Ideas

Ideas


Primera parte. De Lucy a «Gilgamesh»: La evolución de la imaginación » Capítulo 3. El nacimiento de los dioses, la evolución de la casa y el hogar

Página 12 de 106

La mayoría de las tumbas estaban originalmente bajo enormes túmulos y podían contener centenares de cuerpos. Se los empleaba para entierros colectivos, o en ocasiones sucesivas, y las ofrendas fúnebres no eran por lo general muy impresionantes. En muy raras ocasiones las cámaras poseen una columna central en la que puedan advertirse huellas de pintura. Como ha señalado Mircea Eliade, todo esto «demuestra un culto a los muertos muy importante»: mientras las casas en que los campesinos de esta cultura vivieron desaparecieron con el paso del tiempo, sus cámaras funerarias son las construcciones que más han sobrevivido en la historia de la humanidad. Quizá las estructuras más impresionantes de este tipo sean, como hemos sugerido, los templos de piedra de Malta, que para algunos arqueólogos debió de ser una isla sagrada en la prehistoria. Según Colin Renfrew, el más fascinante de todos ellos se encuentra en Ġgantija, en Gozo, la isla más septentrional del archipiélago maltés. «En frente de Ggantija hay una espaciosa terraza de unos cuarenta metros de ancho; apoyada por un gran muro de contención, la fachada, acaso el exterior arquitectónico concebido como tal más antiguo del mundo, es tremendamente imponente. Grandes losas de piedra caliza coralina, dispuestas de forma alternada de cabeza y de costado, se elevan hasta una altura de ocho metros; estas losas alcanzan los cuatro metros de altura en la primera hilada, y por encima de esto sobreviven aún seis hiladas de bloques megalíticos. Un pequeño modelo de templo de este período sugiere que la fachada original podía alcanzar los dieciséis metros de altura».[242] En uno de los otros templos malteses, Tarxien, en la misma Malta, se han encontrado espirales grabadas en relieve y frisos de animales y, lo más sorprendente de todo, «un enorme fragmento de una colosal estatua de una mujer sentada, que, originalmente, alcanzaba en esa posición los dos metros de altura. Ésta debe ser la estatua colosal más antigua del mundo».[243] También se han descubierto otras estructuras de piedra más pequeñas, la mayoría de ellas son «gordas», «espléndidas figuras regordetas en piedra».[244] La idea básica de una diosa sentada, y quizá embarazada, sin duda nos recuerda las figuras natufienses descritas por Cauvin.

¿Qué ideas había tras los cultos realizados en estos templos? Las investigaciones de Renfrew en la isla de Arran, en Escocia, han mostrado que las tumbas estaban estrechamente relacionadas con la distribución de tierra apta para el cultivo y, por tanto, parece que estos templos-tumba se vinculaban de algún modo a la adoración de una gran diosa de la fertilidad, que se desarrolló como culto como consecuencia de la introducción de la agricultura, y del examen más atento de la naturaleza que ésta habría propiciado.

Podemos, sin embargo, decir un poco más acerca de este conjunto de creencias. Aunque hay una gran variedad, los emplazamientos megalíticos se encuentran con frecuencia situados de forma que «el campo alrededor de ellos tenga determinado patrón. El yacimiento megalítico clásico se ubica sobre una plataforma a mitad de una saliente que surge de un terreno más alto situado a sus espaldas. Desde este punto, resulta visible la cuenca o valle del territorio abajo, mientras que el horizonte se presenta conformado por una cadena de colinas que se cruza detrás de la saliente».[245] Se piensa que esta ubicación estaba relacionada con antiguas creencias sobre el paisaje sagrado, la geomancia. «El lugar oportuno está casi siempre protegido por las colinas, ligeramente elevado respecto a ellas y conectado por una tierra a través de la cual fluyen las corrientes geománticas. En el ángulo formado por la unión de esas colinas, el geomántico buscaba “una pequeña hondonada o túmulo” desde el que la cadena de colinas que lo rodeaban pudieran verse formando “una completa herradura” con un lado abierto y corrientes que discurren suavemente y no de forma abrupta».[246] Desde la década de 1930, zahoríes modernos han explorado los yacimientos megalíticos y dicen que han sentido reacciones muy fuertes en sus inmediaciones. Uno de ellos, Guy Underwood, publicó en 1969 un mapa de las líneas geománticas primarias bajo Stonehenge que mostraba cómo veinte de ellas convergían en el sitio.[247] Algunos emplazamientos megalíticos, pero indudablemente no todos, también están agrupados en líneas rectas que, al ser conectadas en un mapa, vinculan diversos lugares en Inglaterra cuyos nombres terminan con la sílaba «ley». (Se las conoce como líneas-ley). Independientemente de si esto tiene algún valor, en verdad, lo que sí parece ser cierto es que varios alineamientos circulares megalíticos eran observatorios astronómicos en la prehistoria. Es evidente que conocer el ciclo solar era fundamental para una comunidad agrícola, en particular el solsticio de invierno cuando el sol deja de alejarse y se encamina hacia el norte de nuevo. Desde el túmulo, podían advertirse características del horizonte que permitían identificar cuándo ocurría el solsticio de invierno (por ejemplo), y las piedras se erigían de manera que, en los años por venir, el movimiento pudiera ser predicho y celebrado. Los observatorios solares empiezan a aparecer hacia el año 4000 a. C., pero los lunares no lo harán hasta el año 2800 a. C. Las tumbas usualmente daban al este. Chris Scarre, de Cambridge, sostiene que muchas de estas gigantescas rocas proceden de partes sagradas del paisaje o «lugares de poder» (como las cascadas o los acantilados, que tienen propiedades acústicas o sensoriales especiales, colores y texturas inusuales, por ejemplo), y que se las utilizaba para levantar santuarios en áreas importantes para la caza o el cultivo. Esto, afirma, explica por qué en ocasiones estas piedras eran transportadas enormes distancias pero no se las modificaba de ninguna otra manera.[248]

Sin embargo, es posible que todo esto tenga aún otro nivel de significado. Se han encontrado diversos grabados asociados con templos y observatorios megalíticos, en particular espirales, volutas y ciertas series de C concéntricas.[249] En todas partes de Europa, como veremos en un momento, estos dibujos se relacionan con lo que algunos prehistoriadores llaman la Gran Diosa, el símbolo de la fertilidad y la regeneración (no todos aceptan esta interpretación). En Alemania y Dinamarca, la cerámica vinculada a los megalitos también está decorada con círculos dobles, asociados también con la Gran Diosa. Dado el hecho de que, en tiempos muy primitivos, antes que la función del macho fuera entendida, la fertilidad de las mujeres debió de ser el mayor misterio y el mayor milagro que la humanidad conocía, y teniendo en cuenta que los menhires casi por definición se asemejan al órgano masculino, es posible pensar que los cromlechs megalíticos fueran templos-observatorios que celebraban la recién descubierta facultad del hombre. El significado sexual de los menhires no es simplemente un nuevo caso de arqueólogos que sobreinterpretan los testimonios de que disponen. En la Biblia, por ejemplo, Jeremías (2,27) se refiere a quienes dicen a una piedra: «Tú me diste a luz». A comienzos del siglo XX, todavía era común entre los campesinos europeos la creencia en las virtudes fertilizantes de los menhires. «En Francia, para tener hijos, las mujeres efectuaban la glissade (deslizarse por una piedra) y la friction (sentarse sobre monolitos o frotar el abdomen contra ciertas rocas)».[250]

No es difícil comprender el simbolismo. El solsticio de invierno era el punto en el que el sol renacía. Cuando llegaba ese día, las piedras se disponían de manera que el primer rayo de luz entrara como por una rendija hasta el centro del alineamiento circular, el centro del mundo en la geografía sagrada, lo que contribuía a la regeneración de toda la comunidad que se reunía para darle la bienvenida. Un buen ejemplo de esto es Newgrange, en Irlanda.

Unas últimas palabras sobre los megalitos. Mientras que en realidad no puede decirse que Orkney o Malta formaran parte de la misma cultura primitiva, en ambos lugares encontramos indicios de que había una casta especial de personas, separada de la población general, en comunidades megalíticas de dimensiones considerables. «En Malta, los esqueletos de aquellos vinculados con los templos después de 3500 a. C. indican que se trataba de personas poco musculosas, que tenían una dieta especial que, de acuerdo con los estándares neolíticos, desgastó muy poco sus dientes». Los huesos de los animales sacrificados a una edad antieconómicamente temprana, y vinculados a quienes vivían en las casas lujosas para la época, nos indican que ya existía una división social entre la gente que situaba en la cima de una casta especial, cuyos miembros serían una combinación de gobernantes, sacerdotes y científicos.[251]

Casi al mismo tiempo que las ideas megalíticas estaban proliferando en una parte de Europa, una forma diferente de venerar los mismos principios básicos estaba evolucionando en otros lugares del continente: Grecia y el Egeo, los Balcanes, Italia meridional y Sicilia, la cuenca del bajo Danubio y Ucrania, lo que comúnmente se conoce como «Vieja Europa». La investigadora lituana Marija Gimbutas se ha encargado de estudiar a los antiguos dioses de esta parte del continente.

Esta estudiosa ha descubierto una compleja iconografía que gira en torno a cuatro entidades principales: la Gran Diosa, la Diosa Ave o Serpiente, la Diosa Vegetación y el Dios Macho. Mientras los dioses serpiente, pájaro, huevo y pez desempeñaban su papel en los mitos de creación, la Gran Diosa era el principio creador mismo, la idea más importante de todas. En palabras de Gimbutas, «la Gran Diosa emerge milagrosamente de la muerte, del toro sacrificial y en su cuerpo comienza la nueva vida. Ella no es la Tierra, sino una mujer humana, capaz de transformarse y adoptar la forma de muchos seres vivos, cierva, perro, sapo, abeja, mariposa, árbol o columna».[252] Y continúa: «… la Gran Diosa está vinculada con el cuarto creciente, los diseños tetrapartitos y los cuernos del toro, símbolos de la continua creación y cambio… con los orígenes de la agricultura».[253] El motivo central era el nacimiento de un infante en un panteón dominado por la madre. La «Diosa dando a luz», con las piernas separadas y un triángulo púbico, se convirtió en una especie de taquigrafía, con la M mayúscula como «ideograma de la Gran Diosa».[254]

El amplio análisis de figurillas, santuarios y antiguas cerámicas, llevado a cabo por Gimbutas la ha conducido a conclusiones fascinantes, como, por ejemplo, que las diosas de la vegetación por lo general se representaron desnudas hasta el sexto milenio a. C. y después empiezan a aparecer vestidas, o que muchas de las inscripciones halladas en las figurillas formaban parte de una especie de proto-escritura lineal, miles de años antes del surgimiento de la verdadera escritura, con un significado religioso y no económico. Ahora bien, aunque por supuesto no todos aceptan las ideas de esta estudiosa sobre la proto-escritura, su principal argumento es el desarrollo de la Gran Diosa, con una compleja iconografía, pero en su raíz humana, si bien capaz de transformarse en otros animales y, en ocasiones, en árboles o piedras.[255] Hay indudablemente una relación entre estas ideas y las de Lewis-Williams sobre la mente en la cueva, «liberando» formas vivas de la superficie de las rocas.

En este punto, hacia el año 4000 a. C. aproximadamente, existe una pequeña constelación de ideas subyacentes a la religión primitiva, todas entrelazadas. Tenemos la Gran Diosa y el Toro. La Gran Diosa, que emerge a través de las figurillas de Venus, simboliza el misterio del nacimiento, el principio femenino y la regeneración de la naturaleza cada año con el retorno del sol. Esto marcaba una época en la que los ritmos biológicos de los humanos y los ritmos astronómicos del mundo eran observados sin que aún se los comprendiera. El Toro y las piedras representan al principio masculino, pero también evocan, a través de las cuevas decoradas del Paleolítico, la idea de un paisaje sagrado, lugares especiales en el entorno del hombre donde tienen lugar acontecimientos significativos (relacionados principalmente con la caza y la agricultura). Éstas eran las ideas religiosas básicas del hombre primitivo.[256]

Había otra razón por la que las piedras y el paisaje se volvían sagrados, y no tiene nada que ver con las astronomía. En algún momento después del año 4000 a. C., el hombre observó la transformación, en apariencia mágica, por la que la roca sólida, tratada de cierta forma mediante calor, se convierte en metal fundido, en ocasiones de un color muy diferente.

La cerámica, como hemos visto, fue el primero de cinco nuevos materiales —las «culturas del fuego»— que sirvieron de base a lo que después sería conocido como civilización. Los otros cuatro fueron el metal, el vidrio, la terracota y el cemento. A continuación nos centraremos en los metales, pero es evidente que los demás materiales pirotecnológicos subrayan la importancia constante del fuego en la antigüedad, y demuestran lo especializado que llegó a estar el hombre en su conocimiento y manipulación del calor y la llama.

Aunque al ordenar las «edades» del hombre los arqueólogos hablan actualmente de Edad de Piedra, Edad del Cobre, Edad del Bronce y Edad del Hierro, lo cierto es que la primera sustancia metálica empleada por la humanidad fue, casi con absoluta seguridad, el hierro, cuando hace 300 000 años el ocre empezó a ser utilizado como decoración. La hematites en particular fue muy popular, posiblemente debido a su color rojo, el color de la sangre y de la vida. En épocas neolíticas (8000-6000 a. C.), en lugares como Çatal Hüyük, parecen haber existido talleres especiales para la producción de lingotes con forma de torta de ocre rojo y malaquita verde, una técnica de almacenamiento.[257] En el Jericó anterior al descubrimiento de la cerámica, tres figuras de yeso a escala natural que, se piensa, representan divinidades están cubiertas de ocre. Pero las casas también se pintaban de rojo en otros lugares de Oriente Próximo. Con el desarrollo de la cerámica, el ocre continuó siendo el color favorito, aunque el verde-azulado pasó a ser considerado el más indicado para los muertos.[258]

Si el color, brillo e incluso peso de los metales impactaron al hombre primitivo, el hecho es que la primera vez que los encontró fue en forma de rocas en bruto, o en los lechos de los ríos y arroyos. Tras ello, nuestros antepasados tuvieron que descubrir que algunas rocas, como el sílex y el cuarzo, resultaban más fáciles de manipular si se las calentaba y que en el caso de otras, como el cobre nativo, lo más sencillo era forjarlas hasta convertirlas en herramientas útiles. Por lo tanto, de forma gradual, las ventajas del metal sobre la piedra, la madera y el hueso debieron de haber resultado evidentes. Sin embargo, cuando pensamos en la metalurgia de la antigüedad, por lo general tenemos en mente una cosa: fundición, la transformación aparentemente mágica por la que rocas sólidas se convierten en metal fundido. Es fácil imaginar el increíble efecto que tuvo esto en el hombre primitivo.

Toda la región de la media luna fértil cuenta con minerales de cobre, pero éstos se encuentran invariablemente en zonas montañosas y accidentadas. Los arqueólogos, por tanto, tienden a pensar que fue aquí donde la metalurgia realmente empezó, y no tanto en los valles de los ríos. En la actualidad, el área preferida es una región «cuyos habitantes, además de poseer mineral y combustible, habían adoptado alguna forma de vida sedentaria y disfrutaban de una cultura calcolítica».[259] Esta área, entre las montañas Elburz y el mar Caspio, es la candidata favorita para ser la cuna de la metalurgia, si bien el Hindu Kush y otras zonas también tienen sus partidarios. «Que el descubrimiento fue realizado de manera fortuita es algo que es difícil poner en duda, pues resulta inconcebible que el hombre simplemente haciendo uso de su pensamiento haya sido capaz de comprender la relación existente entre la malaquita —una piedra de color verde intenso y fácilmente desmenuzable— y la sustancia roja y maleable que llamamos cobre».[260] Como este vínculo debió de ser considerado mágico, probablemente se atribuyó poderes sobrenaturales a los primeros trabajadores del cobre.

En algún momento se pensó que «la fogata fue el horno de fundición original». Ya no. Y por una sencilla razón: hacia el año 4000 a. C. el calor producido por los hogares no habría sido suficiente para el proceso. Sin un tiro forzado, «una hoguera puede proporcionar bastante calor para cocinar la comida y calentar los pies… pero no produciría una temperatura superior a los 600º o 650º. Los minerales de cobre como la malaquita, el más fácil de emplear, no se reducen a temperaturas menores a los 700º u 800º C, y el cobre metálico no se funde por debajo de los 1083º C». Pero no es sólo la temperatura lo que descarta las hogueras. No estando encerradas, la atmósfera no habría sido propicia para la «reducción» (separación).[261] Por otro lado, mucho antes del descubrimiento de la fundición, era posible alcanzar temperaturas altísimas en algunos hornos para cerámica. Para el quinto milenio a. C. los hornos de dos cámaras, con el fuego abajo y los cacharros arriba, habían ya evolucionado hasta alcanzar temperaturas de 1200º C, en lugares como Susa (Irán) y Tepe Gawra (cerca de Mosul, en Irak).[262] La atmósfera en estas cámaras de horneado habría sido fuertemente reductora y experimentos modernos han confirmado que el cobre esponjoso podía ser fundido de esta forma. El accidente que condujo al descubrimiento de la fundición debió de haber ocurrido cuando algún alfarero de la antigüedad empleó malaquita para colorear sus cerámicas, «y luego se llevó la sorpresa de su vida al descubrir que el color obtenido era muy diferente del que había previsto».[263]

Al situar la invención de los hornos de cerámica de dos niveles —que tuvo lugar hacia finales del quinto milenio a. C.— junto al descubrimiento arqueológico de determinados objetos de cobre en Susa, Al ‘Ubaid, Nínive y Ur, podemos concluir que la fundición se descubrió hacia el año 4300 a. C. Sabemos que para el año 4000 a. C. el conocimiento del proceso se había difundido a diversas regiones del occidente asiático y que, hacia 3800 a. C., la fundición de cobre estaba «comparativamente generalizada» en el mundo antiguo.[264] «Para los primeros años del tercer milenio a. C., los sumerios habían creado la primera civilización importante de la que tenemos noticia en la que los metales desempeñaban un destacado papel». (El depósito más antiguo de herramientas metálicas se remonta a 2900 a. C.). Desde esta época en adelante el cobre fue el metal dominante en Asia occidental y el norte de África hasta después del año 2000 a. C.[265]

En lo que a los comienzos de la metalurgia se refiere, tras el descubrimiento de la fundición hubo dos progresos cruciales. El primero fue el descubrimiento del bronce y el segundo, el del hierro. Hay dos misterios alrededor de la llegada de la Edad del Bronce, al menos en lo que concierne a Oriente Próximo, que fue donde ésta empezó. Ambos misterios parten del hecho de que el estaño, el metal que se combina con el cobre para endurecerlo y hacer bronce, es relativamente escaso en la corteza terrestre. El primer interrogante es, por tanto, cómo surgió por primera vez esta particular aleación; y el segundo, por qué a pesar de su escasez se difundió tan rápido, de manera que, entre los años 3000 y 2600 a. C., se introdujeron todos los avances importantes de la historia de la metalurgia (con excepción del endurecimiento del acero).[266]

En cierto sentido, la primera Edad del Bronce tendría que llamarse edad de las aleaciones. La razón para ello es que, a pesar de lo que hemos dicho antes, durante mucho años antes y después del año 2000 a. C., los objetos que podrían ser considerados de bronce tienen en realidad una composición química muy variada. En aleación con el cobre, y en proporciones desde menos del 1 por 100 hasta un 15 por 100, es posible encontrar en ellos estaño, plomo, hierro y arsénico, lo que sugiere que aunque en este período el hombre tenía alguna idea de qué hacía al cobre más duro, más maleable y daba a sus armas y herramientas un mejor filo, no estaba del todo seguro de los precisos detalles del proceso. La composición del bronce también era diferente de una zona a otra (entre Chipre, Sumeria y Creta, por ejemplo). El trascendental cambio del cobre al verdadero bronce ocurrió en el primer cuarto del segundo milenio a. C. «El estaño se diferencia del cobre, y de los metales preciosos, en que nunca se encuentra en la naturaleza en estado puro. En lugar de ello, siempre aparece en combinación química. Esto significa que tuvo que haber sido fundido, aunque (y he aquí otro misterio) los arqueólogos no han encontrado en sus excavaciones prácticamente ningún estaño metálico. (De hecho, sólo se ha hallado un fragmento de estaño puro anterior a 1500 a. C.)».[267]

Aunque los orígenes exactos del bronce sean oscuros, sus ventajas respecto del cobre eran muy reales y, una vez su método de producción quedó establecido, su creciente popularidad trajo consigo cambios considerables en la economía del mundo antiguo. Mientras se ha encontrado cobre en un número bastante grande de lugares, el caso del bronce es diferente, ya que, como hemos señalado, ni en Asia ni en Europa el mineral de estaño es abundante. Esta limitación hizo que la importancia de los lugares en que el estaño estaba disponible creciera de forma significativa, y dado que tales sitios se encontraban casi en su totalidad en Europa, este continente tuvo una ventaja que le fue negada a Asia y África. El que el bronce fuera mucho más fluido que el cobre lo hacía más apropiado para el proceso de fundición, y su uso generalizado en armas y herramientas simplemente refleja el hecho de que, con un 9 o 10 por 100 de estaño, el bronce forjado es, por lo general, un 70 por 100 más fuerte que el cobre forjado. Los filos de las herramientas de bronce eran por lo menos dos veces más duros que los de cobre.[268]

Este último dato acerca del bronce es muy importante. La pura dureza del bronce hizo que los filos de los puñales empezaran a ser tan importantes como sus puntas, y ello impulsó el desarrollo de las espadas. Más aún, este adelanto coincidió con la domesticación del caballo en las estepas europeas y con la aparición de la rueda en Sumeria. De repente, la guerra se transformó por completo (de hecho, cambió con más rapidez que en cualquier otra época hasta el siglo X, cuando la pólvora empezó a ser utilizada en China).[269]

La Edad del Bronce llegó a su apogeo hacia el año 1400 a. C. Ésta fue una época en la que el hierro era escaso y valioso. En Egipto, Tutankhamón reinó como faraón sólo por unos pocos años y murió hacia 1350 a. C., pero su tumba, descubierta en una famosa excavación por lord Carnavon y Howard Carter en 1922, contenía, además de enormes cantidades de oro, joyas y fabulosos adornos, una daga, un reposacabezas y un brazalete todos de hierro.[270] Había también algunos modelos de herramientas muy pequeños, apenas de una pulgada de largo, hechos igualmente de hierro. En todos estos casos, se trataba de hierro fundido, no meteórico.

Los instrumentos de hierro más antiguos que conocemos se remontan, aproximadamente, al año 5000 a. C., y fueron encontrados en el norte de Irak, Irán y Egipto. Sin embargo, sólo uno de éstos estaba hecho de hierro fundido, el resto había sido elaborado a partir de hierro meteórico. Otros utensilios antiguos hallados en Ur son de principios del tercer milenio a. C. Sin embargo, es probable que, en fechas tan tempranas, el hierro no hubiera sido reconocido como un nuevo metal o, incluso, como metal.[271] Para separar el mineral de hierro de la ganga se requieren temperaturas mucho más altas que para el cobre (1100º-1150º) y calderas mucho más grandes, de manera que las partículas de hierro puedan acumularse bajo la zona de fundición formando una mesa que luego se trabaja.[272] Semejante procedimiento parece haber sido desarrollado y practicado dentro del territorio de la confederación hitita. Los hititas habían establecido un estado en Turquía central y el norte de Siria, entre 1450 y 1200 a. C., donde durante un tiempo consiguieron desafiar a los asirios y los egipcios.[273] Según Theodore Wertime, la primera fundición deliberada de hierro parece haber ocurrido cuando los productos de bronce habían alcanzado la perfección y donde existían minerales de cobre, plomo y hierro en abundancia: el norte de Anatolia, a orillas del mar Negro.[274] En otras palabras, el éxito del bronce, la rareza del estaño y la abundancia de hierro indujo a los hititas a experimentar. La técnica parece haber sido un secreto celosamente guardado por varios siglos, y los fabricantes habrían mantenido los detalles claves dentro de sus familias y cobrado altísimos precios por sus mercancías. Para empezar, el hierro era considerado como un verdadero metal precioso, más valioso que el oro de acuerdo con los testimonios antiguos; con él sólo se hacían adornos y antes del año 1400 a. C. sus secretos probablemente eran desconocidos fuera de la esfera de influencia de los hititas.[275] (Es posible que la daga de hierro encontrada en la tumba de Tutankhamón hubiera sido realizada bajo supervisión de los hititas). Hacia mediados del siglo XIII a. C., sin embargo, la confederación hitita entró en una etapa turbulenta y, para 1200 a. C., el secreto había sido revelado y la elaboración del hierro se propagó por otras partes de Asia.[276] La Edad del Hierro empieza en realidad cuando el metal dejó de ser precioso.[277]

Además de sus otros atractivos, la fundición de hierro era menos complicada que la producción de cobre. Desde que hubiera fuelles lo bastante fuertes como para crear una corriente de aire, un horno de un solo nivel era suficiente, en comparación con el complejo horno de dos niveles necesario para reducir el mineral de cobre en crisoles. Durante los primeros mil años, la fundición del hierro se realizó en hornos de diseño muy simple y, por lo tanto, cuando el secreto fue desvelado, prácticamente cualquiera podía hacer hierro, aunque, por supuesto, la fundición tendió a llevarse a cabo en aquellos lugares en que las menas podían extraerse con facilidad y hubiera carbón vegetal disponible. Como el estaño, el hierro se diferencia del cobre y el oro en que nunca se encuentra libre en la naturaleza, excepto en los muy raros casos de los meteoritos que caen a la tierra. Por otro lado, al igual que el cobre, ninguna de su menas se encontró en los valles de los grandes ríos, pero sí en regiones cercanas y en abundancia. Las más importantes empresas de minería y fundición de los últimos años del segundo milenio a. C. se establecieron en los alrededores del monte Taurus y del Cáucaso, y en Armenia.

El proceso crucial en la producción de hierro, la carburación, mediante el cual el hierro se convierte en acero, se desarrolló probablemente en los dos siglos siguientes a 1200 a. C. en las zonas costeras del Mediterráneo oriental. Para carburar el hierro, éste se calienta «en estrecho contacto» con carbón vegetal durante un largo período, un descubrimiento que tuvo que haber sido hecho por accidente (el hierro sin carburar no es tan resistente como el bronce).[278] Mount Adir, al norte de Israel, es uno de los yacimientos más antiguos en los que se ha encontrado hierro carburado, Taanach y Hazorea, en Palestina, son otros.[279] En la Odisea, Homero muestra tener algún conocimiento de que el enfriamiento del hierro carburado mejora su dureza.

Dada su versatilidad, dureza y bajo coste, cualquiera hubiera pensado que el nuevo metal sería adoptado con rapidez. Y a finales de la Edad del Bronce ya se comerciaban lingotes en forma esférica.[280] No obstante, las colecciones de herramientas de hierro más antiguas que se han encontrado fueron fabricadas hacia el año 700 a. C., milenio y medio después de que los hititas empezaran a usarlo.[281] En Los trabajos y los días, Hesíodo se refiere a los hombres de su propia era como «una raza de hierro».[282]

Desde muy temprano la metalurgia fue una actividad altamente desarrollada. La soldadura, los clavos y los remaches se inventaron pronto y se usaban desde el año 3000 a. C. Los enchapados en oro empezaron hacia el tercer milenio a. C., a lo que pronto siguió la aparición de la técnica de la cera perdida para hacer esculturas de bronce.[283] En el contexto de una historia de las ideas, tres usos de los metales parecen haber sido más profundos: la daga, a la que ya nos hemos referido, el espejo y la moneda. Los espejos eran especialmente populares entre los chinos, y los romanos se convirtieron en fabricantes sobresalientes al descubrir que la mejor aleación era la que combinaba un 23-28 por 100 de estaño, un 5-7 por 100 de plomo y el resto de cobre. Posteriormente se pensaría que las imágenes reflejadas estaban ligadas al alma humana.[284]

El dinero no existe en la naturaleza, señala el historiador Jack Weatherford. Jules Renard, el escritor francés del siglo XIX, lo dijo de otra manera: «Por fin sé qué es lo que distingue al hombre de las demás bestias: las preocupaciones financieras». Las primeras formas de dinero fueron los bienes empleados como valor de cambio, de la sal hasta el tabaco, de los cocos al arroz, de los ciervos a los búfalos. La palabra «salario» viene del latín salarius, que significa «de sal». (A los soldados romanos quizá se les pagaba en sal para darle sabor a sus de otro modo insípidas comidas.[285]) El as, una antigua moneda romana, representaba el valor de una centésima parte de una vaca. La palabra inglesa «cattle» (ganado) tiene la misma raíz latina que la palabra «capital». Sin embargo, ya en el tercer milenio los habitantes de Mesopotamia empezaron a utilizar lingotes de metales preciosos para cambiarlos por artículos. A los lingotes, de oro o plata y de peso uniforme, se les llamaba minas, siclos o talentos.[286]

El tránsito del proto-dinero a las monedas propiamente dichas tuvo lugar en Lidia, en lo que hoy es Turquía, en algún momento entre los años 640 y 630 a. C. Las primeras monedas estaban hechas de electro, una aleación de oro y plata presente en la naturaleza, y tenían aproximadamente el tamaño de una uña de un pulgar y eran casi tan gruesas como éste, como un pequeño lingote. Para garantizar su autenticidad, se les ponía un sello que representaba una cabeza de león, y la acción de sellarlas las aplanaba, lo que las hacía más parecidas a las monedas que usamos en la actualidad.[287] Ahora bien, si las primeras monedas fueron empleadas de la misma forma en que hoy usamos el dinero es todavía dudoso. Las primeras monedas debieron de ser algo tan valioso que nunca hubieran podido ser algo así como «cambio». El principal avance hacia la moneda como mercancía probablemente llegó con la introducción de las acuñaciones bimetálicas, que combinaban oro y plata y cobre. Éstas quizá fueran introducidas en los siglos III y II, a. C. cuando en Grecia se usaban este tipo de monedas para pagar a quienes habían sido elegidos por sorteo para ocupar cargos políticos (véase el capítulo 6).

Con todo, el cambio de vida que en su momento acompañó la invención del dinero fue tremendo. Fue en la ciudad lidia de Sardis donde apareció el primer mercado al por menor, cuando cualquiera podía acudir al mercado y vender, por dinero, cualquier cosa que tuviera. En el registro arqueológico el material más antiguo con el que se comerció es la obsidiana, una roca vítrea de origen volcánico, muy fina y de color negro intenso, que se extraía de una única fuente al sur de Turquía, pero que se encuentra por todo Oriente Próximo, donde era muy codiciada debido a que su transparencia, reflejos y propiedades cortantes hacía que se la considerara una piedra mágica.[288] Pero la invención del dinero alentó todo tipo de nuevas actividades. En Sardis, por ejemplo, se construyeron los primeros burdeles de los que tenemos noticias, y también nacieron las apuestas.[289] Todavía más trascendental es el hecho de que el surgimiento del dinero permitió a la gente separarse de su grupo familiar. El dinero se convirtió en el vínculo entre las personas, lo que creó nexos que no habrían sido posibles a través del trueque. En el mismo sentido, el dinero debilitó los lazos tradicionales y ello tuvo en su momento profundas implicaciones políticas. El trabajo y la mano de obra humana se convirtieron en mercancías, con un valor determinado en monedas, y por tanto también fue posible medir el tiempo de forma similar.

En Grecia, que debido a la cercanía de Lidia recibió con rapidez la influencia de esta nueva invención, el dinero impulsó la democratización de la política. Bajo Solón, los viejos privilegios fueron abolidos y la posibilidad de ser elegido para los cargos públicos pasó a depender de la riqueza (en tierras).[290] La democracia surgió en ciudades con economías de mercado y monedas fuertes. Además, la riqueza producto de semejante comercio permitió a algunos disfrutar de más tiempo para el ocio, que fue la base sobre la que los griegos construyeron su preeminencia en la filosofía, los deportes, las artes y la política misma. Antes de la aparición del dinero ya se contaba, pero el surgimiento del mercado y de una economía monetaria promovió el desarrollo del pensamiento racional y lógico, y en particular los avances matemáticos que exploraremos en un capítulo posterior. El historiador de la economía alemán Georg Simmel señaló en su libro Filosofía del dinero que «la idea de que la vida está fundada básicamente en el intelecto, y el que el intelecto se acepte en la vida práctica como la más valiosa de nuestras energías mentales, va de la mano con el desarrollo de la economía monetaria».[291] Y añadió, «aquellas clases profesionales cuya productividad está fuera del ámbito de la economía propiamente dicha sólo emergieron en la economía monetaria, que permitió la aparición de aquellos involucrados con actividades específicamente intelectuales como los maestros y los literatos, artistas, médicos, eruditos y funcionarios públicos». Esto acaso sea algo exagerado (a fin de cuentas había maestros y médicos antes de la invención del dinero), pero el argumento central es válido.

El dinero también promovió enormemente el comercio internacional. Esto, más que cualquier otra cosa, contribuyó a la difusión de las ideas por todo el orbe. Después de Sardis, los grandes centros urbanos del mundo eran tanto ciudades mercantiles como lugares de oración o sedes de los reyes.

Ir a la siguiente página

Report Page