Igor

Igor


Capítulo diecisiete

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Capítulo diecisiete

Gray cogió a Emerson de la mano, guiándola para salir del vestuario.

Ella debería haberse sentido muy fuera de su liga, pero, estando a su lado, no fue así. La seguridad de tenerlo a él junto a ella ahuyentó cualquier vacilación. Por otra parte, cuando vivía en Los Ángeles estaba habituada a relacionarse con la gente en diferentes eventos; su trabajo, además, le había permitido cubrir otros tantos a los que jamás se hubiera imaginado asistir por sus propios medios…, pero el mundo del deporte era, en cierto modo, un ambiente que no estaba acostumbrada a frecuentar.

El señor Cruz salió encabezando la comitiva que abandonaba el lugar, y Nix se apresuró para hacerse notar con Peighton.

—¿Te llevamos en nuestro Escalade?, ¿o te resignarás a ir en el tuyo, con los hombres que acompañan a tu padre, y aburrirte, envuelta en una conversación de negocios?

—Si quiero diversión, no tengo ninguna intención de buscarla junto a ti —le contestó Peighton—. Además, estoy muy por encima de esas que consigues sólo por un viaje en coche gratis.

Ezra se rio sonoramente y Nix lo miró de manera mortífera.

—Lo siento, tío. Tú te has arriesgado a que me ría en tu cara; sabes que la chica no tiene pelos en la lengua, pero no aprendes.

Se dividieron en varios automóviles, y en el trayecto Emerson se sintió muy cómoda, pues todas las personas le parecieron muy agradables.

Al llegar a Union Square, en San Francisco, se detuvieron frente al hotel Kimpton Sir Francis Drake, en el 450 de Powell Street. Los recibió el portero, quien llevaba la típica vestimenta de los hombres del renacimiento.

Grayson bajó primero y se puso la chaqueta, que llevaba en la mano; luego extendió un brazo para tenderle la mano y ayudarla a que también bajara. Ya en la acera, la atrapó de inmediato por la cintura, pegándola a su cuerpo, y le habló al oído.

—Debemos hacer negocios… pero luego… Tenemos reservada una habitación que nos está esperando aquí. —Una chispa surgió en la mirada de ambos, casi sin poder esperar el momento en que pudieran estar solos al fin—. No he olvidado que nuestra cita de hoy implicaba eso.

Entraron en el vestíbulo del hotel, y comprobaron que Peighton ya lo tenía todo organizado; ella, sin duda, era una anfitriona muy eficiente, y mucho más cuando estaban en juego los negocios de su padre y, por supuesto, su legado.

Les indicó a todos que bajaran la escalera que dirigía a la zona de ascensores y, desde allí, subieron hasta el vigésimo primer piso, donde estaba emplazado el

nightclub Starlight Room.

No fue hasta que llegaron al hotel que Emers se dio cuenta de que ésa era una fiesta privada.

El salón estaba abarrotado de gente, al tope de su capacidad, y, apenas entraron, Grayson fue acaparado por personas que no dejaban de felicitarlo por el triunfo de esa noche.

El ambiente era opulento, romántico y seductor, y la sensación de exclusividad no sólo acaecía porque se trataba de un evento reservado a unos pocos, sino también porque la elegancia del establecimiento así lo indicaba: cortinas de terciopelo, sofás con respaldos altos que daban la privacidad necesaria a quienes se sentaban allí, oficiando como cabinas exclusivas… y todo amalgamado en tres tonos predominantes: el rojo, el negro y el dorado.

—¿Te han dejado sola?

—Es su gran noche —contestó, mirando hacia donde podía divisar a Grayson, sonriente.

—Eso parece.

—Gracias por haber venido, Abby.

—Bueno, en fin, me parece que mi adrenalina estaba muy elevada por la pelea cuando he aceptado.

De todas formas, viendo tanto hombre musculado, no creo que, por el momento, me arrepienta de haber dicho que sí, ya que estas imágenes le darán un motivo más a mis fantasías en los encuentros con mi vibrador.

Emerson la propinó un codazo y ambas se carcajearon.

Animada por Abby, y sin querer interrumpir a Grayson, quien hablaba jovialmente con algunos hombres que parecían empresarios del deporte, se acercaron a la barra.

—¿Qué puedo prepararles? —les preguntó el

barman de inmediato.

—¿Qué nos recomiendas probar?

Éste les preparó el cóctel estrella de la casa: el cable car, o teleférico, una bebida a base de ron especiado con canela, limón agridulce y curaçao de naranja.

Desde la distancia, Gray no lograba quitar un ojo de ella y concentrarse del todo en lo que le estaban diciendo; su vista escaneaba, ansioso, el sitio hacia donde Emerson se había alejado. Cuando por fin la divisó junto a la barra, quiso gruñir como un cavernícola mientras surgía en él un sentimiento posesivo que hasta ese momento no sabía que tuviera. La abrumadora necesidad de ir a buscarla para que nadie se le acercara pareció de pronto devastadora, y milagrosamente logró contenerse cuando vio que un idiota le hablaba. Haciendo gala de su autocontrol, cerró un puño y lo metió en el bolsillo del pantalón, reprimiendo el instinto de ir y explicarle al imbécil ese que Emerson estaba con él.

«Me cago en Zane, y en Cruz, que justo hoy se les ha ocurrido utilizar el día para atraer a patrocinadores. Si no estuviera atascado en esta mierda, sin duda que estaría enterrado en ella por segunda vez», pensó mientras asentía con la cabeza, sin saber exactamente de qué coño estaban hablándole.

Igor continuó intentando parecer interesado en la conversación, pero lo cierto era que su mente estaba anclada en Emerson Klein, y en cada movimiento que ella hacía. Sólo podía pensar en cómo librarse cuanto antes de cada compromiso, para meterse más rápido dentro de sus bragas.

Desde que la había visto con ese diminuto vestido, no había podido dejar de fantasear con el instante en el que se lo quitaría… y, por más que deseaba evitar cada tórrido pensamiento relacionado con Emers, ella se convertía, más y más, en todo lo que recordaba que había anhelado para él; de pronto, la chica parecía haberse transformado en lo que siempre había necesitado, pero que, a la vez, hacía tiempo que no imaginaba querer.

«Cálmate, Grayson, no olvides que una vez destrozaron tu corazón y te convirtieron en un hombre muy diferente del que querías ser. Ella es sólo una mujer bonita; una mujer con la que tienes un trato para follar y nada más.»

Intentaba autoconvencerse mientras la necesidad por ella invadía su cuerpo, pero fallaba malditamente porque sólo podía ansiarla más.

Estaba contrariado, porque, nada más entrar, ella se había apartado de él cuando se le acercaron.

Grayson no había tenido oportunidad de decirle que no se alejara, y en ese momento se encontraba ahí, atascado en una conversación que no le interesaba, y ella, sola a merced de los buitres que no dejaban de admirar su belleza, creyendo que la chica estaba disponible.

Maldijo para sus adentros cuando Ezra se acercó y le habló a su amiga, acaparando su atención.

«Maldito idiota, ha alejado a Abby y ahora Emerson ha quedado ahí, totalmente indefensa, sentada junto a la barra como si estuviera buscando compañía», reflexionó mientras ambicionaba seguir el hilo de la conversación con los hombres que lo rodeaban.

Sin embargo, al ver que se levantaba del taburete, ése fue el punto de inflexión para ofrecer una disculpa, pues se dio cuenta de que ella se alejaba hacia la zona de los baños.

Él pensaba interceptarla cuando saliese para comerle la boca como anhelaba hacer desde que la había visto aparecer en el vestuario.

—¡Joder! —exclamó al ver que del baño salía Mandy Harlow.

Se lamentó, consciente de que sería imposible esquivarla.

—¡Por fin! Me has estado evadiendo todo el tiempo, no soy tonta.

—¿Evadiendo? No creo que sea correcto decir eso, pues uno evade lo que considera una dificultad, un compromiso o un peligro, y tú, Mandy, no eres nada de eso para mí.

—¿Qué tipo de juego te traes conmigo, Gray? Hasta hace nada nos estábamos acostando dos veces por semana en tu cama, y eso parecía ser bueno para ti.

—No tienes ni idea de lo que es bueno para mí, te lo aseguro.

Grayson esperaba que su profunda voz de barítono le recordara que ellos no tenían nada en común más que unos cuantos revolcones.

—Sé perfectamente lo que necesitas y cuándo lo necesitas.

King se rio irónicamente, y ella se aproximó, intentando abrazarlo, pero él atrapó sus manos y le lanzó una mirada molesta.

—No estoy de humor para esta mierda, Mandy.

Grayson desanduvo sus pasos, alejándose de aquel pasillo. No quería que Emerson saliera del baño y lo viera allí con ella. La esperaría en la sala y, tan pronto como llegase, aunque tuviera que aguantar la cara de culo de Zane, se iría de allí a la habitación que tenía reservada en el piso dieciséis para pasar la noche.

* * *

—¿Puedes dejarme pasar?

—Aay, lo siento… No me he dado cuenta de que estaba obstruyendo la salida —le contestó una de las mujeres que entraron en el baño mientras Emers revisaba su maquillaje frente al espejo después de

terminar de usar el servicio. Reconoció de inmediato al grupito en cuestión: eran las chicas que habían detenido a Giovanni en los pasillos del

underground.

—No estabas, estás obstruyendo la salida.

—Tienes razón, pero, si no me pides con buenos modales que me haga a un lado, no lo haré.

Las otras dos que estaban con ella se rieron, celebrando la ocurrencia de su amiga, cuando de pronto la puerta se abrió desde fuera para que apareciera la cuarta chica, que se había marchado del baño apenas había entrado ella.

—Hola, soy Mandy Harlow, ¿y tú eres?

Emerson la miró de pies a cabeza sin darle su nombre.

—Bien, no es importante saber tu nombre; a decir verdad, sólo quiero hacerte saber que Grayson está ocupado, así que será mejor que te pidas un Uber y te marches de aquí.

—Eres muy bromista; ahora hazme el favor de apartarte de mi camino.

—Supongo que no te ha contado nada de mí. ¿Sabes?, a él, de vez en cuando, se le olvida hacerlo, pero yo le permito que se divierta. Soy la hija del principal de sus patrocinadores. Grayson y yo tenemos una relación, hace algún tiempo ya, y no querrás ser la causante de que su carrera corra peligro, ¿verdad?… porque, si me siento amenazada, tal vez decida hablar con mi padre y… como imaginarás, no hay nada que él me niegue.

—Estás de coña, ¿verdad? Eres tan importante que tú te has quedado fuera del vestuario y yo he entrado, y, además, te tiene tan en cuenta que no le importa venir conmigo donde estás tú.

»Apártate y déjame pasar antes de que te haga a un lado yo; me estás haciendo perder el tiempo.

—Luego no digas que no te lo advertí: él siempre regresa a mí, así que no te ilusiones demasiado.

—Si hay algo que tengo muy claro es que no necesito tus consejos.

Mandy se apartó, dándole paso, y Emerson salió enfurecida, lamentando que la puerta tuviese un mecanismo cierrapuertas que evitara que pudiera dar un portazo; esa joven y las tontas de sus amigas habían logrado ponerla de muy mal humor.

Apenas salió al pasillo, intentó serenarse, ya que ella tampoco era nadie en la vida de Grayson como para reclamarlo como suyo. Después de todo, sólo era quien, por el momento, compartía cama con él.

—Realmente siempre me pregunto qué es lo que hacen tanto tiempo las mujeres en el baño.

—Si he tardado… deberías pedirle explicaciones a la idiota con la que te acuestas… o acostabas, no sé. Tú dime qué papel cumple Mandy Harlow en tu vida.

—¡Maldición!

—Soy yo la que maldigo la pérdida de tiempo. Deberías aclararle que no tiene nada que temer, ya que lo muestro es algo pasajero y pronto acabará; ve y hazlo, así no se volverá a poner paranoica.

Emerson quiso caminar hacia la barra.

—Espera. —Grayson la agarró por el brazo—. No hagas caso a nada que te haya dicho. Ella sólo…

—Sólo es la hija de uno de tus principales espónsors.

—¿Qué? —Rio sonoramente—. ¿Eso te ha dicho? No es cierto; bueno, no del todo.

—No quiero ocasionarte problemas, creo que me pediré un Uber y me iré.

—No eres un problema y no te dejaré marchar.

La cogió de la mano y la sacó de ese pasillo, conduciéndola a otro que ni siquiera tenía idea de dónde llevaba. La música sonaba más apagada en ese lugar, así que se percató de que estaban lo suficientemente alejados como para tener un poco de privacidad. La apoyó contra la pared y le acarició el costado; luego bajó la mano y pasó su palma, abarcando su terso muslo desnudo, y le pareció exquisito. Rápidamente, la encerró con su cuerpo y la aprisionó contra el muro de hormigón, apoyándole la pelvis para enseñarle lo doloroso que le resultaba sentir su firme polla bajo el pantalón.

—Me vuelves malditamente loco. No te irás, no lo permitiré. Te deseo más de lo que quiero admitir; te… necesito.

Las últimas palabras no habían sido fáciles de admitir, pero lo había hecho. Emerson estaba volviéndolo débil, pero no le importaba.

Reclamó su boca de una manea desquiciada. El beso empezó desmedido, y no podía ser de otra forma, porque todo lo que pasaba entre ellos era así, inconsciente, improvisado, excesivo, insolente, como si el tiempo que tenían para estar juntos fuera a acabarse en cualquier instante.

Cuando él se alejó de sus labios, con la respiración entrecortada, apoyó la cabeza en su frente.

—Tenemos un arreglo, Emerson, y no te permitiré romperlo si no es por las razones que acordamos de antemano. Dime que no quieres estar conmigo porque ya no me deseas y te dejaré ir, pero debes saber que, incluso así, haré todo lo posible para que nunca dejes de hacerlo.

—Deberíamos parar, lo sabes… Seguir por este camino, ¿a dónde nos lleva?

—¿A dónde quieres que nos lleve? —le preguntó, mordiéndole los labios al tiempo que alzaba sus brazos, sosteniéndolos sobre su cabeza, y con la otra mano le acariciaba los pechos por encima del vestido.

—Quiero que todos sepan que eres mía.

—No, Grayson, no; ninguno de los dos quiere más de lo que acordamos.

—Sabes que sí. Sabes que fue diferente desde que te besé la primera vez.

Su mano había levantado el vestido y alcanzado el borde de sus bragas, haciéndolas a un lado.

Él gruñó, como si fuera una bestia salvaje.

—Mierda, estás tan mojada… Lo sabía.

Introdujo un dedo dentro de ella y Emerson sólo buscó más roce; se balanceó contra su mano mientras Gray devoraba su boca, amasaba sus pechos y hundía el dedo dentro de ella, haciéndolo girar.

Metió otro más en su sexo y empezó a bombear su urgencia por conseguir el alivio que necesitaba que él y sólo él le proporcionara. Probablemente, estar allí, en ese pasillo, no era lo más sensato de hacer, y estaba claro que Emerson no tenía voluntad para decirle que se detuviera.

Sin embargo, él sí lo hizo.

—Sólo deseo ver tu rostro cuando logro que alcances el clímax, y créeme que no hay nada más hermoso que ver cómo te corres, pero… no aquí, no quiero que nadie vea esa expresión en ti, sólo yo. Ven, subamos a la habitación que tengo reservada para nosotros.

Igor le acomodó la prenda y, cuando se cercioró de que estaba vestida correctamente para otra mirada que no fuera la suya, la cogió por la cintura, uniéndola a él, y la guio de regreso a la sala. No había otra manera de acceder a los ascensores si no era por ahí.

—Grayson. —Zane quiso detenerlo.

—Ahora no. Ocúpate tú de vender mis peleas, yo haré mi parte cuando deba subir a la jaula.

Bajaron en el piso donde estaba la

suite presidencial que tenían reservada. Gray pateó la puerta después de acceder a una sala de estar y la tomó por el rostro.

—Dime que quieres esto tan jodidamente como lo quiero yo.

—Eso no era lo previsto…

—Lo sé, pero ha ocurrido, ¿verdad?

—Gray… tal vez antes debería decirte algo.

—Shh… Sólo déjame besarte, déjame sentirte, nena, déjame cuidar tu cuerpo con el mío. Luego hablaremos, tenemos tiempo para eso; ahora es tiempo de otra cosa.

Si había una forma para que sus pensamientos se apagaran, sin duda Grayson sabía muy bien cómo provocarla: él, proporcionándole imágenes sucias con ellos como protagonistas, era la técnica adecuada y funcionaba a la perfección.

«Dios sabe que lo mejor sería largarme, pero Él también sabe que lo he intentado… El caso es que, si se trata de Grayson, pierdo toda voluntad», pensó ella mientras se perdía en el azul profundo de sus ojos.

Gray llevó su mano a la espalda de Emerson sin apartar su mirada, buscó la abotonadura del vestido y liberó la sujeción del cuello. No es que no supiera que no llevaba sujetador, pero ver caer la tela y comprobarlo resultó ser la cosa más erótica que había visto. Sus pechos, exuberantes y duros, eran aptos para ser considerados como la octava maravilla del mundo…, sólo que había un problema: no podría permitir que nadie que no fuera él los admirara.

Estaba jodidamente atrapado en la seducción de esa mujer. Emerson había logrado deslizarse bajo su piel como ninguna otra mujer lo había conseguido.

Igor se consideraba un hombre escéptico respecto a las relaciones entre un hombre y una mujer, y a causa de eso era un experto en separar los sentimientos y el sexo. Tomar simplemente lo que le satisfacía a su cuerpo era lo esencial para él y pensar en algo que involucrara sentimientos no estaba en su jerga, pero nada de eso estaba ocurriendo.

Sus ojos se encontraron y se sonrieron mutuamente en silencio; de inmediato, la mirada de Gray se ensombreció y su expresión se volvió seria.

—No puedo esperar más para tenerte. Siento como si hubiese pasado una eternidad desde la última vez que te hice mía, y apenas ha pasado un día.

Terminó de quitarle el vestido y dejó que la prenda se derramara a sus pies; luego, inclinándose, la cogió por la cintura, incitándola a que ella trepara sobre sus caderas. Emerson lo hizo, enroscando sus piernas a su alrededor, y él se aferró a sus nalgas para poder avanzar con ella a cuestas hacia el dormitorio. En el camino, sus bocas no perdieron tiempo y se enredaron en un beso insaciable, a la vez que sus lenguas se mezclaron con la desesperación de dos personas que sólo pueden reaccionar así porque es imposible estar el uno sin el otro. Emers sintió una extraña sensación, como si los labios de Grayson nunca hubieran sido más que de ella, como si antes hubieran besado otras bocas sin pertenecerles realmente. Era una sensación tan enorme que no quería dejar de experimentarla; se sentía demasiado bien creyendo eso.

El trayecto desde la sala no fue tanto, así que no tardaron en chocar contra la cama. Igor la depositó allí y, cuando se inclinó para dejarla, experimentó un tirón en su costado izquierdo que procuró disimular; luego ya se ocuparía de que le vieran el golpe que tenía ahí.

Sintiéndose hambriento de su cuerpo, y ansioso por volver a probar cada milímetro de su piel, comenzó a desvestirse con prisa, maldiciendo por lo bajo con cada prenda que tuvo que quitarse y que se interponía entre ellos. Emers lo observó atenta mientras él se desnudaba; flexionó los brazos y semisentada, lo miró con los ojos más brillantes que de costumbre. Sin poder contenerse, estiró una mano y lo ayudó a desabrochar sus pantalones; en retribución por ayudarlo con el trabajo, Grayson se los bajó junto con el bóxer, y su polla, liberada, saltó sumamente preparada.

Una de las pequeñas manos de la fotógrafa rodeó el tronco de su miembro y lo bombeó hasta que una gota de líquido preseminal asomó, derramándose por la punta. Emerson inclinó la cabeza y, sin dejar de mirarlo a los ojos, recogió el precum con la lengua y lo saboreó, lamiéndose los labios y provocando con ello descargas eléctricas en el cuerpo de Grayson, que lo hicieron sentir frágil. Estaba conteniéndose para no cogerla por la nuca y empezar a mover sus caderas, follando su boca; luego la muchacha cerró los ojos y tragó toda su longitud, perdiéndola en su boca y succionando.

—¡Maldición! —maldijo Igor, obnubilado—. Tu boca es jodidamente buena practicando una mamada; estás haciendo que esté a punto de perder toda la caballerosidad.

Ella sonrió maliciosa y siguió lamiendo y succionando, mientras su mano, además, ayudaba bombeando y presionando su longitud, alternando incluso con su lengua para rodear el glande.

—Emerson, cariño, detente de una puta vez si no deseas… —gimió—… detente…

La joven lo tomó más profundamente con la boca y la alternó con sus bombeos; él la había advertido de que estaba a punto de romperse en mil pedazos, pero ella continuó trabajándolo, persiguiendo su liberación.

—Emers… nena… voy a…

Su advertencia salió entrecortada, y ella aceleró más el ritmo y la presión.

—Te ves tan jodidamente hermosa con mi verga en tu boca. Mierda, te ves simplemente perfecta.

Grayson la agarró por el cabello al ver que Emerson no tenía intenciones de detenerse y comenzó a balancear sus caderas, enterrándose más en ella. La empalaba hasta que sentía cómo la punta de su polla tocaba su garganta. Estaba decidido a darle todo lo que al parecer estaba deseando de él, y le follaría esa carnosa boca como había imaginado hacerlo el día que la conoció.

—Soy el puto amo del infierno, esto es magnífico —gimió cuando su semen salió como un géiser, a chorros, y gruñó con voz profunda mientras derramaba hasta la última gota en su garganta.

Con las piernas temblando, y debilitadas como jamás las había notado sobre un ring, levantó a Emerson y la acomodó en la cama para poder ponerse encima de ella.

—Espera, quiero…

—¿Qué quieres? Sólo pídelo, no hay nada que pueda negarte, después de la mamada que acabas de hacerme —le aseveró antes de volver a devorar su boca con un beso desmedido, probando el sabor salobre de su semen, que aún se sentía persistente en su lengua.

—Quiero que me lamas, quiero tu lengua en mi coño.

—Lo que tú pidas, tesoro.

Su polla, que acababa de eyacular, volvió a balancearse, ansiosa ante su impuro requerimiento. Ya estaba otra vez empalmado y listo para ella, y es que, sencillamente, la boca de esa mujer iba a matarlo; literalmente iba a hacer que su corazón estallara.

—Tu sucia boca sólo hace que desee volver a follarla.

—Hazlo.

Se miraron a los ojos sosteniéndose la mirada, y ambos gimieron al imaginar haciéndoselo al otro.

—No seré suave —le advirtió él.

—No quiero que lo seas; lo quiero todo de ti, lo bueno, lo malo, lo oscuro, lo diáfano.

Grayson

Igor King se levantó, bordeó su pequeño y torneado cuerpo y se acuclilló a la altura de su cara; la miró con los ojos entornados por la lujuria, y ella abrió sus labios, esperándolo. Agarrando con su morena mano la base de su polla, él la introdujo lentamente, centímetro a centímetro, dentro de su boca, perdiéndose en su húmeda y caliente cavidad. Gruñó de forma primitiva, y bombeó con su miembro, entrando y saliendo de ella. Ver cómo follaba su boca le estaba resultando demasiado erótico, y casi hizo que la visión lo hiciera olvidar su petición, pero sus ojos se percataron del movimiento de la mano de Emerson, que intentaba bajarse las bragas, pues aún las llevaba puestas. Entonces, dejando de lado su avaricia, se inclinó y le rompió la prenda para ayudarla a que saliera más rápidamente; de inmediato, descendió la cabeza y enterró la cara entre sus muslos, recogiendo al instante toda la humedad de su excitación con la lengua, mientras continuaba agitando sus caderas, para que su polla entrara y saliera de su gloriosa boca.

Ambos gimieron, sin importarles que alguien pudiera oírlos. Era un momento sumamente ardiente, y no había manera de que se detuvieran para calmarse, así que, en cuestión de segundos, uno y otro hallaron la liberación.

Él se apartó de ella y la miró. Se mostraba somnolienta y se veía más sexy que antes. Ansió golpearse el pecho por conseguir poner esa expresión de satisfacción en su rostro; él era el único artífice de que ella tuviera un aspecto tan plácido.

—No te duermas —le indicó.

—No… Aún quiero más de ti; quiero que me agotes de placer, hasta que los dos nos quedemos sin fuerzas, aunque debo reconocer que tu resistencia es asombrosa… Vienes de tener una lucha durísima en el ring y aún luces entero, y listo para darme atención en la cama.

Grayson asaltó su boca para hacerla callar; su libertina boca fornicadora lo estaba perdiendo como ninguna otra lo había hecho nunca.

—Me pones tan duro, nena… Me vuelves tan insaciable de ti… —le confesó.

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