Igor

Igor


Capítulo once

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Capítulo once

Le había dicho a Cristiano que cancelaría la cita con Grayson, pero, aunque había intentado hacerlo en varias ocasiones mediante un mensaje, finalmente lo había borrado antes de mandárselo. No tenía el valor de declinar salir con él; su deseo era un vil villano que había levantado la cabeza, venciendo su razón. Incluso, cada vez que había escrito ese texto que nunca envió, procuró convencerse a sí misma de que ésa sería la última vez que se encontraría con él.

En ese momento estaba en su casa, lista e impaciente, y a esas alturas sentía que en cualquier momento la frustración se abriría paso en ella.

Gray no se había vuelto a poner en contacto con Emerson, no le había mandado ningún mensaje con los datos del encuentro, y ella, simplemente, había resistido las ansias de preguntar.

Tenía un nudo atascado en el estómago, y hasta estaba arrepentida por no haber cedido para que él fuera a buscarla.

Su teléfono, de pronto, se iluminó, y sintió cómo se le encogía el corazón. Cogió el móvil para desbloquearlo y leyó.

Hotel Garden Court, en el 520 de Cowper Street, en Palo Alto.

Sólo debes anunciarte en la recepción, pues estás registrada como

huésped. Te darán una llave; sube directamente al ático.

Ok, nos vemos en un rato.

Le respondió de manera desinteresada, pero lo cierto era que se sentía totalmente opuesta a como le contestó. Tomó una bocanada de aire, batallando por obtener más oxígeno, y, aunque sabía que una buena estrategia para no demostrar lo desesperada que estaba por verlo era hacerlo esperar, también era consciente de que estaba a años luz de conseguirlo; su maldita voluntad era una puñetera idiota que sólo ansiaba salir a su encuentro.

Por ello, después de beberse el contenido de un botellín de agua, decidió que era hora de partir. Se dio un último vistazo en el espejo, retocó su maquillaje, acomodó su pelo y se marchó.

Como todavía no conocía muy bien las calles de la ciudad, introdujo la dirección en el GPS y dejó que la aplicación de su móvil la guiara. El trayecto hasta el centro de Palo Alto resultó ser corto; cuando llegó, se dio cuenta de que su corazón latía de manera desbocada, debido a la anticipación que sentía por el encuentro con Grayson. Apenas divisó el hotel

boutique, admiró el lugar elegido, advirtiendo que era un sitio muy romántico. Dejó su automóvil en el aparcamiento del hotel y subió la escalinata de entrada, acercándose a la recepción para solicitar la llave.

—¿Necesita la ayuda de algún empleado para algo más?

—Muchas gracias, pero no es preciso.

—Muy bien. En ese caso, bienvenida al Garden Court; esperamos que su estancia aquí sea de su agrado.

Estaba nerviosa; le resultaba extraño encontrarse con un hombre sólo para follar; jamás había hecho un acuerdo tácito de esa índole con nadie… simplemente, cuando había tenido sexo ocasional, la cosa había surgido de forma espontánea.

«Tal vez Cris tenía razón y no debería haber aceptado este trato; ahora que lo pienso, no resulta nada coherente, ya que una repetición para follar sólo me coloca en el papel de amante, y no en el de un encuentro fortuito.»

La puerta del ascensor se abrió en el piso del ático, paralizando sus pensamientos; sin embargo, aún estaba a tiempo de retroceder sobre sus pasos, sólo debía apretar el botón para que el elevador la volviera a llevar hacia abajo, pero, casi como una respuesta instintiva e inconsciente de lo que su subconsciente deseaba, sus pies la llevaron fuera de la cabina.

Revisó los números de las habitaciones en el pasillo y, cuando halló la puerta que buscaba, pasó la llave electrónica por la cerradura y la luz titiló, indicándole que estaba destrabada.

Despacio, accedió a la habitación, a lo que era una sala de estar y un comedor integrado, y estudió brevemente el entorno. El sitio era bastante amplio, con una decoración clásica y sobria, en tonos ocres, beige y azules, con un aire del viejo mundo. Gray no estaba visible, aunque sobre el sofá había una chaqueta que le indicó que él ya había llegado; entonces decidió llamarlo.

—Grayson…

Después de decir su nombre, éste no tardó en salir de lo que supuso era el dormitorio.

Tuvo la tentación de lamerse los labios apenas lo vio, pero bajó la mirada, un tanto asustada por cómo palpitaba su corazón; no le quedaron dudas de que un sonrojo cubrió sus mejillas, pero esperó, ciertamente, que él no lo hubiese notado.

King, por su parte, sabía perfectamente que ella estaba subiendo, así que no lo pilló desprevenido para nada; él mismo había pedido que lo avisaran desde la recepción cuando la fotógrafa llegase. Al verla, notó la preocupación en Emerson… Su ceño estaba fruncido antes de ocultar su rostro; tal vez se sentía confundida, al igual que él, por el deseo que podía notarse en el aire.

«Odio admitirlo, pero sólo verla me hace sentir totalmente vulnerable, joder», pensó él.

Con el tiempo, y todo lo que le había tocado vivir, había aprendido a ser un gran cínico que sabía enmascarar con excelencia cada una de sus emociones. El Ejército lo había adoctrinado en ese sentido, y las luchas lo habían perfeccionado, para que su oponente jamás advirtiera su próximo movimiento.

—Estaba en el baño. Entra, ponte cómoda si te apetece. —Señaló hacia la mesa—. Me sentaré a cenar; he pedido servicio de habitación del restaurante italiano que está en el hotel —le explicó mientras se acomodaba en la silla y desplegaba una servilleta sobre su regazo—, ya que no he tenido tiempo de comer nada antes de venir… y no quería que tuvieras que esperarme.

Él se mostraba distante, frío, pero por dentro estaba haciendo un gran esfuerzo por no acorralarla contra la puerta y hacerla suya de una vez por todas.

«¿Es así cómo será este encuentro? ¿Ni siquiera se acercará a saludarme? —se planteó ella—. ¿Qué ha pasado con la ternura del mensaje en el vaso de café?»

Asintió con la cabeza, pensando que tal vez no era para tanto, sólo que ella estaba muy ansiosa por recibir uno de sus acalorados besos.

—Enseguida estaré por ti —continuó diciendo él—. Puedes pasar a la habitación si no quieres acompañarme.

«¿Por qué me trata así? Parece como si yo sólo fuera un objeto para su satisfacción, como si mi lugar fuese el de una mujer que sólo sirve para hacerle el favor.»

Igor se sentó a la mesa y empezó a descubrir todas las exquisiteces que había pedido y que estaban en una bandeja de plata con tapa; había pasta, camarones, vieiras, cangrejo, tomates y rúcula. Llenó un plato con un poco de cada cosa; luego cogió la botella de chardonnay que descansaba en un balde con hielo y se sirvió una copa. De inmediato comenzó a comer; ella aún permanecía de pie en la entrada, mirando cómo él se dedicaba a ignorarla. Finalmente, después de engullir algunos bocados, él se percató de que Emerson no se había movido; en realidad, lo había notado en todo momento, sólo que estaba haciéndose el desentendido.

Acto seguido, dejó los cubiertos a un lado con total parsimonia, se limpió la boca y bebió del vino antes de empezar a hablar sin mirarla.

—No has querido que te llevara a cenar —comentó él antes de meterse otro bocado en la boca, después de dejar la copa sobre la mesa—. Siempre puedes unirte a mí si no has cenado aún, hay comida suficiente para que la compartamos, o al menos… deja de mirarme, porque es un poco incómodo que lo hagas, además de ser una falta de educación.

—Lo has hecho a propósito, ¿no es así?

—¿Quieres comer? —le respondió con otra pregunta, eludiendo su afirmación.

—Sólo se trata de que no aceptas un no como respuesta, ¿a eso se debe? Contesta —le exigió.

—¿Vas a cenar o me esperas en la cama?

—Me gusta decidir lo que quiero y lo que no.

—Perfecto, lo he entendido muy bien esta mañana. —Él seguía comiendo mientras le respondía, sin levantar la vista del plato.

—Pareces un niño caprichoso haciendo su berrinche, sólo porque no he aceptado cenar contigo.

—A la única que estoy oyendo despotricar es a ti, así que lo que creo es que tú eres la única culpable de que el encuentro no esté resultando más ameno; ahora, si estás dispuesta a admitir que estás arrepentida por no haber aceptado cenar conmigo, de acuerdo: deja de rezongar, siéntate y come.

—¿Por qué haces que todo sea tan frío? Resulta incómodo.

—Alto —replicó, dejando la servilleta en la mesa y levantando un dedo mientras le dedicaba una mirada letal—. Tú eres quien ha decidido que el encuentro se resuma a follar y follar; tal vez sólo tienes ganas de que tu cuerpo… no sé… produzca la melatonina suficiente como para conseguir un sueño placentero; no estoy en tu cabeza, pero, si es así, no te culpo, varias veces en la vida he apelado a un polvo para lograrlo, pero entonces no deberías quejarte de que no tengamos un intercambio que, además, implique buena charla… y te recuerdo, por cierto, que no he sido yo el que ha decidido que transformemos nuestro encuentro en simplemente meternos en la cama.

Volvió a bajar la mirada, cogiendo los cubiertos para continuar comiendo, sin escapársele que ella estaba a punto de convertirse en una bomba de relojería preparada para estallar.

—Eres un pedante.

—¿Algo más que quieras decirme, adjetivándome?

Después de algunos segundos, volvió a levantar la vista y se quedó mirándola fijamente a los ojos.

—¿Debo creer que eres un entusiasta de darle alcohol a la chica que está a tu lado, ya que se supone que la bebida y la buena charla la ablandan para que se deje echar un polvo?

—No es el caso aquí, tú has venido para eso, así que compartamos una cena o una copa, o nada de eso; sé que te follaré de todas formas.

»Pero… también sé que no hay necesidad… —se puso de pie y se acercó a ella, cogiéndola por la cintura e invitándola a caminar. Pilló su bolso y lo colgó en el respaldo de una de las sillas—… de ser tan distantes… Siéntate y come conmigo. No hay nada de malo en ello, pues que compartamos una cena no implica que vayamos a involucrarnos más de la cuenta. Te pido que —le acarició los hombros para que se relajara— bajes la guardia, Emerson. Ambos sabemos de sobra lo que buscamos, así que… no hagas de este encuentro un momento antipático; todo puede pasar en un marco agradable sin necesidad de sentirnos incómodos. Sólo estoy intentando que te des cuenta de que no quiero coartar tu independencia feminista; simplemente intento que lo pasemos bien cuando estamos juntos, de principio a fin.

—Estás acostumbrado a salirte siempre con la tuya. —Ella se puso cachonda, a pesar del momento generado. Él la excitaba desde dentro hacia fuera; sentía su piel ardiendo por él, y su interior como un río de lava, por las palabras presumidas que se vertían de su boca, y por esa sonrisa fanfarrona que no se preocupaba en ocultar. Sabía que él tenía razón; además, estaba segura de que él estaba al corriente de lo atractivo que a ella le resultaba, y por supuesto estaba aprovechando eso.

—Casi siempre —le corroboró, y se inclinó para darle un beso suave en los labios—. Estás adorable, enfadada, y estoy a punto de saltarme la cena y tirarte aquí, sobre esta mesa —se acercó a su oído, haciéndole cosquillas con su aliento, y ella no puedo evitar que un escalofrío le erizara toda la piel, como si se tratase de una descarga eléctrica— y comerte el coño. Me muero por lamerte, Emerson, pero… —la miró a los ojos y sonrió, y luego le guiñó un ojo—… te dejaré para el postre, creo que eres el agregado ideal después de esta fantástica cena.

Ella quiso evitar que una sonrisa se dibujara en la comisura de sus labios, pero no pudo hacerlo; le encantaba que él le hablara sucio al oído; era tan sexy que le hacía perder la razón.

—¿Has cenado?

Emerson negó con la cabeza.

—Muy mal —le sujetó el mentón con una mano—, te necesito con fuerzas, porque tengo pensado agotarte en la cama…, así que, sin discutir, vas a sentarte y comerás.

Emers tragó saliva. Él parecía tener la supremacía de anular todos sus pensamientos. Estaba a punto de sentarse en una de las sillas cuando Grayson tiró de ella y la situó sobre su regazo; su cuerpo pareció de gelatina al entrar en contacto con el duro y macizo cuerpo de él. Le acarició la espalda y dejó su mano, descansada, en su trasero. A pesar de llevar la ropa puesta, podía notar el calor que traspasaba la tela y que le desgarraba la piel. Estaban tan cerca que le resultó imposible no aspirar para comprobar lo exquisito que Grayson olía; su piel tenía rastros de una composición armónica de notas dulces y saladas con matices del calor del sol.

—¿Vino? —preguntó Igor finalmente con su voz de barítono. Levantó la copa de la que él estaba bebiendo anteriormente y se la ofreció.

Emerson se sentía temblorosa; él era un hombre abrumador se mirara por donde se mirase, y no quería que percibiese lo inconsistente que la ponía, así que rogó porque su pulso, cuando cogiera la copa, no la delatara.

—Gracias.

No quería pensar en lo fácil que había cedido; ni siquiera había intentado presentar batalla para no acceder a cenar con él. ¿Qué le estaba pasando? Tendría que haberse ido y haberle dejado claro que el acuerdo decía que sólo se encontrarían para follar; sin embargo, estaba siendo contradictoria con esa línea de pensamiento, ya que, cuando él quiso establecer ese punto, ella se sintió ofuscada, y en ese momento también lo estaba por estar haciendo lo que él quería.

«Decídete, Emerson.»

Grayson tenía la vista clavada en cada uno de sus movimientos; resultaba hasta intimidante la forma en que la miraba. Apenas Em bajó la copa, después de beber, él se la quitó de la mano sin apartar sus ojos, y cayó sobre sus labios, besándola descontroladamente, como si no le fuera posible permanecer alejado por más tiempo de ella.

Obnubilado por las sensaciones inmediatas que el beso le estaba produciendo, vislumbró que Emerson era la droga más peligrosa que jamás hubiese consumido. Probarla sólo le hacía ansiar más, mucho más.

Por su parte, sentada en su regazo, Emers no pudo evitar sentir cómo su erección crecía bajo su peso a medida que el beso se desarrollaba. Sus respiraciones incluso se revelaban para volverse más pesadas, y más agónicas.

La muchacha cruzó sus dedos, enterrándolos en su nuca y provocando que Gray emitiera un sonido áspero que ella absorbió en su boca. Sus lenguas danzaron, retorciéndose, chocándose, succionándose, y los dedos de Grayson se hundieron en su trasero, consiguiendo de esa forma poder moverla sobre su bragueta mientras él se retorcía en la silla para lograr más fricción.

Después de algunos instantes, y ante la falta de oxígeno, ella se apartó y abrió los ojos lentamente.

Su mirada entornada dijo más de lo que su boca podía expresar, pues sus pensamientos estaban siendo aplastados por la necesidad imperiosa de que Igor se metiera dentro de ella.

—Me ha parecido entender antes que me tomarías en el postre, pero apenas si has comido la entrada.

Grayson la cogió por la nuca y le mordió el mentón; luego se apartó y la miró a los ojos.

—Tienes razón, no es bueno saltarse ningún plato.

Emerson se arrepintió al instante de haberlo pinchado con esas palabras; si no lo hubiera hecho, tal vez él hubiese seguido y en ese instante ella estaría siendo penetrada intensamente, allí mismo o en la cama.

«Aprende a cerrar tu bocaza», se dijo para sí misma mientras una parte de ella quería simular que no le importaba tener que esperar para tenerlo, pero la verdad era que no engañaba a nadie… Sentía su entrepierna palpitante y húmeda, y estaba segura de que sus bragas estaban empapadas. Dejó caer su frente y la apoyó contra la de él y respiró con fuerza para impregnarse del aroma tan varonil de su colonia.

Los brazos de Grayson, entonces, dejaron sus nalgas y acariciaron su espalda, y a continuación la envolvieron, capturándola contra su fuerte pecho.

Emerson fantaseó con el abrazo; era tan poderoso que parecía que él podía protegerla de todo.

«No, —se amonestó en silencio—, él es sólo una aventura, y como tal te considera, así que eso es, simplemente. Grayson sólo es un ligue prohibido, algo que sólo puedes permitirte unas veces más y ya está, por todas las razones que ya sabes y que nadie tiene que recordarte.»

—Déjame alimentarte, para que luego pueda agotarte sin remordimientos.

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