PC como único y podrá limitar lo que llega y ejecuta» y además, entre otras cosas, «controlará los datos que se envían a través de Internet, usando agentes de software que aseguren que llegan sólo a la gente adecuada». Por si fuera poco controlará «toda la información que sale del PC». Es decir, a partir de entonces, los usuarios de Windows deberán tener claro que cualquier cosa que escriban o cualquier consulta que realicen en Internet quedará perfectamente registrada y los señalará como sus autores. Es decir, justo lo contrario de la política de privacidad que se supone que defiende Microsoft. Precisamente, que los datos lleguen sólo a «la gente adecuada» es cuando menos una expresión ambigua: sería interesante saber a quién se considera adecuado. Finalmente, la tecnología de Microsoft decidirá qué contenidos puede ver, consultar y exportar el usuario, en lugar de dejarlo a su libre albedrío.

No deja de ser curioso que el software de control que se utilizará para ello lleve el nombre en latín del Paladión, la estatua griega de Palas Atenea, diosa del conocimiento y la sabiduría de la Antigüedad, cuyo símbolo era… un búho, como el del Bohemians Club.

Conclusión

«La vida es muy peligrosa; no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa».

ALBERT EINSTEIN, físico y matemático estadounidense de origen alemán.

Si el lector nos ha acompañado hasta aquí es porque considera que al menos parte de los hechos que hemos venido relatando en este libro tiene cierta base real y no se trata de simples elucubraciones. En realidad, existe mucha más documentación disponible, pero el espacio para plasmarla es finito y, además, quien desee ampliar su conocimiento al respecto merece la oportunidad de encontrar nuevos datos por su propio esfuerzo.

Entonces ¿no hay salida? ¿Estamos abocados a la tercera guerra mundial provocada por el enfrentamiento entre el sionismo político y el Islam, que pronosticaban Pike y Mazzini y que conducirá al posterior cataclismo final? Leyendo algunos comentarios generales, ésa parece ser la pesimista impresión. En un reciente artículo aparecido en prensa, el filósofo y escritor español Gabriel Albiac recordaba que uno de los considerados cabecillas de Al Qaeda, Ayman Al Zawahiri, declaró en 2004 «una guerra global contra la conspiración cristiano judía para destruir la umma o comunidad de los creyentes» en los siguientes términos: «la prohibición del velo se inscribe en el mismo marco que el incendio de las aldeas en Afganistán, la destrucción de casas sobre las cabezas de sus habitantes en Palestina, la matanza de niños y el robo de petróleo en Irak». Albiac concluía: «No hay acciones locales… Nueva York, Madrid, Afganistán, Irak, Israel, Bali, París, Chechenia son módulos de una guerra mundial, la del Islam más puro contra el mundo moderno».

A estas alturas, hay dos opciones. La primera es, en efecto, bajar los brazos. Total, nuestro destino está predestinado, así que limitémonos a vivir alegre y despreocupadamente.

La segunda me parece más honorable: mientras hay vida, hay esperanza. Luchemos, pues, por cambiar el estado de cosas, cada cual a su manera. Como adelantábamos en el prólogo, a cada uno le corresponde reflexionar sobre la mejor manera de hacerlo, pero los Illuminati no tienen por qué ganar definitivamente el juego. Ya fallaron antes y pueden volver a hacerlo: se les puede combatir, ya que si fueran realmente todopoderosos, habrían aplicado con éxito su plan hace mucho tiempo.

Asumamos nuestra responsabilidad personal sobre la base de que las conspiraciones sólo pueden operar en la oscuridad, cuando la mayoría de las personas las ignora. El mero hecho de sacarlas a la luz las debilita y puede reducirlas a cenizas, como en el alegórico relato de Drácula.

Susan George, vicepresidenta de ATTAC (un movimiento internacional para el control democrático de los mercados basado en la llamada tasa Tobin, que intenta lograr ingresos para los países más desfavorecidos a partir de impuestos específicos aplicados a los mercados financieros) y autora de El informe Lugano, advertía en una entrevista reciente que «la rebelión ciudadana contra los tejemanejes de los grandes grupos de poder no se produce porque los ciudadanos no llegan a enterarse hasta que es demasiado tarde». Y ponía como ejemplo la llamada directiva bolkestein de la Unión Europea que «todavía no tiene rango de ley pero que se está estudiando en este momento». Si se aprueba esta norma, una empresa de servicios podrá instalar su sede social en cualquiera de los 25 países de la UE y, a partir de ese momento, las leyes del país en cuestión se aplicarán a las actividades de dicha empresa en toda Europa. «Es decir, usted instala su sede social en Eslovenia, aunque sólo sea de forma ficticia, registrándola mediante un documento legal, y todos sus empleados, estén en España, Francia o Finlandia deberán regirse por las leyes eslovenas, aunque sean más perjudiciales para los trabajadores que las de sus países de origen. Esa es la directiva que quieren que se apruebe. Y nadie ha oído hablar de ella. La gente no reacciona porque no sabe».

Ahora, amigo lector, usted sabe.

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