Igor

Igor


Capítulo doce

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Capítulo doce

La conversación durante la cena fue inevitable, pero Emerson sorteó con altura cada tema escabroso y sencillamente llevó la charla a un terreno seguro cada vez.

—¿Quieres que pida postre? —le preguntó Grayson, arrojando la servilleta sobre la mesa y demostrándole que no era un bárbaro sin modales.

Em se puso de pie y tiró de su blusa, quedando en sujetador. Grayson se recostó en la silla y sonrió; su mirada, implícitamente, se tornó oscura mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, provocando que sus bíceps se abultaran casi hasta el punto de hacer saltar las costuras de su camisa, pero, como ésta era una mezcla que contenía spandex, resistió. Su postura, inherentemente masculina y dominante, hizo que la respiración de Emerson se entrecortara. Sonrió complaciente, demostrándole que le gustaba lo que estaba viendo, y esperó plácido su siguiente movimiento.

—Tú te has encargado de la cena… Así que ahora… déjame que me encargue yo del postre para ambos —pudo decir ella al final, y él asintió, sonriendo de forma peculiar.

Emers llevó las manos a la abotonadura de su pantalón, lo abrió y lo deslizó por sus caderas; lo dejó atascado en sus nalgas y cogió con un dedo el fino elástico de su tanga, enseñándoselo; a continuación, haciendo un movimiento muy sexy, lo levantó, trabándolo en sus huesos ilíacos. Le mostró una sonrisa maliciosa, demostrándole que ella también podía ponerse a jugar.

Grayson estaba totalmente duro, así que, con una mano, intentó acomodarse la erección, que se sofocaba contra la bragueta de su pantalón y que le resultaba muy incómoda. Esperó a que Em se quitara los pantalones, admirando su escultural figura. Esa mujer iba a matarlo y no estaba seguro de que pudiera contenerse más sólo mirándola, pues su polla saltaba desbocada a cada instante.

Emerson quedó sólo en ropa interior, pero no tardó en llevar sus manos hacia atrás para desabrocharse el sujetador. Se sentía hermosa, osada… Sólo con mirarla, Gray la hacía sentirse deseada. Cuando logró que el broche saltara, no dejó que el sostén se desajustara de sus senos: llevó una mano sobre éste y lo sostuvo, permitiendo sólo que los tirantes cayeran de sus hombros.

Grácilmente, se dio media vuelta, lo miró por encima del hombro y comenzó a caminar hacia el dormitorio, invitándolo a que la siguiera. Grayson se puso de pie, dispuesto a perseguirla como si fuera un sediento en medio del desierto y ella, el agua que necesitaba para sobrevivir; no le importaba mostrarse así, precisaba estar cerca de ella, precisaba calmar de una vez las ansias que ella despertaba en él.

«Basta de juegos previos —pensó mientras se movía con rapidez para alcanzarla—. Necesito enterrarme en su coño o, para mi vergüenza, me derramaré en mis pantalones sólo mirándola.»

Entró en la estancia y la encontró sentada en la cama de tamaño extra king, acomodada en una postura sugerente. Aún se cubría los senos, sosteniendo el sujetador con uno de sus antebrazos, pero se había quitado el tanga; sin embargo, tenía cruzada las piernas y su vagina no estaba a la vista. Parecía haberse escapado de una de las portadas de la revista Maxim.

Igor, hambriento ante lo que veía, tragó saliva y comenzó a quitarse su propia ropa; sacó los faldones de su camisa de dentro del pantalón y, con prontitud, se la desabrochó, conteniéndose de arrancar los botones para lograr despojarse de ésta más rápidamente. Expuso su musculoso y atlético torso ante ella, provocando que Emerson se mordiera el labio inferior.

Los ojos de Gray brillaron y el negro de sus pupilas casi ocupó todo el azul de sus iris. Sin dejar de contemplarla, desabrochó la hebilla del cinturón y luego la cremallera, pataleó para quitarse los zapatos y se bajó el pantalón, despojándose a la vez de su bóxer y haciendo que su dura polla saltara libre. De inmediato, abrió una de sus grandes manos y le enseñó el condón que ya tenía preparado para hacer rodar sobre su longitud. Como la primera vez que estuvo con él, Emerson no se había dado cuenta del momento en el que se hizo con el preservativo, pero no le importaba; él era rápido, y eso le parecía más que bien a ella.

Él sonrió como el enigmático felino de Cheshire, ese que aparece en el famoso relato de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Su sonrisa surgía cuando más cuestionamientos tenía Emerson. La muchacha cerró los ojos, intentando tranquilizarse; una controversia entre lo que era correcto y la lujuria que el cuerpo de Grayson le causaba se apoderó por un instante del momento, pero, cuando miró su erección, tragó el nudo en su garganta, y comprendió que no había tiempo para ponerse a pensar y mucho menos para ser vacilante… Sólo se trataba de disfrutar de una noche más de sexo junto a este fabuloso hombre que emanaba lujuria.

Igor se inclinó sobre ella y empujó su lengua entre sus labios para darle un beso rudo, urgente, haciendo de manera instantánea que Em perdiera cualquier hilo de pensamiento que anteriormente tuviera. De inmediato, abandonó su boca y le lamió el cuello, y luego le habló de manera sucia al oído.

—Necesito estar dentro de ti… tan fuerte, que creo que no seré nada suave. Necesito, ahora mismo, que mi polla te penetre duro.

La abrumadora necesidad de poseerla dejaba de lado cualquier buen modal.

La tiró en la cama y abrió sus piernas.

El rápido movimiento la cogió por sorpresa, porque al instante él se abalanzó sobre ella.

—Aaaah… —gritó Emerson, pillada, y bajó su brazo, el que aún sostenía el sujetador, dejando sus pechos al aire; sus pezones le dolieron.

Grayson apartó la prenda y se quedó mirando sus tetas como si fuera un predador. Llevó una mano a uno de los senos y lo estrujó; su piel oscura contrastaba con lo cremosa que se veía la de ella y eso hizo que se sintiera obnubilado. Inclinó la cabeza para conseguir atrapar un pezón en su boca y llevó la otra mano a su entrepierna. Emerson estaba resbaladiza, y muy húmeda, y eso le encantó. Mientras le succionaba los pezones, bombeó con sus dedos dentro de ella, haciendo que su pequeño cuerpo se retorciera bajo el suyo. La chica había levantado ambas manos y le sostenía la cabeza, como si no fuera a permitirle que apartara la boca de sus tetas.

Sacó los dedos de su sexo y cogió su miembro para frotarlo en su entrada; sin poder esperar a sentir cómo su calor arrasador lo abrazaba, la penetró con la punta y ella gritó y envolvió sus piernas alrededor suyo. Gray alzó la cabeza y la miró; quería verla mientras se enterraba bien profundo en su interior.

Empezó a introducirse lentamente dentro de ella hasta que toda su longitud se perdió allí, y se sintió increíble, como si el calor de su coño fuese la cura de todo.

Quería besarla, pero no podía apartar sus ojos de ella, no quería perderse ningún gesto que Emerson hiciera. Movió sus manos, cogió las suyas y las llevó por encima de su cabeza; entonces meneó su cuerpo para bombearla más hondo, si eso era posible, y empezó a agitar las caderas. La forma en que ella jadeaba con cada envite que él le daba estaba dañando seriamente su razón; no quería dejarla a la mitad, así que esperaba desesperadamente que ella llegase muy pronto, porque su cuerpo estaba al borde del clímax, a punto de perderse en un estallido febril.

—Joder, no puedo tener suficiente de tu sexo, Emerson; tu coño es un maldito embrujo…, es una droga y no puedo parar.

Grayson sintió cómo sus músculos lo aprisionaban cuando él empezó a hablarle sucio, así que continuó haciéndolo.

—Oh, Dios, creo que mi verga te había echado de menos; me gusta el calor que desprendes a mi alrededor. Me gusta tenerte así.

—Grayson, por favor, no pares. Justo ahí, es perfecto.

—No tengo deseos de hacerlo.

Milagrosamente, Igor consiguió contenerse el tiempo suficiente para que ella se corriera; había soltado una mano de sus manos para llevarla a su clítoris y ayudarla así a que llegase más pronto, y comenzó a moverse más rápido porque necesitaba sentir cómo su cuerpo lo envolvía, ordeñando su polla cuando entraba y salía de ella.

Todo era demasiado perfecto, demasiado mágico, demasiado intenso. Emers abrió los ojos y sus miradas se encontraron en el instante exacto en el que ambos contuvieron la respiración, mientras un orgasmo intenso e interminable los inundaba de placer.

La joven no se movió y él tampoco; con cada instante que pasaba, comprendían que algo extraño estaba comenzando a pasar entre ellos.

Finalmente, él rompió el silencio.

—¿Te gusta mi polla?

«Todo de ti me gusta», pensó ella, pero sólo asintió.

—Me gusta también tu sucia boca.

Su erección no había disminuido aún, a pesar de que había conseguido un orgasmo demoledor.

Grayson se movió dentro de ella.

—¿Qué es lo que te gusta de mi sucia boca? Las cosas que te dice… o las cosas que te hace.

—Ambas.

Igor salió de ella y un lamento involuntario ante la sensación de vacío partió de la boca de Emerson.

Gray se inclinó y le mordió el lóbulo de la oreja.

—No te aflijas —le dijo con la voz oscura—, todavía tengo planeado más para ti.

Se movió rápidamente y le dio la vuelta, poniéndola de lado; tiró del condón que aún llevaba puesto y se colocó otro, luego levantó su pierna y la sostuvo en alto, para seguidamente penetrarla por detrás.

—Voy a follarte de nuevo —le anunció mientras se volvía a enterrar en ella—, voy a follarte toda la noche —le advirtió a la vez que comenzaba a bombearla—, para que por la mañana no puedas levantarte de la cama y sólo pienses en quedarte a mi lado esperando que te vuelva a penetrar. Te prometo que tu coño sólo querrá tenerme dentro, porque, cuando salga, no soportará la perdida.

—Grayson, por favor —le pidió ella; no aguantaba las cosas que éste le decía, porque era lo que ella más deseaba, pero no podía ser; sin embargo, no quería pensar en eso, no cuando su miembro estaba entrando y saliendo tan despiadadamente de su cuerpo. Quería apartar sus fantasmas y disfrutar de los minutos que le quedaban junto a él; quería sentirlo y sentirse suya, aunque sólo fuera por unos instantes. Quería pensar que podía coger lo que él le ofrecía, y que no era imposible continuar disfrutando de Grayson tan libremente como lo estaba haciendo en ese momento.

—Eres la jodida perfección.

Sus palabras se derramaron de su boca sin proponérselo.

—¿Te gusta? —le preguntó él, y entonces ella se dio cuenta de que su pensamiento había sido expresado en voz alta.

Emerson asintió; no había manera de mentirle, no había forma de obviar lo mucho que le encantaba tenerlo dentro de ella.

De hecho, él pareció perder todo el control.

—Así es cómo te quiero; no te dejaré ir hoy, no hasta que tu cuerpo y el mío realmente queden saciados. No hay manera en el mundo de que te escapes de esta habitación, Emerson. Te quiero para mí, te quiero exprimiendo mi polla como lo estás haciendo ahora mismo.

Grayson soltó su pierna y levantó la mano, cogiéndola por el mentón para poder alcanzar sus labios; la besó y le mordió los labios sin dejar de follarla.

—No tienes escapatoria, Emerson Klein —le dijo con la voz entrecortada mientras ambos llegaban al orgasmo—, juro que no la tienes.

Lo hicieron durante toda la noche; descansaban o se duchaban y volvían a empezar. Era como si ambos se resistieran a despedirse. Él sabía que estaba siendo egoísta y muy rudo, pero no le importaba que al día siguiente ella no pudiera siquiera caminar; no lo hacía porque, cuando lo intentara, tendría que pensar en él, y lo desearía nuevamente dentro de ella para calmar esa pérdida insoportable que él dejaría entre sus piernas.

Finalmente se quedaron dormidos; ambos estaban exhaustos. Los despertó el sonido del teléfono de Emerson.

Ella abrió los ojos y pescó su móvil de la mesilla de noche.

—Hola —contestó con la voz adormilada.

—Em… ¿dónde mierda estás?

—¿Cris? —preguntó, desorientada. Había dormido apenas un par de horas y quería continuar haciéndolo, estaba extenuada.

—Sí, obvio, soy yo.

Sintió un pesado brazo que la envolvía desde atrás y, a continuación, un cuerpo que se deslizaba a su lado y que no tardó en abrirle los muslos. De inmediato, el calor húmedo de la lengua de Grayson incendió su hendidura, haciéndola gemir sin que pudiera contenerse de hacerlo.

—Joder, sigues con él y estás teniendo un puto mañanero mientras gimes en mi oreja.

—Lo siento, Cris, no es un buen momento. Luego te llamo.

—Oh, Dios, no puedo creer que estés follando mientras hablas conmigo.

—Yo no te he llamado.

Emerson tocó la pantalla de su móvil y finalizó la llamada. Al instante, abrió más sus piernas para darle mayor acceso a Grayson. Su maldita lengua era tan buena como su polla, y sentía que no tenía voluntad para salir de esa habitación.

Volvieron a tener sexo, y luego se ducharon.

—Es hora de irnos. Debería haber llegado hace dos horas al estudio de fotografía.

—También me he saltado mi entrenamiento matutino, y mañana tengo combate. Si pierdo, serás la culpable.

—¿Yo?, ¿por qué?

—Porque estás drenando toda la energía de mi cuerpo de una maldita forma —le mordisqueó los labios mientras se secaban en el baño—, pero no me importa. Desayunemos y luego nos vamos.

Se miraron a los ojos.

—Prometo que sólo será el desayuno.

Los dos se rieron, porque ya estaban nuevamente abrazados, acariciándose y sintiendo que las palabras de Grayson sonaban sin convicción.

—Tenemos que parar. Lo sabes. Hemos follado como conejos durante toda la noche.

—Y te ha encantado, así que no veo cuál es el problema.

—El problema es que debemos volver a la realidad; no podemos seguir encerrados en esta habitación, echando polvos.

Él la agarró por la cintura y la sentó sobre el lavabo.

—¿No?

La cogió por la nuca y volvió a besarla, demostrándole que sí podían quedarse ahí teniendo sexo de nuevo. Los dedos de su otra mano ya estaban acariciando los pliegues húmedos de su vagina y ella estaba otra vez gimiendo en su boca.

—Grayson, por favor, debemos irnos —le rogó, intentando apartarse de su boca.

Él bombeó sus dedos, entrando y saliendo de su interior, y se apartó para mirarla a los ojos.

—Por favor, no juegas limpio.

—Lo sé; sólo dime que realmente lo que quieres es que me detenga y me detendré.

—Grayson… —suplicó.

—¿Dime?

—Oh, Dios, eres tan bueno… —Él continuaba bombeando y, además, con la otra mano, le acariciaba el clítoris. Emerson estaba empapada otra vez—. No puedo; lo dicho, no eres justo, pero no pares.

—No lo haré; no lo haré, nena.

Después de que ella llegara gracias a sus dedos, se retiró, dejándola sola por unos instantes, y fue por el último paquete de condones que le quedaba y que había quedado tirado en el suelo de la ducha.

Blasfemó al darse cuenta de que no había más. Se lo colocó con rapidez y regresó para penetrarla rápidamente. Juntos eran como el Big Bang, y no les costaba demasiado esfuerzo hacer que explotaran.

Al parecer, durante toda la noche, habían aprendido a conocerse, así que sólo tenían que hacer exactamente lo que al otro lo encendía para llegar fácilmente al orgasmo.

—Esto es una puta locura, Grayson.

—Lo es, pero me encanta. Dime que a ti no.

—Estamos locos, ¿lo sabes?

Rieron. Luego se asearon por enésima vez y, después, pidieron el desayuno.

Estaban terminando de comer cuando él le preguntó:

—Sé que me he comportado como un maldito cavernícola, pero no lo he podido evitar. ¿Cómo te sientes?

Emerson bebió lo que quedaba de café en su taza y se puso de pie. Se movió y luego caminó hacia la cama.

—Puedo andar, así que creo que estoy bien —contestó mientras se alejaba.

Él la alcanzó por detrás y se quedó mirando cómo ella empezaba a buscar su ropa. Emers estaba poniéndose el sujetador, y él entonces buscó su bóxer.

—Quiero volver a verte, y no empieces a decir nada, porque sé que tú también lo quieres. Somos perfectos en el sexo, así que seguiremos teniéndolo hasta que alguno de los dos se canse.

Ella se dio media vuelta y lo miró a los ojos, consciente de que, en cuanto saliera de ese lugar, se arrepentiría de lo que estaba a punto de aceptar.

—¿Cuándo quedamos?

Grayson sonrió complacido y ella también al verlo tan feliz. Él caminó hasta donde había dejado su chaqueta y sacó un sobre de ésta.

—Me gustaría verte esta misma noche —le explicó mientras se acercaba—, pero, como te he comentado, mañana tengo una pelea y, si te veo hoy, mañana estaré destrozado, porque te follaré toda la noche de nuevo. Toma, son entradas para que vayas a verme. ¿Te animas?

—¿De verdad me estás invitando?

Él asintió.

—Tienes cuatro entradas, para ir con quien quieras.

Emerson se colgó de su cuello y le dio un beso en sus mullidos labios.

—Gracias, iré con Cristiano y Jordan… y tal vez con Abby. —Él frunció el ceño—. La conociste ayer, le entregaste mi café.

—Aaah, sí, ya la recuerdo.

—Me muero por ir a verte sobre el ring.

—Bien; nos veremos mañana, entonces, y después del combate ya decidiremos qué hacer. Lo más probable es que deje reservado este ático.

—Me parece perfecto.

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