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Segunda parte. De Isaías a Zhu XI: La novela del alma » Capítulo 8. Alejandría, Occidente y Oriente en el año 0

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Como mencionamos antes, el elemento central de este elaborado sistema lo formaban el gobernante y su observancia de rituales que reflejaban el ciclo de las estaciones y otros acontecimientos celestiales.[871] Empezando por los huesos-oráculo, los registros chinos de los movimientos de los cielos siempre fueron muy detallados, aunque los más completos son los de comienzos del período Han. Los sucesos naturales —eclipses, meteoritos, inundaciones o terremotos— podían ser interpretados como el veredicto que la naturaleza daba sobre el desempeño de un gobernante. De lo que se desprendía que un gobernante inteligente debía, si deseaba mantenerse en el poder, nombrar consejeros especializados en la materia. Si seguía sus recomendaciones y consejos y éstos resultaban desafortunados, los que sufrían las consecuencias eran ellos, no él. Para la época de la dinastía Han, se pensaba que los grandes clásicos chinos contenían un conocimiento secreto, que sólo estaba a disposición de los estudiosos y eruditos. (La palabra jing, que significa «clásico», se aplicaba originalmente a la urdimbre, o los hilos verticales, en un telar, que duraban mucho). Debido a esto surgió en la corte todo un grupo de poderosos intérpretes y filósofos confucianos, como Dong Zhongshu (c. 175-105 a. C.). Ellos se encargaban de aconsejar al emperador cómo relacionarse con el cosmos, y luego esperaban con ansia los resultados. El venerar al cielo era privilegio del emperador y de sus ancestros, pero éste además controlaba a la policía, el ejército y demás instituciones de control social. El emperador, por tanto, formó una alianza ideológica con los hombres de letras confucianos, a quienes preocupaban los precedentes dejados por anteriores emperadores y recogidos en los clásicos. Estos dos elementos, el emperador y su culto de los cielos y los ancestros, por un lado, y los consejeros confucianos, por otro, formaban la élite intelectual y gobernante en China, el pináculo de un sistema de dos clases en el que el resto eran campesinos.[872]

Este enfoque alcanzó su momento de máxima influencia en el año 124 a. C. con la formación de la academia imperial, o Taixue. Allí había especialistas en cinco clásicos: el Yijing o «Clásico de las mutaciones» (para la adivinación), el Shujing o «Clásico de la historia», el Shijing o «Clásico de las canciones» (antiguos poemas folclóricos), el Chunqiu o «Anales de primavera y otoño» (crónicas confucianas del estado de Lu en Shandong, con sus comentarios), y el Liji o «Libro de las ceremonias y la conducta apropiada». En algún momento entre los años 156 y 93 a. C. se hallaron versiones alternativas de algunos de los clásicos, supuestamente en una pared de la casa de Confucio. Esto posibilitó el desarrollo de interpretaciones diferentes de los textos y dio pie a discusiones sobre si se trataba o no de profecías en clave, pero al hacerlo también provocó un interés por la crítica textual mucho antes de que un disciplina de este tipo surgiera en cualquier otro lugar.[873] Fue también durante la dinastía Han cuando se empezó a escribir la historia de China de forma sistemática, y se aprovechó para ello muchas tradiciones orales. Las obras más importantes de este período fueron La relación histórica de Sima Qian (135?-93? a. C.) y La historia de los Han (Han-shu), terminada hacia el año 82 d. C. por Ban Gu y su hermana Ban Zhao. Ambas obras poseían una organización similar: anales de soberanos, tratados (sobre música, astronomía, canales, leyes, etc.) y biografías.[874] Para esta época ya hacía tiempo que los aspirantes a ingresar en las filas de los consejeros imperiales debían someterse a examen, pero ahora el emperador exigió que quienes quisieran presentarlo debían además haber sido educados en los clásicos, si bien en un estilo digno de Confucio la piedad filial formaba parte de los criterios de selección.[875]

Los clásicos, cuyo significado secreto una generación de estudiosos transmitía a la siguiente, y el confucianismo en general, dirigían el pensamiento en la mayoría de las áreas. «Todavía más fundamental era el énfasis puesto en la jerarquía, tan evidente en épocas prehistóricas, ya que se daba por hecho que el orden sólo podía alcanzarse cuando la gente se organiza en gradaciones de inferiores y superiores». De manera similar, se subrayaban más los deberes que los derechos: se asumía que si todos cumplían con su deber cada quien conseguiría lo que merecía. «Si cada quien llevaba a cabo sus tareas, la sociedad estaría en orden para beneficio de todos».[876] Así como el hijo obedecía al padre, así debía el pueblo obedecer al gobierno «paternal», y la lealtad era el valor supremo.

La labor del emperador consistía en mantener la armonía cósmica e impedir los excesos mediante una mezcla de actos favorables (chi), como las recompensas y las amnistías, y actos desfavorables (hsiung), como las penas y los castigos.[877]

A pesar de la fortaleza del confucianismo, las creencias taoístas no habían desaparecido y varios emperadores Han, o sus esposas, abrazaron los principios del taoísmo y contrataron a magos taoístas. Yan Xiong (53 a. C.-18 d. C.) escribió una célebre obra taoísta denominada El misterio supremo. Para entonces la principal preocupación del taoísmo era la longevidad y la inmortalidad. Los taoístas creían que existían inmortales y que se manifestaban de diferentes formas a lo largo de los siglos, y de acuerdo con esta creencia se afanaban en prolongar sus vidas mediante distintos rituales alquímicos, dietéticos, gimnásticos e incluso sexuales.[878]

La forma particular de budismo que se trasladó a China era conocida como el budismo mahayana, que se había apartado del de la escuela hinayana. Este cisma se había desarrollado dentro de la sangha, la orden de los monjes, después del cuarto concilio budista, que según la tradición fue auspiciado por Kanishka II, el emperador Kushan, que empezó su reinado hacia el año 120 d. C. El budismo hinayana sostienen que sus creencias son básicamente un sistema ético, mientras que el mahanaya eleva al Buda y a otros «iluminados» a la categoría de deidades, a las cuales había que venerar. En otras palabras, mientras el budismo hinayana continúo siendo un amplio sistema filosófico, el budismo mahayana que se exportó a la China era mucho más parecido a una religión convencional. Los budistas hinayana, por ejemplo, no representan al Buda en forma humana: se lo insinúa mediante la huella de un pie, un trono o un árbol. Los mahayanistas, por su parte, adoptaron las ideas griegas, cubrieron al Buda sentado de elegantes vestidos y le dieron un expresión clásica, plácida y serena (todo ello sin prescindir de sus características étnicas). La principal figura del movimiento mahayana fue el filósofo y poeta Asvaghosa (activo c. 150), cuyo Buddhacarita, «Vida de Buda», fue durante mucho tiempo el documento principal de esta versión del budismo.[879] Asanga, un monje que floreció entre los años 300 y 350, introdujo el yoga y convirtió el budismo mahayana en una religión de salvación propiamente dicha, preocupada tanto por un «estado futuro» como por la vida aquí en la tierra.

Después del siglo II d. C., la principal obra doctrinaria de esta forma de budismo fue el Saddharmapundarika o El loto de la buena ley, una declaración de fe «comparable con el Bhagavad-gita hindú o el cuarto evangelio cristiano».[880] Dirigido a los laicos comunes, describe al «Buda que vendrá», Maitreya, como el que enseña el camino de la salvación:

En Budas os convertiréis todos;

regocijaos y dejad la duda.

Soy el Padre de todos vosotros.

Este poema, más largo que todo el Nuevo Testamento, explica la única vía verdadera a la salvación y, de igual forma, afirma que hay un único Señor eterno. En muchos sentidos Maitreya se solapa con la deidad iraní Mithra. El budismo mahayana creía que el Buda, sentado solo sobre el pico de una montaña, dio realidad a todo lo que existe. Cuando el mal aumenta en el mundo, desciende de la cima que ocupa con una forma nueva, para traer la luz y la misericordia y enseñar el camino de la salvación. En otras palabras, además del Buda original hay una serie de Budas, cada uno de los cuales desempeña un importante papel en la evolución del universo y el crecimiento moral de la humanidad. Más importante todavía es el hecho de que los Budas futuros, el Maitreya, vendrán a la tierra para salvar al mundo del mal.

Otro concepto fundamental del budismo mahayana es el de bodhisattva. Tras haber alcanzado el estatus de Buda gracias a su vida justa, el bodhisattva pospuso el nirvana para permanecer en la tierra y enseñar y ser de utilidad a los hombres. Dentro de esta tradición se dice que los bodhisattvas promueven diez virtudes, entre ellas el dominio de sí mismo, que es la virtud cardinal individual, y la compasión en el sentido de amor al prójimo, que es la virtud social suprema.[881] Esto implicó un cambio adicional en el budismo mayahana, ya que el maestro era aquí más un sacerdote que un monje. «Hay una única ruta hacia la salvación, pero tiene tres puertas: una para los arhats [“los consumados”, los que han conquistado el nirvana], otra para aquellos aventajados en la meditación y otra para los altruistas y benefactores de la sociedad». La importancia del yoga para el autocontrol es evidente, pero igualmente valioso es el canto de palabras sagradas. La creencia en que el último pensamiento determina el destino del alma después de la muerte promovía la «conducta correcta». Al morir, el alma era transportada al purgatorio donde «experimentaba muchos tormentos». Había dieciséis clases de infiernos, con diferentes castigos para diferentes tipos de pecado.[882] Para quienes no eran pecadores, el destino último era el «paraíso occidental» de Amitabha (A-mi-t’o-fo). «Allí hay siete fuentes de las que manan las aguas de las virtudes justas. Durante seis horas cada mañana y noche hay una lluvia de flores celestiales… Cada mañana los benditos ofrecen flores celestiales a los incontable Budas que regresan a su tierra para la hora de la comida. La repetición continua del nombre de Amitabha era un factor que garantizaba la llegada a este cielo».[883] Esto se encuentra ya demasiado lejos de la visión de Gautama.[884]

Un último factor para la difusión del budismo en la China de la dinastía Han fue la emergencia de una dicotomía entre wen y wu. El wen está vinculado a la escritura, la cultura literaria y los valores asociados a ella: pensamiento reflexivo, moralidad racional, persuasión, civilización. El wu, por su parte, significa violencia, fuerza, orden militar. Los consejeros confucianos menospreciaban el wu y favorecían el wen. Pero esta elección tuvo repercusiones bastante desafortunadas. En primer lugar, distanció a la clase gobernante de los campesinos en las provincias, lo que debilitó la unidad del país alrededor de la dinastía y lo hizo más susceptible a los ataques desde la periferia e incluso desde el exterior. Y en segundo lugar, convirtió al confucianismo como estructura de pensamiento y de creencias en algo cada vez más alejado de la gente común, con lo que se convirtió en un sistema intelectual reservado a la elite.[885]

Hacia 220 d. C. las familias aristocráticas del norte iniciaron una revuelta y en medio del caos resultante, los turcos Toba, un pueblo de las estepas septentrionales, invadió y estableció la dinastía Wei. Ellos también eran budistas.

No todo el pensamiento chino del período Han se ocupó de «grandes ideas» abstractas. Entonces los chinos eran, como aún son hoy, un pueblo ferozmente práctico. En el país ya se producía acero desde mediados del siglo II d. C., mezclando hierro con diferentes cantidades de carbón.[886] Por otro lado, ya existía un próspero comercio internacional de invenciones tecnológicas chinas, en particular artículos de lujo como la seda, la laca y los espejos de bronce. Durante la dinastía Han los chinos practicaban una originalísima política de la «generosidad conspicua» con sus vecinos, «lo que nos sorprende por sus costes, elevados en extremo, y carácter sistemático. Es probable que ningún otro país en la historia del mundo haya realizado un esfuerzo semejante para proporcionar regalos a sus vecinos, con lo que el obsequio se elevó a la categoría de arma política». Según los registros oficiales, en el año 1 a. C. los Han regalaron unos treinta mil rollos de seda y para 91 d. C. el valor de la seda regalada equivalía al de cien millones novecientas mil monedas de la época.[887] Jacques Gernet, el gran orientalista francés, calcula que los ingresos anuales del imperio en esa época estaban alrededor de los diez mil millones de monedas y que tres o cuatro mil millones se destinaban a regalos, un recorte sustancial en la riqueza del país, que pese a estimular la producción debilitaba la economía. No obstante, estos regalos formaban parte de una política consciente a largo plazo de los Han para seducir a sus vecinos bárbaros y corromperlos acostumbrándolos al lujo. La estrategia parece haber funcionado y sin duda contribuyó a que los Han lograran mantener la estabilidad política en las fronteras del imperio durante varios siglos.[888]

El molino de agua fue inventado en la reino de Wang-Mang (9-23). En un comienzo parece haber consistido en una rueda vertical, movida por agua, que activaba un eje horizontal, el cual, a su vez, activaba una batería de morteros. Sin embargo, hacia el año 31 d. C. un texto recoge el uso de la fuerza hidráulica para hacer funcionar fuelles de émbolo en las fraguas. El arnés de correas había sido introducido en fecha muy temprana, acaso ya en el siglo V a. C., pero igual de importante fue la invención de la carretilla en el siglo I d. C., que permitió que una sola persona pudiera llevar cargas mucho mayores y transportarlas por los caminos muy estrechos o demasiado sinuosos para los vehículos tirados por caballos.[889] Las embarcaciones chinas tuvieron timón desde el año 1 d. C. y la brújula se introdujo en 80 d. C. El registro sistemático de las manchas solares comenzó en el año 28 a. C. y en 132 d. C. Zhang Heng inventó el primer sismógrafo. Éste constituye un buen ejemplo del tipo de actitud característica de los pensadores chinos, ya que el objetivo de Zhang Heng era medir los terremotos, fenómenos que al igual que sus contemporáneos consideraba una señal de alteraciones en el orden natural. En el año 124 d. C., Zhang Heng, que además de astrónomo era poeta, elaboró un orbe celeste que incluye el círculo ecuatorial.[890] Esto tuvo importantes consecuencias, y sus efectos sobre el pensamiento lógico y científico no fueron menos trascendentales. Una figura clave aquí fue Wan Chong (27-97), que escribió Lun-heng, una extensa crítica de las supersticiones de la época. Tenía un profundo interés en la física, la biología y la genética, se burlaba de la idea de que el hombre tenía un lugar especial en el cosmos, no creía en la vida después de la muerte, el destino individual o en que la mente pudiera existir con independencia del cuerpo, prefería las explicaciones lógicas de los fenómenos, basadas en la experiencia.[891]

Podríamos afirmar que la innovación más importante realizada en China en esta época fue el papel. La tradición conmemora la invención en la historia de Cai Lun, un eunuco que sirvió en la corte del emperador Hedi como director de los talleres imperiales. Según esta versión, Cai Lun fabricó el zhi (papel en chino) a partir de cortezas de árboles, restos de cáñamo y viejas redes de pesca, y lo utilizó para escribir, y su descubrimiento le permitió ascender al cargo de shangfangling, o comandante en jefe de las técnicas y la producción. No obstante, esta versión ha sido sometida a revisión por los historiadores y, de acuerdo con Jonathan Bloom, en un diccionario de la época en la que Cai Lun vivía, zhi se definía como xu yi shan ye, expresión en la que xu se refiere a «restos fibrosos obtenidos a partir de trapos o a través del hervido de capullos de gusanos de seda» y la palabra shan a «estera hecha de juncos entretejidos empleada para cubrir algo».[892] Estos procesos se remontan al siglo VI a. C. y, por lo tanto, la fabricación del papel puede ser igual de antigua. La mayoría de las autoridades chinas en la materia creen actualmente que el papel tal y como lo conocemos fue inventado hacia el siglo II a. C., aunque éste era burdo y no estuvo adaptado a la escritura hasta, quizá, el siglo I d. C. Un relato chino ambientado en el año 93 a. C. registra el primer uso de pañuelos de papel: un guardia imperial aconseja a un príncipe cubrir su nariz con un zhi.[893] Antes de poder ser usado para escribir, el papel tenía que ser tratado con yeso, goma, cola o almidón, y esto parece haber ocurrido hacia el siglo I d. C. o un poco antes. Para el año 76 d. C., tenemos noticias de estudiosos que enseñaban a sus estudiantes utilizando copias de los clásicos escritas en zhi, por lo que para esa fecha el papel ya debía de ser relativamente común y barato. Gracias a las muestras más antiguas que se conservan, sabemos que los primeros fabricantes de papel elaboraban las hojas a partir de una pulpa hecha de restos de trapos y tejidos que se vertían en tinajas y en la que luego se sumergían moldes de tela. Cuando empezaba a secarse, el papel podía despegarse del molde, que volvía a utilizarse. A medida que el consumo de papel aumentaba, los fabricantes dejaron de utilizar materiales de desecho y empezaron a hacer la pulpa directamente con fibras de cáñamo, yute, junco, bambú o morera.[894] El papel higiénico empezó a usarse en el siglo VI.[895]

Hubo muchas innovaciones artísticas durante la dinastía Han. Entre ellas ocupa un lugar destacado los fu, poemas rítmicos, hiperbólicos y extravagantes, sobre la vida cortesana, la caza, los parques, las fiestas, y la creación de un Ministerio de Música (Yue fu), que recopiló canciones populares, danzas e instrumentos. Esta institución fue en parte responsable del surgimiento del ku-shih, una nueva forma poética con versos de cinco o siete caracteres, que evolucionaría para convertirse en la poesía estándar (lu shi) de la era Tang, en el siglo VII.[896]

En el año 190 d. C., en un período de revueltas campesinas y militares contra la autoridad central, la biblioteca imperial y los archivos de los Han fueron destruidos por un incendio provocado durante el conflicto. El desorden y la anarquía se prolongarían durante un cuarto de siglo; las comunidades urbanas se desintegraron y la magnífica civilización de la era Han se desvaneció para dar paso a la Edad Media china.

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