Ideas

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Notas

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[1171] Reynolds y N. G. Wilson, Scribes and Scholars, p. 67. Sobre cómo sobrevivieron algunos manuscritos, véase: Angold, Byzantium, pp. 89-90. <<

[1172] Reynolds y N. G. Wilson, Scribes and Scholars, p. 68. <<

[1173] Ibid., p. 61. Sobre el papel desempeñado por Bardas, véase: Angold, Byzantium, p. 124. Sobre las abreviaturas, véase: Bischoff, Latin Palaeography, pp. 97, 150 y ss., 170 y 176. <<

[1174] Reynolds y N. G. Wilson, Scribes and Scholars, p. 60. <<

[1175] Warren T. Treadgold, The Nature of the Bibliotheca of Photius, Dumbarton Oaks, Center for Byzantine Studies, Harvard University, Washington DC, 1980, p. 4. Para una visión general de Foncio, véase: Angold, Byzantium, p. 124. <<

[1176] Cyril Mango, Byzantium, Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1980, p. 62. <<

[1177] Ibid., pp. 71-72. <<

[1178] Ibid., p. 80. Véase también: Angold, Byzantium, p. 70. Moynahan, Faith, p. 96, afirma que en su apogeo la ciudad poseía 4388 edificios de «mérito arquitectónico». <<

[1179] Lawrence Nees, Early Medieval Art, Oxford University Press, Oxford, 2002, p. 31. <<

[1180] Mango, Byzantium, p. 258. Sobre Diocleciano, véase: John Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, Penguin, Londres, 1970/1979, p. 14. [Hay traducción castellana: Arte paleocristiano y bizantino, Cátedra, Madrid, 1997]. <<

[1181] Mango, Byzantium. Véase también: Moynahan, Faith, p. 96. <<

[1182] Mango, Byzantium, p. 259. <<

[1183] Nees, Early Medieval Art, p. 52. David Talbot Rice, Byzantine Art, Penguin, Londres, 1935/1962, p. 84, considera a Ravena superior a Roma. [Hay traducción castellana: El arte de la época bizantina, Destino, Barcelona, 2000]. Sobre los códices púrpura, véase: Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, pp. 42-43. <<

[1184] Mango, Byzantium, p. 261. Sobre los motivos imperiales en el arte cristiano, véase: Angold, Byzantium, pp. 35-36. <<

[1185] Nees, Early Medieval Art, p. 52. Dominic Janes, God and Gold in Late Antiquity, Cambridge University Press, Cambridge, 1998. <<

[1186] Unos apuntes sobre el arte en los libros cristianos. El desarrollo del códice, entre los siglos II y IV, estuvo, como hemos visto, en parte vinculado al ascenso del cristianismo, ya que el códice era más difícil de falsificar que los rollos. El manuscrito bíblico más antiguo que conocemos es la Itala de Quedlinburg, una versión del libro de Samuel bastante dañada. La producción de libros lujosos e ilustrados fue criticada por nada menos que Jerónimo, el creador de la Vulgata, lo que sugiere que para entonces era un fenómeno nuevo. La Itala de Quedlinburg tiene ilustraciones, pequeñas escenas cada una en su propio marco, con fondos vagamente insinuados. Lawrence Rees sostiene que no había nada así en la antigüedad (excepción hecha de códices de Homero y Virgilio con pergaminos ilustrados), lo que hace pensar que estos libros ilustrados eran centrales para la sociedad cristiana y que, probablemente, ayudaron a convertirla en una religión del libro. Nees, Early Medieval Art, pp. 94-96 <<

[1187] Nees, Early Medieval Art, p. 141. Sobre Justiniano, véase: Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, p. 59. <<

[1188] Nees, Early Medieval Art, p. 142. Véase: Talbot Rice, Byzantine Art, p. 147, para las «edades doradas» del arte Bizantino, y p. 149, para las escuelas de pintura de iconos. Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, pp. 125-126. <<

[1189] Nees, Early Medieval Art, p. 143. <<

[1190] Mango, Byzantium, p. 264. <<

[1191] Nees, Early Medieval Art, p. 146. Moynahan, Faith, pp. 210 y ss; Angold, Byzantium, pp. 70 y ss; Talbot Rice, Byzantine Art, pp. 22 y ss. Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, p. 168. <<

[1192] Cantor, Civilization of the Middle Ages, p. 173. Moynahan, Faith, p. 211. Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, p. 169. <<

[1193] Nees, Early Medieval Art, p. 149. <<

[1194] Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, pp. 151 y 158. No debemos pasar por alto el hecho de que los iconoclastas no se oponían al uso de figuras humanas en el arte no cristiano. Cyril Mango sostiene que, en Constantinopla por ejemplo, el Milion, el arco que marcaba el comienzo de una gran carretera que cruzaba el imperio hasta llegar a los Balcanes, estaba dominado por una elaborada figura del auriga favorito del emperador. Mango, Byzantium, p. 266. <<

[1195] Mango, Byzantium, p. 267. Sobre cómo los iconódulos fueron a su vez objeto de burlas, véase: Moynahan, Faith, p. 211. <<

[1196] Mango, Byzantium, pp. 271-272. Sobre las técnicas pictóricas, véase: Talbot Rice, Byzantine Art, p. 151. Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, p. 191. <<

[1197] Sobre la «intensa aura», véase: Mango, Byzantium, p. 278. Una interpretación similar puede encontrarse en Angold, Byzantium. Beckwith, Early Christian and Byzantine Art, p. 346. <<

[1198] Philip K. Hitti, A History of the Arabs, Macmillan, Londres, 1970, p. 90. <<

[1199] Ibid., p. 25. <<

[1200] Ibid. <<

[1201] Ibid., p. 91. <<

[1202] De hecho, en ciertas circunstancias era algo más. Se consideraba que el poeta árabe, el sha’ir, poseía un conocimiento secreto que no siempre era bueno, pues parte de él podía proceder de los demonios. Debido a ello, se creía que el poeta elocuente podía provocar la desgracia del enemigo al mismo tiempo que inspiraba valor a su propia tribu. E incluso en tiempos de paz tenía una función, ya que, según Philip Hitti, desempeñaba el papel de escéptico encargado de subvertir las declaraciones e intenciones de los demagogos. Sobre el lugar de la poesía en la sociedad árabe, véase Angold, Byzantium, p. 60. <<

[1203] Algunos de los poetas preislámicos siguen siendo muy célebres en el mundo árabe. Los poemas de amor de Imru’ al-Qays y las máximas morales de Zuhayr son probablemente los más conocidos. Además de los poetas, también tenían un gran prestigio el orador (khatib) y el rawi, que narra las leyendas de tiempos pretéritos. Su posición era superior a la de los escribas que sólo empezarían a adquirir importancia tras el ascenso del islam. Hitti, A History of the Arabs, p. 56. <<

[1204] G. E. von Grunebaum, Classical Islam, Allen & Unwin, Londres, 1970, p. 24. <<

[1205] Hitti, A History of the Arabs, pp. 64-65. <<

[1206] Ibid., p. 112. <<

[1207] Anwar G. Chejne, The Arabic Language: Its Role in History, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1969, pp. 7-13. Hitti, A History of the Arabs, p. 123. <<

[1208] Bernard Lewis, The Middle East, Phoenix, Londres, 1995, p. 53. [Hay traducción castellana: El Oriente Próximo, Crítica, Barcelona, 1996]. <<

[1209] Hitti, A History of the Arabs, p. 118. Sobre la qiblah, véase: Angold, Byzantium, p. 61. <<

[1210] Lewis, The Middle East, p. 53. <<

[1211] Hitti, A History of the Arabs, p. 128. <<

[1212] Ibid. <<

[1213] Ibid., p. 129. <<

[1214] En un principio, Alá pidió que se le orara hasta cincuenta veces al día, pero Mahoma alcanzo un acuerdo al respecto cuando visitó el cielo en su viaje nocturno. <<

[1215] Hitti, A History of the Arabs, p. 132. A propósito, es posible que la prohibición del alcohol no hubiera sido establecida desde el comienzo. En uno de los capítulos del Corán se insinúa que esta medida fue introducida inicialmente para prevenir los desórdenes durante el servicio de los viernes. <<

[1216] Ibid., p. 124. Sobre el juicio islámico, véase: Jane Idleman Smith e Yvonne Yazbeck Haddad, The Islamic Understanding of the Death and Resurrection, Oxford University Press, Oxford y Nueva York, 2002, p. 64. <<

[1217] Hitti, A History of the Arabs, pp. 124-126. <<

[1218] Chejne, The Arabic Language, p. 25. <<

[1219] Ibid., p. 28. <<

[1220] Ibid., p. 356. <<

[1221] Lewis, The Middle East, p. 54. Sobre las batallas por el califato, véase: Angold, Byzantium, p. 60. <<

[1222] Lewis, The Middle East, p. 64. <<

[1223] Ibid., p. 65. <<

[1224] Ibid., p. 68. Sobre la función de las monedas, véase: Angold, Byzantium, pp. 57-59. <<

[1225] Hitti, A History of the Arabs, p. 242. Sobre los omeyas y, en particular, sobre sus logros arquitectónicos, véase: Angold, Byzantium, pp. 61 y ss. <<

[1226] Hitti, A History of the Arabs, p. 393. <<

[1227] Doris Behrens-Abouseif, Beauty in Arabic Culture, Markus Wiener/Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey y Londres, 1998/1999, p. 126. Véase Angold, Byzantium, p. 62, sobre la mezquita de la Cúpula de la Roca, y p. 65, sobre la Gran Mezquita de Damasco. <<

[1228] Behrens-Abouseif, Beauty in Arabic Culture, p. 124. <<

[1229] Ibid., p. 132. <<

[1230] Lewis, The Middle East, p. 37. Albert Hourani, A History of the Arab Peoples, Harvard University Press, Cambridge (Massachusetts), 1991, pp. 56 y ss. [Hay traducción castellana: Historia de los pueblos árabes, Ariel, Barcelona, 1996]. <<

[1231] Behrens-Abouseif, Beauty in Arabic Culture, p. 148. <<

[1232] Angold, Byzantium, p. 67. La caligrafía era importante en todas las profesiones, tanto las vinculadas a la política como a la religión, y muchos objetos estaban adornados con escritos o, en ciertos casos, únicamente con letras de hermosa factura sin ningún significado intrínseco relevante al contexto. En la Bagdad del siglo X se desarrollaron en especial dos formas de caligrafía: la cúfica y la nashki. Mientras la primera surgió a partir de una tradición religiosa, la segunda lo hizo en un contexto secular, burocrático. Actualmente la escritura cúfica se usa en contextos por tradición religiosos, mientras que la nashki se emplea con fines históricos, con frecuencia contra fondos ricamente decorados. Hourani, A History of the Arab Peoples, p. 56. <<

[1233] Aparte de prohibir la representación visual de la figura humana, el islam también era inherentemente hostil a la música. En otro hadith, Mahoma describe el instrumento musical como «el muecín del demonio», el recurso que empleaba para llamar a la gente a adorarle. A pesar de esto, los omeyas favorecieron a los músicos en su corte, hasta el punto de que todavía se recuerdan a los denominados «cuatro grandes cantantes», a uno de los cuales, Ibn Surayj (c. 634-726) se le atribuye la introducción de la batuta para dirigir las interpretaciones musicales. Hitti, A History of the Arabs, p. 275. <<

[1234] Lewis, The Middle East, p. 75. <<

[1235] Ibid., p. 77. <<

[1236] Hitti, A History of the Arabs, p. 301. <<

[1237] Ibid., p. 303. <<

[1238] En el año 988, al-Nadim compuso al-Fihrist, una especie de compendio de los libros disponibles en la ciudad y que nos proporciona alguna idea del amplio conjunto de saberes y actividades entonces corrientes. La obra menciona textos dedicados a materias como el hipnotismo y los malabarismos y que enseñaban a tragar espadas y comer vidrio. Aunque, por supuesto, también los había dedicados a temas más serios. <<

[1239] Howard R. Turner, Science in Medieval Islam, University of Texas Press, Austin, 1995, pp. 28-29 y 132-133. <<

[1240] Boyer, A History of Mathematics, pp. 211 y ss. <<

[1241] P. M. Holt, et al., eds., The Cambridge History of Islam, vol. 2, Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 1970, p. 743. <<

[1242] Hugh Kennedy, The Court of the Caliphs: The Rise and Fall of Islam’s Greatest Dynasty, Weidenfeld & Nicolson, Londres, 2004, pp. 246 y 255. William Wightman, The Growth of Scientific Ideas, Oliver & Boyd, Edimburgo, 1950, p. 322. <<

[1243] Dimitri Gutas, Greek Thought, Arabic Culture, Routledge, Londres, 1998, p. 132. Kennedy, Court of the Caliphs, pp. 258-259. <<

[1244] Algo que impulsó la traducción de autores griegos, persas e indios, fue la aparición del papel, inventado por los chinos probablemente en el siglo I d. C. Según la tradición, el papel llegó a Oriente Próximo en el año 751 después de que los árabes capturaran algunos prisioneros chinos en la batalla de Tales (en el actual Kirguistán, a unos doscientos cuarenta kilómetros de Tashkent). Se cuenta que los prisioneros enseñaron a sus captores cómo fabricar el nuevo producto y que debido a ello se les respetó la vida. Hoy, sin embargo, se piensa que los hechos no se desarrollaron exactamente así, ya que al parecer había pintores, tejedores y orfebres chinos viviendo en Kufa, al sur de Irak, en la época de la conquista árabe, y estos profesionales, que casi con seguridad estaban familiarizados con la producción de papel, son una fuente mucho más probable. En cualquier caso, esto no cambia el hecho de que el papel fue otra idea/invento importante que floreció en Bagdad habiendo llegado de fuera. La antigua palabra árabe para papel, kaghdad, es de origen chino. En Bagdad, había una zona fuera de la ciudad conocida como el Suuq al-warraqin, el mercado del papelero, en cuyas calles había más de cien tiendas que vendían papel. Bagdad se convirtió en un importante centro de fabricación de papel y, de acuerdo con los bizantinos, el producido allí era el mejor. Éstos denominaban al papel bagdatixon y a la hoja de tamaño estándar (73 cm x 110 cm) se la conocía como «hoja bagdadí». Había diferentes tipos, por lo general llamados en honor de gobernantes: el papel Talhi, el papel Nui, el papel Tahiri. El papel era entonces un nueva tecnología y los árabes eran los maestros. Jonathan Bloom, Paper Before Print. Véase también: Gutas, Greek Thought, Arabic Culture, p. 13. <<

[1245] Howard R. Turner, Science in Medieval Islam, p. 133. <<

[1246] Ibid., p. 139. <<

[1247] Hitti, A History of the Arabs, pp. 364-365. <<

[1248] Entre el siglo XIII y el XV su libro sobre el tema tuvo cuarenta ediciones. Turner, Science in Medieval Islam, p. 135. <<

[1249] … Nació en el siglo IX en Bukhara, una región de Asia central, y muy al comienzo de su carrera alcanzó gran prestigio al conseguir curar al gobernante local de una enfermedad. Esto le proporcionó acceso a la formidable biblioteca de su paciente, lo que combinado con su fenomenal memoria le permitió convertirse en uno de los sintetizadores más grandes de todos los tiempos. <<

[1250] Turner, Science in Medieval Islam, p. 136. Para una cronología de la traducción, véase: Wightman, Growth of Scientific Ideas, pp. 165 y 335-336. La tumba de Avicena en Hamadan, Irán, es hoy un monumento impresionante. Estos dos fueron los médicos más importantes, pero están lejos de ser los únicos: el tratado sobre el ojo escrito por Hunayn Ibn Ishaq en el siglo IX abrió el camino para la óptica moderna; al-Majusi descubrió el sistema capilar de la sangre en el siglo X; y en el siglo XII Ibn al-Nafis describió la circulación de la sangre entre el corazón y los pulmones, centenares de años antes de que William Harvey ofreciera una descripción más completa de la circulación (véase el capítulo 23). Turner, Science in Medieval Islam, p. 137. <<

[1251] Boyer, A History of Mathematics, p. 227. Véase también Bernal, Science in History, vol. 1, pp. 275 y ss. <<

[1252] Boyer, A History of Mathematics, p. 227. <<

[1253] Ibid., p. 237. <<

[1254] Ibid., p. 234. <<

[1255] Turner, Science in Medieval Islam, p. 190. <<

[1256] Holt, et al., eds., Cambridge History of Islam, vol. 2, p. 777. Sobre la óptica y los comienzos de la química científica, véase: Bernal, Science in History, vol. 1, p. 278. <<

[1257] Philip. K. Hitti, Makers of Arab History, Macmillan, Londres, 1969, p. 197. <<

[1258] Ibid., p. 205. <<

[1259] Ibid., p. 218. Para una exposición más amplia sobre la idea del alma en Avicena, véase: Hourani, A History of the Arab Peoples, p. 173. Sobre otras ideas islámicas acerca del alma y su relación con el cuerpo, véase: Smith y Haddad, Islamic Understanding of the Death, pp. 40 y ss. <<

[1260] Hitti, A History of the Arabs, pp. 393-394. El término «terrorista suicida» tal y como se aplica en nuestros días es erróneo. Mientras el suicidio es un pecado mortal en el islam, al igual que en el catolicismo, el martirio garantiza a los fieles un lugar en el paraíso. Smith y Haddad, Islamic Understanding of the Death, p. IX. <<

[1261] Hitti, A History of the Arabs, p. 408. <<

[1262] Ibid., p. 410. <<

[1263] Ross E. Dunn, The Adventures of Ibn Battuta, University of California Press, Los Ángeles y Berkeley, 1989, p. 98. <<

[1264] Hitti, A History of the Arabs, p. 44. <<

[1265] Hourani, A History of the Arab Peoples, pp. 63-64. <<

[1266] Hitti, A History of the Arabs, p. 429. <<

[1267] Hourani, A History of the Arab Peoples, p. 65. <<

[1268] Hitti, A History of the Arabs, p. 434. Véase también: Bernal, Science in History, vol. 1, p. 275. <<

[1269] Hourani, A History of the Arab Peoples, pp. 167-171. <<

[1270] Holt, et al., eds., Cambridge History of Islam, vol. 2, p. 527. Véase también: Ivan van Sertina, The Golden Age of the Moor (edición especial del Journal of African Civilisations, vol. 11, otoño de 1991), Transaction Publishers, New Brunswick, Nueva Jersey y Londres, 1992. <<

[1271] Holt, et al., eds., Cambridge History of Islam, vol. 2, p. 531. Sobre las nuevas formas poéticas desarrolladas en Córdoba, véase: Hourani, A History of the Arab Peoples, p. 193. <<

[1272] Hitti, A History of the Arabs, p. 252, cita de Franz Rosenthal, Ibn Khaldun, The Maqaddimah: An Introduction to History, vol. 1, Pantheon Books, Nueva York, 1958, p. 6. <<

[1273] La de Córdoba era la universidad más grande, pero no la única. Se fundaron instituciones similares en Sevilla, Málaga y Granada. El núcleo básico lo conformaban la astronomía, las matemáticas, la medicina, la teología y el derecho, aunque en Granada también se enseñaba filosofía y química. Los libros eran abundantes gracias a la difusión de la fabricación del papel, que se importó a España desde Marruecos a mediados del siglo XII. (La palabra «resma» proviene del árabe rizmah, que significa «paquete»). <<

[1274] Boyer, A History of Mathematics, pp. 254-271. <<

[1275] Ibid., p. 254.

<<

[1276] Holt, et al., eds., Cambridge History of Islam, vol. 2, p. 579. <<

[1277] Ibid., p. 583. <<

[1278] Philip K. Hitti, Islam: A Way of Life, Oxford University Press, Oxford, 1970, p. 134. [Hay traducción castellana: El islam, modo de vida, Gredos, Madrid, 1976]. <<

[1279] Hourani, A History of the Arab Peoples, p. 175. Sobre «las dos verdades», véase también: Bernal, Science in History, vol. 1, p. 275. Para una exposición de las ideas islámicas sobre el paraíso, véase: Smith y Haddad, Islamic Understanding of the Death, pp. 87-89. <<

[1280] Reynolds y Wilson, Scribes and Scholars, pp. 110 y 120. <<

[1281] Holt, et al., eds., Cambridge History of Islam, vol. 2, p. 854. <<

[1282] Ibid., p. 855. <<

[1283] Bernal, Science in History, vol. 1, pp. 303 y ss. Fue esta traducción la que dio origen a la palabra «seno» en su sentido matemático. A la semicuerda que llamamos seno, los indios le habían dado originalmente el nombre de jiva, que los árabes adoptaron como jiba. Sin embargo, en árabe hay una palabra similar a ésta, jaib, que significa «bahía» o «ensenada», y al parecer cuando Roberto de Chester tuvo que traducir el término técnico confundió una con otra (quizá por el hecho de que la escritura árabe omitía las vocales) y, por tanto, utilizó el término latino para «bahía» o «ensenada»: sinus.

Adelardo de Bath fue otro de los que introdujo los numerales indoarábigos a los lectores latinos. No obstante, éstos se difundieron muy lentamente, y la mayoría de la gente siguió empleando durante un tiempo las primeras nueve letras griegas y un símbolo especial para el cero. Una razón para la lenta adopción del sistema indio es que estos numerales no eran tan evidentes en una época en la que la gente usaba ábacos. De hecho, durante varios siglos hubo una fuerte competición entre los partidarios del ábaco y los de los guarismos. Fue sólo con la difusión de la alfabetización que las ventajas de los numerales indoarábigos resultaron claras, esto es, cuando los cálculos se hacían con papel y lápiz y no con ábacos. Los guarismos no se impondrían de forma definitiva hasta el siglo XVI. Boyer, A History of Mathematics pp. 252-253. <<

[1284] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 48. <<

[1285] John Keay, India: A History, HarperCollins, Londres, 2001, p. 128. Romila Thapar, A History of India, Penguin, Londres, 1966, vol. 1, pp. 136 y ss. <<

[1286] Keay, India, pp. 156-157. Véase Thapar, A History of India, p. 146, quien sostiene que los peregrinos budistas chinos las mencionaban. <<

[1287] Keay, India, p. 157. <<

[1288] Ibid., p. 136. <<

[1289] Burrow, The Sanskrit Language, Faber & Faber, Londres, 1955, p. 64. Véase también: Thapar, A History of India, p. 58. <<

[1290] Burrow, Sanskrit Language, p. 65. <<

[1291] Keay, India, p. 139. <<

[1292] Ibid., p. 145. Véase también: Thapar, A History of India, p. 140. <<

[1293] Keay, India, p. 145. <<

[1294] Los gremios incluso hacían las veces de bancos, y ocasionalmente prestaron dinero a la corte real. <<

[1295] Keay, India, p. 145. <<

[1296] Ibid., p. 146. <<

[1297] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 162. <<

[1298] Burrow, Sanskrit Language, p. 43. <<

[1299] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 162; véase también: Keay, India, p. 61, y Thapar, A History of India, p. 123. <<

[1300] Burrow, Sanskrit Language, p. 58. <<

[1301] Ibid., p. 2. <<

[1302] Ibid., p. 50. <<

[1303] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 170. <<

[1304] Keay, India, p. 151. <<

[1305] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 172. <<

[1306] Keay, India, p. 152. <<

[1307] Ibid. Dentro de la misma India el desarrollo (o no desarrollo) del sánscrito dio lugar a ciertas anomalías. En las obras teatrales de Kalidasa, por ejemplo, hay una convención dramática de acuerdo con la cual todos los sirvientes, personas de castas inferiores, mujeres y niños hablan y entienden sólo el prácrito, lo que evidencia que era la primera lengua de todos. Burrow, Sanskrit Language, p. 60. En los dramas el sánscrito está reservado a los protagonistas: reyes, ministros, brahmanes cultos. Keay, India, p. 153. En vista de que el sánscrito había quedado fosilizado, mil años después de Panini los escritores se vieron en la necesidad de sustituir la innovación por el ingenio. Y como consecuencia de ello las frases se prolongaban en ocasiones por varias páginas y las palabras podían tener más de cincuenta sílabas. (A diferencia de ello, en el sánscrito más antiguo el uso de palabras compuestas no es muy diferente del que encontramos en Homero, por ejemplo). Burrow, Sanskrit Language, p. 55. Pero aunque el sánscrito sólo fuera entendido por una minoría reducida de la población, esa minoría era importantísima y, como veremos, esto no inhibió el desarrollo y difusión de nuevas ideas. Mientras las lenguas vernáculas se fragmentaron y evolucionaron, el sánscrito continuó sirviendo de vínculo cultural en la India. <<

[1308] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 197. <<

[1309] Ibid., p. 203. <<

[1310] Ibid., p. 204. Para un plano del templo de Vishnu en Deogarh, véase: Thapar, A History of India, p. 158. <<

[1311] Heinrich Zimmer, Myths and Symbols of Indian Art and Civilisation, The Bollingen Series of Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey y Londres, 1972/1992, p. 48. <<

[1312] Ibid., p. 49. <<

[1313] Ibid., p. 53. <<

[1314] A diferencia de lo ocurrido en tantos otros lugares del mundo, no hubo en la India culto al sol. De hecho, sucedió lo contrario, y se lo consideró un poder letal. La luna, en cambio, era considerada dadora de vida. Su aparición era seguida por el rocío, y su control sobre las aguas se advertía en las mareas. El agua era el equivalente terrestre de la amrita, la bebida de los dioses (palabra relacionada con la ambrosía griega). El agua, la savia, la leche y la sangre eran todas formas diferentes de amrita y su manifestación más clara en la tierra eran los tres ríos sagrados: el Ganges, el Sarasvati y el Jumna. A los pecadores que morían cerca de cualquiera de ellos se les perdonaban todos sus pecados. Basham, ed., A Cultural History of India, p. 110. <<

[1315] Ibid., p. 81. <<

[1316] Keay, India, p. 152. <<

[1317] Ibid., p. 134. <<

[1318] Véase una descripción detallada en: Thapar, A History of India, p. 190. <<

[1319] Keay, India, p. 206. <<

[1320] Ibid., p. 214. <<

[1321] Ibid., p. 208. Véase también: Thapar, A History of India, p. 195. <<

[1322] Keay, India, p. 217. Thapar, A History of India, p. 210, proporciona detalles sobre los ingresos del templo. <<

[1323] Keay, India, p. 209. <<

[1324] Gernet, A History of Chinese Civilization, p. 92. <<

[1325] Thapar, A History of India, pp. 143-146. Gernet, A History of Chinese Civilization, p. 96. <<

[1326] Mukerjee, Culture and Art of India, pp. 269-271. <<

[1327] Ibid., pp. 267 y ss. <<

[1328] Thapar, A History of India, pp. 161 y ss. <<

[1329] S. N. Das Gupta, «Philosophy», en Basham, ed., A Cultural History of India, p. 185. <<

[1330] Ibid., p. 118. <<

[1331] Mukerjee, Culture and Art of India, pp. 255 y ss. <<

[1332] Thapar, A History of India, p. 162. <<

[1333] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 119. Thapar, A History of India, p. 185. <<

[1334] Boyer, A History of Mathematics, p. 207. <<

[1335] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 147. <<

[1336] Los poemas tamiles escritos entre los siglos I y IV d. C. contienen frecuentes referencias a los yavanas, occidentales familiarizados con la ciencia helénica y las tecnologías romanas. Como se señaló antes, algunos creen que esta palabra podría derivar de «jonio». Basham, ed., A Cultural History of India, p. 151, y W. W. Tam. The Greeks in Bactria and India, Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 1951. <<

[1337] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 154. <<

[1338] Como señalamos antes (capítulo 12, nota 87), nuestra palabra «seno» fue consecuencia de un error de traducción de la palabra india jiva. <<

[1339] Boyer, A History of Mathematics, p. 210. Véase también: Thapar, A History of India, p. 155. <<

[1340] Boyer, A History of Mathematics, p. 198. <<

[1341] Ibid., p. 212. <<

[1342] D. E. Smith, History of Mathematics, Dover, Nueva York, 1958, vol. 1, p. 167. <<

[1343] Joseph Needham, et. al., Science and Civilization in China, vol. 3, Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 1954, p. 11n. <<

[1344] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 157. <<

[1345] Boyer, A History of Mathematics, p. 215. <<

[1346] Ibid., p. 216. La influencia de la matemática india es evidente en todo el mundo, pero los occidentales no deben olvidar que, en términos históricos, a nivel internacional la India ha influido principalmente en los países al oriente de ella. La literatura sánscrita, el budismo y el hinduismo en sus distintas versiones, en particular, han contribuido a dar forma al sureste asiático. Y si pensamos en el número de personas involucradas, la influencia de la India durante el período medieval no tiene rival. Los médicos indios creían que la vida había empezado en las «aguas primigenias», que la apariencia de las personas (su fisonomía) era un reflejo de la apariencia de los diferentes dioses y que las fiebres, así como las indigestiones, la causa de enfermedad más común, eran provocadas por demonios. Basham, ed., A Cultural History of India, p. 148. La salud se conservaba mediante un adecuado equilibrio de los tres humores: la flema, la bilis y el aliento (respiración), todos los cuales dependían de la dieta (la sangre luego se convertiría en el cuarto humor). Se creía que la función de los pulmones era hacer circular el agua por el cuerpo y que el ombligo era la fuente última de todos los vasos sanguíneos. La farmacopea india es vastísima y se basa en la teoría de que ciertas esencias de hierbas y alimentos se corresponden en distintas proporciones con los humores. Se creía que la miel tenía propiedades curativas y se la relacionaba con la amrita, el «elixir de la inmortalidad». Ibid., p. 149. Un hecho interesante es que no había la noción de enfermedades cerebrales, ya que se pensaba que el centro de la conciencia era el corazón. La hidropesía, la tuberculosis, la lepra, los abscesos, ciertas enfermedades congénitas y varias afecciones de la piel fueron identificadas y descritas. La divinidad hindú de la medicina se denominaba Asvin y el médico más famoso fue Charaka, quien describió muchas enfermedades reales, y otras tantas no tan reales. Por ejemplo, fue él quien dio el nombre de Ayurveda a la ciencia de la longevidad. Ibid., p. 150. Se consideraba que todas las enfermedades tenían un componente ético y que, por tanto, eran resultado de algún tipo de fallo moral. Había una tradición de especialistas en medicina para elefantes. <<

[1347] S. A. A. Rizvi, «The Muslim ruling dynasties», en Basham, ed., A Cultural History of India, pp. 245 y ss. <<

[1348] Ibid., pp. 281 y ss. <<

[1349] Basham, ed., A Cultural History of India, p. 284. <<

[1350] Mukerjee, Culture and Art of India, pp. 311-327. Thapar, A History of India, pp. 306-307, explora los vínculos del sufismo con el islam convencional y su función en el no-conformismo y el racionalismo. <<

[1351] Mukerjee, Culture and Art of India, pp. 298-299. <<

[1352] El término romántico «Ruta de la Seda» fue acuñado originalmente en la década de 1870 por el geógrafo alemán Ferdinand Paul Wilhelm Freiherr von Richthofen, ancestro del Barón Rojo, el as de la aviación de la primera guerra mundial. <<

[1353] Valerie Hansen, The Open Empire, Norton, Nueva York, 2000, pp. 171-174. El término «China» proviene de una transliteración de Qin, el imperio chino del siglo III a. C. <<

[1354] Needham, et al., Science and Civilization in China, p. 134. Wilkinson, Chinese History: A Manual, p. 844. <<

[1355] Janet Abu-Lughod, Before European Hegemony: The World System, AD 1250-1350, Oxford University Press, Oxford y Nueva York, 1989, p. 316. <<

[1356] Yong Yap y Arthur Cotterell, The Early Civilisation of China, Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1975, p. 1999. [Hay traducción castellana: La civilización china clásica, Aymá, Barcelona, 1981]. <<

[1357] Lucien Febvre y Henri-Jean Martin, The Coming of the Book, Verso, Londres, 1976, p. 71. [Hay traducción castellana del original francés: La aparición del libro, Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, México, 1962]. <<

[1358] Las muestras de papel más antiguas son las que descubrió sir Aurel Stein en Asia central entre la mampostería de una torre abandonada de la Gran Muralla que había sido evacuada por el ejército chino a mediados del siglo II d. C. Febvre y Martin, Coming of the Book, p. 72. Un análisis microscópico reveló que las hojas —cartas escritas en sogdiano— estaban hechas únicamente con cáñamo. (Sogdiana era un antiguo reino de Asia central cerca de Samarcanda, en el actual Uzbekistán). El papel, por tanto, se difundió con rapidez. Véase: Richard N. Frye, The Heritage of Central Asia: From Antiquity to the Turkish Expansion, Markus Wiener/Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey y Londres, 1998, pp. 151 y ss., sobre la Ruta de la Seda, y pp. 183 y ss., sobre el mundo de los sogdianos. <<

[1359] Febvre y Martin, Coming of the Book, pp. 72-73. <<

[1360] Gernet, A History of Chinese Civilization, p. 332. Sobre los efectos intelectuales de la imprenta, véase: Hucker, China’s Imperial Past, p. 272. Wang Tao, comunicación personal, 28 de junio de 2004. <<

[1361] Febvre y Martin, Coming of the Book, p. 75. <<

[1362] Gernet, A History of Chinese Civilization, p. 335. <<

[1363] Febvre y Martin, Coming of the Book, p. 76. <<

[1364] Ibid. <<

[1365] Hucker, China’s Imperial Past, p. 317. Resulta curioso que, al parecer, los europeos no sintieron ningún interés por lo que Oriente tenía que ofrecer en esta área. Por ejemplo, los mongoles enviaron varias xilografías con sellos de color rojo brillante impresos en mensajes a los reyes de Francia e Inglaterra y al papa en 1289 y, de nuevo, en 1305, pero nadie en Occidente adoptó la nueva técnica. Incluso ese empedernido viajero que fue Marco Polo, que por lo general dio muestras de una extraordinaria curiosidad, se maravilló con los billetes de banco cuando los vio en China, pero al parecer no comprendió que habían sido impresos a partir de bloques de madera tallados. Febvre y Martin, Coming of the Book, p. 76. <<

[1366] Yu-Kuang Chu, «The Chinese language», en John Meskill, et al., eds., An Introduction to Chinese Civilization, Columbia University Press, Nueva York, 1973, pp. 588-590. <<

[1367] Ibid., p. 592. <<

[1368] Ibid., p. 593. <<

[1369] Ibid., pp. 595 y 612. <<

[1370] Ibid., pp. 597-598. <<

[1371] Ibid., p. 603. Para una explicación de las diferencias entre los estilos de escritura china «nuevo texto» y «antiguo texto», y una reseña de las investigaciones dedicadas a las palabras antiguas, véase: Hucker, China’s Imperial Past, p. 197. <<

[1372] Gernet, A History of Chinese Civilization, p. 325. <<

[1373] Hansen, Open Empire, p. 271. Entre otras cosas, el papel moneda contribuyó al desarrollo de la marina mercante china que, en esa época, era la más grande del mundo. <<

[1374] Raymond Dawson, The Chinese Experience, Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1978, pp. 181-182. Gernet, A History of Chinese Civilization, p. 324. <<

[1375] Como consecuencia de los avances en el cultivo de «arroz inundado» se introdujeron en China toda una serie de innovaciones. Desde el siglo VI en adelante, los chinos habían empezado a seleccionar las semillas de forma sistemática de manera que, quinientos años después, en el siglo XI, la producción había mejorado de forma espectacular y había dos cosechas al año. El keng (arroz) tradicional necesitaba entre ciento veinte y ciento cincuenta días para madurar. Sin embargo, para comienzos del siglo XI, una variedad que maduraba más rápido y que era resistente a las sequías había evolucionado en Champa, en la costa sur de Vietnam. Aunque su rendimiento era menor, el hecho de que madurara en sólo sesenta días resolvía muchos problemas (en el siglo XVI se desarrolló una variedad que maduraba en cincuenta días y en el XVIII, una que lo hacía en cuarenta días). El impacto del arroz con un período de maduración más corto sobre la población china fue enorme, ya que permitió al país satisfacer sus necesidades alimenticias de forma más adecuada de lo que, por ejemplo, Europa podía hacerlo en la misma época. «Fue precisamente debido a la abundancia de suministros alimenticios que la población China empezó a crecer con relativa rapidez desde el siglo XI, mientras que un crecimiento igual de veloz no se observa en Europa hasta finales del siglo XVIII». Ho Ping-Ti, «Early-ripening rice», en James Liu y Peter Golas, eds., Change in Sung China, D. C. Heath and Co., Lexington (Massachusetts), 1969, pp. 30-34. El cigüeñal, el escarificador y el arado de campo se desarrollaron todos en esta época en relación con la nueva variedad de arroz. Probablemente la más eficaz de las nuevas tecnologías fue la cadena con palas (long guzhe) que permitía subir el agua de un nivel a otro mediante un cigüeñal. Hansen, Open Empire, p. 265. <<

[1376] La carretilla (el «buey de madera»), que permitía transportar cargas de más de ciento treinta kilos por caminos estrechos y serpenteantes, se inventó en el siglo III. <<

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