Igor

Igor


Capítulo dieciséis

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Capítulo dieciséis

Todo cuanto ocurría en el vestuario era una verdadera fiesta.

—Estamos muy orgullosos de ti, Grayson; has sido demoledor.

—Gracias, Nix.

—Cuando te ha derribado la segunda vez y has empezado a sangrar, tío, uf… sólo quería que te levantaras y le patearas el culo como lo has hecho, ¡lo he disfrutado mucho!

—En todo momento he sabido lo que tenía que hacer, Ezra.

Zane entró con los médicos del

underground; debían atender los cortes en el rostro y en la cabeza de Igor, para que dejase de sangrar.

—Eres el puto número uno, Grayson —gritó Viggo apenas accedió al vestuario, para luego acercarse y levantarlo por la cintura. Ellie entró junto con él y, después de la efusividad de su pareja, aguardó para tener la posibilidad de felicitarlo también.

Mientras tanto, Giovanni ya estaba en las gradas, ocupándose del encargo que le había hecho Igor antes de empezar la pelea.

—La vengo a buscar para llevarla al camerino —le indicó a Emerson.

—Ellos son mis amigos, ¿pueden acompañarme?

—Por supuesto. Síganme, por favor.

Anduvieron en dirección hacia los pasillos. El chófer no estaba sólo, pues lo acompañaban algunos hombres del personal de seguridad del recinto, quienes se encargaron de escoltarlos, abriéndoles paso entre el público para que se trasladaran más cómodamente. Emerson se sintió extraña con tanta gente a su alrededor cuidándola.

La joven fotógrafa avanzaba agarrada del brazo de Abby, y su corazón no dejaba de martillearle con insistencia dentro del pecho. Estaba muy ansiosa por encontrarse con Grayson, pero se sentía caminando entre arenas movedizas en ese sitio donde no conocía a nadie más que a él.

—¿Cómo estoy?, ¿qué aspecto tengo? He estado gritando como una loca —le preguntó en un susurro a su amiga mientras se alejaban de los asientos.

—Estás guapísima, lo tienes todo en su justo lugar.

Emerson agradeció haber atinado con el atuendo que había elegido ponerse, un vestido de cóctel corto, muy ceñido al cuerpo, de color azul noche, bordado con abalorios; tenía un escote halter y la espalda descubierta. Lo había comprado a muy buen precio y era de una colección pasada de la conocida diseñadora Sherry Hill; tan sólo se lo había puesto una vez, para una fiesta de entrega de premios en Los Ángeles, donde fue galardonada por unas fotografías que capturó en África y que presentó para un concurso en el que ganó el primer puesto. En los pies, llevaba unas sandalias negras de tacón de aguja.

Si bien, en ese sótano, se llevaban a cabo peleas que no eran reconocidas por ninguna federación, éstas tenían lugar en un pueblo donde vivían los megarricos, así que era obvio que todos los asistentes vestían muy bien y se alegraba de no estar desentonando.

La muchacha se dio media vuelta para ver a Jordan y a Cristiano, que la seguían por detrás, consiguiendo un guiño de ojo por parte de su mejor amigo; su mirada le advirtió a las claras que debía tranquilizarse.

—Giovanni.

Un grupo de chicas vestidas con ropa de diseño interceptaron en el camino al hombre que los estaba llevando hacia Gray.

—Hay fiesta —planteó una de ellas.

—No tengo ni idea lo que van a hacer.

—No te lo estoy preguntando, ya sé que la hay, ¿te olvidas de quién es mi padre? ¿Vas para el vestuario? Queremos felicitar a Igor —le indicó una morenaza muy atractiva.

—Luego, chicas, luego; cuando me digan que podéis pasar, vendré a buscaros.

—¿Qué es lo que pasa hoy, que está tan restringida la entrada? El gorila que está en la puerta del vestuario, compañero de éstos —señaló a los de seguridad del

underground—, ni siquiera ha querido avisar a Igor de que estábamos fuera. ¿Acaso me veré obligada a llamar a mi padre para que me abráis la puerta? —amenazó nuevamente la morena que había hablado antes.

Una punzada de celos recorrió el cuerpo de Emerson y se le atascó en medio del pecho al darse cuenta de que esas mujeres eran

groupies que indudablemente acostumbraban a meterse en el vestuario para intimar con Grayson y sus compañeros de lucha.

—Dejadme pasar, y así podré averiguaros algo; si me obstruís el paso, no podré hacer nada.

—¡Ja!, hoy os habéis quedado sin vuestra oportunidad, brujas. Está Emerson aquí.

A pesar de que Jordan lo dijo entre dientes, lo hizo lo suficientemente alto como para que Emers lo oyera, y ésta no dudó en fulminarlo con la mirada. ¿Acaso quería que la lincharan?

Se detuvieron frente a una de las puertas que había en ese pasillo y el gorila que estaba ahí, como lo habían llamado esas chicas, se apartó para que el chófer entrara. De inmediato, Giovanni le cedió el paso a Emerson, Abby, Jordan y Cristiano.

—Ey, Giovanni, eres un traidor. ¿Por qué éstas entran y nosotras no?

Por supuesto que el chófer desoyó cualquier comentario y continuó caminando como si nadie le hubiera formulado ninguna pregunta.

Emerson accedió al vestuario encabezando la fila, e hizo un breve escaneo de la gente que allí estaba. Había muchas personas que felicitaban a Gray sin cesar, tratando de llamar su atención; sin embargo, al instante advirtió que su mirada se centró en ella apenas la vio atravesar la puerta. Sus ojos se pegaron a su esbelta figura, recorriéndola con una mirada oscura, para acabar anclados en sus desnudas piernas.

Igor avanzó hacia ella, ignorando a todos los demás. Su andar seguro allanaba el camino, haciendo que todos se apartaran para darle paso. Sus heridas ya habían dejado de sangrar, aunque los moratones permanecían a simple visa. Le habían quitado las vendas de las manos, pero aún continuaba vestido sólo con el

short de spandex que había usado para luchar y que lo hacía parecer sexy como el maldito infierno.

Emerson se apresuró para encontrarlo a medio camino, y no le importó mostrarse tan efusiva.

—¡Felicidades! Casi haces que me muera de un ataque al corazón, pero ha sido fantástico ver cómo le has pateado el trasero.

Él la cogió por la cintura, ejecutando un claro movimiento de posesividad, y la aplastó contra su cuerpo. Ella respondió tal como él esperaba que lo hiciera y enredó sus brazos en su cuello. Sus labios chocaron inmediatamente con los de ella, en un beso rápido.

—¿Te ha gustado verme luchar?

—Ha sido increíble. Me has asustado cuando te ha tenido en la lona; han sido los minutos más extensos que me ha tocado vivir en la vida. —Mientras le respondía, inspeccionó el corte en la ceja derecha.

—No te preocupes, estoy bien.

Igor se apartó de ella y tendió la mano para coger la de Cristiano y la de Jordan, quienes también lo felicitaron.

—Lo dicho, aunque soy un nato opositor de la violencia, debo reconocer que parecías todo un luchador vikingo sobre el ring y…

—¡Jordan! —lo advirtió Emerson, poniendo freno a alguna barrabasada que se le ocurriera decir; era bien sabido que él no tenía filtro.

—Ay, que no iba a decir nada indebido, ni nada que no esté a la vista. —Lo miró recorriendo su musculoso cuerpo y de inmediato hizo un gesto como si cerrara su boca con un cierre—. Bueno… como verás, están coartando mi libertad de expresión, así que sólo diré: felicidades de nuevo.

—¿Recuerdas a Abby? —preguntó Em.

Grayson se acercó a saludarla.

—Gracias por entregar el café de mi parte.

—Ha sido un placer ser tu colaboradora; cuando necesites entregar otro recado, ya sabes, cuenta conmigo.

—Bien. Nos vamos a ir a festejar mi victoria a San Francisco, ¿venís con nosotros?

Grayson se había dirigido a los amigos de Emers; su mano estaba fuertemente asida de la suya, y estaba dando por sentado que ella iría con él.

—Yo me apunto, desde luego —aseguró rápidamente Abby.

—Nosotros mañana tenemos un almuerzo familiar con los padres de Cristiano, que llegan a primera hora de Brasil, así que tendréis que disculparnos; otro día saldremos a celebrarlo juntos.

—No hay problema. Gracias por haber venido esta noche, de todas formas.

—¿Y a mí no me preguntas?

Grayson entrecerró los ojos y una media sonrisa de lado tiró de sus labios.

—Creía que tú y yo teníamos planes —contestó él.

El sonido de la puerta abriéndose y un alboroto fuera los distrajo de su pugna. El siempre eficiente Giovanni se apresuró a salir para ver qué pasaba en el pasillo, aunque bien podían imaginarse todos de qué se trataba. El chófer siempre era el encargado de sofocar la histeria de las fans; al unísono, empleados de aquel lugar entraron con varias botellas de champán.

—¿Os quedáis, al menos, para un brindis? —les planteó Igor a Jordan y Cristiano, quienes al instante asintieron.

—Venid, os presentaré a mis compañeros y miembros de mi equipo —propuso Grayson, sin desenganchar su mano de la de Emerson, dejando claro que no había manera de que la dejara irse. La guio hacia el interior del vestuario y entraron en otra sala; ese sitio era como un gran laberinto bajo tierra, y también enorme. Inmediatamente, Igor se encargó de darla a conocer.

Estaban en pleno brindis cuando el chófer se acercó, intentando acaparar la atención de King con disimulo. A Emerson no se le escapó la negativa muda que Grayson expresó con la mirada, y que acompañó, además, con un movimiento casi imperceptible de la cabeza; ella no era tonta, así que las señales fueron más que suficientes para comprender que tenía que ver con las riquillas caprichosas que eran parte de su

troupe de

groupies. Ziu, otro de los luchadores que conformaba su grupo de amigos, al que minutos antes Gray le había presentado y que andaba en muletas debido a una lesión en su tobillo, se movió y anunció:

—Giovanni, yo me encargo.

Ellie, la pareja de Viggo, se acercó a Emers, y la fotógrafa comprendió claramente que estaba intentando distraerla con su conversación. No le molestó, pues si ella tuviera que hacer lo mismo por alguno de sus amigos, actuaría de igual forma.

—Os dejo por unos momentos; voy a darme una ducha, no tardo —aprovechó Gray para decir, y se marchó.

—Está bien.

En el ínterin en que la puerta se abrió y se cerró varias veces, ella permaneció de espaldas, sin darle mayor importancia de la que tenía; después de todo, no era nadie para reclamarle que él se viera y contactara con quien quisiera.

—¡Por favor!, hoy las

groupies están fuera de sí, parecen gallinas cacareando.

La voz femenina que expresó esa frase le resultó sumamente conocida a Emerson, así que volteó su cuerpo para ver de quién se trataba.

—¿Peighton?

—Emerson, no sabía que te gustaran las luchas. ¿Qué haces aquí?

—Estoy con un amigo. ¿Y tú?

—Hija…

—Mi padre —dijo sonriente cuando uno de los dirigentes del

underground se les acercó.

—¿Os conocéis? —preguntó éste.

—Sí, papi: ella es la propietaria del estudio fotográfico que está haciendo toda la nueva campaña de promoción en Ch’i

.

—Definitivamente, Atherton es un pueblo chiquitito.

—Sí, señor, coincido plenamente con usted —confirmó Emerson—. ¿Recuerdas a Abby? —añadió, dirigiéndose a Peighton.

—Claro, ayer se instaló con su camarita en el instituto de yoga para realizar el

making of de tu trabajo.

—La misma.

—Hola, Ellie, qué alegría verte por aquí. ¿Y tu pequeño?

—En casa, con la niñera y con Ariana. La pobre parece un globo; no quiero ni imaginar cómo estará cuando queden pocos días para el parto… por eso no ha venido.

—Claro, debe de parecer un fenómeno; a partir del quinto mes, la barriga crece sin parar.

—Me alegra encontrar una cara conocida por aquí; es la primera vez que asisto a ver una lucha —expresó Emerson.

—Bueno, no puedo decir lo mismo… He crecido en este mundo; mi padre es el director de este

underground y, como verás, mi vida gira alrededor de los deportes. Ahora entenderás que el yoga y el resto de los servicios que brindamos en el instituto no fueron elegidos al azar, pues tienen que ver con lo que he mamado desde pequeña.

—Me doy cuenta.

—Has dicho que has venido con un amigo…

—No he venido con él, pero ha sido quien me ha invitado.

—Es invitada de Igor —le aclaró Ellie.

—Ah, nuestra estrella de la noche. Ya veo.

Peighton continuó hablando y, rápidamente, Emerson comprendió que era muy cierto eso que dicen que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Ella le contó que su madre había muerto y que su padre nunca había vuelto a casarse, y, aunque sin duda el señor Cruz era un gran empresario, Peighton era una gran negociante que lo ayudaba con el

underground y los torneos, además de dirigir su propio negocio de manera excepcional.

—Bien, papi, nuestro Escalade está listo para llevarnos al centro de San Francisco. Abby, ¿quieres venir con nosotros o prefieres ir con Emerson?

—Creo que iré contigo, presiento que me quedaría algo colgada si fuera con Igor y Em.

—Yo también voy… en el Escalade, quiero decir; no estarás sola, Abby —intervino Ellie.

—Claro… —acotó Peighton—, como si Viggo no te fuera a acaparar para él. Ven conmigo, Abby, sé de lo que hablo.

—¿De qué os reís? —indagó Grayson, acercándose.

Ya se había cambiado, pero aún llevaba el cabello húmedo. Olía y se veía como un pecado, con esos pantalones pitillo y esa camisa blanca mezcla de lino y spandex. Grayson siempre se vestía bien, pero esa noche parecía escapado de la alfombra roja en la entrega de algún premio. Por supuesto que Emerson se lo comió con la mirada, y casi no se preocupó por disimular; él era como un imán para ella.

King le sonrió y caminó seguro, y cuadró más los hombros, como si eso fuera posible, ya que su espalda era como una gran pirámide invertida en conjunto con su estrecha cintura. Sostenía una chaqueta azul, del mismo color de los pantalones, en una de sus manos, y hasta eso se veía sexy en él, pues la forma en la que sujetaba la prenda hacía que las venas de su mano destacaran, potenciando su atractivo.

Emerson contuvo el instinto de cruzar las piernas, y temió ponerse a maldecir por el desvío que representaba la celebración en sus planes, pues se suponía que pasarían la noche en un hotel, practicando sexo; tuvo que concentrarse en no decir ni una palabra de más, ya que estaba atrapada en la idea de ir a un

nightclub, y no había manera de decir que no, porque, aunque se sintiera como una arrastrada, no le importaba esperar el tiempo que hiciera falta para estar a solas con él.

—Nada, sólo le estoy ofreciendo a Abby que venga con nosotros, en nuestro coche, para que no se sienta como una sujetavelas junto a vosotros. Definitivamente, será una noche de negocios y mucho alcohol para celebrar tu triunfo, y creo que tendré que ponerla alerta, para que sepa en quién debe confiar y en quién no.

»No sé si lo sabes, Emerson, pero hoy, además, es el regreso del

underground a Atherton; por eso hay tanta algarabía. Hemos estado parados durante algunos meses —se acercó a su oído—, y esto no se sostiene sólo con la venta de entradas, ya me entiendes. Hay apuestas, y de eso tratan los negocios.

—Ya me lo imagino, pero… oye —dijo Emerson—, tal vez hubiera sido mejor enterarme antes de que eras la hija del señor Cruz. —Miró a Gray pícaramente—. ¿Hay algo que debería saber antes de ir a festejarlo con el ganador de la noche?

—Lo siento, tú ya has caído en la trampa, es tarde para salvarte, aunque, más que tener cuidado con los luchadores, debería advertirte de que lo tengas con las niñas ricas que están fuera, y que parece que hoy no tienen un lugar aquí. Solían ser mis amigas y, créeme, son de temer.

—Bueno, basta de advertencias, no hay nada sórdido en este mundillo de las artes marciales mixtas, creo que estás asustando a Emerson. Es simple: ella exagera; de no ser así, su padre no le permitiría estar entre nosotros.

—Eso es muy cierto —corroboró el señor Cruz—, aquí todo es transparente.

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