Igor

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Capítulo veintiocho

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Capítulo veintiocho

La madre de Emerson, obviamente, no tenía consuelo, y sus dos hijas estaban siendo su puntal. Habían sido muchos años de matrimonio, y en ese momento le resultaba muy difícil aceptar que había perdido a su compañero de toda la vida. Aunque el señor Campbell siempre había tenido un carácter difícil, el matrimonio de los padres de Emerson era de otra época, una en la que la mujer estaba acostumbrada a soportar.

No es que él le hubiera faltado al respeto siéndole infiel a su esposa, ni tampoco nunca le había levantado la mano…, pero en la casa siempre se había hecho lo que él había querido.

Arya, lógicamente, no lo había hecho, y Emerson, en cuanto se pudo independizar, se marchó.

Ese día era el entierro del señor Campbell y la familia y amigos acababan de llegar al cementerio.

Emerson y Arya estaban abrazadas a su madre.

Grayson King jamás hubiese imaginado que él asistiría a esa ceremonia. Si alguien le hubiera dicho que así sería, sin duda habría afirmado mil veces a quien fuera que estaba loco, pero, sin embargo, ahí estaba. En cuanto se enteró, en lo único que pensó fue en cobijar a Emerson contra su pecho, y el sentimiento de protección fue tan grande que decidió romper todas las barreras que había levantado en su corazón y cedió.

Al principio se mantuvo alejado. Era un momento muy íntimo y no quería ofender a nadie, pero necesitaba que Em lo viera, que supiera que estaba allí, acompañándola en su dolor, así que, antes de que todos comenzaran a irse, decidió acercarse un poco más.

La primera en notar su presencia fue Arya.

—Em —dijo, esquivando a su madre—, mira quién está ahí.

Emerson clavó sus hermosos ojos marrones en él, y su mentón tembló, conteniendo el llanto. Se sentía tan agradecida que por un momento se sintió flotando, mientras imaginaba que él la mantenía abrazada. Grayson notó el mohín que ella estaba haciendo y quiso correr a contenerla. Cristiano, que estaba a su lado, intentó hacerlo, pero ése era su lugar.

«Joder, no es posible amar tanto a alguien», se dijo, y empezó a caminar en su dirección, sin importarle nada más que llegar junto a ella. Cuando lo logró, Emerson se arrojó a sus brazos y él, sin dudarlo, la cobijó.

—Cálmate, ya ha dejado de sufrir —le susurró al oído, y la besó en el cuello, acariciándole la espalda.

—Lo sé. Gracias por haber venido. Nunca imaginé que podría verte aquí. Soy consciente de lo difícil que es para ti estar acompañándome en este momento.

La madre de Emerson lo reconoció de inmediato, pero Arya la miró fulminándola y le prohibió hablar; sin embargo, ella no le hizo caso.

—¿Qué mierda hace ése aquí? Tú padre no querría, con seguridad, que estuviera en su funeral.

—No es el momento, mamá. Papá ya no está, y Em sí lo quiere a su lado… y, además, hay muchas cosas que tú no sabes, así que mantén el pico cerrado y no te atrevas a decirle ninguna grosería, o te prometo que Owen y yo nos iremos.

—¿Os habéis vuelto todos locos?

—Basta, mamá.

Cuando la gente empezó a retirarse, Grayson se hizo a un lado, para que los que habían asistido al entierro pudieran despedirse.

Como era costumbre, después del sepelio pensaban reunirse, los más allegados, en la casa familiar.

—Estoy en el hotel Countyard hasta esta noche. Mi vuelo es el último en salir hoy —Grayson le besó las manos, notando que Emerson las tenía muy frías, y a continuación le cerró el abrigo, arropándola un poco más—, pero no te lo estoy diciendo por nada en especial. Quiero que te quedes con tu familia; sólo deseo que sepas que, cuando regreses a Menlo Park, si quieres que nos veamos para hablar, a mí también me gustaría.

Ella asintió y luego le dijo:

—Vuelvo mañana… por la noche.

—Ok, te enviaré un mensaje, ¿de acuerdo?

—Sí, está bien.

—No quiero incomodar más a tu madre, ni que sienta que de alguna forma estoy siendo irrespetuoso, así que por eso me voy.

—Grayson, gracias. Eres la última persona que esperaba ver hoy aquí —repitió, y luego añadió—: Te

mentiría si no te dijese que lo deseaba, y, por eso mismo, no sabes lo bien que me sienta tu presencia.

—Ya hablaremos; hay muchas cosas sobre las que tú y yo tenemos que conversar. —Volvió a besarle las manos y luego también le dejó un beso en la mejilla.

King se retiró en silencio, se alejó lentamente, pero, antes de hacerlo, le encargó a Cristiano que no la dejara sola y éste le aseguró que no lo haría.

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