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Segunda parte. De Isaías a Zhu XI: La novela del alma » Capítulo 14. La élite intelectual china, «Lixue» y la cultura del pincel

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Capítulo 14

LA ÉLITE INTELECTUAL CHINA, LIXUE Y LA CULTURA DEL PINCEL

Los griegos llamaban a China «Seres», nombre del que deriva la palabra latina serica, «seda». Plinio fue uno de los autores que clamó contra los lujos en que se complacían sus contemporáneos con clase, al quejarse de las enormes cantidades de seda china que llegaban a Roma. Los textiles chinos recorrían la denominada Ruta de la Seda desde por lo menos 1200 a. C., ya que hasta el año 200 d. C., aproximadamente, ningún otro pueblo sabía cómo procesar los gusanos de seda.[1352] Incluso en épocas tan tardías como el siglo VII, los viajeros, monjes incluidos, llevaban consigo rollos de seda para poder emplearlos como dinero en caso de alguna emergencia médica. Según la leyenda, los chinos perdieron su monopolio sobre la producción de seda después de que una doncella escondiera en su cabello un capullo antes de dejar el país para casarse con un príncipe de Asia central. De hecho, es cierto que para el siglo IV o V ya había empezado a producirse seda en Persia, India y Bizancio, pero los chinos consiguieron mantener su ventaja gracias a que sus sedas eran más densas y tenían tejidos más complejos.[1353]

Como sugiere esto, durante la Edad Media, China era el país del mundo más complejo intelectualmente y más desarrollado tecnológicamente. Y su preeminencia alcanza su apogeo durante la dinastía Song (960-1279). Joseph Needham (1900-1995), el erudito de Cambridge que dedicó su vida al estudio de los orígenes de la ciencia china, sostuvo en su monumental historia sobre el tema que «cualquiera que sea el aspecto específico de la historia de la ciencia y la técnica que uno investigue en la literatura china, es siempre en la dinastía Song donde encontramos que llega a su punto álgido». No obstante, como señala Endymion Wilkinson, esto quizá esté relacionado con el hecho de que el desarrollo de la imprenta (sobre el que en un momento volveremos) hubiera garantizado entonces la supervivencia de muchísimas más obras que en cualquier otro período anterior.[1354] Un indicio de la complejidad y éxito de la sociedad china nos lo proporciona su población, que superaba los setenta millones hacia el siglo XII y que quizá haya alcanzado los cien un siglo después, casi el doble de la que, se estima, poseía Europa en ese momento.[1355]

Tras los logros de la dinastía Han reseñados en el capítulo 8, China había sido testigo de la aparición de varias otras dinastías. El país había sido dividido por los nómadas bárbaros y había vuelto a unificarse, a lo que seguiría una nueva división y una nueva reunificación; las grandes murallas y canales que recorren el campo se habían construido mediante trabajos forzados y se alcanzó cierta estabilidad y brillo con la dinastía Tang (618-906), cuyos emperadores gobernaron, fueron depuestos y luego reinstaurados gracias al gigantesco programa de cría de caballos emprendido en el siglo VIII que convirtió a la caballería en la columna vertebral del ejército hasta la aparición de la pólvora. Durante la dinastía de los dos Song (960-1234 en el norte, hasta el 1279 en el sur), China se puso a la vanguardia de la ciencia moderna y experimentó una pequeña revolución industrial. «Ningún país podía comparársele en aplicación del conocimiento del mundo natural a la solución de las necesidades prácticas del hombre».[1356]

Un buen número de ideas y de extraordinarias innovaciones tecnológicas contribuyeron a la sofisticación que caracterizó este período, y el papel, que daría luego lugar a la imprenta, fue la primera de ellas. Los chinos escribían ya desde la dinastía Zhang (1765-1045 a. C.). Las primeras muestras de escritura china son huesos de animales y caparazones de tortuga que se quebraban con atizadores al rojo vivo para prácticas adivinatorias y sobre los que se escribían caracteres que interpretaban las grietas producidas en el hueso. En estos omoplatos y caparazones, que en ocasiones se ataban juntos, se han hallado unos tres mil quinientos caracteres diferentes (el chino moderno tiene unos ochenta mil). Esta práctica gradualmente dio lugar a los libros hechos de tallos de bambú, sobre los que se escribía con una especie de estilo y empleando algún tipo de barniz. Estos libros se ataban con cuerdas o correas. El mismo Confucio utilizó libros de este tipo cuando estudió el I Ching y aparentemente era un discípulo tan aplicado, y frecuentaba tanto sus libros, que rompió tres veces las correas de éstos.[1357] Según Lucien Febvre y Henri-Jean Martin en su historia del libro, los libros chinos más antiguos que se conservan fueron hallados durante una excavación realizada a comienzos del siglo XX en los desiertos de Asia central, y consisten en tiras de madera y bambú que contienen vocabularios, calendarios, recetas médicas y registros oficiales sobre la vida cotidiana de las guarniciones que vigilaban la Ruta de la Seda. Escritos utilizando un pincel de tinta, estos textos fueron elaborados entre los años 98 y 137 d. C. Sin embargo, desde entonces se han descubierto libros escritos en láminas de madera en tumbas antiquísimas, algunas de las cuales se remontan a épocas tan tempranas como el siglo V a. C.

La seda reemplazó en ocasiones al bambú: era más liviana, más fuerte y resistente y se la podía enrollar alrededor de una vara, lo que permitía ahorrar espacio. Y fue por ello que la palabra china para «rollo» se convirtió en la palabra para «libro» (como ocurrió con el latín volumen). Pero la seda no era barata y los chinos no dejaron de buscar alternativas. Mediante un proceso de ensayo y error en el que inicialmente se emplearon desechos de seda y luego otros tipos de residuos (trapos de lino, viejas redes de pesca, cáñamo, morera), los chinos consiguieron finalmente producir una pasta sobre la que se podía escribir una vez se secaba. Dado que entonces era costumbre atribuir todas las invenciones a la corte del emperador, la invención del papel se atribuyó formalmente al director de los talleres imperiales, el eunuco Cai Lun (m. 121 d. C.). Fue él quien en el año 105 d. C. escribió el informe dirigido al emperador en el que la invención del papel se menciona por vez primera, aunque es muy probable que para entonces éste llevara tiempo siendo usado, tras haber sido desarrollado por algún anónimo personaje de menor rango.[1358]

El papel, producido en hojas de veinticuatro por cuarenta y cinco centímetros aproximadamente, reemplazó a la seda por completo con excepción de los libros de lujo. Las hojas se pegaban unas a otras para crear largas tiras que podían enrollarse alrededor de una vara. Pero esto era muy incómodo y para buscar algún pasaje específico había que desenrollar todo el libro. Esto probablemente explique por qué terminó dividiéndose el libro en folios, aunque el que muchos de los libros sagrados de la India hubieran sido escritos en hojas de palma atadas con bramante constituye un precedente que los chinos habrían podido emplear como modelo. En una antigua biblioteca china excavada en Dunhuang, donde se hallaron quince mil manuscritos elaborados entre el siglo V y el siglo X, se encontraron distintos tipos de libro. Además de los rollos, había lo que los chinos denominan «libros remolino». En éstos, las hojas se pegaban entre sí por los bordes y la tira resultante se doblaba luego como un acordeón, que se abría en zigzag. Aunque este tipo de disposición todavía se utiliza para caligrafías, ciertos textos sagrados budistas o taoístas y libros de pinturas, el hecho es que los bordes se desgastaban con facilidad, por lo que se dio el siguiente paso: se doblaron las hojas por la mitad y se cogieron los libros por el lomo. Esto permitía pasar con libertad las hojas que se batían como alas, lo que dio origen al nombre chino de los libros: «libros mariposa».[1359]

Con la llegada del papel, la invención de la imprenta estaba más cerca. Para la época en que éste surgió, ya existía desde hacía tiempo en China y otros lugares la costumbre de grabar textos clásicos sobre grandes losas de piedra (estelas) con el objetivo de preservar el texto con tanta fidelidad como fuera posible, así como para ponerlo a disposición del público. Esto originó la costumbre de tallar los textos en negativo de manera que los peregrinos y turistas pudieran realizar calcos con facilidad. Algo que, por supuesto, era ya impresión. Sin embargo, lo que conduciría de forma más directa a los libros impresos fue el desarrollo de los sellos grabados en relieve. Hacia comienzos del siglo I d. C., había surgido en China la moda de que las personas piadosas tuvieran sellos de este tipo grabados a menudo con largos textos religiosos, oraciones o incluso retratos del Buda. Estos sellos adornaban en ocasiones las celdas de los monjes budistas, pero el gran avance parece haber sido consecuencia del hecho de que sobre el papel podía imprimirse, algo que no ocurría con la seda. Tales impresiones habrían proporcionado a la gente la imagen inversa necesaria para producir una página impresa que pudiera leerse. Los experimentos proliferaron y, de los descubrimientos realizados, el primer bloque de madera grabado en relieve y en negativo es un pequeño retrato del Buda de mediados del siglo VIII descubierto por Paul Pelliot cerca de Kuche, en Sinkiang. El libro impreso más antiguo se encuentra actualmente en la Biblioteca Británica, un largo rollo realizado mediante xilografía en el año 868. Se trata de un texto budista con un hermoso frontispicio, cuya calidad sugiere que para esa fecha la técnica estaba muy desarrollada. Un libro encontrado recientemente en Corea quizá sea aún más antiguo, pero los estudiosos todavía no han podido decidir si su origen es coreano o chino.[1360]

La impresión mediante bloques de madera parece haber surgido junto a las orillas del Yangtze, desde donde se difundió principalmente debido al interés de las autoridades por preservar los escritos canónicos. En el año 932, Feng Dao preparó un informe dirigido al emperador en el que recomendaba el uso de la imprenta de bloques para la preservación de los clásicos, ya que la dinastía que entonces detentaba el poder carecía de los recursos financieros necesarios para hacerlo por el método tradicional, a saber, la talla de una serie de «clásicos en piedra». El nuevo proyecto tuvo mucho éxito, lo que impulsó la alfabetización, y entre 932 y 953 se imprimió la mayoría de la literatura existente. Esto consagró la nueva técnica y la invención de la imprenta se adjudicó a Feng Dao. Como en el caso de Cai Lun y la invención del papel, desconocemos el nombre de los verdaderos responsables de este descubrimiento.

Los experimentos continuaron, pero los primeros intentos de emplear grabados de cobre y tipos móviles no fueron muy fructíferos. El primer intento de fabricar tipos móviles se realizó en el siglo XI y se atribuye a un herrero y alquimista llamado Bi Sheng, quien empleó para hacer los caracteres una pasta blanda que luego endureció al fuego. A continuación pegó éstos a una lámina de hierro con cera y una resina que se solidificaba al enfriarse. Los tipos podían despegarse con facilidad calentando de nuevo la lámina, lo que permitía reutilizarlos para crear nuevos textos.[1361] Para crear los tipos se emplearon también maderas duras, plomo, cobre y estaño, pero sin demasiado éxito. En un tratado de la época se sugiere que los caracteres se almacenaban de acuerdo a su sonido, esto es, que los caracteres se colocaban junto a aquellos con los que rimaban.[1362]

Con todo, ahora sabemos que la impresión mediante tipos móviles evolucionó con más rapidez en un país vecino: Corea. Esto se debió a la intervención de un gobernante benevolente, el rey Sejong, que en 1403 promulgó un decreto extraordinario, que si aún hoy nos parece ilustrado, en su momento tuvo que serlo en extremo: «Para gobernar bien», decía, «es necesario difundir el conocimiento de las leyes y de los libros, de tal manera que la razón pueda ser satisfecha y la maldad natural de los hombres, reformada; y es así que resulta posible mantener el orden y la paz. Nuestro país es el más oriental de todos y los libros procedentes de China son escasos. Los bloques de madera se desgastan con facilidad y, además de ello, es muy difícil grabar todos los libros del mundo. Quiero que se fabriquen caracteres de cobre para la imprenta de tal manera que sea posible disponer de más libros. Esto producirá más beneficios de los que podemos medir. Y como no es correcto que el pueblo asuma los costos de una obra semejante, ésta correrá a cargo del Tesoro». Como consecuencia de este edicto, se elaboraron unos cien mil tipos, y a lo largo del siglo se crearon un total de diez fuentes, las tres primeras de las cuales (1403, 1420 y 1434) se adelantaron a la invención de la imprenta por Gutenberg.[1363] Ahora bien, al parecer ni el sistema chino ni el coreano consiguieron llegar a Occidente con la suficiente rapidez como para haber influido en la invención de la imprenta en Europa.[1364]

Aunque la disponibilidad de los libros desempeñó un importante papel en el renacimiento Song, los chinos, a diferencia de los europeos, nunca vieron en la imprenta un acontecimiento revolucionario. Una razón para ello es que el chino no cuenta con un alfabeto, sino con miles de caracteres diferentes. Los tipos móviles, por tanto, no tenían allí las mismas ventajas que ofrecían a los europeos. Además, algunos de los viajeros europeos que visitaron China durante el Renacimiento y la Reforma advirtieron que quienes grababan los bloques de madera podían crear una página en caracteres chinos con la misma rapidez que un cajista europeo armaba una página de texto latino. Por otro lado, la impresión mediante bloques de madera tenía dos ventajas adicionales: en primer lugar, los bloques podían conservarse y almacenarse para ediciones posteriores; en segundo lugar, una página ilustrada podía grabarse con la misma facilidad que una página de texto, por lo que los libros chinos incluyeron ilustraciones (e incluso ilustraciones en color) centenares de años antes de que éstas empezaran a imprimirse en los libros occidentales.[1365]

Hablar de la imprenta nos obliga a plantearnos la cuestión de la escritura y el lenguaje. El idioma y escritura chinos se basan en ideas muy diferentes de, digamos, las de los idiomas indoeuropeos. Aunque hay mucho dialectos, el mandarín, la lengua nativa del norte de China, es la variante que en la actualidad domina el 70 por 100 de quienes hablan chino. Todos sus caracteres son monosilábicos, por lo que, por ejemplo, en mandarín «China» es Zhong guo, literalmente «país medio». Además, a diferencia de lenguas como el inglés, que tiene unas mil doscientas sílabas, el mandarín posee sólo cerca de cuatrocientas veinte, y dado que un diccionario chino contiene cerca de cincuenta mil palabras hay muchas que utilizan el mismo sonido o sílaba. Para conseguir la diferencia de significado necesaria, por tanto, todas las sílabas pueden pronunciarse en uno de cuatro tonos distintos: alto, alto ascendente, alto descendente y bajo descendente. Para hacerse una idea piénsese en las diferentes formas en que pronunciamos la palabra «sí» según queramos responder afirmativamente, manifestar aprobación o expresar duda. Tales diferencias en el tono cambian por completo el significado de las palabras chinas. Y así la sílaba ma puede significar «madre», «caballo» o «regañina» según se la pronuncie.[1366] Para complicar aún más la situación, abundan los términos homófonos, y así el carácter yi pronunciado en el cuarto tono tiene cuarenta y nueve significados, entre ellos «fácil», «rectitud», «diferencia» y «arte». El significado de una expresión, por tanto, debe inferirse a partir del contexto.

Como el chino es una lengua sin flexiones, las palabras no cambian de acuerdo con el número, el género, el caso, el tiempo, la voz o el modo. La relación entre las palabras se indica bien sea a través de su posición en la frase, bien a través del uso de términos auxiliares. Así, por ejemplo, la frase «Ayer él me dio dos libros sobre la revolución literaria» sería en chino algo similar a «Ayer él dar yo dos libro literatura revolución». En esta frase la presencia de «ayer» indica que «dar» debe entenderse como «dio» y la presencia de «dos» que «libro» es «libros»; por otro lado, el orden de las palabras indica que «yo» es «me» y, quizá la decisión más difícil, que «literatura revolución» no es «literatura revolucionaria» sino «revolución literaria».[1367] Ejemplos de palabras auxiliares son la sílaba le, que indica que el tiempo es perfecto, y wen, que cuando aparece después de «yo» convierte a éste en «nosotros». Las palabras además se clasifican en «sólidas» y «vacías». Las palabras sólidas tienen significado en sí mismas, mientras que las vacías sólo tienen contenido gramatical y sirven como preposiciones, conjunciones o partículas interrogativas. Así, por ejemplo, la frase «eres inglés ma» significa «¿eres inglés?».[1368]

De la misma forma en que el idioma chino se basa en un conjunto de ideas diferente del de las lenguas indoeuropeas, la escritura china también es muy distinta de los alfabetos occidentales y recuerda bastante a los antiguos pictogramas utilizados en Mesopotamia en los albores de la escritura. Todos los dialectos chinos emplean los mismos caracteres, en los cuales se inspiran los de otras lenguas como el coreano o el japonés. Según la tradición, la escritura china fue inventada por Cang Re, un funcionario de la corte de Huang Di, un emperador semimítico que vivió a principios del tercer milenio antes de Cristo, aunque no existen pruebas arqueológicas de caracteres chinos anteriores a 1400 a. C., cuando se los encuentra en huesos oráculo y recipientes de bronce. La escritura se basa en cuatro ideas. La primera es la representación pictórica. El sol, por ejemplo, se escribía inicialmente como un círculo con un punto en su interior. Este símbolo luego se esquematizaría para pasar a ser un rectángulo con un trazo que lo corta por la mitad. Tres picos representan una montaña. (Véanse varios ejemplos en la Figura 11). El segundo principio es el uso de diagramas. Los números, por ejemplo, eran simples trazos, y los conceptos de «arriba» y «abajo» se representaban mediante un punto encima o debajo de una línea horizontal (véase también la Figura 11). El tercer principio es la insinuación (y cierta dosis de humor). «Oír», por ejemplo, se escribe como una oreja entre las dos hojas de una puerta; «bosque» se representa como dos árboles uno al lado del otro. El cuarto principio es la combinación de significado y fonética. Por ejemplo, la sílaba para «océano» y «oveja» es la misma, yang, y se pronuncia con idéntico tono, por lo que la palabra «océano» se escribe como yang más el símbolo del «agua». Y esto, por supuesto, es sólo el comienzo. Los caracteres chinos se clasifican en los diccionarios según 214 «radicales», o raíces identificadoras, que indican características semánticas de tipo general y a los que se añaden distintos adornos.[1369]

El chino tradicionalmente se ha escrito con pincel, no con pluma, y existen varias caligrafías diferentes, como la regular, la corriente y la de «hierba». En la caligrafía regular, cada trazo se escribe separado, como nuestra letra de imprenta. En el estilo corriente, los trazos separados tienden a unirse mediante líneas, de forma similar a la letra cursiva. El estilo hierba es muy abreviado, como una especie de taquigrafía. Por ejemplo, el carácter li (ritual, decoro) se escribe con diecisiete trazos en el estilo regular, con nueve en el corriente y con sólo cuatro en el de hierba.[1370] En los textos formales se emplea el estilo regular, pero en arte se prefiere el corriente.

Estas características de la lengua y escritura chinas ejercieron una gran influencia sobre el pensamiento chino. No sólo por la naturaleza pictórica de los caracteres sino por los distintos tonos en que se los pronuncia, algo que, por ejemplo, aportó a la poesía china elementos y dimensiones de que carece la poesía compuesta en lenguas occidentales. «Movimiento», por ejemplo, se escribe en chino como «avance-retirada» y «política» como «gobierno-caos». La experiencia del chino es, en ciertas circunstancias, muy diferente de la de otras lenguas, a menudo constituye un reflejo de la idea confuciana de los opuestos, ying/yang. Para dar un ejemplo más: «montaña grande» es en chino una frase completa. No hay necesidad de usar el verbo «ser». «Sin que la estructura de la frase se rija por el modelo de sujeto y predicado», Forma original Forma actual sostiene Zhou Youguang, «el chino no desarrollo la idea del principio de identidad en lógica o el concepto de sustancia en filosofía. Y sin estos conceptos, no puede haber idea de causalidad o de ciencia. En lugar de ello, el chino desarrolló una lógica de correlaciones, el pensamiento por analogía y relaciones, que aunque inapropiado para la ciencia, resulta de gran utilidad en la teoría política y social. Ésta es la razón por la que el grueso de la filosofía china es filosofía de la vida».[1371]

FUENTE: John Meskill, et al., eds., An Introduction to Chinese Civilization, 1973. © Columbia University Press. Reproducido con autorización de los editores.

FIGURA 11. El desarrollo de los caracteres chinos.

FUENTE: John Meskill, et al., eds., An Introduction to Chinese Civilization, 1973. © Columbia University Press. Reproducido con autorización de los editores.

No obstante, al pensar en China, uno termina siempre volviendo a lo práctico. Cualquiera que sea la relación entre el papel, la imprenta, la escritura china y el pensamiento chino, el papel y la imprenta tenían otros usos más terrenales. El billete de banco, por ejemplo, es otro de los inventos de los Song. Éste en realidad representaba dos nuevas ideas: la del papel impreso y la de la promesa escrita, un avance respecto de las monedas, ya que éstas encarnaban en sí mismas el valor que representaban en un metal u otro. Las primeras noticias que tenemos de los billetes son de principios del siglo XI, y su aparición parece haber sido un intento de responder a varias crisis simultáneas. En primer lugar, en el siglo X, justo antes de los Song, el país había estado dividido en diez o más estados independientes, cada uno de los cuales acuñaba su propia moneda, los del norte usando cobre y los del sur hierro o plomo. Cuando los Song consiguieron crear cierta unidad política hacia finales de siglo, impusieron una única moneda hecha de cobre. Sin embargo, esto coincidió con una intensificación de la guerra, lo que les obligaba a realizar enormes desembolsos. El estado promovió la producción de monedas de cobre al máximo, pero ello no fue suficiente. Y por tanto, el gobierno decidió emitir certificados de depósito para los mercaderes que proveían al ejército. Estos certificados recibieron el nombre de fei qian, o «dinero volante».[1372] Éste fue el predecesor de los auténticos billetes de banco que aparecieron en 1024 y cuyo uso se difundió con rapidez, al menos durante un tiempo, ya que siguieron siendo importantes hasta finales del período mongol (mediados del siglo XIV), cuando cayeron en descrédito. Conocidos como jiao zi, qian yin o guan zi, el papel moneda también estimuló el desarrollo de otros instrumentos negociables, como los pagarés o las letras de cambio, todos los cuales aparecieron en el siglo XI. En un primer momento, la casa de cambio recién creada por el gobierno propuso que todo el papel moneda se negociara cada tres años, pero poco a poco esta regla se relajó.[1373]

Además de sus innovaciones en el campo del papel y las tecnologías de impresión, el progreso de China en la producción del hierro y el acero estaba varios siglos por delante de Europa. Desde el siglo VIII se extraía carbón, y se lo usaba en hornos para conseguir hierro e incluso acero de gran calidad. Podemos hacernos una idea del éxito alcanzado por China en este campo considerando que, según un cálculo, en el siglo XI el país ya producía el 70 por 100 del hierro que Gran Bretaña manufacturaría al comienzo de la revolución industrial, más de setecientos años después.[1374] Durante las invasiones y la ocupación mongolas (de mediados del siglo XII a mediados del siglo XIV), la producción de hierro y de acero cayó en picado para nunca recuperarse.[1375]

Algunas de las invenciones que atribuimos a los chinos, en particular la silla de montar y el estribo (siglo V), probablemente fueron concebidas inicialmente por nómadas esteparios en las fronteras del país y luego adoptadas por los chinos. Pero en cualquier caso hubo un montón de nuevas tecnologías que sí fueron inventadas dentro de China[1376] y dos de ellas en particular ejercerían una gran influencia en el mundo: la pólvora y la porcelana.[1377] El descubrimiento de las capacidades combustibles y explosivas del carbón, el salitre y el azufre tuvo lugar en círculos alquímicos durante la era Tang, pero este conocimiento no sería usado con violencia hasta los años 904-906.[1378] Inicialmente, se la utilizó para fabricar un proyectil incendiario denominado «fuego volador» (fei huo). Pero las tecnologías militares pronto proliferaron y se fabricaron granadas de humo, incendiarias y, finalmente, explosivas. Es seguro que éstas se emplearon en 1161 en la batalla de Anhui, cuando contribuyeron a la victoria de los Song sobre los Nuzhen, ancestros de los manchúes y también conocidos como los Jin, quienes ocupaban un territorio al noroeste de las tierras Song. En otras palabras, aunque la pólvora empezó a ser utilizada como sustancia incendiaria, fueron sus propiedades explosivas las que resultaron más útiles desde un punto de vista bélico.[1379]

Un tercer desarrollo, mucho más letal, fue la explosión de pólvora en el interior de un tubo, un uso que se remonta a 1132. Los primeros tubos, que formaban una especie de mortero o cohete, en realidad la primera arma de fuego, estaban hechos de madera o bambú, y la pólvora se utilizaba tanto para propulsar las flechas como para hacerlas incendiarias. Hacia 1280, durante la guerra entre los Song y los mongoles, se usó por primera vez un tubo metálico en este contexto y se acuñó un término nuevo, chong, para describir el horror. Por tanto, para la época en que la pólvora llegó a Occidente, ésta no era ya un mero explosivo y los principios básicos de las armas de fuego ya habían sido desarrollados. Como el papel, la pólvora llegó a Occidente a través de los musulmanes, en este caso, gracias a los escritos del botánico andalusí Ibn al-Baytar, que murió en Damasco en 1248. El término árabe para el salitre es «nieve china» mientras que el persa es «sal china».[1380] La importancia histórica de la pólvora en Occidente ha sido muy estudiada y, por lo general, se le atribuye haber contribuido al fin de la Edad Media, al propiciar la caída de la clase caballeresca y acabar con el dominio que entonces tenían la espada y el caballo.

De forma simultánea a la evolución de la pólvora, la producción de porcelana alcanzó su apogeo bajo la dinastía Song, tanto en términos de cantidad como de calidad.[1381] En el siglo XI, las zonas más importantes en lo que a producción de porcelana se refiere eran los hornos imperiales de Kaifeng, sobre el río Amarillo, y de otras ciudades en Henan y Hebei. Posteriormente, en los siglos XII y XIII, estos centros fueron reemplazados por talleres más al este, cerca de la costa en Hangchow, y en Fujian y Jiangxi (al noreste de Hong Kong, enfrente de Taiwan). La porcelana era una de las razones por las que, desde el exterior, se veía a China como la «tierra del lujo», dedicada a la producción de artículos codiciados por todos. Además de la porcelana, la difusión del cáñamo, la morera (para la alimentación de los gusanos de seda) y el algodón despegó en el siglo XIII, y el arbusto de té también empezó a propagarse en las tierras altas de Szechwan. Los árboles productores de laca se volvieron más comunes en Hebei, Hunan y Chekiang.[1382]

La última de las grandes invenciones realizadas en China durante la Edad Media está relacionada con el progreso de las extraordinarias actividades marítimas del país desde el siglo XI en adelante, algo que culminó con las grandes expediciones de la era Ming que en los años 1405-1433 llegaron hasta el mar Rojo y la costa oriental de África. El temprano desarrollo de la navegación en China debe mucho al patrón de los vientos en esa parte del mundo.[1383] Los monzones son unos vientos regulares en los que los cambios inesperados de dirección o la calma chicha son mucho menos comunes de lo que lo son, digamos, en el Atlántico o el Mediterráneo. Debido a ello, la necesidad de filas de esclavos para maniobrar los remos era bastante menor, lo que favoreció el desarrollo y perfeccionamiento de distintos tipos de velas, algo en lo que China también se adelantó al resto del mundo. La regularidad de los monzones y sus cambios de direcciones estacionales (noreste en invierno, suroeste en verano) permitían realizar cada año largos viajes sin la necesidad de escalas, a los que seguía un período de espera hasta que el regreso resultaba factible. Esto condujo a la aparición de importantes colonias chinas en las costas del sureste asiático y la India, algo que incidió notablemente en el tráfico de ideas.[1384] Todo ello jugó un papel en la aparición de los grandes juncos chinos de alta mar en los siglos X y XI.[1385]

Desde la antigüedad, las embarcaciones chinas tenían cascos divididos en compartimentos herméticos separados, una disposición que las naves occidentales no adoptarían hasta comienzos del siglo XIX. Sin embargo, éste no fue el único avance conseguido por la tecnología naval china. Antes de la aparición de la brújula magnética, el más importante de todos fue el timón de popa, que se remonta al siglo IV d. C. Esto fue posible gracias a los alcázares rectangulares de los juncos chinos, que permitían fijar un timón en la parte trasera de la nave. Hasta 1180 cuando el timón de popa aparece en Occidente, las embarcaciones europeas se gobernaban mediante un remo trasero. Éste ofrecía mucho menos control y prácticamente ninguno en caso de tormenta en alta mar, y limitaba el tamaño de las naves que podían arriesgarse a emprender un viaje oceánico. Por otro lado, durante la dinastía Song, los juncos chinos eran enormes (algunos alcanzaban los ciento veinte metros de largo, mientras que las carabelas de Colón apenas llegaban a veinticinco). Estos navíos fueron resultado de una larga serie de innovaciones e invenciones y eran capaces de transportar a mil hombres en cuatro cubiertas, tenían cuatro mástiles y doce velas, y podían contener provisiones para pasar hasta dos años en el mar. Entre las otras invenciones marítimas chinas se encuentran el ancla, la quilla retráctil, el cabrestante, el velamen, las velas giratorias y, por supuesto, la brújula magnética. La primera referencia a ésta la encontramos en una obra china, el Pingzhou ketan de Zhu Yu, de 1119, en la que se dice que se la usaba en las naves cantonesas a finales del siglo anterior. La brújula no empezaría a utilizarse en las embarcaciones europeas antes de 1280, doscientos años más tarde.[1386]

Cada una de estas invenciones confirma que los chinos no eran sólo un pueblo enormemente creativo sino también increíblemente práctico. Todas las innovaciones que hemos reseñado contribuyeron a la prosperidad del país, y les permitieron disfrutar del mundo que los rodeaba. No obstante, en la China medieval encontramos asimismo una mentalidad más abstracta, filosófica y metafísica, a la que también debemos importantes innovaciones, aunque de un tipo muy diferente. Esencial aquí es la idea del burócrata-erudito, un concepto del que luego encontraremos ecos en Europa, pero que en China apareció bastante antes y con implicaciones mucho mayores.

Durante la época clásica, a partir de las luchas por el poder entre los estados beligerantes, había surgido en China una nueva clase social, a la que ya nos hemos referido en el capítulo 5, los shih.[1387] En estos tiempos confusos, los derechos de nacimiento habían empezado a valer cada vez menos mientras que el talento experimentaba una revaloración de sentido contrario. Un creciente número de hijos de familias nobles, jóvenes educados pero sin rango, buscaron aprovechar su formación y comenzaron a ofrecerse para desempeñarse como escribas y secretarios en la administración central de cualquier estado que requiriera de sus servicios. Para aquellos cuyo consejo resultó útil, la recompensa fue el ascenso político, y así los shih fueron convirtiéndose en una clase influyente. Para la época de la dinastía Song, este grupo había experimentado diversos cambios, y el proceso para acceder a él se hizo más elaborado y complejo. La innovación más importante era el examen escrito mediante el cual se escogía ahora a la élite intelectual china para crear lo que en realidad era una administración pública encargada de manejar el país. Antes de que se introdujeran los exámenes, durante muchos años los shih habían sido seleccionados por individuos que poseían algún tipo de credibilidad, aunque en ocasiones ello había conducido a que se cometieran errores serios y absurdos.[1388] Debido a esto, se volvió costumbre que los shih se desempeñaran como aprendices en los departamentos del gobierno regional, pero, como es natural, semejante sistema también estaba expuesto a los abusos de grupos particulares preocupados por perpetuarse. Un resultado de ello fue que la insatisfacción aumentó durante las dinastías Sui y Tang (581-906). Un primer intento de reforma buscó hacer que quien postulara a los funcionarios fuera legalmente responsable por el desempeño de sus candidatos. Pero tal solución no funcionó y desde finales del siglo VI se empezó a introducir un sistema de pruebas escritas y orales que sirvieran de complemento al sistema de recomendaciones.[1389]

Poco a poco, el sistema de exámenes fue ganando partidarios durante la época Tang en detrimento de las alternativas de los aprendices y las nominaciones, y los emperadores Song lo institucionalizaron formalmente. Los exámenes, denominados keju, se celebraban cada tres años. La primera ronda tenía lugar a nivel de las prefecturas, o zhou, y estaban abiertos a estudiantes de prácticamente cualquier formación.[1390] Por lo general, los aspirantes se preparaban para las pruebas inscribiéndose en las academias locales, establecimientos privados no muy diferentes de los que actualmente ayudan a preparar las oposiciones a los aspirantes a cargos públicos.[1391] Los investigadores modernos calculan que entre veinte y ochenta mil estudiantes se presentaban a los exámenes, que rara vez los aprobaban más del 10 por 100 de ellos y que, de hecho, era frecuente que no lo hiciera sino un 1 por 100: las pruebas eran realmente difíciles.[1392] A los candidatos que pasaban la prueba de calificación se les permitía ingresar a las escuelas confucianas del condado o prefectura, lo que garantizaba que los candidatos estuvieran preparados para el siguiente nivel. Los exámenes de segundo nivel tenían lugar en la capital imperial (que se había desplazado de Chang’an bajo los Tang a Kaifeng bajo los Song) y su organización estaba a cargo del Ministerio de Ritos. Los candidatos que tenían éxito en estas pruebas permanecían en la capital para asistir a los exámenes del más alto nivel, que algunos historiadores occidentales consideran el equivalente a un doctorado. Esta tercera ronda no era aprobaba por más que un 1 por 100 de los aspirantes, y fracasar en ella no conllevaba ningún estigma. Era bastante normal que los estudiantes empezaran a participar en los exámenes a la edad de dieciocho años y no los aprobaran hasta haber superado los treinta (y en ciertos casos no lo hacían hasta después de los cincuenta). El simple hecho de haber sido considerado digno de presentarse a las pruebas del Ministerio ponía al candidato en una categoría aparte, la de los juren, «hombres elevados». Originalmente, el sistema terminaba con esta tercera ronda, pero en el año 975 el primer emperador Song encontró en la lista de quienes la habían superado el nombre de alguien que, consideraba, no tenía habilidades suficientes, y por tanto ordenó que se reexaminara a todos los juren bajo su supervisión. Esto se convirtió en parte del proceso, y que el mismísimo emperador estuviera involucrado en él otorgó al sistema aún más prestigio. Desde entonces se consideró que únicamente los candidatos que habían superado el nivel del zhou y las tres fases de la capital se habían graduado de forma completa.[1393]

Los exámenes se dividían en cuatro secciones, cada una de las cuales se prolongaba durante todo un día. Los candidatos podían escoger sus materias entre clásicos, historia, ritual, leyes y matemáticas. Los cuatro días se distribuían en un par de semanas, y los exámenes se llevaban a cabo en grandes salones públicos y luego en filas de pequeñas celdas para evitar las trampas. Se realizaron esfuerzos extraordinarios para garantizar la imparcialidad del proceso. Se quitaba o tapaba el nombre de los candidatos y se lo reemplazaba con un número, de tal forma que los evaluadores no pudieran identificar a ninguno. En 1015 se creó un departamento de copistas encargado de hacer copias uniformes de todas las respuestas para que los aspirantes no pudieran ser identificados por su caligrafía. Cada trabajo era leído por dos calificadores, y cuando su valoración no coincidía debían reconciliar sus puntos de vista antes de informar al evaluador jefe.[1394] La principal crítica que se hacía a los exámenes es que éstos eran demasiado académicos, como diríamos nosotros, demasiado centrados en el conocimiento libresco. En general, se evaluaba la capacidad de los candidatos para memorizar los clásicos en el área que habían elegido y su habilidad para componer poesía de distintos géneros. Y aunque también se les exigía redactar ensayos sobre cuestiones políticas y sociales del momento, incluso en ellos se esperaba que los candidatos demostraran su conocimiento de la historia, que escribieran en una prosa arcaica y que emplearan el pasado para predecir lo que podía ocurrir en el futuro. Quienes criticaban los exámenes sentían que no se daba suficiente valor a la solución práctica de problemas vigentes.[1395]

De hecho, la forma en que estas pruebas afectaron la sociedad durante la dinastía Song, y en particular en qué medida eran realmente abiertas y promovían la movilidad social, ha continuado siendo una de las cuestiones más debatidas por los estudiosos de la historia china hasta nuestros días. Ahora bien, estimulara o no la movilidad social (estudios modernos proponen conclusiones que respaldan o refutan este hecho sin ponerse de acuerdo), la cuestión es que el sistema estaba diseñado para hacerlo y que se crearon complejas reglas para garantizar que así fuera. «La ley del país proclamaba que el sistema de reclutamiento estaba abierto prácticamente a todos los hombres del reino, y se consideraba que el que el éxito pudiera alcanzarse a través de los meritos individuales era un incentivo para toda la sociedad». En este aspecto, China estaba muy por delante del resto del mundo.[1396] Los exámenes no serían abolidos hasta 1905.

Promoviera o no la movilidad social, es un hecho que el sistema de exámenes desempeñó un papel fundamental en la civilización china, ya que contribuyó a mantener unos niveles relativamente elevados de alfabetización y de formación en la sociedad en comparación con los de sus rivales y vecinos. En China, la educación y el aprendizaje se consideraban cruciales para el progreso desde tiempos remotos, y para la época Song el proceso se había institucionalizado. En el ámbito de las ideas abstractas esto condujo a cambios y avances muy notables.

El más general de estos cambios fue el paso del budismo al neoconfucianismo, conocido en chino como Lixue. La expansión del budismo en Asia coincide prácticamente con la difusión del cristianismo en Europa, pero es un hecho que el budismo llegó mucho más lejos que la fe occidental, tanto por abarcar un ámbito geográfico bastante más grande como por la diversidad de pueblos a los que influyó: en simples términos de cantidad, alcanzó a muchas más personas.[1397] Esto ocurrió básicamente en tres fases. Desde comienzos del siglo I d. C. hasta el siglo V, su crecimiento fue lento, ya que el budismo tuvo que adaptarse a la mentalidad y las tradiciones chinas; los siglos V al IX son testigos del apogeo del budismo chino, y el fervor religioso del período se refleja no sólo en la práctica de la fe sino en un magnífico florecimiento del arte, arquitectura y pensamiento budistas; por último, desde comienzos del siglo IX el budismo pasó a estar prohibido, y el país retornó al confucianismo, o al menos a una versión adaptada a las necesidades de la sociedad de la época.

El budismo conquistó inicialmente el mundo chino a través de las rutas comerciales y ganando para su causa a los mercaderes, pero también porque dejó de ser tanto una búsqueda abstracta del nirvana, que es como había empezado, y se convirtió en una religión tal y como hoy definimos el término. Esta forma de budismo, como señalamos en un capítulo anterior, se conoce como mahayana, el gran vehículo. El budismo mahayana proponía que la salvación estaba abierta a todos, mientras que el hinayana —pequeño vehículo— proponía que sólo se salvarían aquellos que, como los monjes, dedicaban sus vidas de forma exclusiva al budismo. El budismo mahayana era un budismo que se centraba en la figura misma del Buda (más que en el Camino) y que se interesaba por otras personalidades similares, en particular Maitreya, el salvador por venir. Esto implicaba un culto de las reliquias del gran Buda, en primera instancia, pero también de los santos budistas inmortalizados, los arhats. En las grandes rutas comerciales que conectan la India con China, a través del «techo del mundo», en Pakistán, y en torno a él fue probablemente donde el Buda se representó por primera vez como una figura humana, quizá en Gandhara, en un momento en que las influencias helénicas se advierten en los pliegues de los vestidos de la figura sentada. La nueva religión se popularizó inicialmente en los países limítrofes con China, y los primeros traductores de los textos budistas al chino no fueron indios sino partos, sogdianos e indo-escitas (de la región del actual Uzbekistán). La primera alusión a una comunidad budista en China se remonta al año 65 d. C., en Beng Zheng, un centro comercial de Jiangsu, y al parecer en un primer momento su interés residía en parte en su énfasis en las nuevas técnicas de concentración (el yoga, por ejemplo) y en parte en que sus tradiciones parecían coincidir con el taoísmo, lo que lo hacía parecer menos nuevo. Había en particular tres doctrinas que se asemejaban al taoísmo. En primer lugar, la doctrina budista del karma (la idea de que nuestro desempeño en esta vida determina la forma de nuestra existencia futura), que recordaba el concepto chino de suerte individual, fen, y de destino, ming. En segundo lugar, la idea mahayana del vacío fundamental del mundo, algo que se vinculaba con la Escuela de los Misterios, preocupada por el ser y el no ser (volveremos sobre la Escuela de los Misterios en el siguiente párrafo). Y en tercer lugar, la práctica del yoga como forma de alcanzar el trance, lo que no era muy diferente de las técnicas taoístas para provocar trances y éxtasis.[1398]

A pesar de esto, el budismo inicialmente estuvo limitado a grupos muy particulares: los mercaderes que frecuentaban las rutas comerciales utilizadas por los monjes y la aristocracia local. Una de las razones que explican el interés de la aristocracia es la moda de lo que se denominó «conversaciones puras». «Estas conversaciones, en las que los interlocutores competían entre sí emitiendo comentarios agudos, réplicas entretenidas y epigramas brillantes, fueron gradualmente ampliándose… a problemas literarios, artísticos, morales y filosóficos». Los miembros de la Escuela de los Misterios, que se interesaban también por los escritos de Laotzu, estaban fascinados por los problemas metafísicos, en particular por la relación entre el ser y el no ser. Tradicionalmente éstos no se consideraban opuestos, como hoy pensaríamos, sino que (y esto es difícil de entender en el mundo contemporáneo) el «no ser» se definía como el reverso del «ser», una forma de existencia alternativa y enigmática. Para la Escuela de los Misterios la idea budista del «no ser» como nada, vacío, resultaba fascinante porque era algo completamente nuevo.[1399]

En este sentido, el interés de la sociedad china por el budismo empezó siendo de carácter filosófico y metafísico, por lo que estuvo reservado a la aristocracia educada y limitado al sur del país. Esto continuó siendo así en gran medida hasta finales del siglo IV, cuando su influencia en el norte de China empezó a aumentar. Sin embargo, ésta era de algún modo una forma diferente de budismo, difundida por las acciones de monjes que realizaban trucos de magia y ayudaban a alcanzar trances y éxtasis a través del yoga, lo que la hacía más atractiva y popular. Algunos monjes consiguieron hacerse con el respaldo de cierto número de soberanos que fundaron monasterios y patrocinaron tanto la traducción de algunos de los grandes textos budistas, como el viaje a la India de algunos monjes budistas chinos. Dos de las principales figuras del budismo chino fueron Huiyuan (334-417) y Kumarajiva (350-413), con los cuales la fe alcanzó su mayoría de edad en el país. Gracias a sus traducciones —entre otros textos vertieron al chino los principales tratados sobre la disciplina monástica (Vinaya)— y a su predicación, empezó a desarrollarse en china un verdadero clero budista, dotado de sus propias reglas. Esto convirtió al budismo en una gran religión de salvación, y estimuló las peregrinaciones a la India, adonde los monjes chinos partían en «búsqueda de la ley». En el año 402 Huiyuan reunió a toda su comunidad, tanto a monjes como laicos, en frente de una imagen del Buda Amitabha (el Buda de la Luz Infinita) y juntos juraron que renacerían en el paraíso occidental (Sukhavati, la Tierra Pura, jing du), que es el lugar en el que habita esta importante figura del budismo mahayana. «Ésta fue la primera demostración de una creencia compartida por todos los fieles, el primer contexto en el que el budismo aparece como una religión de salvación universal».[1400]

Desde finales del siglo IV, empiezan a aparecer en China torres de varias plantas (pagodas, da) y santuarios. Por la misma época, se empezaron a excavar en la roca cuevas budistas, y el número de conversos se multiplicó con rapidez. En esta etapa la conversión había dejado de ser una cuestión de creencia o conciencia individual y se había convertido en un movimiento grupal, e incluso masivo. Una prueba del éxito del budismo en esta época nos la proporciona su afirmación de la autonomía del clero, un acontecimiento que sorprende por su similitud con lo ocurrido con el cristianismo en la Europa medieval. En el año 404 Huiyuan escribe su Tratado que explica las razones por las que los monjes no están obligados a rendir homenaje a los soberanos. Como ocurriría en Europa, se consideró que la propiedad de la iglesia era inalienable, así como ciertas prácticas budistas, como la tonsura, el celibato o la observación de las prohibiciones religiosas.[1401] La fe se extendió de tal forma después del siglo V que surgieron diversos problemas vinculados a esta idea en particular. Por ejemplo, se realizaron demasiadas «ordenaciones ficticias» (con el objetivo de que la gente pudiera ahorrarse el pago de impuestos o evitara prestar servicio militar) y se simularon muchísimas donaciones de tierras a los monasterios (también para evadir impuestos). Se moldearon tantas estatuas y campanas que hubo escasez de metal para la acuñación de monedas y la fabricación de arados. Y el gobierno central empezó a preocuparse de los trastornos que provocaba en la familia el excesivo número de hijos que dejaban el hogar para convertirse en monjes itinerantes o mendicantes. Aquí yacen las semillas del futuro descontento con el budismo.

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