Igor

Igor


Capítulo veintitrés

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Capítulo veintitrés

El viernes, alrededor de las cinco de la tarde, Giovanni pasó a recogerla por el estudio. Su coche estaba en el taller y Grayson quería que durmiera en su casa, porque el sábado volvía a pelear y la necesitaba a su lado para poder concentrarse en el combate. Sin embargo, Emerson acababa de colgar con su madre; había recibido una noticia inesperada, su padre había empeorado y parecía que iban a tener que meterlo en el respirador.

Apenas el chófer llegó, le pidió que la comunicara con Zane. Sabía que la concentración era muy importante para Igor y no quería molestarlo directamente a él.

—¿Qué ocurre, Gio?

—Estoy aquí con Emerson; quiere hablar contigo, pero que no se entere Gray.

Ya era tarde, pues estaba a su lado y, cuando oyó que lo nombraba, empezó a preguntar qué sucedía con Emerson.

—¿Pasa algo? —se oyó la voz de Grayson al otro lado de la línea.

—Joder, hombre, espera; pareces desquiciado. —Era la voz de Zane regañando a Grayson, y el chófer optó por pasarle el teléfono a Em.

—¿Qué ocurre? —le preguntó ella a Giovanni.

—Ya se ha enterado de que soy yo, y está como loco. Será mejor que hables tú con él y lo tranquilices.

Le entregó el móvil y Zane también hizo lo mismo, cediéndole su teléfono a Igor.

Emerson le explicó rápidamente lo que pasaba.

—Prométeme que no estarás pensando en mí.

—Sabes que eso no es posible.

—Grayson, tengo que ir. Cariño, mi padre está muy mal. Dime que lo comprendes.

—Lo hago, pero… ¿por qué no puedes esperar a que termine la pelea y nos vamos juntos en el avión privado del equipo? No entiendo por qué me dejas fuera.

—No te estoy dejando fuera. Ya he sacado un pasaje, en cuatro horas estaré allí, y me urge llegar cuanto antes. Entiéndeme, temo no llegar a tiempo… Su respiración ha comenzado a fallar.

—Tienes razón, soy un maldito egoísta.

—No lo eres. Sé que lo haces porque quieres estar a mi lado, pero debes concentrarte en el combate; te has preparado mucho y tienes que ganar. ¿Me lo prometes?

—Lo haré.

—Me siento tan orgullosa de ti…

—¿De verdad?

—Por supuesto. Te admiro muchísimo, porque todo lo que te propones lo consigues siempre. Entra en la jaula y patéale el culo a ese Fénix.

—Dalo por hecho. ¿Me mantendrás informado y me prometes que me llamarás si me necesitas a tu lado?

—No lo dudes.

—Déjame acompañarte al aeropuerto, al menos.

—Gray, cariño, quiero que sigas concentrado en la pelea; es mejor así. Por favor, me sentiría muy mal si fuera la culpable de que no obtuvieras el resultado que necesitas conseguir. Recuerda que sé lo de Zane.

—Está bien —cedió el finalmente—. Pásame con Gio —le indicó cuando terminaron de hablar.

»Te quiero, nena.

—Y yo a ti.

Ella le tendió el móvil al chófer y le explicó que Igor quería hablar con él.

—Quédate ahí con ella, llévala al aeropuerto y acompáñala hasta que el avión despegue.

—Está bien, no te preocupes, lo haré.

Durante el vuelo, no dejó de llorar. Estaba segura de que tenía los ojos completamente hinchados.

Lloraba por su padre, por el temor de no llegar a despedirse de él, y también lloraba porque se sentía la peor mierda sobre la faz de la tierra. Grayson no hacía otra cosa que preocuparse por ella y ella sólo podía rechazar sus buenas intenciones porque era impensable presentarse en el hospital con él y que lo descubriera todo; ni siquiera era capaz de darle tranquilidad para que subiera a pelear con la cabeza puesta en el triunfo que tenía que alcanzar.

* * *

Era sábado por la noche y el humor de Igor no era el más templado. El padre de Emerson estaba mucho mejor; habían logrado estabilizar su fallo respiratorio y, al parecer, él continuaba luchando por vivir, pero lo iban a seguir teniendo ingresado unos días más y ella aún permanecía allí.

Se sentía impotente por estar atrapado en Atherton cuando lo único que anhelaba era correr junto a su mujer, para acompañarla en ese mal momento que estaba atravesando. También se sentía un cabrón egoísta por haber tenido el pensamiento, cuando se enteró de que su padre estaba mejor, de que ella se montaría en un avión y regresaría a su lado.

Faltaban pocos minutos para subir a la jaula; en cualquier momento lo vendrían a buscar, y no lograba centrarse. De pronto se oyó un tumulto en el vestuario y, cuando la vio ahí, toda desarreglada frente a él, no podía creer que fuese cierto.

Se abalanzó sobre ella y ella también sobre él, y se abrazaron.

—Sólo dime que no estoy soñando.

—No, mi amor, estoy aquí. No he querido avisar a nadie de que regresaba, porque no estaba segura de si iba a llegar antes de que subieras al ring.

Grayson la besó con furia y luego la aplastó contra su pecho. Emerson era todo lo que necesitaba para estar en paz, para sentirse completo.

—¿Y tu padre? —le preguntó cuando se apartó a regañadientes.

—Él está bien. Luego hablamos, ahora ve y gana esta pelea; tú sólo debes concentrarte en eso, yo iré a ponerme un poco más decente. Abby me ha recogido en el aeropuerto y me ha traído ropa para cambiarme; no quiero avergonzarte con estas fachas.

—Estás preciosa. —Le pasó un dedo, con la mano ya vendada, por sus ojeras—. Tú siempre te ves preciosa.

—Eres un gran mentiroso.

Estaba cansada; llevaba más de un día sin dormir, además del

jet lag que sufría, puesto que en Chicago hay otro uso horario que en California. Pero no importaba, había llegado para estar con Grayson, y no había nada que ansiara más. Luego tendría tiempo de descansar, abrazada a él.

Abby le repetía que estaba estupenda, aunque ella sabía que se veía como una mierda, pero más no podía hacer para tener un aspecto un poco mejor.

Sing for the moment comenzó a sonar y las luces se apagaron, y a Emerson le costó un gran esfuerzo no romper en llanto cuando Eminem empezó a cantar. Esa canción era la historia de Grayson, del muchacho pandillero rechazado por su familia. Sintió celos a la vez por el hecho de que hubiera elegido ese tema para entrar, un tema que tenía que ver con el momento en el que él y su hermana tuvieron algo, pero la canción también era una historia de superación como la suya.

Igor hizo su caminata y entró en la jaula. Desde allí, fijó su vista de lince en ella, se tocó el pecho y la señaló. Luego movió la cabeza hacia ambos lados y centró la vista en su oponente. Algo en su interior hizo «clic» y apagó dentro de él el entorno para ir tras su objetivo: ganar.

Después de que los presentaran, el combate dio inicio y todo pasó casi en un abrir y cerrar de ojos.

Tras un corto intercambio de golpes, y un par de patadas que ambos lanzaron, midiéndose, Igor giró en el aire para que su pie conectara en la cabeza de su rival y lo noqueara.

Él había subido con un único propósito: bajarse cuanto antes del ring para poder reunirse con Emerson. Elevó un puño al cielo; después saltó sobre el tejido que rodeaba la jaula y, de ahí, se lanzó a donde estaba el público, para ir en busca de su chica. Le importaba una mierda no quedarse para hablar, ni para esperar el fallo de la pelea, y que sus fans enloquecieran con cualquier estupidez que se le ocurriera decir; mucho menos tenía pensado acudir a ningún sitio donde quisieran llevarlo, para que Cruz hiciera negocios gracias a él. Lo único que quería era ser un maldito cavernícola al que sólo le preocupaba enterrarse en su mujer, aunque ella estuviera destrozada por el viaje y la tensión debida a la enfermedad de su padre. Sólo podía pensar en hacerle el amor y, después de que tuvieran un orgasmo, abrazarla para que se durmiera en el cobijo de sus brazos.

Ya en el vestuario, Zane intentó hacerlo entrar en razón, pero estaba fuera de sí; la tensión de saberla tan lejos de él había hecho estragos en su mente. Incluso, la noche anterior, sus pesadillas de la guerra habían regresado, cosa que no ocurría desde que estaba con Emers.

—Grayson, mírame, por favor. —Emerson se paró frente a él, le enmarcó el rostro con ambas manos y le habló—. Vamos hasta San Francisco, te muestras un rato para que todos queden contentos y luego subimos a nuestra habitación. Zane te acaba de decir que ya ha llamado para reservarnos la

suite.

—Maldición, sólo mira lo cansada que estás. No puedo arrastrarte a una celebración como si no hubieras estado pasando las peores horas de tu vida.

—Yo estoy bien. Me recostaré en tu regazo y dormiré un rato durante el trayecto, y luego hacemos lo que te he dicho y después nos vamos a la habitación, ¿de acuerdo?

—Pero no te apartarás de mí.

—Grayson, me estás asustando. ¿Qué te pasa? Tú no eres así.

—Mi cabeza está más jodida de lo que crees; estuve en la guerra, ¿recuerdas? A veces se me va la chaveta —le explicó, poniendo un freno a sus pensamientos.

Ella se puso de puntillas y besó su frente.

—Te amo, Grayson

Igor King. Simplemente te amo.

Él la miró casi sin creer lo que Emerson acababa de decirle. Maldijo por no retribuirle las palabras, pero lo había dejado sin habla, realmente lo había sorprendido.

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