Igor

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Capítulo veinte

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Capítulo veinte

Más tarde, trabajaba en el

set, en plena sesión fotográfica, cámara en mano, capturando lo mejor de la modelo que estaba frente a ella. Daba indicaciones y se mostraba como toda una experta en la materia.

La música que sonaba en ese momento, un tema de Jason Derulo, sofocaba todos los sonidos y servía para que pudieran concentrarse en el trabajo al ritmo de

Swalla.

No obstante, una energía externa proveniente de otro lugar hizo que captara una alteración en el ambiente. Miró por encima de su hombro y, efectivamente, comprobó que no se había equivocado; lo había sentido aun sin verlo. Grayson estaba alejado, hablando con Cristiano, pero su mirada se clavó en cada movimiento que ella hizo.

Cuando Emerson lo descubrió, Gray esbozó una lenta y sexy sonrisa que se extendió por todo su rostro, y la fotógrafa sintió que su corazón comenzaba a precipitarse en su garganta, y supo que no había manera en el mundo de que ese hombre no fuera el protagonista de cada una de sus fantasías.

Estaba obnubilada, como cada vez que lo veía; sus impresionantes ojos azules, la cincelada línea de su mandíbula y su piel morena lo convertían en la imagen de la perfección absoluta. Em se giró, enfrentándolo, y llevó su vista a la pantalla de su Nikon. Entonces apuntó, sin que él se diera cuenta, hacia su principal objetivo, tocó la rueda de enfoque y el del zoom levemente, y disparó, capturando la esencia perfecta de ese dios griego que claramente la traía de cabeza y que la dejaba suspirando y casi a punto de tener un orgasmo sólo con verlo.

—Jordan —dijo inmediatamente—, por favor, quita un poco de brillo del rostro de Tanya; está dando demasiado en la cámara.

—Cómo mandes, Em.

Aprovechó esos breves instantes antes de volver al trabajo para acercarse a King.

—Hola, qué bien que hayas venido.

—No quería interrumpirte —le contestó él, acercándose para dejarle un beso en los labios—. Sólo deseaba sorprenderte; pretendía esperarte en tu despacho, pero Cristiano ha insistido en que pasara.

—No hay problema.

—Ya te lo he dicho, hombre, no interrumpes.

—Ya casi he terminado; quedan pocas fotografías que hacer, es el último cambio de ropa de la modelo.

—No tengo prisa.

Grayson estaba fascinado viéndola trabajar; ella parecía estar muy segura de saber lo que hacía, y daba indicaciones sin cesar. Se asombró de la cantidad de gente que había a su alrededor, sólo para tomar una imagen y que ésta saliera con todos los efectos profesionales que se pueden apreciar en los

books fotográficos y catálogos de marca.

—Xavier, necesito que muevas la luz para que le dé más de abajo. Cris, por favor, alcánzame el objetivo luminoso; haré algunas tomas con ése y creo que, después de eso, podremos dar la sesión por finalizada.

Ladró las últimas órdenes y, de inmediato, tuvo a toda la gente moviéndose para hacer lo que ella pedía; todos trabajaban sincronizados y se entendían a la perfección.

Realizó unos cuantos disparos más y luego dijo:

—Listo. Os excuso del trabajo por hoy. Muchas gracias a todos, siempre es increíble trabajar con vosotros.

Sacó la tarjeta de memoria de la cámara y se la entregó a Cristiano.

—Tanya, te has lucido, has estado genial. Esperemos que no haya que repetir ninguna imagen. —Le tocó el brazo—. En cuanto el cliente lo autorice, te enviaré algunas fotos para que las puedas subir a tus redes sociales y promocionar tu trabajo.

—Gracias, Emerson; ha sido un placer volver a trabajar contigo.

—¿A qué hora sale tu vuelo a Nueva York?

—A medianoche. Ahora me voy a cenar con Abby y con Blake, y luego ellos me llevarán al aeropuerto de San Francisco.

—Fantástico.

Los dejó a todos recogiendo lo que habían utilizado en el

set y se dirigió hacia donde aún la aguardaba Grayson.

—Pensaba que Cristiano era fotógrafo, no tu asistente.

—Lo es, sólo que él prefiere hacer las tomas en exteriores, y yo casi siempre me encargo de las que

se hacen aquí en el

set; dividimos el trabajo.

—Entiendo. ¿Ya estás libre?

Caminaron hacia el despacho de Emerson.

—A decir verdad, tenía pensado empezar hoy con las clases de

gym en el local de Peighton.

—¿Quieres ir al gimnasio de casa? —Él levantó la mano y ahuecó su barbilla antes de que entraran en su oficina—. Podría ser tu entrenador personal.

—Suena sumamente tentador, pero… eso sería saltar otra valla más en nuestro acuerdo inicial.

—¿Acaso no sigue tratándose de continuar pasándolo bien?

—La primera vez —una sonrisa cruzó su hermoso rostro— me dijiste que no querías que fuéramos allí, porque no vivías solo.

—Claramente, las cosas entre nosotros han cambiado, ¿no lo crees?

—Todo lo que trato de decir es que… tal vez estemos yendo muy lejos.

—Hay tantas cosas en mi cabeza que realmente me cuesta expresarlas. No voy a negártelo, estoy un poco asustado: tú eres la cosa más intensa que he experimentado, y quiero ser honesto contigo. Nunca me había sentido tan posesivo con nadie en toda mi vida, pero, desde que te vi la primera vez, todo eso cambió; me siento diferente a tu lado.

«Joder, se suponía que iba a dejarlo», se recriminó Emerson después de escucharlo, pero supo de inmediato que estaba fallando una vez más en alejarlo de su vida, ya que en ese momento en lo único que podía pensar era en lanzarse a sus brazos y besarlo.

—Nunca nadie me ha parecido tan sincero; lo que me dices, además, es muy dulce.

Él movió sus brazos, deslizándolos alrededor de su cintura, y lentamente Emers se rindió a su boca.

Ella se impulsó contra él, conteniendo un gemido cuando percibió su duro cuerpo envolviéndola.

—Espera…

—No, Emers, no me detendré; sólo quiero que me contestes si deseas olvidar por completo nuestro primer acuerdo y aceptas salir conmigo como mi novia.

La boca de Emerson se secó y su cuerpo se tensó. ¿Cómo iba a contestar a eso? Ésa era la gran pregunta que surgía en su cabeza, y ésa, tal vez, la mejor oportunidad para alejarlo; sólo necesitaba ser valiente y decirle que no era lo que buscaba; él tendría que entenderlo.

—Creo que es muy pronto —contesto sin embargo, sin desechar su proposición del todo—. Quizá deberíamos seguir conociéndonos un poco más, antes de pensar en formalizar lo que tenemos y ponerle un nombre a la relación.

—¿Por qué deberíamos hacerlo? Podemos intentarlo y, si no funciona, volvemos al plan original. El caso es que… —apoyó su frente en la suya y soltó el aire que estaba conteniendo—… no soporto la idea de que alguien más se te acerque y crea que estás libre para lanzarse a ti. Te lo acabo de decir, me siento posesivo contigo. No pretendo limitar tu vida, ni volverme obsesivo. Sólo quiero que la gente sepa que estás conmigo; sólo te estoy pidiendo eso.

Era la segunda vez que le sugería que quería que supieran que era suya, pero la primera vez, en San Francisco, ella había eludido el momento y había conseguido más tiempo; en ese momento esperaba volver a lograrlo.

—Grayson, no te estoy rechazando —le aclaró—, pero tú y yo sabemos que la vida no es un maldito libro romántico en el que, en unas pocas páginas, los protagonistas deciden casarse y todo sale perfecto porque la autora los ha creado perfectos y es quien tiene el poder de escribir el mejor final para ellos.

Presionó sus dedos contra sus labios para hacerla callar y la miró a los ojos.

—No te estoy pidiendo que te cases conmigo. Sé que es una locura, sé que ambos estábamos negados a una relación y lo dejamos muy claro cuando nos conocimos. —Se pasó la mano por el pelo—. Me estás haciendo rogar, Emerson, y eso me está cabreando, porque prometí que nunca más le rogaría a ninguna mujer, y contigo estoy rompiendo todos mis cánones. Sólo di de una puta vez que sí. Sabes tanto como yo que nada cambiará; sólo quiero sentirme con el derecho de decir que eres mi novia.

—¿Tan importante es eso para ti?

—Sí, joder, sí.

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