Ideas

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Segunda parte. De Isaías a Zhu XI: La novela del alma » Capítulo 14. La élite intelectual china, «Lixue» y la cultura del pincel

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Las peregrinaciones también alcanzaron su apogeo entre los siglos V y IX. Muchos de los monjes que viajaron a la India escribieron relatos sobre su experiencia. El más famoso de todos ellos es sin duda el del ya mencionado Faxian, que partió de Chang’an en 399 superados los sesenta años y estuvo fuera durante quince. Su texto, Fo guo ji (Informe sobre los reinos budistas), se complementa con varios manuscritos que trajo a su regreso y tradujo. Estas narraciones de monjes peregrinos son en extremo fidedignas y en su conjunto han permitido reconstruir buena parte de la historia de esta región de Asia durante este período. Según Jacques Gernet, se conocen en total 1692 textos diferentes, cifra que incluye la fuente más rica de los sermones atribuidos al Buda. Entre 515 y 946 se prepararon unos catorce catálogos bibliográficos de traducciones al chino de textos budistas, lo que nos permite reconstruir el traspaso de las ideas y prácticas en el período en que la influencia budista alcanzó su punto más alto. El equipo de traductores más prolífico de toda China fue el que dirigió Xuan Zang (602-664), que viajó a la India y estuvo estudiando cinco años en el famoso monasterio-universidad de Nalanda. Después de ello, Xuan Zang regresó a su tierra natal, donde, durante dieciocho años, tradujo junto a su equipo una cuarta parte de todos los textos indios al chino; unos 1530 capítulos de un total de 5100 fueron traducidos en seis siglos por 185 equipos de traductores.[1402]

Junto a las ideas religiosas que se transmitieron de la India a China y Japón, el arte budista también ejerció una amplia influencia en estos países.

Este arte ya estaba imbuido de influencias griegas e iraníes.[1403] La costumbre de excavar cuevas en la roca también siguió los pasos de los monjes budistas, y las primeras cuevas del complejo de los Mil Budas (Qian Fo Fong) cerca de Dunhuang (en el extremo oeste de la Gran Muralla, próximo a la Ruta de la Seda) se empezaron en el año 366. Pero entre esa época y el siglo VIII se construyeron estatuas de tamaño colosal por toda China, las más notables de las cuales las encontramos en las cuevas de Yungang, donde la figuras de mayor tamaño tienen casi cincuenta metros de alto. Aparte de las estatuas, las paredes de las cuevas también se decoraban con pinturas budistas, aunque la mayoría de ellas hoy han desaparecido. Las escenas representadas en ellas se inspiraban en la vida de Buda, en la idea budista del infierno, etc. Las paredes de los monasterios más destacados también están decoradas con frescos budistas. El estilo clásico chino privilegiaba la pureza, la simplicidad y la exactitud; el artista chino tradicional se deshacía de todo lo que no era esencial para conseguir la expresión concisa que buscaba. El budismo era mucho más exuberante y animaba un arte de la suntuosidad y la exageración, de la repetición y el adorno. Estas mismas cualidades se pueden encontrar en la literatura budista, que no sólo abordó temas nuevos (las vidas previas del Buda, los descensos al infierno, las peregrinaciones) sino que desarrolló nuevas formas (los sermones, las conversaciones entre maestros y discípulos, los relatos edificantes) que contribuyeron a la evolución de la novela y el teatro chinos.[1404] En muchos sentidos esto hizo que la literatura china fuera por un tiempo más parecida a la de otros lugares: los mundos de los hombres, los dioses, los animales y los demonios y seres del inframundo se entremezclaban. Esto era algo muy extraño en la cultura china, que, recordemos, no había hasta entonces concebido a ningún dios creador, así como tampoco infierno ni mundo de los espíritus o demonios.

Y así, desde la segunda mitad del siglo IV y durante medio milenio, el budismo floreció en China (y, a su vez, en Japón). Los monasterios se convirtieron en grandes centros de estudio y cultura, con el monje —poeta, pintor y calígrafo— al mismo nivel que el laico cultivado, interesado en la filosofía budista y la práctica de las técnicas de concentración.[1405] Surgieron algunas sectas importantes, entre ellas la ecléctica escuela de Tiantai (una montaña al noroeste de Zhejiang), fundada por Zhi Yi (538-597), cuyo texto principal era el famoso Loto de la verdadera ley, «la esencia misma del budismo», y la secta zhan (en japonés zen), cuyos orígenes se remontan al siglo VIII y que se volvió especialmente popular entre los hombres de letras. Este grupo rechazaba el prolongado entrenamiento ascético tan típico de tantas sectas budistas, según las cuales era posible alcanzar «el extremo del ser» a través de técnicas de concentración cada vez más difíciles. En lugar de ello, el sistema zhan tenía como objetivo la «iluminación súbita», algo que sus partidarios buscaban obtener alejando la mente de todo pensamiento discursivo y de la insistencia del yo, para lo que se recurría a cualquier cosa que, por decirlo de algún modo, pudiera sacar a la gente de sí misma: las paradojas, «el meditar sobre asuntos absurdos», respuestas desconcertantes e incluso gritos.

Pero luego, en los años 842-845 la situación cambió por completo: el budismo se proscribió y las comunidades religiosas se dispersaron.

Ahora bien, un giro tan trascendental nunca ocurre realmente de forma tan abrupta. La oposición al budismo llevaba para entonces algún tiempo creciendo, y tenía dos fuentes. Una provenía de una diferencia clave entre la aristocracia y la gente común. La aristocracia china siempre ha sido mucho más abierta a las influencias extranjeras, y de hecho esta clase contenía más extranjeros que la población en general (turcos, sogdianos, tibetanos). Las guerras de uno y otro tipo cortaron de forma creciente las vías de comunicación budistas, algo que también contribuyó a la situación. Pero una segunda influencia más importante fue la inteligencia a la que había dado lugar el sistema de exámenes para la selección de los funcionarios. Este sistema fomentó el estudio de los clásicos chinos y, poco a poco, surgió entre los miembros de esta clase de hombres de letras la idea de que China había abandonado sus auténticas raíces de simplicidad y concisión. Han Yu (768-824), uno de los escritores chinos más importantes de este período, escribió en el año 819 una feroz diatriba cuando se enteró del estallido de histeria colectiva que había provocado la decisión de cambiar de sitio una reliquia del Buda. Su texto se hizo famoso y ayudó a promover el sentimiento antibudista (y antiextranjero), que de forma gradual se difundió entre los intelectuales hasta alcanzar al resto de la población. Una complicación final la aportó el que los monasterios hubieran acumulado buena parte de las existencias de metales preciosos en forma de campanas y estatuas. Cuando las primeras se fundieron para hacer monedas, mucha gente se negó a utilizar éstas, pues el que antes hubieran formado parte de un objeto sagrado hacía que se las percibiera como sacrílegas. Esta actitud tampoco les granjeó el aprecio de los burócratas-eruditos cultos. En 836 se promulgó un decreto en el que se prohibía a los chinos relacionarse con «gente de color», esto es, extranjeros. En términos generales, esto se consideró un ataque a las ideas extranjeras y poco tiempo después los monasterios budistas fueron purgados de los elementos hipócritas: los monjes sin formación, las ordenaciones ficticias, los tratos fraudulentos con tierras. La decisión de obligar a los monjes budistas a cumplir con sus votos complicó aún más su situación: dado que los budistas hacían voto de pobreza, todos los monasterios fueron despojados de sus recursos. Al final, unos doscientos sesenta mil monjes y monjas fueron secularizados, lo que significaba que dejaban de estar exentos del pago de impuestos, y cuatro mil seiscientos monasterios fueron demolidos o convertidos en edificios públicos. (Otros cuarenta mil lugares de culto más pequeños corrieron igual suerte).[1406] Durante el período Song los monasterios recobraron cierta importancia, pero nunca recuperaron su antigua gloria; también decayeron en la India, a la que ahora amenazaba el islam, y sólo el budismo zhan (o zen) conservó cierto vigor, y ello principalmente en Japón. En la época Song, en cambio, surgió un nuevo objeto de entusiasmo: lo que se conocería luego como neoconfucianismo.

Neoconfucianismo es en realidad un término occidental aplicado a lo que los chinos llaman xin lixue (escuela de la naturaleza humana y el orden universal) o bien li qi xue (escuela del orden universal y de la energía cósmica). En cierto sentido, estas denominaciones son bastante mejores, ya que comunican la preocupación central del neoconfucianismo por el li, el principio racional básico del (orden del) universo, y la forma en que, una vez se lo comprende, éste explica tanto la materia como el comportamiento moral. Este intento de establecer relaciones entre la materia y el comportamiento moral es muy propio de la mentalidad china, un aspecto ajeno a los modos de pensar occidentales (aunque no por ello menos interesante).

El desarrollo del pensamiento neoconfuciano durante la era Song se considera el mayor triunfo intelectual del período, la joya de la corona de lo que hoy se conoce como el renacimiento chino. Éste tuvo repercusiones en todos los aspectos de la vida, desde la política y la religión hasta el derecho (en el código Tang, el código jurídico chino más antiguo que se conserva completo, si un hijo asesinaba a su padre era considerado un crimen mucho más grave que la situación inversa que, en ciertas circunstancias, podía incluso no ser siquiera considerada crimen).[1407] Los logros del neoconfucianismo se mantuvieron vigentes hasta el siglo XX. Zhu Xi, que en el siglo XII sintetizó las ideas de esta corriente, nos ofrece una lista de cinco grandes pensadores: Zhou Dunyi, Shao Yong, Zhang Zai, Zheng Hao y su hermano Zheng Yi; todos ellos son figuras del siglo XI relacionadas entre sí por lazos familiares o de amistad, o porque habían sido maestros y discípulos unos de otros, y todos se interesan de una u otra forma por el concepto del «Gran Primordial», la fuerza o poder o principio que explicaba tanto el funcionamiento y evolución del universo —el tiempo— como el surgimiento de la conducta ética, y además garantizaba que esta evolución continuara de manera civilizada. Todos estos pensadores eran burócratas-eruditos, jinshi, graduados del sistema de exámenes, que, por tanto, compartían una misma educación fundada en el estudio de los clásicos, en particular de Confucio y Mencio. Dentro de los neoconfucianos había dos ramas importantes. Por un lado, estaban aquellos que hacían hincapié en el arte de gobernar y la ética; por otro, quienes ponían énfasis en el li, el principio racional, y el xin o mente, intuicionismo. Los miembros del primer grupo sostenían que los filósofos de la era Song estaban demasiado alejados de la realidad y que el verdadero papel del intelectual era ayudar a que la sociedad alcanzara un auténtico comportamiento ético dentro de los límites de la realidad política, ya que pensaban que la conducta de la gran mayoría de los hombres estaba muy por debajo del ideal y que un buen gobierno debía tener en cuenta este hecho.

El más famoso abanderado del intuicionismo y el principal portavoz de la idealista Escuela de la Mente, como se la conocía, fue Lu Xiangshan (1139-1191). Esta escuela tenía un inmenso atractivo para muchas personas debido a que sus partidarios creían que el ser humano sólo debía reconocer aquellas verdades de las que era subjetivamente consciente, con lo que cada uno se convertía en su propia autoridad respecto a lo que era malo o bueno, verdadero o falso.[1408] «El universo es mi mente y mi mente es el universo» rezaba la sentencia más popular de Lu, repetida sin cesar por sus seguidores. Los racionalistas se oponían a esta concepción, ya que consideraban que socavaba la autoridad tanto en el ámbito de la ética como en el del comportamiento social.

El racionalista neoconfuciano más destacado fue Zhu Xi (1130-1200), un pensador al que con frecuencia se ha considerado «la figura más influyente en la historia intelectual china después de Confucio» y de quien se dice que «completó» el confucianismo. Zhu Xi también se graduó como jinshi, algo que logró con sólo dieciocho años. A largo de su carrera ocupó distintos cargos y sufrió una serie de altibajos políticos, e incluso murió en el exilio, aunque fue exonerado por completo dos años más tarde. En vida, el tipo de neoconfucianismo que defendía fue acusado de ser «falso conocimiento» (lo que explica su caída en desgracia y el exilio), pero después de su exoneración, sus ideas alcanzaron una influencia abrumadora, hasta tal punto que los comunistas chinos del siglo XX le vilipendiaron y consideraron responsable del rezago chino posterior a la Edad Media. Hoy es difícil valorar sus ideas, ya que, juzgadas de acuerdo con estándares posteriores, resultan bastante insulsas (algo a lo que contribuyó la actitud de los comunistas). Pero en cualquier caso, la enorme influencia que ejercieron durante siglos es innegable.[1409]

Zhu Xi se apropió de varias ideas de sus precursores, entre ellos Zheng Yi y Zhou Dunyi. En oposición a las concepciones del budismo y otros credos, minimizó el papel desempeñado por lo sobrenatural en los asuntos humanos. Los elementos —la lluvia, el rayo, el viento— pasaron a ser fuerzas naturales, expresión del principio o principios que ordenan el universo. La sabiduría, la felicidad y la capacidad para vivir juntos de forma ética, sostenía, se alcanzaban reconociendo y adaptándose al lixue, el patrón de la naturaleza que abarcaba todo el mundo y que explicaba tanto su existencia como desarrollo.[1410] Sólo cuando siga la ruta marcada por el lixue, podrá el hombre descubrir la armonía preestablecida del universo y acercarse a la perfección. Zhu Xi postulaba la existencia de dos fuerzas o entidades últimas en el universo, el «Gran Primordial», y el Principio (li), y sostenía que el primero explicaba la existencia de la materia (y la ausencia de la nada, una cuestión importante desde la llegada del budismo), mientras que el segundo, el li, daba cuenta de la forma y el desarrollo (la ontología) de la materia, lo que conducía al desarrollo de los humanos y, luego, de la ética. Zhu, al igual que Confucio antes que él, creía que el universo se autorenovaba, y para explicar la presencia del hombre en el universo apelaba a un elemento generativo benevolente, el ren, humanidad. Éste explicaba por qué razón el universo era bueno, como Confucio y Mencio habían sostenido, y por qué estaba en la naturaleza del hombre ser bueno y hacer el bien.[1411] La autoridad de Zhu Xi deriva en parte de la elegancia de sus síntesis, pero también de su profundísimo conocimiento de los clásicos, lo que le permitió mostrar en una sección de su obra titulada Dao Tong, «la transmisión del Camino», lo similares que habían sido las ideas transmitidas desde la antigüedad hasta la época Song. Al hacer esto, Zhu estaba también afirmando el carácter auténticamente chino de tales ideas, un elemento adicional en su distanciamiento del budismo. Una de sus metáforas favoritas comparaba al hombre con una perla en un cuenco de agua sucia. La perla podía parecer inicialmente poco prometedora y carente de brillo (para el hombre), pero si se la sacaba del agua todavía relucía. La conducta malvada, pensaba, era el producto del abandono y la falta de educación apropiada.[1412]

Con esta idea en mente, compiló Los cuatro libros. Ésta fue su forma de garantizar que el neoconfucianismo, su acercamiento al lixue, se conservara y difundiera. Los cuatro libros reúne los Anales de Concio, el Mencio y dos capítulos, extraídos de una antigua compilación Han como Libro de los ritos, titulados Gran conocimiento (Daxue) y Doctrina del medio (Zhongyong). Zhu afirmaba que estos cuatro textos, junto a los comentarios e interpretaciones proporcionados por él y los otros nueve clásicos confucianos, debían constituir la base de la educación. Y de hecho, su sistema pronto dominaría el sistema educativo chino. Pocos años después de su muerte, su edición de los clásicos confucianos fue elegida oficialmente como la estándar para los exámenes de la administración pública y continuó siéndola hasta que las pruebas se abolieron en 1905.

El regreso del confucianismo supuso algo más que un cambio filosófico: marcó también un cambio de sensibilidad que contribuyó a crear el renacimiento Song. El adorno, la fantasía y el carácter sobrenatural del budismo desaparecieron y se los reemplazó por un racionalismo mucho más práctico y un mundo más puramente intelectual, una actitud contemplativa e instruida que sospechaba de todo lo que la había precedido. Esto fue una liberación que no sólo condujo a un florecimiento de las artes civilizadas, sino también a algo más relevante dado el tema de este libro: nuevas formas de arte y de conocimiento. Se puso música a los poemas, se compilaron grandes enciclopedias y antologías, se desarrollaron la pintura paisajística, los jardines, los primeros tratados de medicina forense, la arqueología, la historia crítica, la historia social y, finalmente, la novela.

El emperador Song Huizong (rey entre 1101 y 1126) convirtió la Academia de Pintura, fundada como sección de la Universidad imperial durante el período de las Cinco Dinastías (una serie de dictaduras militares, 907-960, durante las cuales se produjeron incursiones desde el exterior), en una institución independiente.[1413] Además, este mismo emperador elevó el estatus de los artistas visuales al introducir la pintura en los exámenes de ingreso a la administración pública. La pregunta consistía invariablemente en una línea de los clásicos que el examinado debía ilustrar de forma original. Lo que se celebraba era el ingenio de la composición y no tanto la capacidad para reproducir de forma realista los objetos naturales. Es importante recordar siempre que en China, donde se escribía con pincel y no con pluma, la literatura y la pintura estaban más cerca la una de la otra de lo que, por ejemplo, estarían en épocas posteriores en Occidente. Cada actividad suponía una forma diferente de dominio del pincel. Endymion Wilkinson sostiene que en algún momento la caligrafía (shufa) llegó a ser considerada más importante que la pintura.

La pintura paisajística empezó a reemplazar a la pintura de animales y figuras humanas a finales del período de la Cinco Dinastías, y hacia finales del siglo X y comienzos del siglo XI se había convertido en la forma de arte dominante. Este cambio se relaciona parcialmente con el crecimiento de las ciudades en la China de los Song, cuando los paisajes campestres (y en particular montañosos) se volvieron algo lejano e inusual. Sin embargo, el atractivo de este género para la inteligencia china, los jinshi, residía en su evocación de una vida contemplativa: el paisaje subrayaba la austeridad y severidad de las montañas chinas, cubiertas de nubes y estrellas. El paisaje era, de hecho, un deliberado retorno romántico y nostálgico a los ideales confucianos de la simplicidad, la concisión y la calma.

La idea china de diseño de jardines estaba estrechamente vinculada a la pintura paisajística. La evolución de la jardinería, nos dicen Yong Yap y Arthur Cotterell, se desarrolla paralela a la de la pintura paisajística. «Sus raíces se encuentran en el taoísmo y su perenne llamada a regresar a la naturaleza, tanto en un sentido interior como exterior, pero se trata de una tendencia que también el budismo animaba».[1414] Muchas zonas de enseñanza budista incluían parques y los conversos ricos dieron inicio a una tradición por la que legaban sus jardines a los fieles.[1415] Para la época Song, los jardines chinos se habían convertido en auténticas obras de arte, una expresión de la relación del hombre con el mundo natural. Se suponía que había una serie de reglas que explicaban el diseño de los jardines, pero a diferencia de, por ejemplo, los jardines europeos de siglos posteriores, ello no condujo a uniformidad de ningún tipo. Los jardines debían tener shan shui, o montañas y agua (rocas silvestres y un estanque), así como flores, árboles y alguna obra arquitectónica decorativa: puentes, pabellones o incluso simples muros. El jardín, además, formaba parte de la casa: el «Pozo del Cielo», el patio interior, constituía un elemento integral de la vida cotidiana, al que se entraba y salía sin pensarlo. Todos los palacios miraban al sur.[1416] Los objetos del jardín también tenían un aspecto simbólico para ayudar a la meditación. El agua era central. No había césped, las flores nunca seguían un patrón sino que se colocaban plantas individuales cerca de rocas agrestes. Y había un complejo simbolismo de las flores. Por ejemplo, el crisantemo, la flor del otoño, «representa el retiro y la cultura»; el lirio acuático, «que se alza inmaculado de un lecho de cieno», representa la pureza y la verdad; el bambú, «al que no quiebra ni la más feroz de las tormentas», representa la flexibilidad y la fortaleza, pero también la amistad duradera y la resistencia al paso del tiempo.[1417] «Asimétrico y espontáneo, el jardín chino es una declaración de fe en la Naturaleza así como un reconocimiento del modesto lugar que la humanidad ocupa en el orden natural de las cosas».[1418]

Al igual que la pintura paisajística y la jardinería, la arqueología se convirtió en China en una actividad organizada mucho antes que en cualquier otro lugar del mundo. Durante el reinado de Huizong se descubrieron bronces y jades del segundo milenio antes de Cristo en Anyang, la principal ciudad Shang, al norte de lo que actualmente es el río Amarillo en Hebei. Esto fomentó el gusto por las antigüedades al mismo tiempo que estimuló el interés por las antiquísimas inscripciones halladas en los objetos, tanto por la información que contenían como por los estilos de escritura y la forma en que éstos cambiaban. Esto condujo al desarrollo de la arqueología crítica y la epigrafía. Un tratado sobre campanas y trípodes antiguos se publicó en esta época, y en 1092 Lu Dalin dio a conocer su obra Láminas arqueológicas, en la que intentaba clasificar y datar una serie de bronces del primer y segundo milenios antes de Cristo.[1419] También empezaron a aparecer entonces libros sobre monedas antiguas y una pareja de esposos elaboró un Catálogo de las inscripciones de piedra y bronce que recoge dos mil inscripciones antiguas.

Durante los Song hubo un resurgimiento de la historiografía, ámbito en el cual por influencia del pensamiento neoconfuciano también se aprecia un retorno a la sensibilidad literaria del pasado. El llamado «estilo antiguo» (gu wen) encarnaba un reconocimiento de las cualidades literarias del pasado, que sus practicantes no se avergonzaban de resucitar. Sin embargo, al hacerlo, autores como Ouyang Xiu (1007-1072) rescribieron las historias antiguas, como la Historia de los Tang (que se transformó en la Nueva historia de los Tang), y en el proceso convirtieron lo que habían sido registros oficiales más o menos rutinarios (y en gran parte anónimos) en obras científicas mucho más rigurosas en su evaluación del pasado y, por tanto, mucho más valiosas que las versiones anteriores. La más famosa e impresionante de estas historias críticas, el Espejo completo de la ilustración del gobierno, fue escrita entre 1072 y 1084 por Sima Guang. El Espejo es una historia del país desde 403 a. C. hasta 959 d. C., pero lo que más impresionó a los estudiosos posteriores no fue el extraordinario lapso de tiempo que abarca sino su uso de las fuentes: de sus 354 capítulos, no menos de treinta son notas críticas en las que el autor expone las razones por las que llegó a determinadas conclusiones cuando fuentes diferentes afirman cosas diferentes. Sima Guang realizó enormes esfuerzos para verificar la base de todos los sucesos que recogió en su obra, que en este sentido eclipsa los logros de Herodoto.

El impacto global del sistema de exámenes y de la élite intelectual que éste engendró puede medirse por el hecho de que la época de los Song es hoy considerada como una era «de una poesía consumada y unas buenas letras y una prosa histórica brillantes, de una pintura y una caligrafía magnificas, de una cerámica sin par y de un completo desarrollo en lo que los chinos consideran artes menores».[1420] Lo mismo puede decirse de la producción de libros, con los editados durante la época Song convertidos en los ejemplares más codiciados. Ésta fue la época en la que los estudiosos y académicos empezaron a desarrollar su rigor moderno y en la que aparecieron las primeras enciclopedias, textos de enorme valor incluso en nuestros días. «La élite Song había progresado mucho más allá de la etapa de las “curiosidades de gabinete”, en la que todavía se encontraba Europa en una época muy posterior, y se dedicó a una investigación inteligente preocupada por la identificación, las etimologías, la datación y la interpretación».[1421] La era Song también constituyó un momento cumbre de las matemáticas, las ciencias, la medicina y la tecnología china. La tecnología marítima, los puentes y el aparato militar dieron grandes pasos bajo los Song.[1422]

En la cultura Song, según la descripción de F. W. Mote, todos las cosas que se hacían con el pincel de escribir, desde la pintura y la caligrafía hasta la composición de obras históricas y de estudios críticos de los clásicos, desde el gobierno hasta la elaboración de recetas médicas, «eran actividades propias de estudiosos… Vivían por sus pinceles, y todo lo que surgió de ellos pertenece a la alta cultura».[1423] Aunque esto puede no resultar sorprendente, lo que sí lo es efectivamente es el hecho de que muchas otras actividades de la mente y la mano como la escultura, la cerámica, los esmaltes, se consideraban como trabajos de artesanos y, por tanto, no se pensaba que pertenecieran a la alta cultura. China conservó la jerarquía de valores culturales de los Song hasta bien entrado el siglo XX.

No obstante, la era Song sí fue testigo de una serie fantástica de nuevos desarrollos en todos los ámbitos: las artes, la tecnología, las ciencias naturales las instituciones sociales y la filosofía. Un ejemplo típico de este enfoque es la carrera de Shen Gua (1031-1095), a quien Mote considera «quizá el personaje más interesante de toda la historia de la ciencia china».[1424] Shen fue un gran viajero y un observador muy agudo. Prestó especial atención a las criaturas marinas fosilizadas de las montañas Daihang y concluyó que éstas habían sido en algún momento del pasado un lecho marino. Pero, además, también realizó avances en astronomía, matemática, metalurgia, farmacología y cartografía. Elaboró el primer atlas detallado del país y calculó su contorno con una exactitud de centímetros y fue el primero que escribió un informe meticuloso de la brújula magnética cuando ésta empezó a ser usada en la navegación marítima.[1425]

A medida que nos acercamos al final de la segunda parte de este libro, el caso de Shen nos permite subrayar el hecho de que, como podemos ver, a finales de lo que los occidentales denominamos la Edad Media las grandes civilizaciones, las fuentes más importantes de ideas e invenciones, las encontramos en China, la India y el islam. Asia era el continente dominante en términos políticos y demográficos, pero también en términos de ingenio tecnológico y de pensamiento abstracto. Europa aún estaba lejos de las principales corrientes de la civilización y las grandes rutas del comercio. Sin embargo, un cambio sistemático y con efectos a largo plazo estaba en marcha. El siglo XIII fue extraordinario por muchas razones, como veremos, pero según ha señalado la investigadora estadounidense Janet Abu-Lughod, fue extraordinario especialmente por ser un «siglo bisagra».

«En todas las regiones hubo un florecimiento artístico y cultural. Nunca antes había ocurrido que tantas partes del Viejo Mundo alcanzaran de forma simultánea la madurez cultural. En China se estaba produciendo la cerámica más hermosa jamás creada, el celadón Song, y sólo los brillantes cuencos turquesa fabricados en Persia constituían un serio rival. En el Egipto de los mamelucos, los artesanos estaban creando un elaborado mobiliario con complejos arabescos de oro y plata incrustados… Los grandiosos complejos de templos hindúes del sur de la India alcanzan su apogeo en esta época. Casi en cualquier lado encontramos testimonios de cómo el exceso de riqueza se destinaba a la ornamentación y las exhibiciones simbólicas… En todas los ámbitos, la prosperidad… engendraba alta cultura».[1426]

Sin embargo, como la misma autora anota, ése fue también el siglo en el que, en Europa occidental, la construcción de grandes catedrales alcanza su cumbre. En otras palabras, Europa estaba en ascenso. Las razones por las que, después del siglo XIII, Oriente se tambaleó, y luego fue quedándose rezagado cada vez más y más, continúan inquietando las mentes de historiadores de todas las naciones. Tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en el World Trade Center de Nueva York, intentar responder a ese interrogante quizá sea el legado histórico más importante del mundo contemporáneo.

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